martes, 19 de abril de 2016

SEÑORÍO DE BERTIZ

Día 16 de Abril de 2016
Cedro de Bertiz.
         Hubo un tiempo, no muy lejano, en que los "bosses" d´Esbarre elevaban sus plegarias a santos y estrellas, con el fin de que en cada una de las excursiones, el tiempo acompañara a los, denominados por uno de ellos ("el Richi"), "irreductibles".  Pero algo ha tenido que ocurrir en las creencias de estos "jefes",  pues ya llevamos un par de "mojadinas" de las de ¡aúpa!.
         Salimos de Zaragoza, una treintena de mozos y mozas con la muda seca. Hoy no tomamos carretera del Norte ni tan siquiera del Sur, nos encaminamos a tierras de brujas, de lamias, de pócimas y aquelarres, vamos a descubrir un bosque en el Norte de Navarra, concretamente al Señorío de Bertiz, situado en la frontera del Baztan.
              Tras una rápida parada en el camino, la carretera nos deja en  en el punto de acceso al Parque Natural al que se accede desde Oronoz (Baztan).
Detalle del escudo de la casa Arguiñenea, del siglo XVIII, Narbarte, Bertizarana.
         Por el momento, las nubes pasan sin pena ni gloria, la temperatura es agradable para el caminante. Nos colocamos las botas, revisamos que en las mochilas no falten prendas de impermeable, pues esta calma no puede durar todo el día.
         El parking ya nos anuncia lo que vamos a descubrir: un gran árbol, el Cedro de Bertiz de 32 m. de altura, declarado monumento natural, es el primer ejemplo de la fuerza de la naturaleza.
      En la entrada vemos el escudo del Señorío de Bertiz que es, también, del Valle de Bertizarana. En él, aparece una sirena (“lamia”) con un peine de oro en su mano izquierda y un espejo en su derecha, mas dos velas encendidas, una a cada lado de ella; bajo la “lamia” aparecen las aguas del río Bidasoa ondulantes. Todo esto hace referencia a las leyendas existentes en la zona sobre las sirenas o “lamias”, cuya misión era la de custodiar los tesoros de las cavernas y de los ríos.
Calera
         El Señorío de Bertiz comprende un extenso tapiz de valles y montes al norte de Navarra. Se trata de una de las mejores muestras de bosque atlántico mixto navarro, un espacio de gran riqueza natural e histórica cuyo punto más elevado son los 842 metros del monte Aizkolegi,
             Comenzamos a caminar, en la entrada, una empleada nos entrega un mapa del parque para que no nos perdamos en estas 2040 hectáreas de bosque al que nos adentramos sin más dilación. 
         Pronto alcanzamos a ver unas reproducciones de carbonera y calera (pozo de cal).
Bambú (¿pirenaico?)
         A nuestra derecha queda el jardín botánico, que alberga miembros de más de 120 especies vegetales traídas de todos los rincones del mundo: secuoya de California, ginkos de China, ciprés calvo, bambú o nenúfar. A la entrada del jardín se alza la antigua casa de Bertiz y en sus proximidades hay un museo de escultura al aire libre.
         Pero hoy no hemos venido a ver el jardín, pues todo este señorío es un auténtico templo de la naturaleza autóctona.
           El recorrido transita por una pista jalonada por paredes de piedra, teñida por el verde musgo, y donde no hay musgo hay helechos y si no existe ninguno de ellos, la hiedra trepa por los muros que rezuman agua por todos sus poros. El bosque, en su mayor parte de hayas, guarda también robles grandiosos, acebos y castaños.
¡Los irreductibles!
          En el primer cruce, tomamos el camino de la izquierda que indica a Aizkolegi, por el de la derecha apareceremos al regreso. Caminamos en dirección norte, por una serie de zigzags vamos ganando altura, el grupo va relajado, pero no conviene dormirse, las nubes siguen amenazando.
            Aunque no se ve gente por este paraje, el hecho de que seamos cuadrilla sonora nos impide contemplar la multitud de mamíferos como jabalíes, ciervos, corzos, lirones, ardillas, ginetas, gatos montés, etc. que andan por estos parajes, además de 50 especies de aves y 6 de peces.
El musgo lo cubre todo.
         Aunque el mapa nos indica el camino habitual para llegar al Aizcolegi, una vez reagrupados, lo dejamos con la intención de variar algo el recorrido y, de paso, coronar la cima del Paretazar. Esta cambio lo realizamos, cuando llevamos más de nueve kilómetros recorridos, girando a la izquierda por una senda que, tras cruzar una valla, nos conduce por el exterior del límite del parque natural.
        Unas lajas de piedra, que en su época debieron de servir de vallado, nos trae el recuerdo de los "chorten" tibetanos, a quienes estuvimos en Nepal.

¿Toro?
           En este bosque las hayas y robles, adquieren tamaños y formas de los más variado: toros, cuevas, dragones, serpientes y... ¡leches, otra vez!, las motos trialeras dejando sus huellas en tan frágil territorio. Hasta el suelo que pisamos huele a gasolina.
      Pero estos individuos no consiguen ensombrecer el espectáculo que nos brinda la montaña, concretamente el pico Paretazar. Desde aquí se disfruta de una gran panorámica de las cimas que nos rodean entre las que destaca el monte Mendaur. Lástima que está nublado, de otra forma, dicen que se ve hasta el  mar Cantábrico.
En el Paretazar.
        El viento húmedo nos invita a abandonar este balcón, cosa que hacemos volviendo a cruzar la valla del parque para adentrarnos en él.
       La senda baja durante un tramo para, bruscamente, ascender hasta alcanzar el monte Aizcolegi, excelente mirador natural que todavía cobija los restos de su antiguo palacio dominando todo el Señorío de Bertiz.
       Aquí conviene hacer un alto para conocer un poco de la historia de este lugar.
     "La primera referencia histórica encontrada sobre su propiedad se remonta al año 1392 en la persona de Pedro Miguel Bertiz. Ha tenido después varios propietarios, siendo el último de ellos don Pedro Ciga Mayo. Este personaje fue abogado y tuvo una gran fortuna que provenía de su matrimonio con Dorotea Fernández Morales. 
Palacete de los Ciga.
        Ciga adquirió Bertiz en 1899 y para ello pagó 650.000 pesetas en oro. Ciga fue un conservacionista que supo mejorar y actualizar el patrimonio natural. Tras la compra, durante los primeros años hizo una explotación racional de la finca hasta amortizar en buena medida la inversión que realizó. Luego fue disminuyendo las talas progresivamente y mejorando la masa forestal.
     Los Ciga utilizaban únicamente Bertiz como residencia durante el verano, y en el mes de julio pasaban quince días en el palacio de Aizkolegi.


Decadente belleza.
       A su muerte, en 1949, D. Pedro legó la finca a la Diputación Foral de Navarra, con la condición de conservarla sin variar sus características. Advirtió que, en caso de incumplimiento o alteración de sus características, la finca debería pasar a propiedad del Estado. En 1984 se crea el Parque Natural del Señorío de Bertiz".
       El palacete de estilo modernista se encuentra en un estado lamentable de conservación, seguro que la administración propietaria, podría rehabilitarlo si fuera más sensible con su patrimonio.
             Desde este lugar el paisaje se abre hasta allá donde las nubes lo permiten, en el norte asoma el pico Artzamendi presidido por sus antenas; más al Este, el Ori se encuentra teñido de blanco; bajo nosotros adivinamos el valle de Baztan; el resto del paisaje lo componen una infinidad de montes y prados en los que pace el ganado vacuno de los varios caseríos de la zona.
En el Aizcolegi
¿El vigilante?
        Un buen sitio para sacar los bocadillos, pero se decide hacerlo más abajo, por eso de la posibilidad de lluvia.
         Ahora caminamos por la pista por la que hubiéramos llegado de haber tomado la ruta normal, solo que en un cruce, que indica Plazazelai, cogemos una senda que transita por un hayedo mágico. Los árboles se niegan a crecer rectos hacia el cielo, y adquieren formas caprichosas que son víctimas de las cámaras fotográficas.
          Pero hay que seguir, caen las primeras gotas sobre el bosque y sus criaturas, o sea: nosotros. 
        Descendemos metro tras metro hasta un cruce de caminos, cogemos el de la derecha que indica nuestra ruta, y que nos lleva por la orilla del arroyo Aranea al que vierten agua cristalina todos los barrancos que confluyen en él.
Arroyo Aranea.
La lluvia.
       Son ocho kilómetros de recorrido por su ribera en la que el bosque acompaña el sonido de las aguas en su rápido correr y, hablando de correr, los "irreductibles", ponemos la directa y aceleramos el paso a tope, pues comienza a llover con intensidad, una fuerte tormenta cae sobre nosotros y no percibimos más música que los truenos y la lluvia que cae sobre nuestras variadas protecciones impermeables. Tal calamidad es compensada por la intensidad del verde del bosque lavado por la propia naturaleza.
       Calados hasta los huesos, llegamos al cruce que por la mañana hemos tomado, cerrando así el círculo previsto para hoy, tan solo quedan unos metros para alcanzar el bus en el que nos espera muda seca.
El agua lo limpia todo.
         Ayudados por la lluvia, hemos descendido en tiempo record, habrá que volver con más tranquilidad a disfrutar de este bello rincón navarro en algún otro día en que la lluvia esté ausente, cosa que, por lo que cuentan los lugareños, suele ocurrir en contadas ocasiones.
          Los estómagos siguen más vacíos que los cráneos de algunos dirigentes del planeta y va siendo hora de llenarlos (los estómagos, los otros... ¡imposible!). Así que salimos del parque, cruzamos el puente que salva el río que hasta aquí se denomina Baztan y es rebautizado Bidasoa, para verter sus aguas en el mar Cantábrico.            
               Un bar de Oronoz, nos acoge en su reducido espacio para que procedamos a digerir la comida ayudados por unas "latas", café y...
¿Chorten?
      Y vuelta a casa. En un par de curvas, algunos caemos en el más profundo de los sueños en los que aparecen las "lamias del Baztan" avisando de nuestro paso a las "brujas de Zugarramundi" advirtiéndoles de que ya abandonamos el lugar y que "puede dejar de llover" en estos pagos de verde estampa.
     Desde tierras de la ribera navarra del Ebro, despierto y observo cómo el Moncayo luce todo su esplendor blanco y mágico. El mitológico gigante Caco lo pintó en una mañana de Febrero.
       Ahora les toca a los "bosses" indagar en otro tipo de plegarias para que en la próxima, ya en el Pirineo, el tiempo vuelva a ser fiel aliado de los "irreductibles", y si no es así... ya nos secaremos, ¡si hay que ir, se va!
Hasta pronto.
Los clics del Señorío de Bertiz



Pase de diapositivas, aquí.

Fotos, aquí.

Track, aquí.





DATOS TÉCNICOS
Recorrido.

Perfil:
Distancia, 21,1 Km.
Desnivel acumulado de ascenso, 780 m
Desnivel acumulado de descenso, 780 m.

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