martes, 29 de diciembre de 2015

SAN CAPRASIO

Día 27 de Diciembre de 2015
Felicitación
    Días, estos, en que nos encontramos, de felicitaciones por doquier. Felicidades por mail, whatsaap, facebook, twitter, instagram, youtube, google+, linkedin, badoo, blogs (incluida Viejamochila) y que se yo cuantas redes más. Echo en falta aquella época en que bajabas al buzón (material) ubicado en el patio de la comunidad y te llegaban esas postales, algunas de ellas pintadas con los pies (yo, al menos, así lo creía), subías a casa y las depositabas encima de un mueble, junto al árbol o belén, colaborando (las postales) a la decoración navideña de tu hogar. Este año, lo prometo, no he recibido ni una, ni tan siquiera del "corte británico".

El rey en la despensa.
     Son, también, días de solidarizarse con el rey Salomón (consumía cada día seis toneladas y media de flor de harina, unas trece toneladas de harina común, diez bueyes cebados, veinte bueyes de pasto y cien carneros, sin contar los ciervos, gacelas, antílopes y aves cebadas), y de rendir culto a Dionisio (Dios griego del vino y de la vid, del entusiasmo y del éxtasis).
      Y cuando te ves en el espejo, exclamas ¡señorrrr! ¿que ha pasado?. 
    Maite y un servidor, que no queremos parecernos ni a Salomón ni a Dionisio, cogemos las de "Villadiego" y nos vamos a gastar alguna caloría; por esta vez las mochilas no cargarán más que una pieza de fruta y alguna sobra de...
Inicio.
      Finalmente, son días (bastantes ya) en los que en la siempre inmortal ciudad de Zaragoza, el sol ha desaparecido por completo, la espesa niebla que cubre el valle nos tiene con la testa destrozada.
       Tres motivos, los comentados, para escapar a algún lugar en que la postal no sea virtual, de castigar a Salomón y Dionisio y comprobar si es verdad que el Sol, como Teruel, también existe.
    Nos vamos, Maite y un servidor, en dirección a la estepa monegrina en la que algunos de sus rincones sorprenden por su alto valor ecológico despreciado por unos y admirado por otros. Además, el astro rey, es monegrino, lo pude comprobar en mis últimos veinticinco años laborales por estas tierras.
Ermita de la Sabina (en otro día despejado)
    En poco más de media hora, llegamos a Farlete. Si no fuera porque conozco la zona, quizás me hubiera pasado de largo, la boira es tan espesa que no se ve ni un p...
   Cruzamos por el centro del pueblo para coger un camino que pasa por la ermita-santuario de la Virgen de la Sabina, que dicen es originaria del siglo XIII, que se levantó a las afueras del pueblo, allí donde la Virgen supuestamente se le apareció a un pastor, elevada sobre la copa de una sabina, el árbol de Los Monegros por antonomasia. Posteriormente, hacia el siglo XVII el edificio se amplió, dotándolo no obstante de una estructura arquitectónica de volúmenes y formas voluptuosas y equilibrados, que incrementaron su belleza gracias a la estética barroca adoptada.
Primeros pasos.
    Seguimos unos metros más, para dejar el coche en un cruce de caminos, en el que un cartel indica hacia las cuevas de San Caprasio y La Torraza.
     Con el termómetro marcando en negativo, comenzamos a caminar a buen ritmo, por eso de entrar en calor. El GPS nos va indicando el camino a seguir, la niebla nos impide adivinar la ruta.
      Caminamos en dirección Norte, a la izquierda, el barranco de San Caprasio, a la derecha el de La Torraza. En ambos se adivina el paso de los años: las margas yesíferas se descomponen dejando al aire las diferentes vetas de piedra caliza y yeso pulido lavado por el agua que, esporádicamente, esculpe este frágil terreno.
Barranco de La Torraza.
En sus riberas, crece variada y sorprendente vegetación como las pistacias, madroños, endrinos, gabardas. Aparecen también comunidades ligadas a afloramientos yesíferos, como garbancillo de conejo, jaboneras, tamariz, etc.
     La pista se encuentra en buen estado, pero somos más de senda y, afortunadamente, el navegador nos desvía hacia la derecha, para lo que hay que cruzar el barranco. 
   Conforme vamos ganando altura, la niebla va dejando de ser espesa y se adivinan algunas colinas, incluso la forma de una torre. Hacia ella nos dirigimos por..., ni pista, ni senda, ¡está allá arriba! y, "to tiesos" "hacia ella tiramos" por una pendiente que nos saca de vueltas.
Se adivina La Torraza.
   La "torrecica", cada vez la vemos más grande lo que nos lleva a concluir el porqué la llaman "La Torraza". Es una sólida obra de buena sillería. Debió de tener cuatro plantas, conservando la inferior, de poca altura; se cubre bajo bóveda de cañón apuntado, y la puerta, situada en alto y que conserva su bóveda de medio cañón inclinado, alojado en la pared. Parece ser que su antigüedad data, al menos, del siglo XIII. Además...¡luce el Sol!.
    Un pequeño alto en La Torraza y seguimos la ruta. Ahora ya se contempla, hacia el Norte, la sierra de Alcubierre, jalonada por un montón de antenas en el pico de San Caprasio. Al sur...la nada.
Llegando al Castillo de La Torraza.
En los límtes.
        Pero aún queda tajo por andar, así que cogemos las mochilas y le damos la espalda a la torrecica esta, llevando nuestros pasos por un camino que no quisiéramos coger en la dirección opuesta, baja como para no llevar frenos.
      De nuevo aparecemos en el camino que hemos dejado antes, el de Lanaja lo llaman, para volver a abandonarlo enseguida.
      Una pequeña, pero poco amable subida, nos coloca en un cordal que seguimos durante unos metros. A partir de aquí, ni señales, ni mojones, tan solo el instinto y el GPS, nos van a conducir por una senda que, guardando las distancias, se parece a alguna de aquellas fajas del Pirineo, solo que aquí el terreno es menos estable y en algunos pasos se puede comprobar la teoría evolutiva de Darwin, la forma en que la naturaleza cambia su entorno de manera vertiginosa.
¿Selva monegrina?
Por una de las fajas.
       A nuestra derecha, el monte de La Contienda, a la izquierda, uno tras otro, nacen, en este circo monegrino, varios barrancos que la erosión ha labrado y en los que tan solo las lajas calizas sustentan el sendero por el que caminamos.
       Una roca de curiosa forma, nos indica el desvío por el que descenderemos, pero de momento seguimos por esta senda, no recomendada para grupos numerosos, tiene un buen patio.
    Divisamos, al fondo, las cuevas de San Caprasio que alcanzamos tras recorrer un buen trecho de faja y acceder por donde podemos, algún eremita ha debido de tomar esto como basurero.
Interior de la ermita de San Caprasio.
     Entramos en la ermita, está como la recordamos en aquella excursión (primera con Esbarre), un 15 de Febrero de 2003.
      Estamos a 834 m. de altitud, punto más alto de la sierra de Alcubierre en la frontera monegrina entre Huesca y Zaragoza.
        Hay muchas leyendas sobre San Caprasio, pero la más popular es que San Caprasio cuidaba ganado en la Sierra de Guara (muchos dicen que de cabras por su nombre) hasta que un día decidió hacerse monje, cogió su cayado y lo lanzó tan lejos como pudo, yendo a parar a la Sierra de Alcubierre. En el sitio donde cayó el bastón surgió una fuente y en las inmediaciones se puso la ermita, lugar muy saludable por sus plantas medicinales, aguas de lluvia, abundancia de selenita (cristales de yeso), aire puro en plena estepa, apaciguando y sanando el espíritu por su calma y retiro personal.
Cuevas
     Punto estratégico durante la Guerra Civil española, sus montes están llenos de trincheras.
      Esta cueva también fue utilizada por el famoso bandido de la zona, Mariano Gavín, el Bandido Cucaracha (1840), para sus correrías "robinhoodienses".
   Hay otras dos cuevas medianas abiertas, una de ellas con una sala de reunión redonda y otras dos más pequeñas como despensa y con unos bancos para poder dormir. La hermandad de Jesús posee otras dependencias destinadas al refugio de caminantes y al retiro espiritual.
La Torraza sobre la niebla.
Guara
       Y lo más importante, las vistas que desde poco más arriba, bajo un bosque de antenas, se contempla: Por encima del mar de nubes, asoman varias colinas, todas ellas vestidas con la alta costura del sabinar. Más a lo lejos, aferrándose a este mar y como queriendo alcanzar el cielo, el Moncayo enseñándonos sus bellas curvas. Hacia el Norte, las cumbres pirenaicas testifican la ausencia de nieve en sus picos y laderas. Es de esas pocas veces que miras la montaña con tristeza.
Un poco más cerca, el gigante Guara sigue durmiendo (¿o yace?). Y bajo nuestros pies, los barrancos típicos de tierras monegrinas.
Paisaje inhóspito.
De vuelta.
     Es un paisaje austero, un reino en el desierto, un escenario duro, inhóspito, desolador e inmensamente bello. Como he dicho, posee un suelo estratificado por capas de yeso, margas y bancos calizos que dejan al descubierto las entrañas de tales superposiciones en los cortados labrados por antiguos cauces. (Dejo testificación gráfica aquí)
      A lo largo de la subida nos hemos ido despojando de prenda tras prenda y aquí, en manga corta, en lo más alto de la sierra, Maite y yo, nos sentamos a rendir culto al sol, oculto en el valle y poderoso en el monte.
     El descenso lo hacemos en principio por el mismo sendero de subida, solo que, en bajada, algún paso nos enseña el patio que tenemos, ahora a la derecha.
Maite, entre pinos y sabinas.
         Alcanzar aquella erguida roca de la subida, nos produce cierto placer, aquí dejamos la faja y, a partir de aquí, caminaremos un buen tramo por cordales y crestas, en las que la sabina se ve acompañada por olorosas plantas como el tomillo y romero y otras como la aliaga, cuyas púas son capaces de traspasar la pernera de mis pantalones.
        Tan solo un problema: plantas, árboles caídos, niebla y lo poco transitado de la senda, hacen que esta desaparezca y aparezca, como si del Guadiana se tratara. Un consejo, si te apetece recorrer esta ruta, cárgate con el GPS o acompañado de quien ya la conozca, máxime si la boira se encuentra en las condiciones de hoy.
Terreno árido.
Yeso bajo nuestros pies.
      En un corto, aunque fuerte descenso por un paraje llamado "Las Lavaneras",  abandonamos el cordal para descender por unos terrenos que debieron ser bancales en el pasado, ahora cubiertos de una hierba mojada, cuyo tamaño alcanza nuestras rodillas. De nuevo, metidos en plena niebla, el frío nos obliga a ir tapándonos,
    El navegador nos indica que debemos cruzar el Barranco de San Caprasio, hemos que buscar el lugar más accesible para tal fin. Posteriormente, me he enterado que hasta hace poco, se cruzaba por un puente natural que ya es historia.
      Yo que no soy muy amigo de caminar por pistas, agradezco cuando tomamos una de ellas, la que discurre por la margen derecha del barranco y que tras una buena y rápida caminata, nos deja en el punto de inicio.

     Pues esto es todo, aquí a los pies de la Sierra de Alcubierre con la niebla por paisaje en la que, posiblemente, pudiera estar escondido el Bandido Cucaracha esperando robar a un rico para dar el botín a los pobres; aquí en esta dura tierra que tras tantos años he visto transformarse, damos por concluido un año en que hemos sabido de muchos bandidos y han hecho lo contrario del "Cucaracha", ¡robar a los pobres para quedarse con el botín!.

Y recuerda, el 2016 no nos cambiará, tendremos que hacerlo nosotros.

Hasta pronto


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El track, aquí.
Datos técnicos:
Recorrido

Distancia: 12, 3 Km.
Desnivel acumulado positivo: 601 m.
Desnivel acumulado negativo: 601 m.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

PICO GABARDIELLA

Día 12 de Diciembre de 2015
    Lo suyo sería remitirnos al relato que describía, hace algo más de un año y medio, la misma ruta, circular para más señas, solo que en esta ocasión, los amigos de Esbarre han preferido ser fieles al movimiento de las saetas del reloj.
   Salimos de Zaragoza bien temprano, la mañana es fría, niebla alta en el cielo. Cerca de Huesca, no es la niebla que ha bajado, somos el resto que hemos subido lo suficiente como para adentrarnos en lo más profundo de la boira.
      En los auriculares, Diana Krall acompaña mi dulce sueño viajero, momento en que el autobús se detiene en la capital de La Hoya. De entre la niebla, se adivinan dos cuerpos humanos que se nos acercan. -No teman, son amigos- Elena y Jesús se suben al carro de la alegría.
     La subida por el puerto de Monrepós, nos descubre que sí, que el cielo existe, empero todo no es luz, el embalse de Arguís presenta un aspecto desolador, la lluvia, este Otoño, se hace de rogar.
Lúsera desde el puente.
     La vieja carretera que antaño nos llevaba camino del Norte, la salvamos sin contratiempos. Allá abajo, en la nueva autovía, un bus como el nuestro, y una caravana de carros de hierro, se dirige hacia las pistas de esquí del Pirineo, en donde sus ocupantes intentarán deslizarse por la escasa nieve que cubren las montañas.
      Nos desviamos por la carretera de Nocito, da la sensación de que el autobús ocupa el noventa por ciento de ella, salvo en las cerradas curvas de Belsué, que lo hace en un ciento veinte por ciento.
Cruzando por el Puente de Lúsera.
   
 Nos detenemos a la altura del desvío hacia Lúsera, junto a su puente. Ciento treinta metros más arriba, este pueblo está  edificado sobre un rellano de la ladera, orientado al sur, de manera que en invierno queda más expuesto a los rayos solares y menos a las nieblas del fondo del valle. Su iglesia, a medio rehabilitar, está dedicada a S. Miguel. 
   Nos abrigamos, hace frío y, además, la primera parte del ascenso, transcurrirá por cara norte, el sol lo veremos, lo veremos como ilumina Lúsera.
      Poco más de las nueve de la mañana, una veintena de hombres y cinco valientes mujeres, estamos cruzando el puente sobre el barranco, bravo en otras ocasiones, que tan solo unos charcos helados descansan sobre su lecho. Recorremos su margen izquierda por un suave sendero, hace frío de verdad, hay quien se queja de las manos, otros se tapan hasta el pensamiento. Jesús, que encabeza el batallón, comenta:-¡pronto se les pasará el frío!-.
Escarcha de la mañana.
      Y así sucede, en un giro perpendicular hacia la derecha, abandonamos la ribera, y la senda comienza a ponerse más en cuesta que algunas economías en estas fechas. 
          Y es que nos encontramos en las puertas de las fiestas de fin de año y la naturaleza, que es sabia, adorna nuestro paso como si de una de esas "gran vías" de las ciudades se tratara: Escaramujos, boj, erizón y resto de plantas, se han cubierto con una bellísima capa  de escarcha. Arriba, en el cielo, Venus se resiste a esconderse para guiarnos hacia... Corto que estoy desvariando el tema, pero hay que estar allí para entender estas sensaciones.
Nos vamos calentando.
           Bajo nuestros pies, el suelo se encuentra helado y algunas piedras ponen a prueba el agarre de las suelas todoterreno. El sendero zigzaguea, lo que hace agradable el ascenso, atrás parece que alguien anda algo afectado. Se trata del "Juli", lo que nos lleva a pensar que hasta las montañas más altas pueden caer y este mozo es monte de fino porte, es un gran tipo. Se da media vuelta, el Gabardiella no se moverá, le acompaña Carmen que, seguro, le cuidará como a un hijo.
        El resto seguimos ascendiendo esta cuesta de más de setecientos metros, nos despojamos de alguna capa de ropa, la subida va calentando al personal.
          La vegetación de bosque bajo, va dando paso al prado, arriba ya se divisa el collado en el que, una vez alcanzado, hacemos un descanso. Lo merecemos.
Por la cresta.
        Una ligera brisa, nos recuerda que estamos en Diciembre. Hacia el Este, divisamos nuestro camino: un cordal que poco a poco, va tornándose en crestas y al fondo, nuestro objetivo.
      Se escuchan ladridos de perros, varios disparos y en la cresta, apostados, observamos algunos cazadores, fusil en mano, por si algún jabalí consigue escapar del cerco que han montado en el Barranco Fondo el resto de los fusileros. Le preguntamos a uno de los de arriba, y nos contesta que no corremos peligro, ¡menos mal!.
  Con mochilas y bastones, como únicas armas, proseguimos la ruta por la cresta que tras salvar un cima cuyo nombre desconozco, alcanzamos la cumbre del Pico Gabardiella (1696 m.).
En la cima.
Nuestras guerreras.
      Una vez arriba, el personal calienta las cámaras fotográficas, estas no disparan balas, pero cada uno de sus ¡clic!, captan, no solo esos felices semblantes de quienes han alcanzado la cima, sino el panorama que se nos abre a uno y otro lado. El Norte nos muestra las grandes montañas de la cadena pirenaica, desde el Bisaurín hasta las Madaletas. Hacia el Sur, asoman por encima de la niebla que cubre los valles, el Pico Borón, el Huevo de S. Cosme, los mallos que escoltan el embalse de Vadiello. Y al Este, casi al alcance de la mano, el Fragineto y Tozal de Guara nos recuerdan alguna que otra sudada. Entre estos y nosotros, allá abajo entre ladridos y disparos de fondo, el río Guatizalema va esculpiendo en la tierra, uno de los valles más admirables de la Sierra de Guara.
Buena vista.
Por la cresta del Pico de la Luna. Al fondo, el Gratal.
       Una fotos más, y nos volvemos sobre nuestros pasos. Abajo sigue la desigual batalla del hombre contra el animal.
     En el collado, retomamos la ruta circular. Un bonito cresterío nos va subiendo, poco a poco, hasta el Pico de la Luna (1636 m.). La estrecha cresta del lugar, no permite pararse por mucho tiempo, eso sí, lo suficiente como contemplar, delante de nosotros otros montes como el Gratal, atrás hemos dejado a su amada Gabardiella, aquella pareja de montes a los que el amor los dejó en su sitio, que ya conté en otra ocasión y que a petición de algún compañero de estas aventuras, reproduzco:
   "Cuenta la leyenda que Gabardón tenía dos hijas, Gabarda y Gabardiella. Los tres eran felices y Gabardón estaba muy orgulloso de ellas. Gabarda era la hija mayor y siempre pensaba en ir a recorrer las tierras bajas para poder ver de lejos el horizonte limpio sin montes por medio, así que se casó en las llanuras de los Monegros y allí vivió feliz.
Gratal.
      La hija pequeña, Gabardiella, era más revoltosa y a ella le gustaban los montes, los ríos, lagos y bosques. Un buen día conoció a Gratal y se enamoró perdidamente de él. El tiempo pasaba y Gabardiella no podía dejar de pensar en Gratal, suspiraba por él. Un día Gabardón le preguntó- ¿Qué te pasa hija mía?, -hace días que te noto ausente y entristecida,
- Padre, no puedo dejar de pensar en Gratal, estoy enamorada.
- ¿En Gratal? ¡Eso es una locura! Es el pico más pobre que existe, no tiene vegetación fresca, tan solo matorrales y pedruscos. ¡No lo consentiré!
       A pesar de los esfuerzos por parte de Gabardiella para convencer a su padre de la unión con Gratal, no hubo nada que hacer. Gabardiella se quedó triste y desolada, y Gratal, que no podía controlar sus sentimientos, hizo todo lo posible por que Gabardón aceptara su unión, sin conseguirlo.
Cara E. de Gabardiella.
     Así que juntos decidieron huir en una tarde de tormenta mientras las montañas se dedicaban a fabricar sus truenos. Atravesaron riadas y dificultades pero la fuerza del amor era más fuerte.
      Gabardón, como ya era viejo, pidió ayuda a su amigo Guara que era un gran gigante, y tales fueron las voces que dio llamando a los amantes, que los montes del Pirineo miraban compungidos, sin atreverse a decir nada. Cuando los encontró les pegó un fuerte manotazo haciendo que se cayeran por tierra, cogió un tajo de su clava y partió la montaña en dos, dando lugar al Flumen que empezó a correr.
      A partir de ese momento Gabardiella y Gratal quedaron separados para siempre, hundiendo sus corazones en un mar de dolor.
       Gratal, que aunque no muy grande, si era decidido y tenía dignidad, decidió vengar su dolor y una noche cuando el gran gigantón de Guara descansaba, le dio un golpe mortal. Los terribles gritos de Guara no suscitaron ningún efecto, ya que murió y quedó tumbado para siempre".
El sueño eterno del gigante.
Collado de la Luna del Pueyo.
    El "descenso de La Luna" es bastante fuerte, aunque más fuertes son estos mozos y mozas.     Pronto llegamos a un pronunciado collado, el de la Luna del Pueyo (1460 m.), al que le sigue una subida por las ladera del Pico de Los Paules (1540 m.). 
   Alguien ha contactado con Julián y Carmen, vienen en dirección contraria a nuestro encuentro. cosa que ocurre cuando estamos llegando al Collado de Los Paules (1326 m.). 
       El lugar, un pastizal en el que el vacuno dejó su huella en el verano, nos parece un buen sitio para comer, además el sol nos mantiene algo calentitos. Cada cual saca de su mochila la intendencia necesaria para estos fines, algunos han tenido la buena idea de subir la bota con un excelente vino.
Descendiendo
       No tardamos mucho en levantar el campamento, el frío se va apoderando de tan agradable comedor y pronto estamos descendiendo por el Barranco de Los Paules. En los primeros metros, bajo nuestros pies, es el prado el que nos ve pasar; poco a poco, va apareciendo el boj, su sombra ha mantenido durante, todo el día, el hielo en el suelo, Doña Prudencia nos visita. Ya, más abajo, el bosque de pino apacigua el frío y, una vez más, cambiamos el modelito montañero.
          No sé si es que andamos algo tocados del coco o lo es del cuerpo, pero en pocos minutos nos encontramos sobre el embalse de Cienfuens. Digo embalse porque en otras ocasiones lo hemos visto con agua, hoy, su vaso está más seco que los orejones que me comeré pronto.
Embalse Sta. Mª de Belsué 2014
Embalse Sta. Mª de Belsué 2015.
Dique.
     Con la esperanza de que el siguiente, el de Santa María de Belsué, se encuentre más húmedo, seguimos la marcha por la margen izquierda del Flumen (río).
      Alcanzamos el dique y el panorama es desolador, tan solo un hilito de agua que serpentea por el lecho de un embalse completamente seco. En este Otoño, la naturaleza se está portando con nosotros, casi tan cruel, como lo hacemos nosotros con ella.
       Pero esto no empaña, una jornada que está a punto de concluir. Tan solo un paseo bajo un agradable bosque, nos separan del Puente de Lúsera, aquel que nos ha visto partir esta mañana y que ahora nos recibe en esta última de las salidas programadas d´Esbarre en este año que se nos va.
           En Arguís, una cerveza premia a unos y otras con su espuma refrescante, premio que, ¡caray!, nos lo hemos ganado.
           Y este humilde "golpeateclas", que intenta plasmar en "Viejamochila" lo que sus ojos admiran, así como los sentimientos que le provocan las pateadas por esos senderos, desea que los amigos de Esbarre, del Stadium Casablanca, de Mayencos, Os Estalentaos, y tú que tienes la paciencia de leer hasta estas últimas líneas, paséis unas fiestas sin necesidad de usar protectores gástricos y que el año próximo, recorramos juntos nuevos caminos.
          No quiero olvidar a todos los que, en el pasado Abril, dejaron sus vidas en Nepal y a los que allí siguen, intentando levantar el país que nos acogió con alegría a los que tuvimos la suerte de recorrer sus montañas, collados y valles.

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Track.

Datos técnicos:
Recorrido.
Perfil.
Distancia: 17,6 Km.
Desnivel acumulado positivo: 1060 m.
Desnivel acumulado negativo: 1060 m.

jueves, 10 de diciembre de 2015

BIEL A PUY MONÉ

Día 8 de Diciembre de 2015.
Biel.
    Lo conocido como viaje de novios que realiza la pareja tras contraer matrimonio (en su periodo de luna de miel) comenzó a popularizarse a mediados del siglo XIX, en el que se puso de moda en la sociedad burguesa británica, hacer un viaje con motivo de visitar a aquellos parientes que no habían podido acudir al enlace. Hasta entonces solo era costumbre que realizaran ese viaje los contrayentes pertenecientes a las casas reales, aristocracia y clases más pudientes. Hoy son muchas, las parejas que cruzan mares y océanos dejando las cuentas corrientes más temblorosas que las garras tras la noche de bodas. Además, quien subscribe tiene algún gen que otro  de estas tierras, producto de algún viaje de otros tiempos.
Vista de Biel.
     Llegando a Biel contemplamos una bonita localidad en la que destaca, por encima de todo, su castillo, que al igual que el de Uncastilo, fuera construido por el rey Sancho Ramírez.
  La torre del castillo, perfectamente rehabilitada, parece que fue construida en el siglo XI, en tiempos de Sancho el Mayor y Ramiro I. Por ser un importante enclave fronterizo fue de posesión real e incluso está documentada la estancia de Ramiro II en ella, durante la tenencia de Castán de Biel, en el siglo XII. Esta situación continuó hasta el siglo XV en el que Martín I la cedió a Ramón de Mur.
Torres del castillo e iglesia.
         La torre se alza no lejos de la iglesia parroquial, en un montículo situado a una cota un poco más alta que el resto de la población.
          Junto al castillo se encuentra la iglesia de San Martín, gótico- renacentista del XVI
    En los alrededores se encuentran las ermitas de la Virgen de la Sierra, la de San Miguel de Liso y la de Santa Quiteria.
       Nosotros vamos a descubrir sus paisajes y su entorno natural, el 80% de su término municipal son bosques, de aquí que tengan gran cantidad de animales para la caza como jabalíes, ciervos, conejos…
         Hoy somos media docena de "viejos jóvenes", los que arribamos en una villa de Biel, hoy plagada de cazadores. Esta vez no nos van a aguar la fiesta, he preparado "plan B". Les preguntamos la zona en la que van a pegar tiros y, afortunadamente, no coincide con nuestra ruta, así que ejecutaremos el "plan A".
Río Arba de Biel.
    El cielo lo tenemos nublado, aunque según los meteorólogos no hay prevista lluvia. Algo fresca es la mañana, ideal para caminar. Pronto estamos cruzando el puente sobre el Arba de Biel por el que discurre un hilo de agua, ya hace muchos días que no llueve en estos montes y se nota.
      Un par más de veces, lo cruzamos para dejar la pista que lleva a Longás y tomar una empinada senda. También nos despedimos del Arba, que hasta la vuelta no veremos. Su ribera nos enseña los chopos que se resisten a perder su amarillenta hoja.
       Se escuchan voces, digo gritos, llamando a un par de perros extraviados, Tol y Marquesa, que andan por el terreno que vamos a pasar y que, en caso de verlos, avisaremos a sus amos.
Caseta del Capitán.
     Nosotros, tribu sendero-montañera donde la haya, vamos ganando metros en dirección norte entre robles,  pinos, carrascas, enebros, y, como casi siempre, mucho boj. A nuestra derecha dejamos el pico de La Predicadera y a la izquierda, siempre el barranco seco que se cierra en La Fraya.
   Tras cruzar el barranco Nacelagua, entre la maleza se asoma una vieja construcción, es la Caseta del Capitán. No me pregunten el origen del nombre, pero curioso, lo es.
    Con el buen humor que caracteriza a estos zagales, y casi sin darnos cuenta, alcanzamos el collado Erica de la Fosca (1121 m.).
Con Maite en el Col de Erica Fosca.
Aquí se cruzan varias sendas que llevan hacia el Pozo Pigalo, Peñas de Santo Domingo y la nuestra, en dirección hacia Puy Moné, no en vano estamos transitando la GR-1.
   Un ligero descanso, el día es corto, y pronto, tras girar en dirección S.O., estamos recorriendo el cordal de Mal Paso, cuyos metros finales se empinan sin ninguna compasión para con nosotros.
   El bosque, poco a poco, va dando paso al pastizal. Llegamos al punto más alto de la jornada: la Punta de Cabo Bal (1312 m.). Pese a que la fama se la lleva el Puy Moné, este es el pico más alto de esta sorprendente sierra.
Los Luises.
    Descendemos unos pocos metros para volver a subir por la pista que nos lleva al Puy Moné (1303 m). Hoy es un mirador sin muchas vistas, las nubes nos impiden disfrutar de la panorámica de los Pirineos occidentales y centrales. Al Sur, se adivinan los Mallos de Riglos y al Nordeste, en la sierra de Santo Domingo, sus farallones escoltan a sus dos picos de 1525 m. el más alto y un metro menos el otro.
    La pista facilita el acceso a un par de vehículos con otro par de parejas, les acompañan seis niños y una niña. ¿qué si son hijos de ellos?, ¡quien sabe!.

Los seis en el Puy Moné.
Ripas Altas.
    Regresamos sobre nuestro camino, volviendo a pasar por el Cabo Bal y alcanzar el Puy Fonguera (1307 m.) en el que una cruel mesa informativa nos enseña lo que nuestros ojos no pueden ver.
       Ahora, chino chano, nos dirigimos en dirección S., por un camino que transita un cordal que en Ripas Altas nos muestra una de las obras maestras que la erosión ha esculpido en este frágil terreno. Caprichosas formas que nos hacen recordar aquel terreno del trekking 2014 al sur de Bulgaria, concretamente las pirámides de Melnik.
     Poco a poco vamos perdiendo altura, llegamos al Collado del Correo, punto más alto del camino del mismo nombre que históricamente servía para hacer llegar "los mails" de Luesia a Biel (ahora se denominaría "camino del washapp").
Fuente del Correo.
   Giramos hacia el E., descendiendo por una agradable senda que discurre entre vegetación de monte bajo y que como novedad, vamos observando algunas plantas de madroño y, como no, no hubo camino que en aquella época no dispusiera de una fuente para que el cartero calmara su sed: la "Fuente del Correo".
      Nos entra la duda de si parar a comer o no, pero nosotros, que somos gentes sufridoras, vencemos a nuestros jugos gástricos y decidimos esperar a otro momento. Además el suelo está plagado de procesionaria y no es cosa de probar en nuestras pieles los efectos urticantes de estos bichos.
Procesionaria.
Piedad ante la Fuente de Los Caños.
    No tardamos en alcanzar el cruce que cierra el círculo que esta mañana hemos iniciado y ya se ven las primeras casas de Biel con su imponente torre sobre todas ellas.
      Tras un antiguo lavadero en el que la colada ha sido reemplazada por unos pececitos, junto a una fuente, la de Los Caños, descubrimos una mesa y bancos de fría piedra que en unos minutos convertimos en el restaurante "matagulas": Lola saca la tortilla de patata, Piedad el queso. Torreznos, olivas, jamón, etc., todo ellos regado con vino de Longares que un servidor tiene el honor de aportar al banquete,
     Con la tripa llena y el culo frío, recorremos la calle Mayor de Biel, tomamos un café en su afamado y abarrotado establecimiento hostelero.
   Hemos terminado otra jornada, bueno queda lo último: con los coches, tomamos la carretera de regreso a Zaragoza en dirección contraria, nos damos cuenta de ello, tras muchas dudas, al llegar a Fuencalderas.
Aquellos novios, siguen felizmente unidos.
Hasta pronto.

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Track
Datos técnicos:
Recorrido.
Perfil.
Distancia: 15,6 Km.
Desnivel acumulado de ascenso: 740 m.
Desnivel acumulado de descenso: 740 m.