miércoles, 23 de marzo de 2016

POR EL BARRANCO DE LOS TRANCOS

Día 19 de marzo de 2016
        Hoy nos cobijamos bajo el paraguas organizativo de los amigos de Esbarre, digo organizativo porque lo literal del sujeto protagonizará este espectacular recorrido por tierras de Teruel. Ya, unos días antes, las predicciones para el día de "San Pepe", anunciaban lluvia, aún así, somos tozudos y, ¡si hay que ir, se va!.
        Arranca el autobús de la facultad de veterinaria a la hora en punto, hoy no vamos hacia el norte como es costumbre, el sur y Teruel también existen, y casi sin darnos cuenta, estamos atravesando los llanos de Mainar bajo una fina lluvia que esconde el paisaje lejano, el cercano nos enseña el fuerte verde de la mies que en este año promete ser abundante.
        Teruel nos recibe para darnos de desayunar (algunos se meten en el cuerpo un buen "pedazo bocata") y dejarnos realizar otros menesteres que omito nombrar. Las curvas de la carretera que lleva a Cuenca, se encarga de agitar los buches.
         El paso por Villastar, nos trae el recuerdo del accidente de helicóptero en el que fallecieron seis integrantes de la brigada helitransportada que participaba en la extinción de un fuego, hace hoy, justamente, cinco años.
Villel.
     Pronto adivinamos la población de Villel, presidida por su castillo, estratégicamente situado, desde su posición se vigila perfectamente el estrecho valle del Turia a su paso por la localidad. Alrededor del peñasco y su castillo, se sitúa la parte más antigua del pueblo, el caserío lo rodea como si fuera un anillo. En su parte occidental se alza, orgullosa, la torre del homenaje.
       El castillo de Villel vio su apogeo entre los siglos XI al XVI. Las primeras citas sobre el castillo de Villel son de historiadores musulmanes que desde el s. XI hacen mención a su pertenencia a los Banu Gazlum, vasallos de los señores de la Sahla (Llanura), y los también bereberes Banu Razín.
Santuario de la Fuensanta.
       Posteriormente, tras conquistas y reconquistas, fueron varias las órdenes militares, templarios, sanjuanistas,... que le darían su forma definitiva, ésta era zona de frontera con Levante y Castilla, no se sabía por dónde podría llegar el peligro.
       No nos detenemos en la población, el autobús nos acerca hasta el Santuario de la Fuensanta, vetusto edificio unido a la leyenda de "La Aparecida" que cuenta:
"El cinco de septiembre de 1238, un pastor encontró una imagen de la Virgen Santísima, en una ladera de la montaña, en un lugar de difícil acceso.
El pastor al relatar los hechos fue objeto de burla de los incrédulos vecinos, por lo que la Virgen se le apareció pidiendo levantar en ese mismo lugar un templo a su nombre, y sanado su brazo enfermo. Los habitantes del pueblo al ver sano el brazo del pastor, marcharon al lugar de los hechos, y decidieron trasladar la imagen aparecida a la iglesia parroquial. Al día siguiente la imagen había desaparecido volviendo a su lugar de origen".
Ermita de La Aparecida.
      En el siglo XVI se construyó en un lugar cercano, y más accesible, este santuario de mampostería. Según cuenta la tradición las aguas de la fuente de la Fuensanta, que comenzaron a manar tras la aparición de la Virgen, poseen propiedades medicinales.
        Son cosas, son historietas, son leyendas que cada cual puede creer o no, yo...  "pero es maja".    
     El Siglo de oro para el Santuario fue el XVII. La afluencia de peregrinos y de pueblos era tal que todos los domingos y festivos del año había gran trasiego, con ellos llegaban múltiples ofrendas, algunas de mucho valor; la figura del prior de la Fuensanta se hace relevante y algunos de ellos llegaron a puestos encumbrados como Obispo, Canónigo etc. (¡más milagros!)
Preparados (aún secos).
Primeros pasos y primeras gotas.
       De momento no nos mojamos, nos ponemos las botas, cargamos las mochilas, comenzamos a caminar y ¡llueve!.
       El camino discurre por un pista de tierra, en un cruce dejamos la de la izquierda que conduce a "La Aparecida"; efectivamente, entre la lluvia se puede ver una pequeña construcción, pero nosotros continuamos en dirección Norte. 
          Pronto abandonamos la pista para tomar una senda que asciende suavemente, la ruta pasa junto a las ruinas de unas parideras y continúa subiendo hasta el collado de Valdaños desde el que se divisaría una gran panorámica si no fuera por la lluvia. Sí que reconocemos el pequeño embalse de Villel que recoge las aguas del manantial de Chartera y, también vemos las negras nubes que se aproximan hacia nosotros. 
Desde el collado de Valdaños. En primer plano, las margas.
       El descenso hasta el embalse lo hacemos por una senda marcada sobre un auténtico campo de arcillas de los más variados colores y con gran adherencia a las botas que se cargan con algunos centímetros más de suela. Aliagas, romeros, tomillos, son usados por los esbarristas para frenar los resbalones que provoca el estado del piso. Y, además, ¡llueve!.
       Cruzamos el dique y seguimos por una pista rodada, pero antes de llegar al barranco, la ruta cruza por un puente de madera, sobre un pequeño cauce y pasa junto a la fuente Chartera.


     Las modernas prendas impermeables comienzan a perder estanqueidad y, poco a poco, nuestros interiores van notando el frescor de un agua que no cesa de caer. La cámara de fotos, también va recogiendo, no solo lo impresionante del lugar al que estamos llegando, sino también, gota a gota, la humedad del día que impide sacar buenas instantáneas.
        A unos metros de la fuente Chartera, se encuentra la boca del Barranco de los Trancos, en el que se adentra el itinerario. Hay zonas en las que el sendero se estrecha tanto que se puede tocar con los brazos los dos lados que flanquean el cauce, y llega un momento en el que el paso es tan estrecho y desnivelado que se ha equipado para facilitar el tránsito de caminantes.
Barranco de los Trancos.
Para ayudar a subir se han instalado varias sirgas y grapas que, dicen, soportan más de 1000 kg de peso cada una (certifico que alguna no llega a esa cifra). Tras un buen tramo equipado, el recorrido sale de la parte más encañonada y avanza a lo largo de unos minutos por el cauce, ahora seco pero que en algunas épocas se inunda, esperemos que no sea hoy porque ¡llueve!, motivo que nos exige mantener la atención para no resbalar por ninguna de estas rocas carentes de cualquier vestigio de vegetación. Es el momento de valorar la destreza de este grupo y, lo aseguro, es de notable.

Y...¡llueve!
Trepando.
            Las paredes comienzan a separarse; la vegetación, antes inexistente, hace acto de presencia, el sendero se ensancha y el cañón se torna en rambla, al menos parece que existe la luz, no mucha pues ¡llueve!.
En una de las paredes alguien ha pintado "the end".
        La senda que hasta ahora ha dirigido nuestros andares en dirección NO, gira hacia el SE por una lazada que, poco a poco, nos va subiendo hasta la parte alta del desfiladero que hemos recorrido.
         Alcanzamos un collado en el que el viento se alía con el agua, así como para refrescar las zonas más íntimas de nuestros seres.

Salida
        Por una senda, convertida en atracción de feria (más barro), descendemos como cada cual puede para coger una pista cubierta de tal cantidad de arcilla, que es capaz de abastecer a toda la industria alfarera del país, ¿alguien ha oído hablar de la cerámica de Teruel?. Además, ahora no llueve, ahora... ¡jarrea a mares!.
         Hasta llegar a Villel, pateamos unos tres kilómetros de agua y barro, vamos, que llegamos al pueblo... ¡hasta el cuello!.
      Hace tiempo que no recibíamos la llegada al autobús con tanta alegría. Como podemos, nos cambiamos de ropa (toda) y bajo la lluvia, nos acercamos a un bar.
Puchero de alubias en la fonda.
        Pero no se crea el lector que nos tomamos un café calentito, un chocolate, un caldo..., no, parece ser que la cerveza y el vermut también calientan estos cuerpos humedecidos por la lluvia y además ¡qué leches, nos lo hemos ganado! ¡bastante nos hemos mojado por fuera!. No hemos parado ni para...
         De oca a oca y tiro porque me toca, es decir, del bar nos trasladamos a la "Antigua Fonda de Villel", en la que un agradable personal nos sirve un buen plato de alubias y otro de secretos de cochino, ambos regados con un buen garnacha, dejándonos en condiciones óptimas para, en el regreso a casa, introducirnos en el más profundo de los letargos. -¡Mecagüen..."ha escampao"!-.
           Pese a todo, hemos realizado un recorrido espectacular que habrá que repetir en otra ocasión, a poder ser en épocas de sequía, hay quien se ha estrenado en esto de salir al monte con Esbarre, esperemos que repita.
            Ya en casa, no llueve, ¡graniza!.
            Hasta pronto.

LOS CLICS DE HOY:

Pase de diapositivas
Fotografías (las que se pudieron)
Track
Datos técnicos:
Recorrido

Perfil:
Distancia: 10,3 Km.
Desnivel de ascenso: 302 m.
Desnivel de descenso: 380m
Precipitación: 6 mm. durante el recorrido.

miércoles, 16 de marzo de 2016

POR LAS SENDAS BLANCAS DE ORDESA


     Teníamos ganas de que la meteo nos anunciara un fin de semana en condiciones de salir al Pirineo y ver como ha quedado tras las últimas borrascas de nieve. Además, en este andar por la vida, ambos, Maite y yo, ya nos hemos merecido un fin de semana en condiciones, de esos que te dejan algo de poso en el "traste d´encima da cervid" (cabeza).
         Ponemos el punto de mira en un lugar que ya conocemos de sobra, pero tiene ese puntito mágico que, aunque vayas mil veces, siempre te sorprende con algo nuevo. Estoy hablando de Ordesa. Ya lo conocíamos mostrándonos los colores propios del otoño, con sus tonos que van desde el más pálido de los ocres hasta el más fuerte de los rojos; lo conocíamos en la ida y vuelta al mítico Monte Perdido; anduvimos sus fajas más o menos aéreas; con sol y con lluvia. Pero no habíamos recorrido sus "blancas sendas", ni disfrutado del paisaje que nos muestra las maravillas de la dura climatología en este tardío invierno.
Día 12 de Marzo de 2016
El Pilupín.
      Para calentar las garras decidimos acercarnos por el puerto de Cotefablo, hasta la boca oriental de su túnel. Creí que habría problemas para aparcar, pero no se ve mucha afluencia de personal, en otras ocasiones este lugar lo hemos visto abarrotado.
        Siempre que hemos venido por "ista tierra", lo hemos hecho para visitar al Erata, el Pilupin o ambos a la vez, o como punto de partida para alguna travesía, pero hoy cambiamos de ruta y nos proponemos subir al Pico Toronzué con la nieve bajo los pies.
         Ni una nube, cielo totalmente azul y el termómetro con un par de grados negativos. 
En el primer collado.
      Arrancamos por la senda que transita por encima de túnel, las raquetas van colgadas en las mochilas, el estado de la nieve no requiere de su uso. La inexistencia de huellas y un despiste por mi parte, nos hacen seguir la pista que, con algo más de rodeo, nos deja en el collado que, a la izquierda, se dirige al Pilupín, nosotros tomamos el de la derecha en dirección Norte.
         Aunque corre una ligera brisa, la mañana es espectacular, desde aquí ya se adivinan algunas de las montañas que jalonan nuestra geografía.



Lomera.
       Pronto estamos en el viejo puerto de Cotefablo, cruce de caminos que recorrieron las gentes de los valles de Broto y Biescas. Abajo, al oeste, queda Yésero, al este Linás de Broto. Pero nosotros no bajamos, que hay que "subir p´arriba", para lo que seguimos por la pista que rodea la Punta Gabardos y el collado de su mismo nombre. La capa de nieve comienza a dificultar el caminar y decidimos colocarnos las raquetas pese a que ha ventisqueado y en algún punto castigamos los clavos recientemente estrenados.
       Dejamos la pista y a partir de ahora, transitaremos por un cordal (lomera le llaman en mi tierra), no sin antes detenernos en una pequeño ventisquero a echar un tentempié.
Rojo sobre azul.
      Y nada, con las fuerzas recuperadas a base de lomo embuchado, tiramos lomera arriba (sin embuchar) pasando por el Monte Torcedor (1913 m.), ligero descenso y, de nuevo subida, siempre por el cordal, hasta el Tozal de las Planas (1962 m.). 
         Poco más arriba, sobre la cota 2000, Maite decide que -"hasta aquí hemos llegado"-. Quedamos en que me espera a que baje, yo sigo subiendo y, china chana, en media hora, alcanzo la cima del Pico Toronzué (2268 m.). 
          De vez en cuando, el viento sopla levantando una nube de polvo blanco que casi espanta.

Sierra de Tendeñera.
         Y como siempre que subes un pico, tomas aire, un trago de agua y ¡a gastar retina!: El norte está flanqueado por la sierra de Tendeñera presidida por su pico de 2853 m. En el oeste, casi al alcance de la mano, todo blanco, luce la Punta Bachesango de mi misma altura. Un poco más lejos, la Peña Oroel ensombreciendo la muy noble, muy leal y muy vencedora Jaca. Miro al sur, abajo diviso un puntito, es Maite, más arriba "los montes que pisé pero no vi": a la derecha el Erata (2003 m.) bajo los que descansan, en su ladera sur, los pueblos que fueron y que ya no los son, me refiero a los del Sobrepuerto. En la misma sierra, a la izquierda, el Pilupín (2007 m.) cuyo nombre, según nos contará por la tarde Amador en Linás, significa "pico del lobo" (lupus en latín). Al este, vigorosa como siempre, asoma la estampa de la Peña Montañesa, Turbón y el nevado Cotiella, más cerca, aquí mismo, la blanca estampa del Mondiciero (2295 m.) y...no sigo que me duelen los ojos.
Ripera y Tendeñera.
Turbón y Peña Montañesa.
Yésero.
        Como el resto del día, ¡nadie!, o sea que no hay más foto de cima que la que, estirando mi castigado brazo, me realizo a mí mismo ("selfie" le dicen ahora, autorretrato me suena mejor). Eso sí, el paisaje calienta mi cámara de lo lindo. Pero abajo me espera Maite, así que, al igual que la cámara, caliento las raquetas dejándome caer por la lomera hasta su encuentro.
       La vuelta la hacemos por el mismo recorrido de subida hasta el cruce del Pelopín, esta vez bajamos por la senda que en pocos minutos nos deja en el coche.


Bajo la sombra del Pilupín.
        Ahora nos desplazamos hasta Linás de Broto, a pernoctar en "El Último Bucardo", albergue del pueblo en el que nos atiende amablemente el nombrado Amador, nos cuenta algunas cosas de por aquí, por ejemplo que la cima que conocemos como Pelopín en los mapas, no es exactamente esa, que la verdadera es la que tiene un montículo de piedras en el que se reunían los pastores (¿para cazar al "lupus"?). Lo dejaremos tal cual, pero lo importante es que el arroz que nos ha servido Amador estaba riquísimo.
Iglesia.
        Antes de cenar, aunque una vez puesto el sol la temperatura ha bajado considerablemente, nos damos un paseo por Linás, anclado bajo la sombra del Pilupín,  que conserva algunas chamineras (chimeneas)  sobre los tejados de losa. Observamos diversas puertas, ventanas y balconadas, curiosos ejemplos de casas solariegas. Un charco helado, me da un buen susto.
        Nos acercamos a la iglesia, es del siglo XVI con antecedentes medievales. Constituye un sencillo, pero bello edificio de una sola nave con cabecera plana, destacando una torre con aspilleras y matacanes, testigo de tiempos tumultuosos.
Y con el somnífero del cansancio en el cuerpo, pronto estamos soñando con angelitos vestidos de lobos, ¿estarán por el Pilupín?.
       Buenas noches
Recorrido

Perfil:
Distancia: 13,2 Km.
Desnivel acumulado de ascenso: 999 m
Desnivel acumulado de descenso: 999 m.
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Día 13 de Marzo de 2016
Linás amanecido.
        El cielo completamente limpio, la noche ha sido heladora y no menos la mañana. Lo atestigua el coche que pide un poco de amor en el arranque.
          Ya hemos desayunado y nos despedimos del "Último bucardo", vamos camino de la pradera de Ordesa a la que llegamos sin ningún contratiempo, pues a pesar de que un cartel anuncia que no tiene mantenimiento invernal, lo cierto es que la han limpiado de hielo y nieve. incluso el parking.
        En estas fechas, el sol ya va ganando altura y clarea más, si puede, el blanco con que la nieve ha cubierto el entorno.
Primeros pasos.
        Como no, a modo de guarda del valle, el Tozal del Mallo vigila a los pocos, si lo comparamos con el verano,  que subimos a Ordesa.         Con las raquetas al hombro comenzamos a caminar por la margen izquierda del río Arazas, el sendero adaptado presenta el suelo con la nieve endurecida por el frío nocturno. La Senda de los Cazadores está cortada, es peligrosa con el hielo. Resulta sobrecogedor recorrer este camino con la única compañía de las sombras que producen las hayas sobre la blanca nieve. Frente a nosotros lucen soleadas las paredes del Gallinero e intento adivinar las diferentes fajas que albergan estas impresionantes paredes. Pasamos por la "Piedra de las Siete Faus" de la que ya conté en una de las anteriores ocasiones, que un letrero dice:
Piedra de las Siete Faus.
"Soy la "Piedra de las Siete Faus". Ya no me acuerdo desde cuando me llaman así, pero debía ser hacia 1918 cuando el Valle de Ordesa fue declarado Parque Nacional y los guardas me tomaron como referencia. ¡En cuantos de sus escritos, aparecía!. Por entonces, sobre mí, crecían siete añosas hayas, no muy recias pero sí altaneras, en fin, ¡tenía una bella figura! Me gustaría volver a ser de apariencia musgosa y cuidar de las hayas que solo quieren tocar el cielo."
       Dejamos atrás el pedrusco "d´as faus y no tardamos en cruzar el río en dirección a la primera de las cascadas: "La Cueva". Con algo de dificultad, por la nieve, descendemos al mirador y con los ojos abiertos (y la boca también), quedamos afectados gratamente de lo que nuestra retina capta en clara competencia con la cámara que disparamos una y otra vez, como si la magia fuera a desaparecer.
Cascada de la Cueva.
Por blancas sendas.
     Abandonamos el bello lugar para, por una empinada senda, acceder a la próxima cascada. En el camino entre una y otra, participamos de un sorprendente concierto de primavera. No es de Verdi, no es Handel, tampoco Mozart, pero suena a gloria: Los pájaros entonan bellas melodías, de entre ellos, es el carbonero quien destaca en sus solos, ejerciendo de tenor.
      Perdón, tanta emoción me lleva a pulsar las teclas llevado por la pasión que nos producen los sonidos de este paraíso. Y es que salimos de una y entramos en otra, ante nosotros, entre "chupones" de hielo, caen las aguas del Arazas abriéndose paso entre la nieve para enseñarnos el decorado del escenario al que accedemos por las "blancas sendas de Ordesa". Estamos ante la Cascada del Estrecho.
Cascada del Estrecho.
Bosque de las Hayas.
        Pero hay que seguir, el camino va subiendo poco a poco y, aunque cubierto por la nieve, decidimos caminar "a pelo", es decir, con las raquetas colgadas.
        El paso por el Bosque de las Hayas, en estas fechas, sobrecoge al más valiente. El sol penetra, sin ninguna dificultad, entre las filas del ejército fayedo tan vestido en verano y tan desnudo en este tardío invierno.
        Y china chana, con Maite en cabeza, vamos tragando millas haciendo camino entre la nieve hasta el próximo espectáculo que se representa en la "Gradas de Soaso" de blanco decorado.

Gradas de Soaso.

Dos de las Tres Sorores (las de detrás)
        Teníamos previsto llegar hasta aquí, pero con tan espectacular día y aplicando la norma del "yaque", tiramos hasta el final del Circo de Soaso por el blanco llano que nos acerca hasta la "Cola de Caballo" en la que hay algo de personal, pero nada comparable con otras fechas más estivales.
       Sacamos la cámara de fotos y los "esmarfones" y capturamos la cascada, la luna, la chova piquigualda, el Monte Perdido, el valle y, como no, nosotros que ¡pa ixo hemos veniu!. Nos acordamos de nuestro amigo, que tras pisar este suelo en el verano pasado, nos dejó para siempre.
Hielo (para el pacharán) y Cola de caballo.

        "Sobre nosotros descansan las Tres Sorores, Monte Perdido (3.355 m), Cilindro (3.328 m), y Añisclo (3.263 m), montañas a las que se les han dedicado canciones, poemas, escritos y, como no, también tienen sus leyendas, una de ellas dice algo así como:
Las Tres Sorores en el verano de 2014.
    "Corría el siglo V cuando el caudillo visigodo Eurico arrasó una aldea cristiana del Pirineo. Ese día, tres hermanas huérfanas de madre que iban a casarse pudieron esconderse en el bosque, mientras el resto de habitantes eran asesinados o se convertían en esclavos.
      Cuando regresaron al pueblo solo encontraron desolación, muerte y un herido visigodo al que curaron a cambio de la promesa de que liberarían a los prisioneros, entre los cuales se encontraban sus futuros esposos.
        Llevado al campamento, una vez recuperado, las tres hermanas conservaron la vida en señal de gratitud. 
         Los días transcurrieron sin noticias de sus amados hasta que decidieron recordar al soldado su compromiso, pero éste les dijo que sus novios, tras renegar de su fe, se habían casado con tres godas y que en ese momento se encontraba en una misión. En realidad, los tres permanecían retenidos.
En el 2014, observando a las muchachas.
    Con el paso del tiempo, mermado el dolor, una de las hermanas se casó con el joven salvado y las otras con sendos guerreros; pero algo ocurrió la noche de bodas: el espectro del padre se les apareció y las jóvenes huyeron del campamento a las montañas, instalándose de penitentes en tres barracas.
     De repente, una terrible avalancha de nieve sepultó las chozas de las tres desdichadas y un espantoso terremoto levantó, sobre ese lugar que ocupaban, tres sombríos montes: las Tres Sorores, como recuerdo de aquella triple apostasía y en respuesta a una maldición".
          Es tan solo leyenda pero...¿quién sabe?.
De vuelta.
       Buen lugar, este, para echar algo de carburante al cuerpo. No llevamos grandes manjares pero en este restaurante, cualquier bocado sabe a gloria. Echamos una charrada con unos jóvenes (como nosotros) calatorenses, charrada al estilo cazador contando los logros, venturas y desventuras por "aqueras e istas montañas".
      Pero -que pena-, hay que volver, cama no hay en estos pagos, así que "p´abajo". Ahora sí, ahora nos colocamos las raquetas, pues algunos tramos de bajada así lo aconsejan.
       Oímos y vemos desprenderse grandes bloques de hielo que, menos mal, no llegan hasta nuestro camino. Lo hacemos por el de subida, solo que en esta ocasión, no abandonamos la GR-11 para poder disfrutar de la última de las cascadas, la de Arripas que, aunque ya no le da el sol, nos regala un último suspiro de grandeza.
Cascada de Arripas.
Valle de Ordesa.
   La temperatura está descendiendo más deprisa que nosotros, hay que abrigarse. Nos cruzamos con algunos paseantes que recorren la zona próxima a la pradera. La virgen que se encuentra junto al desvío de Cotatuero, nos anuncia que ya estamos llegando, nos anuncia, también, que no despertemos de este sueño invernal.
      Pero todo se acaba, nos cambiamos de calzado (a mí se me hace difícil conducir con raquetas) y volvemos camino de casa no sin antes hacer una pequeña parada en Broto a recuperar líquidos perdidos. Un servidor lo hace con una pequeña dosis, es lo que tiene ejercer de "chofeur".
          La típica y acostumbrada "caravana atascada del Monrepós", no empaña un fin de semana que ya nos merecíamos, porque aunque nos entusiasma salir al monte con los amigos y compañeros de batallas, así, tan solo con la persona que compartes el día a día, tampoco está mal. Es algo así como la fruta, que alcanza su mejor sabor cuando madura.
Hasta pronto.


Recorrido.

Perfil:
Distancia: 17,3 Km.
Ascenso acumulado de ascenso: 563 m
Descenso acumulado de descenso: 563 m.

martes, 8 de marzo de 2016

MONTE OSCURO (Sierra de Alcubierre)

Día 5 de Marzo de 2016
    Las previsiones meteorológicas anuncian borrascas con nieve en las grandes montañas aragonesas. Ha costado pero finalmente las cumbres del Pirineo se han teñido de blanco y a don Monte-cano (Moncayo) le han asomado las canas típicas de estas fechas. ¿Y en el centro?, en el centro sopla el cierzo y no hay nube que tenga narices de quedarse a escurrir sus enaguas.
       ¡Qué podemos hacer en un día como hoy con un tiempo como este?, ¿gastar sofá?, ¡pues nada de eso!. Nos quedamos en el valle, echamos el cuerpo hacia "las cumbres de Monegros", a ver si la sorprendente sierra de Alcubierre nos acoge, por una jornada, a Maite y un servidor.
San Caprasio.
      No hace mucho en otra entrada (que puedes ver aquí), comentaba lo austero de este bello paisaje monegrino, cuando subimos al hermano monte de San Caprasio. Este, el Oscuro, sería la oveja negra de la familia alcoberreña.
       Son, los Monegros, tierras de contrastes, puede uno verse entre la calma chicha, que te deja aplanado, o ser víctima de vientos imposibles. Te puede atacar el sol de manera inmisericorde o el hielo en los más fríos días de invierno. Pueden, sus pobladores, pedir agua o rogar para que deje de llover. Debe de ser esa la razón,  de que uno se sienta atraído a ponerse el disfraz de diablo y surcar las sendas de este bello infierno.
Perdiguera.
    Vamos en dirección a Perdiguera, pequeño pueblo a un tiro de piedra de Zaragoza que quiso ser "ciudad residencia" de Zaragoza en los años de la locura urbanística y que murió en el intento, ejemplo de ello lo tenemos en la entrada a la población, en la que una fallida urbanización ejerce de monumento a la estupidez.
          Otra cosa son sus gentes, bonachonas donde las haya, y sus calles presididas por la iglesia de Nuestra señora de la Asunción, construida en 1496 con una única nave de estilo gótico. A finales del

Ntra. Sra. de la Asunción.
siglo XVI, se agrandaron las capillas laterales y se dispuso una galería abierta por arcos de medio punto, decorada con cenefas y rombos en ladrillo resaltado. Se levanta la torre de planta cuadrada en ladrillo y tapial mudéjar, sobre otra anterior de mampostería, en la que destaca la composición geométrica formando cruces y rombos. En el siglo XVIII se construye la típica galería de estilo aragonés con arcos de ladrillo. La construcción de la galería obligó a levantar la torre en un tramo más, conformando el actual campanario. El remate octogonal de este último cuerpo se construyó en el siglo XX. En su interior guarda varios retablos de la segunda mitad siglo XVI.
Por esos caminos.
       A su paso, me vienen algunos recuerdos: Aquí quedó para siempre un buen amigo, José Antonio Sasot, entregado a su trabajo, su familia y a la defensa de los derechos de sus compañeros. Quedó, también, en Perdiguera, el resultado de las chapuzas que algunas asistencias técnicas, externalizadas por las administraciones, realizaron en el proceso de concentración parcelaria. En este caso, hoy, el dueño de aquella empresa es consejero de lo agrícola del gobierno aragonés. ¡Olé!.
        Pero hemos venido a lo que hemos venido y "cierzo en popa" dejamos Perdiguera por el camino que sale del cementerio y que, durante 6,5 kilómetros, el coche recorre con alegría hasta el punto de partida de la de hoy.
Sabina.
       Por un buen trecho, andamos por el camino de Valdelasyeguas, por la noche ha llovido y la tierra arcillosa se agarra a nuestras botas como "Rita  al escaño". 
      Los barbechos, escoltan a los campos que verdean teñidos por la mies recién lavada. Un cartel nos anuncia el camino que lleva a Monte Oscuro, una pequeña referencia dice que desde este monte es el punto que más "pedazo" de Aragón se ve. Su nombre, como el de Monegros, parece ser que se debe al bosque de sabinas que cubren las laderas de esta colina. Más adelante añadiré una ocurrencia mía relacionada con lo de la oscuridad del sitio.

Pino invadido.
    Pino carrasco (invadido por el muérdago), quejigos, carrascas, enebros.., acompañan a la reina sabina de gran porte en estas latitudes.
    Seguimos transitando por el interminable camino de Valdelasyeguas en dirección S.E., nos detenemos en una paridera a echar un trago, queda mucho trecho que recorrer y hay que hidratarse.
     Ahora, poco a poco, vamos girando en dirección Oeste, y adivinamos que lo plácido del camino va a tocar a su fin. Y es que una cuesta nos acerca hasta unas instalaciones meteorológicas presididas por un radar en forma de gran bola.
¿Ovni?.
       Hay quien, llegado hasta aquí, dice que está en la cima del Monte Oscuro, pero no, hay que bajar un pequeño, pero fuerte tramo de senda (hemos dejado la pista) hasta un collado y seguir el camino hasta... 
     La reciente nevada y fuerte viento del temporal que azotó estas tierras hace un par de días ha dado con los grandes pinos en el suelo, tapando por completo algunos tramos del sendero. Y ahora toca ascender hasta la cima del Monte Oscuro por... ¿donde?. El GPS entra en acción orientando nuestros pasos hacia un caos de madera. Como decía un poco más arriba, añado la ocurrencia que adjetiva al nombre de este monte: "oscuro". 
Maite luchando contra la adversidad.
      Así es, nuestros pasos, a partir de ahora, van a transitar una senda que desaparece bajo una montaña de troncos y ramas y que debemos atravesar como bien podamos. ¡Vamos!, que ni el Bandido Cucaracha, conocedor de estos terrenos,  se atrevería a recorrer. Además, no solo son árboles recién caídos, algunos llevan el suficiente tiempo como para deshacerse bajo nuestras botas: 
-¡Maite, parece que es por aquí!
-¡No, que está cegado!
-¡Pues damos un rodeo!
-José Luis, ¿mira si es por allí?
-Aquí parece que se puede pasar, ¡vamos p´allá!
-¡Nada, hay que tirar por allí.
En la cima.
         Y así hasta alcanzar una cresta que nos lleva hasta la cima del Monte Oscuro y desde el que, efectivamente, se divisa una buena parte de Aragón: Al sur, a lo lejos, las "nubes" de las montañas turolenses; al Oeste, una falda "nubosa" envuelve el Moncayo; mirando hacia el Norte observamos las "nubes" pirenaicas. Menos mal que el cierzo se encarga de tener bien limpio el Valle del Ebro y podemos disfrutar de una buena panorámica de sus verdes campos y sus poblaciones presididas por la "inmortal" y "despejada" ciudad de Zaragoza que hoy celebra su fiesta, "La Cincomarzada".
El valle.
De nuevo...
      Se rememora aquel 5 de marzo de 1838 en el que, durante la primera guerra civil de España, tropas partidarias del pretendiente al trono de España, Carlos María Isidro, autoproclamado CarlosV, intentaron el asalto y ocupación de la ciudad, fracasando en su intento.
      Y nosotros, ¿fracasaremos en el intento de bajar de esta colina?. Tomamos aire, un último vistazo a la panorámica y...de nuevo más de lo mismo. Incluso, víctimas de la ley gravitatoria, realizamos alguna que otra pequeña medición de la distancia que separa el trasero del suelo. Las puntas de hoja de carrasca se alojan en las manos. Todos estos obstáculos nos impiden andar más de dos metros en condiciones dignas. Finalmente el GPS nos conduce a la semi-senda que hemos dejado antes de ascender. 
Tomando aire (cierzo).
Esto sí, esto es una senda.
       Es hora de echar algo al cuerpo, se lo ha ganado con creces y ¿donde hacerlo?, pues sentados en uno de los miles de troncos que la "naturaleza" ha colocado en forma horizontal. "No hay mal que por..."
        Superado el obstáculo del día y con los deberes cumplidos, retomamos la marcha por el sendero en el que encontramos algún pino caído que salvamos sin ninguna dificultad. 
    No tardamos en acceder a una pista desde la que ya se adivina el final de esta ruta circular que, una vez recorrida, no tengo valor de recomendar a nadie mientras se encuentre en las condiciones actuales. Sí que se puede llegar hasta las instalaciones meteorológicas sin ningún problema, pero el resto mejor dejarlo, no es apto para "el humano".
         Y como humanos que somos, nos detenemos en Perdiguera a visitar otro de sus monumentos "el Asteruelas". Un grifo del establecimiento  vierte en nuestros vasos un fresco líquido espumoso que agradecemos de todo corazón.
          Por la tarde, nos acercamos a la capital de los Monegros, Sariñena, allí viven Carmen y Miguel, unos de esos amigos que, pese a la distancia y otras circunstancias, siempre los encuentras cuando los buscas. Además, Carmen nos ha preparado un chocolate que está "pa chuparse los dedos".
       Volvemos a Zaragoza, volvemos con el sol de frente, sol que no consigue cegarnos de la experiencia de una vista más al monte, aunque en esta ocasión haya que valorar más nuestro esfuerzo que la senda recorrida.