sábado, 27 de agosto de 2016

TREKKING EN MADEIRA (II)

Día 9 de Agosto de 2016 (Calderao do Inferno y Calderao Verde)
          Espectacular jornada la que vamos a disfrutar en el día de hoy.
         Sin mucho madrugar desayunamos con ansias, así como si el mundo fuera a pararse. Y es que, a estos estalentaos "ganicas" no nos faltan.
Por el camino hacia...
       Un pequeño transfer hasta, ¡qué se yo! de sitio. Uno que tiene memorizado el programa previsto de cada día y que, la noche anterior no ha explicado, pregunto al guía:
             -¿Esto es Queimada (lugar de inicio previsto)
                - No
      -¡ah! vale- le contesto desconocedor de esta maravillosa isla que soy, ¿estaré equivocado?
       El vehículo nos ha dejado al comienzo de una pista que, frescos todavía, recorremos disfrutando del bosque que nos rodea. Estamos en el NO de la isla, Nelio sigue explicándonos las variedades de árboles y plantas.
Geranium palmatum (geranio de caminos)
Al fondo, el Pico Arieiro.
       Al fondo asoma el Pico Arieiro (1818 m.) tercero en altura y comienzo de la etapa de mañana. A nuestra derecha, suenan las aguas del barranco y a la izquierda bosque y más bosque, flores y más flores que no voy a describir, pues mi desconocimiento en la materia me llevaría de meter la pata.
         Sí que es cierto que algunas especies quedan grabadas en mi mente, ¿será por su belleza, por su rareza? no sé, pero el geranio de caminos y las siemprevivas que emergen de cualquier grieta de la roca, me entusiasman.
    Llegamos a la Central Hidroeléctrica da Faja da Nogueira, cuyas turbinas son movidas por un tubo que se alimenta de la Levada Dos Tornos.
Midiendo el "arbolito".
     En los alrededores de la central, vemos algunos ejemplares de árboles importados, como el cedro del Himalaya.
     Continuamos el camino, ahora comienza a ascender algo más.            Nos detenemos en una fuente que se encuentra junto a unos...¡laureles gigantes!, y es que en esta isla la vegetación alcanza medidas enormes. Nos cuenta Nelio que se trata del "laurel fétido", que hace referencia al olor de la madera. Este "arbolito" suele medir alrededor de treinta metros de altura y su tronco, no sé, unos quince metros de diámetro.
       Con las cantimploras llenas y con la imagen del laurel continuamos ascendiendo por una senda que, en varios culebreos, nos pone sobre la Levada do Pico Ruivo. Como es lógico, el camino no tiene más desnivel que el necesario para que las aguas corran por la acequia.
Luces y sombras.
      Un corto y primer túnel nos anuncia el siguiente, se trata del más largo que vamos a recorrer en estos días. Dos kilómetros y medio de oscuridad, de humedad, de ambiente fresco. La senda es de suelo irregular: piedras, agua, tierra (todo entre traviesas de una vieja vía)... La levada discurre a nuestra izquierda; a la derecha la pared de roca nos obliga a andar con precaución; y el techo, bajo en algún tramo, a agachar los cuerpos algo más de lo habitual. ¡Vamos!, que hasta hay alguien que ¡zas!, cae al agua y mide su temperatura. Tan solo algún escorchón en la piel, que nuestro excepcional equipo médico trata con gran profesionalidad. El "chaval" se recupera como es habitual en él.
Ya se ve la luz.
   La oscuridad se hace interminable, tan solo la luz de los frontales destacan en este túnel que...
          -¡ya se ve la salida!
       -¡pero, "rediez"!,  lejos queda todavía.
     Finalmente, salimos al mundo, la luz existe y el paraíso también. Bueno, convirtamos lo de paraíso por "Calderao do Inferno", y si el infierno es así, seguro que el destino que nos tiene reservado a algunos el "más allá"  no estará nada mal.
      Pero antes de disfrutar de tan espectacular rincón de la isla, las trompetas celestiales tocan a fajina y Nelio, sin que nadie nos vea para que no se descubra su "comedor particular" nos introduce entre matorrales hasta una vieja barbacoa utilizada en su tiempo por los levandeiros.
Los tupamaros.
     No está nada mal el contenido de los "tuperwares" y mejor todavía, el de la bota de vino. "Nos cansaremos, caeremos al agua de levadas, nos arañaremos con las zarzas, pero el apetito..."
  "Dejamos el lugar, cual guerrilleros tupamaros, en silencio escondidos entre la vegetación, sin que nadie descubra nuestro escondite, con el comandante Nelio mandando la patrulla". Fuera de bromas, no entiendo el numerito montado para que nadie sepa del lugar que... ¿o es que entra en el programa de actividades?.
       Aventuras aparte, retomamos el camino hasta el lugar en que habíamos visto la luz, seguimos el agua de la levada pasando pequeños túneles y..¡oh!, estamos sobre el Caldeirao do Inferno. 
Una de las cascadas del Caldeirao do Inferno.
Con Maite en una cascada.
        Aquí, las paredes luchan entre ellas por ver cual es más vertical. Pese a ser un verano extraordinariamente seco, el agua cae formando grandes cascadas. Bajo nuestros pies, la tierra se abre en un abismo que conduce...¿al infierno? (que espere). En nuestros rostros se adivina la emoción de encontrarnos en un lugar tan sobrecogedor, que esta isla nos ha regalado por un momento. Ciertamente, no encuentro las palabras con que describir este rincón pero me voy a permitir la licencia de adjetivarlo como el más "paradisiaco de los infiernos". Si quieres sentir esa sensación, dos son las opciones a seguir: ojear las fotografías que voy dejando en estas páginas o viajar, mejor que no sea con Iberia, a Madeira.
Levada do Caldeirao Verde.
      Aún no hemos terminado, ahora descendemos bruscamente por un sendero habilitado con algunos peldaños, hasta la levada do Caldeirao Verde.
      Vemos unas indicaciones que indican "Queimada", fruto de nuestra confusión, le preguntamos al guía si no era ese (como he preguntado por la mañana) el lugar de comienzo y ¡caray!, se percibe de estamos realizando la etapa en el sentido contrario.
    -No pasa nada (le decimos)
   -Es que no me he mirado bien el programa (responde)
 -No pasa nada (repetimos) continuemos la marcha.

En Caldeirao Verde.
Cascada de Caldeirao Verde.
      Ahora, siguiendo la levada, nos acercamos hacia otro de los milagros con que la naturaleza ha cubierto la isla introduciéndonos en lo más profundo de una garganta, "el Caldeirao Verde".             Una cascada de unos ochenta metros cae sobre una verde laguna en donde algunas personas se bañan. Nosotros que tenemos camino que recorrer, solo nos da para que Celia y Maite pongan sus pinreles en remojo durante unos minutos.
         Antes de retomar la marcha, en "asamblea plenaria", decidimos volver en dirección a Ilha en vez de hacerlo a Queimada, lugar previsto de....
      En el camino vamos disfrutando del paisaje, a lo lejos se ve el océano, a sus orillas descansan Santana, San Jorge e Ilha. Las flores nos acompañan, algunas de ellas sorprendentes por sus formas y colores.
¿Flor o flores?, es una variedad de hortensia.
         En los arrabales de Ilha, nos recoge el vehículo que nos devolverá a Sao Roque do Faial. En el camino, conecto el "esmarfone" y recibo unos mensajes de la familia preocupándose por nosotros. Han llegado a España las noticias de un incendio en Madeira que está asolando la capital Funchal, entre otros lugares. Le pregunto al Nelio si está enterado, contesta que sí. Nos hemos enterado antes por la familia que por el guía.
        Entiendo que está preocupado por su familia, por el desastre de la magnitud del fuego, pero ¡leches!... ¡Sin comentarios!.
         Una vez en el hotel de Sao Roque, todos estamos pendientes de las noticias que, realmente son escalofriantes.
Poncha.
       Pero nosotros no podemos hacer nada más que continuar la actividad, así que salvando a unos maleducados personajes del norte de los Pirineos, que no se mueven un ápice para liberar el paso que obstaculizan, pasamos a cenar.
      Tras la cena probamos una bebida tradicional de Madeira, "la poncha" compuesta de ron de caña, zumo de limón y naranja y miel. Sirve la bebida para alegrar las caras y para desear a Celia mucha felicidad, pues hoy cumple... años.
      Nos comenta Nelio, que la etapa de mañana, la más espectacular, será difícil de realizar pues el acceso a la zona se encuentra problemático.
        De momento, tras un pequeño paseo por la población, nos recogemos a...
...zzzzzzzzzz
Datos técnicos
Recorrido

Perfil:
Distancia, 20,5 Km.
Desnivel + 816 m.
Desnivel - 660 m.
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Día 10 de Agosto de 2016 (Cambio de planes)
Tras el humo, Funchal.
       Las noticias que nos llegan del fuego son alarmantes, por de pronto esta noche no podremos alojarnos en Encumeada, el incendio se desplaza rápidamente por el centro de la isla. Tampoco vamos a poder realizar la etapa prevista por los picos más altos de Madeira (Arieiro, Ruivo, Gato...).
        Nelio, con acierto, decide que tenemos que trasladarnos al Sur de la isla, concretamente a Ribeira Brava, cosa que hacemos por la autovía que pasa por Funchal.
    La ciudad presenta un aspecto desolador: el humo lo invade todo, casas chamuscadas, cenizas por todos los rincones.
Desolación.
      En Ribeira Brava dejamos el equipaje en el hotel que ocuparemos hoy, Nelio ha improvisado una ruta segura, no muy atractiva pero, dadas las circunstancias, no se le puede pedir más. Se trata de recorrer un buen tramo de la Levada Nova, a cuyo comienzo nos acerca el microbús.
     Vayas por donde vayas, la ceniza está presente tanto en el suelo como en el aire. El humo no anda lejos de nosotros.
     Esta levada no transita por bosques ni gargantas, ni tan siquiera su suelo, hormigonado en gran parte, tiene gran dificultad para ser pisado. Una cabra observa el paso de una docena de individuos y parece decir:-¿Ande van estos?-
Plataneros.
      En un pequeño túnel, confiado, alguien se golpea la testa con un saliente de la roca y, de nuevo, el equipo médico habitual, le realiza un apaño de lo más profesional. Pero como no llevamos "equipo de limpieza", la sangrienta camiseta será portada por el afectado, el resto de la jornada.
     Nelio sigue enseñándonos plantas, que por aquí son de cultivo, nos muestra la chumbera que fue introducida para que de una plaga, "la cochinilla", se extrajera el tinte carmín. Está muy presente, también, el plátano en todas sus variedades.


Compartiendo mantel.
Camino Real.
     El calor aprieta, es hora de comer así que nos paramos en una de las pocas sombras de que está dotada esta levada y en presencia de animadas lagartijas, cumplimos con ese deber diario de darle gusto al cuerpo.
    Con las mochilas cargadas retomamos el camino, en un pequeño pueblo cuyo nombre no he averiguado, un cartel indica: "bar". Cual si fueran marcas montañeras, seguimos las señales y, bueno, en la última casa, de la última calle, del barrio más alto, justamente allí, nos sirven una docena de cervezas que hemos ganado ascendiendo el desnivel negativo más importante del día.
      Como todo lo que se sube se baja, volvemos por nuestros pasos para alcanzar una carretera que nos llevará a uno de los "Caminos Reales", una red muy extensa, con cuatrocientos años de historia,  que permitió a diversas localidades de Madeira crecer y adquirir relevancia en torno a las rutas de circulación terrestre, funcionando como puntos de apoyo a los viajeros, ya fueran locales, comerciantes o extranjeros, a partir de los siglos XVIII y XIX.
    Pues bien, este, el Camino Real da Cruz desciende bruscamente entre casas hasta Ribeira Brava, en donde el equipaje espera que lo recojamos y subamos a las habitaciones.
Iglesia de Säo Benito.
    Ribeira Brava, ciudad eminentemente turística, fue fundada en el año 1440. Le dio su nombre uno de aquellos torpes capitanes que tuvieron la suerte de que las corrientes le trajera a Madeira, concretamente João Gonçalves Zarco. Además, el tío tampoco se rompió los cascos, pues en un día de tormenta descubrió un río de aguas torrentosas que bajaba hacia el mar, y dijo -¡jo tíos!, cuanta bravura baja por esta ribeira- y bautizó a la ciudad como "Ribeira Brava".
       Ya aseados, cada cual por su lado nos damos una vuelta por la ciudad abarrotada de turismo playero. En una plaza nos detenemos ante la iglesia de São Benito con una pintoresca torre con tejado de azulejos blancos y azules que le da protagonismo a su reloj.
        Nos reagrupamos en la puerta del hotel para coger unos taxis, la cena la tenemos en restaurante localizado en el parque de bomberos de Ribeira Brava. Rica cena regada con un buen vino de Madeira.
       Volvemos al hotel caminando, hay que gastar energías. Antes de despedirnos, le preguntamos, repito, le preguntamos a Nelio por la situación del incendio, nos responde que mañana podremos realizar la etapa prevista, eso sí: "desayuno a las 8:30 para coger el transfer a las 9:30" y yo, que "no me corto un pelo" recogiendo comentarios del personal, le digo al guía que ¡me parece una barbaridad! comenzar tan tarde salir a caminar con el calor que está soportando esta isla. Respuesta: "así está organizado".
        Y como se suele decir: "con el rabo entre las piernas", nos subimos a descansar de una jornada en la que el paseo por la Levada Nova ha resultado ser un "tostón". Pero hay que valorar las cosas en su justo término y uno valora positivamente el esfuerzo de Nelio para buscar una actividad lejos del fuego.
Mañana será otro día, boa noite.

Datos técnicos:
Recorrido.
Perfil:
Distancia, 11,6 Km.
Desnivel + 125
Desnivel - 503 Km.
¡Uf!
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Día 11 de Agosto de 2016 (Encumeada a Paul da Serra)
Felicidades Javier.
         Desde España las noticias que llegan, relativas al incendio de Madeira,  son alarmantes pero parece que no vamos a tener problemas para realizar la salida prevista, el fuego se va desplazando hacia el Oeste de la isla.
        Desayunados y aseados, con las fiambreras preparadas y la bota llena de vino, nos hacemos una foto junto al mar, que a través del "whatsaap" se la dedicamos al amigo Javier Lamiquiz que hoy cumple años y que como ve, sus amigos, desde lejos, no le olvidan. ¡Que pa eso cumple...decenas!
         Nos recogen unos taxis para acercarnos a la zona de Encumeada, punto de encuentro de caminos y veredas, zona de recreo a más de mil metros y lugar de arranque de hoy.
Por la Levada do Norte.
      Tomamos una senda en dirección NO que asciende unos cien metros, para tomar la Levada do Norte, cosa que realizamos por el primero de los túneles de hoy, este mide unos 450 m.
       Aunque nuestros frontales alumbran sobradamente la oscuridad del paso agradecemos alcanzar la salida, pues ninguno de nosotros opositó para minero.
         Esta levada no tiene nada que ver con la de ayer, la Nova. Caminamos por suelo de tierra, entre grandes paredes, con flores en el camino, enormes helechos, grandes laureles, alguna cascada y... ¿otro túnel?.
         Este es algo más largo que el anterior, mide alrededor 1000 metros y de corte irregular.
Salida de la Levada.
         La estrechez del paso en algunos tramos obliga a caminar con atención y el agua, mejor no probarla, el caudal arrastraría a quien osara darse un baño. Túnel recto, muy recto, tanto que la boca de salida se ve cuando queda un mundo para alcanzarla.
         Salimos al exterior con mucha honra, un salto de agua enmarcado en un bello rincón nos recibe y aporta su granito de arena (agua) a la Levada do Norte.
       Poco más adelante, entre verdes paredes y algunas cascadas, abandonamos la levada y seguimos nuestro camino por una cómoda senda cubierta por curiosas ejemplares de laurel y otros árboles propios de esta isla.
Un cariñoso descanso.
Escalera al cielo.
       He dicho cómoda senda, a así es hasta que giramos bruscamente a la izquierda y Nelio nos pregunta si conocimos un grupo de rock llamado Led Zeppelin y por la más famosa de sus interpretaciones. Fernando, como rockero que fue en sus años mozos, contesta "Stairway to heaven" que traducido al "portuñol" sería: "escailera para o ceu".
          Pues eso, la senda asciende sin piedad por un suelo peldañeado tropecientas veces con "madeira" de la tierra. Es algo así como subir ochenta pisos, con la mochila a la espalda, y a la una de la tarde en un día con mucho "caloret" (calor en Ritaciano).
          Maite que anda con la vista puesta en la "escalerica", no se percata de que un árbol retorcido le espera y ¡zas! buen cabezazo. No sé los daños del laurel pero la testa queda algo afectada.
           Nos detenemos a comer en un lugar que, creo, es habitual de los grupos que visitan Madeira con guía. El menú está bueno y, acompañado de la bota de vino, mejor.
A lo lejos la punta del Pico Grande.
Sao Vicente.
      Desde aquí se divisa el Pico Grande (1654 m), que en un par de días pretendemos ascender.
       Por un rato, recuperamos la horizontalidad, estamos llegando a un paraje llamado Caramujo que, literalmente, significa "caracol". Se trata de un lugar en forma de olla, a la izquierda se adivina una balsa, "Chao das Posas" y lo que es mejor, a la derecha un fuerte y profundo valle, el de Sao Vicente, desemboca en el Atlántico, junto a la ciudad del mismo nombre.
      Una vieja edificación que en otras épocas sería una casa de vacaciones, esconde entre esta selva, una zona de acampada, la más aislada de Madeira.
Ruivo, Arieiro... Ahí quedan, ¡volveremos?
Bendita sombra.
       Con buena dosis de calor, ahora caminamos por una  pista carente de sombra alguna, que tiene poca compasión con estos viejos corazones y, como diría Perico Delgado, aparece el "tío del mazo", pero bueno, chino chana, vamos comiéndonosla. Pero como no hay mal que por bien no venga, la pista nos deja contemplar los picos más altos de la isla y que ayer no pudimos visitar. !Ahí están, no se moverán!
           Unos aerogeneradores que para sí los quisiera Don Quijote, nos anuncian que estamos llegando a la zona de recreo de Estanquinhos.
         En la primera sombra que encontramos, un abeto es el responsable, hacemos un alto.
El fuego...
       Ya estamos llegando al Paul da Serra y algunos pretendemos ascender al Pico Ruivo de Paul (1640 m.).
       Pero "nuestro gozo en un pozo", el conductor del microbús que aquí nos espera nos comenta que tenemos que abandonar el lugar, la policía le ha dejado pasar a recogernos, el incendio anda cerca y si el viento cambiara...
       Efectivamente, ya en el vehículo, de camino hacia el siguiente alojamiento somos testigos del desastre que está asolando a esta bella y frágil isla.
Desolación
           Vamos camino de Jardim do Mar, pintoresca población cuyo nombre proviene de la parte entre laderas escarpadas sin vegetación y el maravilloso y frondoso complejo junto al mar, que una vez estuvo cubierto por un manto de flores. Rodeado por el mar y arropado por las montañas, este pueblecito preserva la tranquilidad de antaño, como atestiguan las viejas callejuelas y las casas de piso bajo con diferentes tipos de chimeneas.
     Y esas viejas y laberínticas callejuelas las recorremos con todo nuestro equipaje, camino de la "Cecilia House", regentada por Cecilia, simpática mujer que nos recibe con unos vasitos de fresca poncha. Gran mujer capaz de rentabilizar cada centímetro cuadrado de su "house". De hecho, aunque su simpatía es inversamente proporcional al equipamiento de la casa, cualquier demanda es atendida con toda su energía.
Grandola Vila Morena...
      Una de las parejas, "estalentada", pierde la llave de su "rincón d´amour"; no pasa nada, Cecilia dice -"saltar por la ventana, sacar el equipaje y..."-, cosa que hacen y son acogidos por Maite y un servidor en nuestro otro rincón.
     Con el sol poniéndose en el horizonte del océano, nos sentamos en una inmensa mesa bien provista de comida casera y buen ambiente de los comensales que hasta aquí hemos llegado.
     Tras los postres, alguien pone en mis manos una guitarra que acompañará a los "niños cantores de Aragón" en la interpretación de las más diversas melodías de corte internacional (rumbas, jotas, rock and roll, bulloneradas, labordetadas...). Incluso Cecilia, poncha en mano, se une a la polifónica y le provoco arrancando con la "Grandola Vila Morena" que llega a emocionarle.
Y la fiesta s´acabó, así que cada "mochuelo a su olivo".
Boa noite

Datos técnicos:
Recorrido
Perfil:
Distancia, 10,1 Km.
Desnivel + 763 m
Desnivel - 78 m.

jueves, 25 de agosto de 2016

TREKKING EN MADEIRA (I)

       Ruego un poco de paciencia pues es este, un viaje en que las circunstancias lo llevan a catalogar de "singular". Y ruego, asimismo, me disculpen pues lo que sigue no es tan solo una crónica viajera, sino un relato de lo que mis sentidos perciben por lo tal, cualquier opinión reflejada no será más que eso: "mi opinión". Intentaré ser breve en el día a día, pero la cosa bien merece una detallada introducción.
Madeira en el océano.
Estatua de Enrique el Navegante.
        Este año, loco donde los haya, en el que los españolitos seguimos sin decidir qué capullos nos van a esquilmar los bolsillos, nos fuimos a pasar unos días a la isla de Madeira, pues nos contaban que es algo así como el paraíso del trekking.
       Y, quienes lo contaban, no se equivocaban. En medio del océano Atlántico, demandando su historia volcánica, un pequeño archipiélago esconde una de las maravillas que la naturaleza puede ofrecer al humano.
      Y así es, ya cuando, desde el aire, divisábamos esa pequeña, pero impresionante, isla sospechábamos que íbamos a pasar unos días "inolvidables".
      Fue el infante Enrique el Navegante, quien, a comienzos del siglo XV, se puso en marcha con unos frágiles barquitos, a probar si descubría algo.
     Suerte tuvieron un par de zoquetes capitanes (Gonçalves y Vaz), cuando el viento los desvió y ¡leches!, se encontraron con una isla y, como era moda en la época, la bautizaron como Porto Santo.
      Las arenas doradas de Porto Santo eran tan seductoras que no parece nada increíble que los descubridores de Madeira tardaran un año más en descubrir la cercana isla de Madeira. 
Bahía de Machico.
      Ya los capitanes habían informado de una gran masa de nubes visibles en el horizonte, al sur, pero solo ahora se atrevieron a explorar este tenebroso cúmulo.               Dado que las teorías sobre la redondez del mundo aún no estaban del todo asentadas, dar ese salto supuso un gran acto de fe.
     A medida que se iban aproximando, las enormes olas del Atlántico que rompían en la costa norte y las turbulencias de las corrientes en la Ponta de São Lourenço no le facilitaron el trabajo a los supersticiosos marinos. Pero al virar el cabo, descubrieron la Bahía de Machico, el umbral de la frondosa isla que bautizaron como Madeira. Enrique el Navegante organizó de inmediato la colonización de la isla, trasladando las primeras familias desde la región portuguesa del Algarve.
      Ahora somos nosotros, los que descubriremos esa inmensa masa forestal irrigada por kilómetros de "levadas" y recorreremos los senderos y montañas de una isla que, literalmente, ¡te atrapa!.
Bosques y montañas.
    Serán días en los que las circunstancia no van a ser compañeras de viaje, empero "os estalentaos", tenemos gran facilidad para adaptarnos a ellas.
    ¿Por qué hemos elegido Madeira?: Sus escarpadas y desafiantes rutas se internan entre salvajes montañas boscosas, a través de túneles y cascadas, desplegando una belleza natural impresionante, que hace del caminar por las levadas un placer sin fin.
Por una levada.
        Madeira es una isla volcánica y está considerada una de las mejores del mundo para caminar, hacer senderismo o ir de excursión. Con una belleza natural impresionante.
          Las levadas (significa llevar agua) son los senderos más reconocidos. Se trata de canales artificiales diseñados para llevar el agua de lluvia del norte al interior de los campos de toda la isla. La construcción de estos extraordinarios canales empezó en el siglo XV. Hombres suspendidos en cuerdas cavaban y abrían túneles en la dura roca; numerosos esclavos y convictos murieron en su construcción. 
        Los primeros canales fueron construidos con tablones de madera y, a medida que crecía la demanda de agua, se fueron ampliando y mejorando con modernas técnicas. El “levadeiro” es la persona a cargo de mantenerlas en buen funcionamiento y de distribuir el agua a cada propietario. 
        Serán las levadas con sus túneles, junto a varias veredas y algunos picos, los senderos que recorreremos estos días.
Laurel
           Tuvimos la suerte de contar con un guía local, Nelio, apasionado de la botánica, quien nos dio grandes y extensas explicaciones, difíciles de memorizar para este viejo cerebro
    Todas las rutas poseen asombrosos paisajes y, aunque por algunas de ellas es fácil pasear, otras ofrecen trayectos más desafiantes, ya que fueron construidas en los acantilados más altos de Madeira, que atraviesan de lleno el monte de laurisilva (selva de laurel), una selva templada superviviente de la última glaciación declarada Patrimonio Mundial por la Unesco.
            En Madeira veremos la mejor conservada laurisilva del mundo, con árboles como el tilo, el laurel y el brezo y una gran variedad de plantas que sólo se dan en estos climas cálidos y húmedos por encima de los 300 metros. Aquí la laurisilva ocupa un 20% de la superficie, enmarcada en varios parques naturales.
Hortensias.
        Cerca de Santana, nuestra primera e insospechada sede, junto a los palheiros, casa típicas parecidas a las barracas valencianas, observaremos una vegetación impresionante de flores como hortensias; orquídeas;  el agapanto, presente en cada rincón; pendientes de reina; la emblemática flor o ave del paraíso;...vamos, un jardín de todos los colores y olores imaginables que nos acompañarán en todas las etapas.
    Respecto a la agricultura, Madeira está basada fundamentalmente en tres cultivos:

Palheiro en Santana.
          El primero es la cría de ganado, que aporta gran abundancia de fertilizantes a la tierra, muy necesarios, ya que los cultivos intensivos están haciendo mella en el rico suelo volcánico. 
Terraza.
        El segundo, al tratarse de una isla eminentemente montañosa, es el cultivo de terrazas, que produce una gran cantidad de plantíos, visibles en muchas de las escarpadas laderas de la isla.
      En tercer y último lugar, los excelentes sistemas de irrigación basados en el gigantesco sistema, ya mencionado, de "levadas" que permiten cosechas mucho más productivas. Incluso las zonas menos húmedas de la isla poseen la suficiente agua gracias a estos "canales" para asegurarse unos abundantes frutos.
       Las condiciones climáticas de Madeira, junto con su relieve montañoso, dan como resultado un enorme número de cultivos, cuya variedad depende directamente de la altitud. En el primer nivel encontramos los frutos mediterráneos (higos, naranjas, limones y uvas, además de cereales como el maíz, el trigo, el centeno o la cebada). 
Platanero
     Los árboles frutales europeos crecen en las profundidades de los valles, produciendo cerezas, manzanas y ciruelas. A más altitud, se cultivan especies tropicales como el plátano, caña de azúcar, chirimoya, mango y maracuyá).
      Cuentan que, tras un incendio sobre 1425, los portugueses plantaron media isla de caña de azúcar, convirtiéndose en los mayores productores del mundo, hasta que en el siglo XVI, cedieron ante la gran capacidad de Brasil. La caña de azúcar era algo así como el "oro blanco" de la época.
      Como decía, Madeira es algo así como el "paraíso del senderista",  y así será, lo iré describiendo como mejor sepa. 
      Pero, ¡ay amigos!, esta vez todo no ha salido como en el "paraíso", son varias las causas que, aunque no han minorado esta bella experiencia, sí que han obstaculizado el buen desarrollo del trekking, tal y como ha venido sucediendo desde que "nos damos algún garbeo" fuera de nuestras fronteras.
Incendio en Funchal.
       El primer contratiempo ha sido el grave incendio que un "tarado" ha provocado, arrasando con miles de hectáreas de bosque, casas y hoteles en la capital Funchal, y lo que es peor, varias vidas humanas que esas, esas ya no se recuperan.
      El segundo de los contratiempos ha sido la empresa madeirense encargada del desarrollo del trekking, quien se ha encargado de cambiar alojamientos a su capricho sin aviso previo. No busquen su web, se encuentra en eterno mantenimiento.
        El tercero, menos importante para quienes estamos acostumbrados a caminar solos, el guía. Será porque estamos acostumbrados a gentes como Nely de Bulgaria, como Ondrej de Eslovaquia, como Mustapha de Marruecos. como Pasang, Kaji, Nuru y los porteadores de Nepal; todos ellos nos recibían y despedían con gran entusiasmo en sus respectivos aeropuertos y en los descansos eran uno más de "os estalentaos".
¿"Andestá" el resto?
       Como he comentado anteriormente, el guía nos ha instruido magistralmente en la ciencia de la botánica, pero siempre lo hemos sentido, al menos yo, muy poco integrado en el grupo, tanto en las rutas como en los alojamientos. En los caminos, siempre ha marchado unos cuantos metros alejado del resto, de hecho en cualquier incidente, que los ha habido, se ha echado en falta la lógica cercanía. La noticia del incendio nos llegó desde nuestras familias en España, enteradas de las preocupantes noticias que estaban llegando, el mozo ya lo sabía. Incluso, sabedor del cambio de hotel por "cueva prehistórica", de la última estancia en Funchal nos enteramos cuando el conductor del vehículo nos dejó en el desconocido y lamentable establecimiento hostelero. Posteriormente, el guía, a toro pasado, nos dio unas extravagantes explicaciones que no convencieron a nadie.
            Y finalmente, buen amigo de contar sus problemas laborales y fiscales, y  poco  de madrugar, al menos como solemos hacerlo quienes caminamos por las montañas en verano y con una temperatura históricamente elevadas. También es cierto que el trato fue amable y solucionó algún problema ajeno a nuestro contrato, cosa que está dentro de sus funciones.
Anuncio años 60.
      Y, por último, para nosotros el más importante de los contratiempos, fue el regreso de Funchal a Madrid.
         El día 14, fue el viento quien impidió volar a los aviones, nos colocaron en un hotel para que volviéramos al aeropuerto a las 10 h. del día siguiente.
       El día 15, los aviones volaban pero Iberia se encontraba "missing", vamos, que los dos vuelos diarios de la histórica compañía aérea fueron cancelados. Como la aerolínea esa de aquel viejo anuncio: "con Iberia ya habría llegado", no tiene oficina en Madeira, fueron los empleados del aeropuerto quienes nos informaron: -el vuelo está cancelado, los hoteles completos, así que...¡apáñense como puedan!- Menos mal que nos sentimos completamente respaldados y protegidos por el buen hacer por Javier Garrido de Aragón Aventura y nos consiguió trasladar a un hotel en Machico.
       Por fin, el día 16, aunque con retraso conseguimos despegar, volar y aterrizar en Madrid. Pero aquí no terminan las atrocidades de Iberia, de los once equipajes extraviaron tres. Cuando escribo esto, hemos recuperado dos, el último parece ser que lo andan rastreando...¿con perros?.
       Lamentable, también, la actitud del consulado de España en Funchal, con quien me puse en contacto vía mail, cuya representante se limitó a echar balones fuera.
         Pero, ya en casa, estas contradicciones se van empequeñeciendo en el recuerdo, y son los buenos momentos los que quedan. Pues como dicen unos versos de Antonio Rama Lyon:

"A Madeira é um lazer
Que nos dá imenso gozo,
Continuará sempre a ser
Um jardim maravilhoso".

("Madeira es un placer

Eso nos da una inmensa alegría,
Siempre será
Un maravilloso jardín ").
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Día 7 de Agosto de 2016 (Viaje y demás)
Aquí estamos... ¡porque hemos venido!.
¿Todos a bordo!
     Partimos de Zaragoza once "jóvenes estalentaos", montados en un enorme autobús, camino de Madrid luciendo nuestros nuevos ¡petates con ruedas!, dignos portaequipajes para cuerpos con mucha juventud...acumulada.
      Es de día, el sol calienta los frutales del campo de La Almunia que se encuentran a pleno rendimiento. A nuestra derecha, el Moncayo (monte cano), con su cima limpia de nieve nos desea buen viaje, lo mismo que, a la izquierda, el Pico del Rayo nos indica por donde alborea cada día.
         Me sumerjo en mi libro electrónico, leo..., me entra el sueño y lo dejo en el respaldo del asiento anterior: allí queda de por vida, y es que "mi cabecica" ¡da pa lo que da!.
        Nos apeamos en el aeropuerto de Barajas, lo que continúa es lo de siempre: facturación, largos recorridos, tiendas y más tiendas... Mis sensaciones en los aeropuertos se asemejan a esos días de rebajas en los grandes almacenes, todo el mundo quiere llegar primero a "no se sabe qué".
       Pero nosotros, poco amigos de rebajas, algo más calmados que el resto del mundo, como es hora de fajina nos sentamos en un garito de esos que dan de beber al sediento, sacamos los bocatas producidos en nuestras "houses", de esos que el jamón es jamón, la tortilla ídem y el pan sabe a pan; y nada, a comer que ya es hora.
A mí me queda peor.
        Ya estamos a bordo, las azafatas en un dúo completamente sincronizado gesticulan mientras en la megafonía suena una voz:
    -Abróchense los cinturones
  -No fumen ni tan siquiera esos cigarros electrónicos
   -Si, acaso, nos caemos al agua ¡metan la mano bajo su asiento, saquen el hinchable, se lo pongan y, ya fuera del avión, tiren de la cuerda y si no funciona, a soplar toca!.
¡Para que leches voy a soplar en medio del Atlántico!, ese océano que poco más tarde ya tenemos debajo de nosotros.
       Dos horas después, divisamos una porción de tierra pero no puede ser Madeira, esta tiene aeropuerto en el centro de la isla y, es de todos bien conocida la situación  del de nuestro destino. Es la isla de Porto Santo, mucho más seca que su hermana mayor que, pocos minutos más tarde, ya divisamos.
Cena en Santana.
       Un par de conductores nos esperan y trasladan a...
   ¡Sin ninguna explicación! nos han cambiado, no solo de hotel que estaba ubicado en la bella ciudad de Machico, sino que vamos a un alojamiento en  el pueblo de Santana, perdido entre montañas en el que no hay alternativa alguna para elegir el lugar para cenar (ya tenemos la mesa preparada), cosa que corre por nuestra cuenta. El tema nos ha parecido una encerrona, a mí me recuerda esas visitas a países magrebíes en los que un señor te invita a que le acompañes, te obsequia con un té en casa de su primo y, a continuación, te sacan el muestrario de alfombras.
           Afortunadamente, las grandes hortensias que se encuentran por todas partes, y las vistas al océano encubren las primeras carencias de "Atlantik Talent" (¿talento atlántico?).
          Tras una ligera cena, con un cielo completamente estrellado y con ganas de comenzar nuestra "aventura", nos recogemos a cumplir con el descanso nocturno.
Buenas noches Madeira.

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Día 8 de Agosto de 2016 (De Machico a Sao Roque de Faial)
"Si vas a Madeira, no te olvides la fiambreira".
         Hoy comenzamos a descubrir que, por aquí, el personal no es muy amigo de madrugar. Nosotros, que sí lo somos, ya hemos desayunado, aseado y cumplido con nuestros deberes fisiológicos, cuando algo más tarde de lo estipulado aparece el guía, Nelio se llama. Soy el primero en saludarle, luego lo hacen el resto de amigos. Suponemos que nos va a contar el plan para estos días pero...
   -¿han traído las fiambreras? -dice-. ¡Que leches sabíamos ninguno de nosotros que teníamos que aportar los "tuperwares" dichosos para que nos repartiera la manduca!. Finalmente, se hace con unos recipientes de plástico que deberemos usar, cuidar y fregar con gel de baño, el resto de días. Afortunadamente tenemos un aparato digestivo a prueba de bombas.
         Le preguntamos por el inesperado cambio de alojamiento, nos contesta con unas excusas  de no sé qué fiesta gastronómica (nos hubiéramos apuntado), que el hotel estaba lleno (lo contratamos hace meses, creo), que ¡patatín patatán!...
Por la Levada do Caniçal.
        Pero como hemos venido a lo que hemos venido, montamos en el vehículo que conduce Felipe y, curva tras curva, nos trasladamos a las inmediaciones de Machico a "comenzar la jornada".
       Iniciamos la primera etapa que al no salir del lugar previsto, anda capada en su primer tramo.           Comenzamos caminando por la Levada do Caniçal.
     En fila de "a uno", con el buen humor que caracteriza a los "estalentaos", recorremos un tramo de la "acequia" que riega varias pequeñas terrazas de maíz y viñas emparradas que pueblan la ribera de Machico. Este camino conjuga las culturas y tradiciones de la Isla de Madeira. Muchas plantas, como por ejemplo las mimosas, jalonan la levada pero son las hortensias las reinas del lugar.
Por la Vereda de Boca do Risco.
        Pronto abandonamos el, casi horizontal, sendero de la levada para desviarnos por una senda, vereda le llaman aquí, con algo más de desnivel que nos deja en un collado, es la Boca do Risco que quiere decir algo así como "llegada o puerta al riesgo", así es pues nos encontramos en un acantilado sobre el océano.
      La vista es impresionante, verdes paredes caen sobre las aguas, incluso en un diminuto terreno, allá abajo, observamos un huerto aterrazado al que se accede por un fuerte senda de cuatrocientos metros de desnivel.
-No sé, no sé, pero me da a mí que alguien no quiere medir el terreno-.
Desde la Boda do Risco.
Vereda de Larano, abajo el océano.
     Un breve descanso, una fotos y continuamos. Ahora tomamos la Vereda do Larano que, colgada sobre el acantilado, vamos disfrutando de las vistas que nos proporciona. 
     Estamos en el NE de la isla, por testigo el océano Atlántico, sobre nosotros una pared de roca en la que aparecen varios colores rojizos y grisáceos originados por viejas sedimentaciones de ceniza volcánica.
        Mirando hacia el Este, en el acantilado destacan la Ponta do Bode, la de Rosto y la de Castelo, que un poco fuera de nuestra vista desembocan en la Ponta de Sao Lorenço, aquella que los descubridores...
     Y es que a nosotros, acostumbrados a recorrer algunas sendas aéreas de los Pirineos, y de secano que somos, caminar sobre un sendero con todo un océano allá abajo, nos tiene "colgaos". Como dice José Antonio: "es más grande que la balsa de Jaulín"
Porto da Cruz
        El calor aprieta, junto al mar vemos un núcleo de casas, se trata de Porto da Cruz, encantadora ciudad situada a las orillas del océano. Recibe su nombre de la cruz que se erigió en la costa, con la que se indicaba el puerto a los exploradores lusos.
    Pero nosotros somos exploradores de otro tipo, de esos que pasadas las 14 horas, acostumbramos a llenar el buche y saciar la sed, causa esta de que descubramos un bar en el que su propietario José y familia, nos sirve unas buenas cañas de cerveza y nos deja que saquemos "los tupperwares".
      Normalmente, el último día hacemos entrega al guía y a quien se nos precie de un recuerdo de nuestra tierra, pero por eso de aligerar peso, Piedad saca un cachirulo (pañuelo típico aragonés) que, gustosamente, coloco en la cabeza de Nelio.
José ¿Oto?.
       Tras la comida, José nos invita a conocer su cava y a degustar un vino de una cuba de 15 y otro de 25 años. Pues nada, que a José le cae otro cachirulo que, con mi experiencia de cuando en la juventud fui jotero, se lo ato bien prieto y, la verdad, le sienta como si fuera José Oto.
      Y bien, con un par de cervezas, un vasito de 15 años, otro de 25 y un calor que achicharra, nos acercamos a conocer la destilería "Companhia de Engenhos do Norte"
      Establecida desde 1927, esta destilería de ron, reconocible por su alta chimenea descubrimos el proceso de creación el ron. 
¿Va un trago?
      Se exhiben sus enormes máquinas que machacan la caña de azúcar (en abril y en mayo) y que funcionan con vapor. En la destilación, se producen varias calidades: el ron joven, y los de 5, 15 y 30 años; estos últimos envejecen en viejas barricas de roble francés las cuales le dan este color y gusto tan característicos. 
        Mientras Nelio cuenta la historia de la fábrica, nos damos un garbeo por sus viejas instalaciones observando sus alambiques, machacadoras, barricas, etc.
      Pero, amigos, queda camino que recorrer, son las primeras y más cálidas horas de la tarde, no muy apropiadas para caminar, pero "a eso hemos venido".
Entre hortensias.
      Como lo nuestro no es " la cota cero" comenzamos a ganar algo de altura, por una carretera "calentita", hasta una especie de collado que se encuentra a 200 m. sobre el nivel del océano.
       De nuevo descendemos, esta vez por senda, hasta cruzar un puente sobre el río Sao Roque y de nuevo fuerte subida por asfalto y ahora la carretera no está calentita, ¡echa fuego!. Aparece " el tío del mazo" y hay a quien le da fuerte. Afortunadamente, las hortensias que jalonan nuestro camino y la cercanía de algunas casas nos animan y anuncian de que estamos cerca de nuestro destino: Sao Roque de Faial.
       Tomamos posesión de nuestras estancias, nos damos una merecida ducha y, pulcros como la plata, atendemos las explicaciones de Nelio. Nos cuenta lo que hemos realizado y lo que haremos los siguientes días (ya tocaba ¿no?).
       En la cena, nos sirven una de las comidas tradicionales de Madeira, la "espetada da carne" que, colgada de un gancho, va siendo víctima de los que no le hacemos asco a nada.
     Y, si la ducha ha sido merecida, la cama ¡necesaria!
     Boa noite.

Datos técnicos.
Recorrido
Perfil:
Distancia, 16 Km.
Desnivel + 718 m
Desnivel - 613 m.