lunes, 23 de febrero de 2015

CAMINO NATURAL DEL SOMONTANO DE BARBASTRO (2ª Etapa: De Morrano a Las Almunias)

Día 21 de Febrero de 2015.

La noche se va acortando, no obstante está muy presente cuando salimos Atos (nuestra nonagenaria mascota) y yo al primer paseo del día. La calle está mojada. En el bulevar, solo vemos una persona que vive por los cajeros bancarios de la zona. Deberían de instalar aseos en tales cubículos, sería una buena inversión de la "obra social" con que se les llena la boca a algunas entidades.
La "sección Sudeste" del pelotón madrugador, hemos quedado en la esquina para acercarnos a pie hasta la salida del autobús que los del Stadium Casablanca han fletado para la aventura de hoy. Por el centro de la ciudad, vemos mucha juventud luciendo sus mejores galas y calenturas: ellos,  traje oscuro, camisa blanca y pajarita (algunos la habían perdido), que, dicho sea de paso, a algunos les sentaba como si tal vestimenta se la pusiera Atos; ellas largos vestidos que a modo de gamuza, recogen un buen caudal del agua caída en la mágica noche. Denominador común de ambos: "se han mojado por sus adentros".
Bueno, a lo que íbamos: Desayunamos en Huesca, no nos fiamos de encontrar garito alguno para tal menester, ya nos pasó en la anterior etapa (que puedes ver aquí) y no somos animales de tropezar dos veces en la misma piedra.
Foto de grupo.
El Huevo de Morrano entre tinieblas.
Partimos de Morrano, (pueblo que ya describí en la anterior) algo más de cuarenta almas, en una mañana que poco a poco va dejando que el sol se haga con el poder allá en el cielo como en la tierra.
Sobre las huellas que dejamos marcadas hace menos de un mes, nos vamos acercando hacia el Huevo de Morrano o Peña Falconera que es como la llaman aquí e insisto: que ya describí en el relato del 24 de Enero.
Las nubes que abrazan a la Falconera, pronto la abandonan para dar paso a estos intrépidos y variados miembros del ejército senderista del Stadium.

Cabras.
En la costera de la Peña Paco, hermana del Huevo, unas cabras observan el paso de unos extraños seres, estas a su vez, son observadas por los buitres que sobrevuelan la zona, creo que lo hacen por si alguna deja de respirar, aunque siempre nos cabe la duda si también nosotros estamos dentro de su posible menú.
Bajo las costeras del conglomerado que albergan cabras y buitres, a los extraños seres nos entra el complejo de ganado, pues la senda se encuentra vallada para que nadie pueda escaparse de la manada. "Espero que a nadie se le ocurra montar un servicio de ascensores en la montaña". Lo siento, el excesivo amueblamiento a que está siendo sometido el campo, ¡me exacerba!. (Y el hombre del cajero, sin aseo).
Cristina, Luis y Fernado.
El camino, es, de momento, bastante llano y agradable en su transitar. El sol se va imponiendo y va despojándonos de alguna prenda. Adelante, Félix como siempre, encabeza la comitiva, siempre en dirección N.O. y en un cruce nos indica que hemos de tomar el que en dirección N.E. nos conduce hacia Pedruel.
Observo que uno de los cuarenta y tantos, tiene la autoestima muy desarrollada, pues lleva una de esas cámaras de vídeo que amarrada a un palo, sirve para enfocarse a sí mismo (creo que le llaman selfie o algo así).
En esta zona, es el pino carrasco el que domina entre la vegetación.
Pino carrasco.
El clima y lo fácil del camino, anima al personal a establecer buenas charradas, el ambiente entre la gente es agradable. A la izquierda se adivina el Puntal de la Peonera. ¿Qué es eso del "Puntal"?. Estamos recorriendo la ribera del Río Alcanadre y en él no hay remansos sino badinas o gorgas, si éstas son profundas hay basetas en vez de balsas. Las cumbres más bajas de las sierras se llaman puntales y no existen montículos sino tozales. Llaman palomeras a los lugares de difícil acceso en donde anidan las palomas y pacos, a las umbrías. Las laderas pendientes se llaman costeras y los llanos elevados coronas. 
Castillo de Naya.
No tardamos en divisar el castillo de Naya (en aragonés, lomo o galería), formación rocosa que, seguro, fue testigo de grandes batallas. Cerca de este punto, al sur, se encuentra una vieja paridera, la de Oliván, que alberga un majestuoso quejido, posiblemente uno de los más viejos de la Sierra de Guara. Su altura supera los 22 m. y el perímetro en su base alcanza los 8 m. Está rodeado de otros ejemplares de gran porte, entre los que destaca otro de unos 20 m. de altura y 4´30 m. de circunferencia. Su estado es parejo al de Atos.
Castillo de Naya y Quejido de Oliván.
Hay que subir, amigos míos.
Pero para "quejidos", los de los no muy habituados a las cuestas y es que ahora, la pista se empina hacia el cielo, ¡p´arriba!. En una distancia de alrededor de un kilómetro y medio, la pista salva unos doscientos metros de piedra suelta. El grupo se estira como si fueran los metros cuadrados del piso del Rouco, a la derecha, allá abajo, quedan las aguas del Alcanadre que a fuerza de mucho trabajo, se abre paso entre las rocas formando "badinas, gorgas y basetas".
Detrás de nosotros, El Huevo, va quedando más lejano, más bajo,  más pequeño, como si fuera de codorniz.
Con Félix.
Antes de coronar la cuesta, que a algunos "les cuesta", nos detenemos en una zona con vistas.
Hacia el Norte, las nubes no nos dejan ver más allá del cabezo de Guara y la entrada al Barranco del Mascún, con Rodellar en sus puertas. En el Este, es la Sierra de Sevil la que muestra todo su encanto, que no sus cimas que para eso se han puesto a las nubes por antifaz. Al sur se adivina muy a lo lejos la Sierra de Alcubierre, de la que destaca la ermita de Santa Quiteria.
Van llegando los rezagados, eso sí, con buena cara y mejor ánimo. Son "good people". Un pequeño esfuerzo más y ya coronamos la subida.
Río Alcanadre
A partir de aquí, el camino desciende por una pista en la que algún vehículo ha dejado la huella de la sangre de su herida en forma de aceite. Es que nos empeñamos en ir al monte en coche y pasa lo que pasa.
El Alcanadre y las nubes que se van formando al Norte, son lo más destacado de la bajada. El paisaje es algo monótono, lo que aprovechamos para ir charrando de mil y un asuntos. Antonio se interesa por las aventuras de "Os Estalentaos" por el Himalaya y las sensaciones físicas que se producen en alturas de más de 5000 metros. Y eso: bla, bla, bla...

Roble.






...bla, bla, bla.. y llegamos poco a poco a Pedruel. En sus inmediaciones, grandes Robles que han resistido a más de una agresión.
Casa Oliván
Pedruel se encuentra justo donde la Sierra de Arangol vierte las aguas al río Alcanadre.
Entre las voluminosas construcciones despunta casa Oliván s. XVII, con puerta dovelada, hogar central y comedor empedrado con cantos rodados. 
Todavía está en pie su iglesia parroquial dedicada a El Salvador (Salbador pone en su puerta), erigida en el siglo XVI en la parte alta del pueblo. A un lado y otro de la entrada, se encuentra el Campo Santo.
Chimenea.
Además de sus casas con muros de piedra y bellas chimeneas cilíndricas, aquí perviven muchos usos y giros del lenguaje propios de este rincón del Alto Aragón y que pueden rastrearse a través de la toponimia. El nombre del pueblo, Pedruel, derivado del latín Petra, no hace referencia sino a la naturaleza pedregosa del lugar en donde se encuentra y es que se cuenta que cuando "El Amo" terminó de construir el mundo, las piedras que le sobraron las tiró  por aquí (espero que no haga lo propio hoy). El cielo se está cerrando y el viento se apodera del valle, por lo que retomamos el camino.
Viejo balcón.




















Río Alcanadre.
Caen algunas gotas a la salida de Pedruel, es tan solo una nube que, ayudada por el viento, tiene a bien visitar nuestros seres y remojar las piedras con que la senda de bajada está embaldosada, -¡cuidado de no resbalar!- dice alguien. 
Noticia importante: Tras varias etapas por este camino y el de la Hoya de Huesca, hemos cruzado el río ¡por un puente!. Bueno la verdad es que este ya estaba antes de que señalizaran el Camino Natural del Somontano. 
El Alcanadre baja caudaloso y con bravura, el deshielo y las recientes lluvias, alimentan estos bellos cauces de los ríos de Guara.

Puente medieval de Pedruel.



Las Almunias de Rodellar.
Aunque no lo vamos a cruzar, aguas arriba, siguiendo la senda que lleva a Rodellar, existe un puente medieval. Los puentes medievales son estrechos porque los caminos de la época también lo eran. El perfil a dos vertientes del tablero, formando el "lomo de asno" característico de los puentes medievales, le aporta su espigada y elegante silueta. Con el avance de los tiempos, el tablero se irá haciendo más plano para facilitar la creciente circulación de carros y carruajes.
Pero nosotros nos dirigimos a Las Almunias en donde nos espera el autobús, que tras acicalarnos "una miaja", nos lleva a Rodellar en el que, regadas con cerveza, damos cuenta de la comida que portamos en las mochilas, aunque aún hay algunos que lo del Güevo les ha llegado a lo más profundo de sus almas y piden unos de gallina, que estos sí, estos les llegan a lo más profundo de sus intestinos. Cafés, quesos, dulces, pacharán y buen rollo, nos dejan bien contentos, cosa que quedará suficientemente demostrada en el viaje de regreso.
Como de costumbre, me pongo los auriculares en los que, esta vez, Diana Krall entona un sensual "Five", los ojos y la conciencia se van cerrando, pero poco a poco me rindo ante la "conversación sin sentido" de quienes me rodean. Además Caco, micrófono en mano, pone un granito de arena en el ataque a "mi Morfeo particular" cuando nos comenta las próximas novedades y nos lee una bonita historia de Nocito, escrita por uno de los acompañantes. Casi sin darnos cuenta, estamos cruzando un Ebro caudaloso, un río bravo en esta época y humilde en el estío, un río al que quieren, como en aquel sendero, ponerle vallas, pero la naturaleza es libre y el Ebro siempre nos enseñará por donde va él y por donde debemos ir nosotros.
Hasta pronto.
El resto de mis fotos las puedes y descargar aquí.
El track para GPS, anda por aquí.

Datos técnicos:
Recorrido.

Perfil: Distancia, 13,3 Km. - Desniveles acumulados: de ascenso, 600 m; de descenso, 554 m.

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