martes, 26 de octubre de 2021

DE PEÑARROYAS A OBÓN (Por el barranco de La Cingla)

Día 23 de octubre de 2021
Vamos
        Volvemos a encontrarnos con los amigos de Esbarre; las puertas de la Facultad de Veterinaria son testigos mudos de un acercamiento a la, aunque relativa, meta de la normalidad. Aquí nos espera el autobús que nos llevará a tierras de las Cuencas Mineras turolenses.
        El viaje, aunque corto, da para mucho; son patentes las ansias que teníamos, unos por cerrar el ojo viajero; otros por contar mil y una batallas montañeras; atrás, en lo que denominamos "gallinero rampante", el jolgorio me recuerda a aquellas excursiones en viejos cacharros cargados de jóvenes de explosiva energía. Yo, que soy de los primeros, de los de ojo cerrado y antena abierta, echaba de menos, aunque con bocas y narices enmascaradas, esta animada normalidad.
La estepa belchitana despierta al albor. En el horizonte, el cielo se va tiñendo de rojo como queriendo anunciarnos que sí, que la mañana es fresca, pero que el día apunta a "bueno".
Muniesa
        En Muniesa (Común de Huesa), la emblemática torre mudéjar del siglo XVI, nos invita a realizar una parada para la realización de esa especie de ritual (llevamos poco más de una hora de viaje) de tomar, los unos café, los otros bocadillo con zumos de uva o cebada (ambos fermentados) y, casi todos, a aliviar inmerecidas (o no) necesidades.
        De nuevo estamos en el bus. Pasamos de largo por la villa de Montalbán, capital de la citada comarca, para, entre estrechas callejuelas, convencernos de que llevamos un conductor (J.C.) auténticamente virtuoso. Cinco kilómetros más adelante, alcanzamos la pedanía de Peñarroyas o Peñas Royas, como dicen los lugareños (no hace falta mencionar la toponimia de la localidad).
Vista de Peñarroyas
Iglesia
        Aunque el "boss Richi" viste manga corta, el resto nos abrigamos pues, tan solo con ver los campos cubiertos de blanca escarcha, el cuerpo pide alguna capa más de textil.
        Comenzamos a caminar por las calles de Peñarroyas en las que se observa el conjunto de arquitectura popular en armonía con el paisaje, con sus fachadas construidas con sillares de rodeno y pizarras, muy bien conjugados.             
        A la salida del pueblo pasamos ante la iglesia de Santa María la Mayor y el antiguo ayuntamiento con lonja de dos arcos. Pasado un peirón, un cartel indica dos caminos hacia Obón: GR.262 y PR-TE.118; como "Caperucita Roja", tomamos el segundo, el más largo, que para empezar tira "p´arriba" sin compasión (¡esto es Esbarre!).
¡Esto es Esbarre!
Abajo va quedando Peñarroyas
        El sol y la cuesta nos invitan a emular al "boss Richi". La fila de 26 esbarristas se va estirando bajo la atenta mirada de una luna que se resiste a esconderse. 
        El sendero discurre bajo grandes rocas de color rojo intenso; abajo, en las riberas del Río Martín y el barranco del Villar, chopos y sauces tiñen de oro la estampa otoñal. Arriba, un rebaño de cabra montes observa, en la distancia, el paso de este otro ganado de piel multicolor, ejército de caminos y veredas que avanzan a campos de batalla desconocidos

Cabras montés
Richi, Juli y Chema en el corral del Pilón Royo
        Me encanta esa sensación de caminar por senderos tradicionales que nos acercan a la memoria de los pueblos cercanos, de la dureza de aquellas gentes que utilizaban estas sendas para realizar sus labores agrícolas y de pastoreo.
        Lo nuestro es otra cosa; china chano, nos presentamos en el punto más alto de la jornada, en el collado y corral del Pilón Royo. 
        Un pequeño descanso para reagrupar el ejército d´Esbarre y continuar por el sendero que ahora desciende con muy poca compasión para la vida de las tabas hacia el barranco de la Cingla.
En el barranco de la Cingla
        Llegados al hocino que el barranco ha esculpido, nos empapamos de este paisaje teñido de rojo por la piedra arenisca de rodeno. 
        Aunque escasa, el agua reposa en pequeñas pozas para reflejar sobre ella el color del fuego, del amor, del poder y de la sangre que circula por las venas de todos las gentes del mundo: de niños y viejos, de altos y bajos, blancos o negros y ricos y pobres.
        A lo que vamos que "m´enciendo". Nos hacemos un "macroselfie", vamos, que nos hacemos una foto del grupo y seguimos el sendero que nos lleva hacia la ribera del río Martín. 
Aguas en reposo
Rojo y verde
El ejército sin bandera
¡Aquí está!
Palomar mudéjar
    Hacia el norte se divisan algunas antiguas torres mudéjares, posteriormente reconvertidas en palomares.
    Casi cerrando un círculo nos encaramamos sobre el mirador del Portillo, ubicado sobre una roca desde la que contemplar el conjunto de Peñarroyas, del que nos separan unos pocos metros, y la ribera que baña el río Martín. Hacia el sur, un buen número de aerogeneradores nos dan la pista del viento que suele soplar en la sierra de San Just. 
        Estamos en un sitio privilegiado, con buenas vistas y con una temperatura muy agradable, así que, posaderas en roja piedra, descansamos y nos metemos al cuerpo algún que otro tentempié, no mucho pues hay que reservarse para el premio del final.

Un descanso en el mirador del Portillo
        Pero para el premio todavía queda trecho que recorrer, así que "todos p´abajo", descendiendo hasta la GR.262, sendero cultural que discurre por las orillas del Martín, en un recorrido bastante fluvial en unos casos y en otros que sube, nos muestra algunas joyas como el abrigo de El Cerrao, en el que, con dificultad, se aprecian unas figuras humanas, arco en mano, del llamado Arte Rupestre Levantino.
        El camino retorna a la ribera en la que el personal gozamos de varios pasos por sirgas, grapas y pasarelas que en épocas de lluvias presentarían alguna dificultad, pero que hoy salvamos con la habilidad que caracteriza al personal de Esbarre.
Pintura rupestre en el abrigo de El Cerrao
Pasarelas
Sigas y grapas
¡Vaya estilazo!
Fuente del Batán
        En este tramo, a la izquierda, sobre una pared encaramada sobre el Hocino de Chornas, vemos varias cuevas en las que también existen algunas pinturas rupestres, pero pasamos de largo pues hoy tenemos fecha, digo hora, de caducidad.
        Poco más adelante, me separo unos metros del grupo para echar un vistazo a la Fuente del Batán, manantial que alimenta una canalización de agua que llega hasta los lavaderos tradicionales.
        Un par de cruces al río por humildes puentes nos alejan de su ribera,  camino del final de nuestro destino: Obón. 

Abrigo en el Hocino de Chornas
Río Martín
La Villa está edificada sobre un promontorio sobre el río Martin, frente a la desembocadura del río Cabra, o De la Torre como popularmente se le conoce.
        Terraza a terraza, sus calles albergan algunos barrios; en alguno de ellos se encuentran los edificios más insignes, como el ayuntamiento, que todavía conserva la lonja con dos arcos de medio punto, las casonas más populares y solariegas, así como la iglesia barroca, del siglo XVIII, de la Asunción de Nuestra Señora localizada en un extremo de la terraza sobre el barranco de Santa María. Otro edificio, el más importante para nosotros, es el Bar el Horno, sede en el que nos están preparando una paella para acabar con la penuria del aparato digestivo de esta pandilla de insaciables personajes.
Vista de Obón
Iglesia de Obón
Merecida paella
        ¡Ah!, pero el bus ha quedado lejos, J.C. no ha podido aparcarlo en el pueblo, por lo que decidimos pasar a la birra y posterior comida, con la "muda propia del montañero", pero surge el problema de cómo avisar, sin cobertura telefónica, al conductor de que no nos espere y venga a acompañarnos en la mesa. "No problem": los "boss" Juli y Javi, de buenas piernas,  se van camino del autobús y ¡eureka!, los vemos regresar cargados con varias bolsas de equipaje para que, al menos, nos cambiemos de calzado. Los recibimos con los brazos abiertos; ¡bien por ellos!.
        Unas birras en la terraza y ¡chicos, a la mesa". Ni que decir tiene que la paellera quedo más limpia que los chorros del oro.
        De vuelta a Zaragoza, vuelvo al estado de "ojo viajero", algunos siguen con sus batallas montañeras, otros los del "gallinero rampante", algo menos animados que por la mañana.
        Ha sido una bonita excursión por rincones que merecían la pena ser recorridos y nuestro reencuentro (Maite y yo) con estos amigos y amigas, cierra una grata jornada.
        Hasta pronto

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Datos técnicos
 (el track, pulsando sobre la palabra wikiloc del mapa)

lunes, 18 de octubre de 2021

PICO ESTRIBIELLA (o Estriviella) DESDE OZA

 Día 17 de octubre de 2021
La Selva de Oza
            Son fiestas en Zaragoza, este año son menos festivas; la maldita pandemia nos exige prudencia, algo así como cuando subes a una montaña y en el descenso cuidas de no tropezar y caer, como decimos en Aragón, "de morros".
        Hoy nos vamos a tierras de la Jacetania, a ese paraíso de la naturaleza que es la Selva de Oza; sí, vamos en estos días en que la montaña oscurece y asume la púrpura magnificencia de unos colores que solo el oro puede imitar. Además, Maite y un servidor, nos colamos bajo el paraguas de las gentes del Stadium Casablanca, todo un seguro para pasar una buena jornada montañera.
        Quedan unos minutos para las seis de la mañana, las calles están tranquilas, nadie diría que son fiestas. La Puerta del Carmen, que tantas batallas vivió, nos ve pasar camino del Museo Pablo Serrano, lugar de salida.
        Más de una veintena de animosos montañeros, entre los que vemos sabia nueva, cosa que a gentes maduras como nosotros nos alegra enormemente, subimos al autobús dispuestos a nuevas conquistas.
        En mis auriculares sintonizo "SER Aventureros". No sé si es por el madrugón, no sé si por las nuevas autovía, pero el Ponseti me dura menos que un caramelo en la puerta de un colegio. Abro el ojo en Sabiñanigo, ciudad que comparte fiestas, o "no fiestas", con Zaragoza.
Arrancando
        Una parada (necesaria) en Hecho y pronto estamos en el bus. Al paso por Siresa, echo un vistazo al pueblo, observando que aún duerme. El "chofeur" gira el volante una y otra vez, salvando las estrechas curvas de la Boca del Infierno, magistralmente esculpida por el río Aragón Subordán, cuyas aguas remontamos hasta el parking (1120 m.), no sin antes recoger a un par de miembros que, lo aseguro, no necesitan fiestas para el jolgorio.
        El look montañero de verano queda escondido bajo segundas y terceras capas, pues aunque vamos a tener un buen día, a estas horas hace algo más que fresco, cosa que delata la escarcha que cubre el prado.
        Comenzamos a caminar bajo la escolta de las proas de dos naves: Castillo d´Acher por el este y Chipeta Alto por el norte, ambos luciendo su impresionante estampa. Tomamos la senda señalizada por un cartel que indica a Peña Forca y Collado de Estribiella.
Chipeta Alto
Castillo d´Acher
Por el bosque
        El camino se adentra en el bosque de Oza: pinos, arces, hayas, abedules, luchan en esa hermosa batalla que se desarrolla en el campo de la paleta cromática, en la que el verde, poco a poco, va dando paso a los múltiples tonos dorados. El rumor del barranco de Estribiella, que nos acompaña en todo momento, completa la estampa de esta primera fase de la ascensión.
        El sendero se va estrechando, su desnivel nos invita a despojarnos de las capas de abrigo y lucir brazos dorados a orillas del Mediterráneo, Cantábrico, o vaya usted a saber en que tostadero veraniego.
Esto se empina
Avanzando de valle en valle
            Salvados los primeros 300 metros de desnivel, el bosque da paso al prado. En estas fechas el ganado pace en cotas más bajas, pero su huella "ahí queda".
        A nuestra izquierda, sur geográfico, comienzan a asomar los primeros picos de la Sierra de los Alanos. 
        Tras un trecho de senda alcanzamos la parte superior de un valle, aquí nos dejan la pareja (los el jolgorio) que recogimos en la carretera de Oza. Al fondo divisamos un collado, pues eso ¡a por él!.
    La "cuestecica" va haciendo mella en un par de miembros y deciden quedarse en el pastizal a esperar la bajada del resto.
Un último esfuerzo
        Nos dirigimos al fondo del valle por una fuerte subida con algunos tramos que exigen levantar la garra algo más de lo físicamente posible (al menos para algunos), menos mal que una sirga y las manos de los más fuertes de "casta casablanquista", ayudan a quienes necesitan de un soplo de energía. Se trata de una pequeña trepada que, no habiendo nieve ni hielo, no necesitan de más ayuda.
        Alcanzamos el collado, pero ya se sabe: "detrás de un collado hay otro collado" y el nuestro ya lo vemos, está algo más arriba, solo queda salvar otro pequeño valle, una especie de segunda grada, para alcanzar el collado de Estribiella, o Estriviella (2000 m.), pues de ambas formas denominan los mapas a este paso que une los valles de Zuriza y Echo.
Collado de Estribiella
¡Holaaa!
Yo también estoy (con Maite)
Sierra de Los Alanos
Hacia la cima
        Un breve descanso nos invita a echar la vista atrás y disfrutar de las bonitas vistas de todo el valle que hemos recorrido y de los impresionantes picos de los Alanos con la Faja de Mazandú sobre los llanos de Tacheras (o Taxeras).             
        Se adivina, asimismo, la senda que asciende al Paso de Chandalán o Achar de Taxeras, paso obligado para descender hacia Siresa.
        Foto va, foto viene y nos ponemos en marcha para salvar los 40 metros que nos quedan para alcanzar el pico Estribiella (2048 m.).
        Al paisaje descrito en el collado, aquí en la cima, se unen otros muchos: desde los cercanos Chipetas Alto y Bajo, hasta el Middi d´Ossau; desde el Castillo d´Acher hasta el Bisaurín; desde el Petrechema hasta La Mesa de los Tres Reyes; así como, bajo nuestros pies, la Selva de Oza y la Guarrinza, ambos dibujados por el Aragón Subordán que se deja caer desde Aguas Tuertas.
En la cima
Una mirada hacia el este
Middi d´Ossau (zoom 30x)
Mesa de los Tres Reyes
Barranco de la Hierba
        Toca descender, cosa que podría hacerse por el collado de Tortiella y barranco de la Hierba; sobre el mapa, algunos ya lo sabemos. Hay quien, desconociendo la ruta, plantea hacerlo por allí, pero la voz de "Doña Prudencia", mujer de las montañas, y la sensatez de quienes ostentan la responsabilidad de devolver a más de veinte almas a casa, salvos y sanos, nos llevan a bajar sobre el mismo recorrido de subida.
        ¡Hala pues, vamos p´abajo!. Descendemos hasta el collado, los menos avezados en pasos un poco complicados piensan el tramo de trepada y sirga, en que si podrán destrepar; en que ¡madre mía!. Salvado esto, con la ayuda de unos y otros, dicen: ––pues no era para tanto––.
Graffiti
        Y así es, con las pulsaciones recuperadas, seguimos bajando por el vallecillo, o grada,  superior, hasta detenernos en el prado, junto a las aguas del barranco de Estribiella, pues suenan melodías orquestales, en las que un solo de corneta toca "a fajina". Aquí nos esperaban las dos miembros (o se dice mienbras, no sé) que habían quedado en la subida. De las mochilas, como de una chistera, van saliendo los más ricos y variados productos gastronómicos propios del excursionista montañero.                     
        Entre bocado y bocado, admiro las paredes que nos rodean, pintadas por la naturaleza que, caray, también sabe hacer bellos graffitis.
Sol y sombra
        Cumplida esta santa tarea, seguimos descendiendo y, a la vez, disfrutando del paisaje que, ahora, a estas horas de la tarde, la luz solar embellece más si cabe. 
        El bosque se ilumina a nuestro paso, caen las hojas, cada una habla de su airoso vuelo desde el árbol otoñal. Llegan días de larga noche y corto día, pero antes de que el invierno nos atrape, volveremos a las montañas a capturar con nuestras retinas la belleza que esta cantada estación nos brinda.
        Como escribía Mario Benedetti: «Aprovechemos el otoño antes de que el invierno nos escombre. Entremos a codazos en la franja del sol y admiremos a los pájaros que emigran».
Aprovechemos el otoño
Admiremos las montañas
Capturemos
A por la merienda
        Poco a poco vamos llegando a las orillas del Subordán; vacas y ganados se abren paso entre los coches para pastar.         
        Hemos de montar al bus para que nos devuelva a casa, pero, amigos, nos hemos ganado unas dosis de cerveza y ––¡conductor, pare en Hecho que bajamos un rato!––.
        Ha sido una agradable y algo exigente ascensión a un pico que no figura, ni figurará, entre los más "guays" del Pirineo aragonés, pero la belleza que ofrece su cima y el buen ambiente que hemos vivido con la compañía de estas gentes del Stadium, a mí al menos, me ha llenado de satisfacción.
    Hasta pronto
Datos técnicos 
(El track, pulsando sobre la palabra wikiloc del mapa)