martes, 21 de diciembre de 2021

PICO EL PELAO (Valdemadera) POR LA SOLANA DE TOBED

 Día 19 de diciembre de 2021
Niebla en el valle
        ¡Uf!, ya son muchos los días que la bendita Zaragoza se encuentra sumida en una espesa niebla, bajo ese manto frío y húmedo que, como hacía tiempo que no ocurría, envuelve al Valle del Ebro. Además, a nuestras edades (je, je, je) la epidermis necesita exponerse a los rayos solares con el fin de capturar alguna dosis de vitamina D.
        ––¡Hale maña!, a tomar el sol. Nos vamos a la Sierra de Algairén, a subir al Pelao por su solana que allí, seguro que pillamos una "miaja" de vitamina.
    Así que Maite y un servidor tiramos hacia el sur; el buga, como árbol navideño, enciende toda su iluminación para ver y ser visto por la autovía Mudéjar. Al paso por Aguarón recibimos los primeros rayos de sol, más contentos que un gato con ovillo, pero el buga, que no es tonto, afloja la marcha en el puerto de Codos, pues en las umbrías el hielo cubre la carretera.
Vista de Tobed
        Ya estamos en el fondo del Valle del Grío, el termómetro marca –2 ºC cuando llegamos a Tobed, encantador pueblo que esperamos visitar al final de la jornada que en un momento vamos a emprender.
        Tenemos como objetivo realizar una ruta circular que nos lleve hasta el Pico de Valdemadera, al que los tobedanos denominan "El Pelao". Pues allá que vamos.
        Arrancamos, siguiendo las señales de la GR.90, para cruzar el río Grío y salir del pueblo por el Barrio de los Obradores; aquí se siente la huella que dejaron aquellos alfares que en otros tiempos congregó a varios artesanos de la olla de barro. Cuentan que, a finales del siglo XIX, este barrio llegó a tener cuarenta alfares.
Castillo de Tobed
        Una amplia y ascendente pista nos deja ante la ermita de San Valentín, atualmente sin uso alguno, y el torreón medieval, popularmente conocido com "el palomar", construcción ubicada dentro de la muralla del que fuera Castillo de Tobed. Desde este alto cerro se domina una buena parte del Valle del río Grío, cosa que certificamos subiendo a lo más alto del torreón. Efectivamente, bajo nuestros pies, Tobed comienza a despertar de la noche fría; sobre sus casas se elevan las torres de sus dos iglesias. Arriba, la Bicora (sierra de Vicort) nos enseña sus cimas más populares como el pico del Rayo y el cerro de Santa Brígida. 
        Antes de seguir la marcha, echamos un vistazo a una especie de ciudad encantada, construida por la mano de la naturaleza: Los Abuelos, un espectacular paraje natural en el barranco de Trascastillo, a espaldas de la que fue enorme fortaleza.
Los Abuelos
Torreón
En lo alto
Sierra de Vicort
Entre carrascas
        La pista por la que hemos accedido a este lugar,  se convierte en un sendero perfectamente señalizado, que se abre paso entre plantas de jaras, romeros, tomillos, aliagas, quejidos, carrascas, enebros, alcornoques, entre otras.
        La senda, algo castigada por el mundo del trial, va subiendo por un cordal que divide el valle del Grío, a la derecha (S) y el barranco de Valvillano, a la izquierda (N), este último de aspecto helador pues se encuentra en una profunda umbría.
        Llevamos caminados unos cuatro kilómetros, la vegetación va tornando en pinar de repoblación, cuando alcanzamos la Fuente de Collarte, en la que se encuentra, también, un bandalizado refugio y unas mesas. Un buen  sitio para descansar unos minutos y degustar unos bombones de origen "regalo navideño".
Un alto bombonera
        Para regalo, las rampas que comenzamos a atacar, rampas que en su primer tramo transitan zigzagueando bajo enormes pinos piñoneros (pinus pinea) que desaparecen cuando ––¡oh, qué es esto!–– Que alguien me explique como llegó aquí este viejo coche, quién tuvo la osadía de aparcar aquí, pues en el entorno no hay camino alguno. 
        No nos detenemos a indagar sobre el viejo buga de hierro; seguimos ascendiendo por un sendero muy, pero que muy poco amable para con esta veterana pareja que camina bajo el vuelo de varios buitres leonados, esos enormes pájaros que se elevan al cielo sin una pizca de esfuerzo ––¡cagüenlá, qué envidia!––
Valdemadera con su "ferrum antennae"
        Ya se ve otro bosque, este es de la especie "ferrum antennae", que crece en lo más alto del pico "El Pelao" o Valdemadera (1276 m.), cuya cima alcanzamos en unos minutos.
        Estamos en lo más alto de la Sierra de Algairén; por su cara norte ya habíamos subido en algunas otras ocasiones, sin embargo, haberlo hecho por la solana, además de habernos permitido disfrutar del sol, nos ha descubierto otras sendas, para nosotros, desconocidas.
        ¿Qué decir de las vistas que tenemos ante nosotros? Hacia el noreste, la niebla, como un gran mar, cubre los valles de la cuenca del Ebro; frente a nosotros, hacia el norte, divisamos claramente la caseta forestal del Alto de la Nevera o La Falaguera
La Falaguera
En la cima de El Pelao
        Contrariamente a esta cima de El Pelao, las laderas que miran hacia el campo de Cariñena visten espesos quejigares; de la comarca, tan solo Aguarón se atreve a mostrarse en el límite de la niebla, meteoro que cubre por completo las comarcas de Valdejalón y Campo de Borja. En este mundo del manto blanco, únicamente sobresalen las Planas de María, la Sierra de Alcubierre. ¡Ah, amigos!, pero no hay niebla que tenga la osadía de cubrir el Moncayo, majestuoso como siempre y completamente vestido de blanco. Al otro lado Del Valle del Grío, bajo las faldas de la Sierra de Vicort se alojan Santa Cruz de Grío, su pedanía deshabitada de La Aldehuela de Santa Cruz e Inogés. Hacia el sur, la imagen de varias sierras recortadas entre la bruma, se aprecia Peña Modorra y bajo nosotros el pueblo de Codos, cerrando esta bella estampa que nos regala el Monte Pelao.
Sierras del sur
El Moncayo
Abajo, Codos
Con este no hemos venido
        Y, como todo lo que se sube, hay que bajarlo, ¡hale, p´abajo! 
        Hasta la Fuente de Collarte, pasando de nuevo por el viejo buga que sigue mal aparcado, descendemos sobre nuestros pasos hasta tomar el SL.Z-53. Este tramo discurre por viejos campos abandonados y restos de viejas parideras como las de Valdegarcía.
        La senda se adentra entre grandes carrascas, hasta alcanzar el cauce del Río Grío, que aquí se esconde bajo un terreno pedregoso, para brotar a las puertas de Tobed, donde ya hemos llegado.
        Nos acicalamos un poco, no mucho,  para adentrarnos en el pueblo, cuyas callejuelas delatan su herencia musulmana.
Iglesia-fortaleza de la Virgen de Tobed
        Nos acercamos a la iglesia-fortaleza mudéjar de la Virgen de Tobed, uno de los monumentos más importantes de Aragón. Lástima que está cerrada (las visitas hay que concertarlas), pero eso no nos impide admirar el exterior decorado con paño de ladrillo, bellas tracerias y cerámica vidriada, con motivos geométricos y vegetales, testigos de la tradición islámica. Habrá que volver en otra ocasión a visitar el interior de esta joya.
        Cabe destacar que desde diciembre del año 2002, la arquitectura Mudéjar de Aragón, entre la que se encuentra Tobed, fue declarada Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Fachada principal
Detalle de la decoración
Palacio de los Canónigos
        Seguimos caminando en busca del "teleclub", que hallamos en el edificio del Ayuntamiento, antiguo Palacio de los Canónigos, siendo en su día sede de la Encomienda del Santo Sepulcro de Calatayud en Tobed. Junto al palacio se encuentra la iglesia parroquial De San Pedro, más modesta que la de la Virgen, pero no por eso menos digna.
        Concluimos la jornada con unas tapas, regadas con sendas birras, en el teleclub de la Villa de Tobed, que en épocas medievales llamose "Toved".
        De vuelta a casa, volvemos a sumergirnos en la espesa niebla que, cuando escribo, sigue robándonos esos afamados rayos solares que las Hispanias venden al mundo guirigiano. No importa, los zaragozanos estamos acostumbrados a fenómenos tan antagónicos como niebla y cierzo, como calor y frío, como... ¡semos cheposos!
        Hasta pronto
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Datos técnicos:
Recorrido
Perfil:
Distancia, 11,8 Km.
Desnivel positivo, 720 m.
Desnivel negativo, 720 m.

martes, 14 de diciembre de 2021

PICO BUÑERO-FORAU DEL COCHO-SANTUARIO DE LA CARRODILLA (Circular desde Estadilla)

Día 11 de diciembre de 2021
        Poco a poco se nos va otro año, próspero para unos, no tanto para otros, pero al fin y al cabo hemos llenado el saco con nuevas experiencias a las que nos agarramos para tornarlas en brillantes expectativas, entre las que, estoy convencido, el calendario montañero de Esbarre y resto de clubs no andarán escasas.
        Como colofón a este difícil año, nos vamos a ver que se cuece allá donde el Somontano oscense se abraza con la Litera, concretamente a lo más alto de la Carrodilla, prepirenaica sierra rica en vegetación, fauna y paisajes de extraordinaria belleza.
        Son las siete de la mañana: veintiún rollizos mozos y mozas esperamos al bus que ha errado en su primera aproximación al lugar de encuentro, sito en las puertas de la Facultad de Veterinaria de la "inmortal Caesaraugusta".
        Tras una maniobra llega y embarcamos para, ¡hale!, tirar para la Osca que allí, tras un nuevo despiste de la nave, recogemos a Jesús, que en otrora fuera comandante de las fuerzas esbarrianas, a Javi, y a su compañera, granadina ella, Ana. ––Pues, oiga, sin calculadora ni ábaco, me salen un par de docenas.
Sierra de Guara
        En el camino,  resulta difícil no echar, una y otra vez, la mirada hacia el gigante Guara, hoy tapado, "bien tapadico", con la sábana blanca que la nieve cubrió, nieve a la que hoy no toca visitar estas tierras, pues el cielo presenta un azul inmaculado.
        Paradica en las inmediaciones de Barbastro, para tomar un café con lo que se precie acompañarle y, en pocos kilómetros, estamos aparcados en la plaza del Portal del Sol de Estadilla.
        Tanto al comienzo como al final de nuestra jornada, atravesamos sus intrincadas callejuelas que evidencian su pasado musulmán.
Escudos de los Castros y Pinós
        Puestos en marcha, atravesamos un arco de medio punto en el que vemos unos escudos nobiliarios, relativos a la fusión que se dio entre las familias de los Castros y los catalanes Pinós. 
        Ascendemos por la Calle Mayor en la que se ubica el Palacio de Abbad y Lasierra, de estilo neoclásico, en cuya fachada se muestra el escudo nobiliario de la familia. 
        Esta noble calle, en la que también se asientan algunas casas solariegas, nos acerca hasta la porticada Plaza Mayor presidida por el Ayuntamiento, edificio de estilo renacentista del siglo XVI. 
Palacio de Abbad y Lasierra
Ayuntamiento
Tierras del Somontano
        Como la ruta es algo larga, dejamos la famosa Fuente de los Doce Caños para otra ocasión, aunque no de asomarnos al mirador, desde el que, por primera vez, vemos la inconfundible silueta, vestida de blanco, de Peña Montañesa.
        El camino, siempre en ascenso,  presenta una monotonía tan solo rota por el paisaje que, poco a poco, se nos va abriendo. Abajo, el Canal de Aragón y Cataluña marcha camino de La Litera para dar de beber a los cultivos de la "Francha". Conforme vamos ganando altura, vemos las construcciones de las afamadas bodegas en las que, cubas de roble, enriquecen esos ricos caldos del Somontano. Barbastro queda algo más lejos aunque, como Costean, se deja ver.
Peña Montañesa
Ganando altura
        Pero nosotros tiramos "p´arriba". La subida y el sol nos invitan a, quien lo diría hace una semana, quitarnos algunas prendas de abrigo; y a los buitres a meterse en una corriente térmica y, en círculo, elevarse majestuosamente hacia el cielo.
        La mencionada monotonía del ascenso, en ciertos tramos, se ve rota por algunas paredes como las que presenta la Peña Palomera, cuya estampa rodeamos por la derecha. Esta parte de la Sierra Cazorrilla, orientada a los vientos del norte, se encuentra poblada de plantas aromáticas como el romero, espliego y tomillo; también crece el "chinebro", enebro en aragonés, así como la coscoja.
        Chino, chano, como el que no quiere, divisamos las antenas que se asientan sobre nuestro objetivo, destino que en pocos minutos alcanzamos.
        Estamos en el Pico Buñero que con sus 1109 metros constituye la máxima altura de la Sierra de la Carrodilla. 
        Realmente ha valido la pena encaramarnos a esta atalaya pues, como se adivinaba durante todo el ascenso, las vistas son inmejorables: con sus faldas pobladas de encinas y quejigos, este pico nos  regala la vista con la contemplación de los valles del Cinca y el Ésera, las cumbres pirenaicas de Ribagorza y Sobrarbe, la sierra de Guara,  el Somontano, la Sierra de Montsec, etc., lástima de las nubes que, desde la vecina Francia, se agarran a las más altas cumbres del Pirineo, para impedirnos disfrutar de un paisaje que solo se puede observar desde balcones como este del Buñero.
        No obstante, la mañana invita a calentar las cámaras fotográficas, captando tanto al paisaje, como a la cuadrilla de Esbarre, siempre en torno al vértice geodésico que se aloja bajo un bosque de antenas.
Turbón
Sierra de Montsec
En la cumbre
Hay que bajar
        Henchidos pulmones y espíritus, iniciamos el descenso que ahora sí, ahora es un poco más entretenido que lo acontecido en la subida: una estrecha senda, desciende bruscamente entre arbustos de carrasca, cuyas picudas hojas ponen a prueba la resistencia de los "calzoncicos montañeros", made in Taiwan. Algún que otro tramo, también pone a prueba la habilidad del personal a la hora de salvar ligeros obstáculos, de esos de alzar la garra.
        Doscientos metros abajo, un cartel informativo nos indica el desvío hacia los interesantes abrigos rupestres Forau del Cocho.
Pequeños círculos
        Algunos subimos hacia estas cuevas que albergan unas singulares pinturas pertenecientes al estilo esquemático (7000 a 3500 AP), obras de las manos de aquellos artistas de las edades del Neolítico y del Metal, que accederían a estas recónditas cavidades para plasmar en  la piedra sus creencias y su visión de lo que les rodeaba. Prueba de ello son las pinturas que observamos en un par de abrigos en las que se aprecian: en uno de  ellos una cabra rodeada de pequeños círculos; en el otro, el más importante, se ve con claridad un ciervo rodeado de puntos en líneas verticales, bajo una serie de puntos y trazos gruesos. Difícil entender qué les llevaría a plasmar, en este pequeño museo, estas figuras.
Ciervo
Cabra
En la faena
        Una vez contemplado un pequeño fragmento de la historia de la humanidad, retomamos el camino que, en un momento, nos acerca al "restaurante del día", ubicado en la campa del Santuario de la Carrodilla, cuyo bajo muro ejerce de mesa y banco para que estos hambrientos seres aplaquen su voraz ansiedad.
        Parece ser que algunos datos remontan la existencia del Santuario al siglo XIII, edificio que antes fue una hospedería que se encontraba en un cruce de caminos. Según la tradición, el santuario tiene su origen en una leyenda (o no) que dice que la Virgen se apareció a dos carboneros que iban en carro a cortar leña al monte. Dicha virgen, no muy amiga de pedir favores, ahora sí, ahora les pidió que se erigiera allí un santuario para venerarla (¿egocentrismo sagrado?). Dieron cuenta a los vecinos de Estadilla, pero estos, que eran gentes, de poco creer en lo de allá arriba, se burlaron de ellos. Cuando regresaron ante la Virgen, la buena mujer, faltaría más, hizo un milagro para que fueran creídos: la mano de uno de los carboneros quedó pegada a su mejilla de modo que no habría fuerza humana capaz de despegarla. Así les creyeron y se erigió allí un santuario. Lo que no cuenta la leyenda, es el momento en que la mano fue despegada de tan santa faz.
Santuario de la Carrodilla
Estada
        Quienes sí despegamos el trasero del muro somos nosotros, así que cargamos las aligeradas mochilas y seguimos el camino que en este tramo coincide con la GR.45, una pesada y monótona  pista de más de 6 kilómetros que, como novedad, tan solo nos ofrece la vista de Estada, que antes quedaba escondido, hasta llegar al punto de inicio en Estadilla.
        El bus nos espera en el mismo lugar que lo hemos dejado. Nos acicalamos, algunos más que otros, para asaltar los dos bares de la plaza del Portal del Sol (hace honor a su nombre) y aligerar el lastre de barriles y botellas de birra.

        Las terrazas, orientadas hacia el mencionado astro, las ocupamos para brindar y "charrar" de la excursión de hoy.
        Como decía en la introducción, este año se nos va; en el próximo prometemos ser buenos, saldremos a montañas, valles y barrancos a disfrutar de su existencia y portarnos bien con el entorno que nos acoge. 
        Cuando, tras dura jornada montañera, regresemos a la city seremos tan prudentes como el resto del día, pues aquí abajo, los nuestros nos necesitan enteritos y sanos, pues el peligro anda rondando a la humanidad y... ya sabemos a qué me refiero.
        Y a ver si el Noel, Santa Claus, Nicolas, o como leches se llame; o quizás los Magos, migrantes de oriente, nos regalan un poco de paz y salud porque ¡cagüenlá!, ¡vaya  con los bichos!
        Hasta pronto.

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Datos técnicos
Recorrido
Perfil:
Distancia, 16,8 Km
Desnivel positivo, 740 m
Desnivel negativo, 740 m.


sábado, 20 de noviembre de 2021

BARDENAS REALES (Bardena Blanca)

Día 20 de noviembre de 2021 
Camino de la Blanca
        Hace tiempo que queríamos darnos un garbeo por estas tierras, pero por unas razones u otras (entre febrero y septiembre no se puede hacer esta ruta, es época de nidificación de las aves) no nos había sido posible acercarnos a tan real lugar.
        Lo verdaderamente cierto es que cambiar los bosques de las montañas por terrenos como estos, impacta fuertemente; es algo así como alunizar en nuestro satélite que, casualidad, en esta mañana, escondida entre unas pocas nubes, la Luna luce con todo su esplendor.
        
Relieves
        Pues nada, amigos, que nos vamos camino de Las Bardenas, cuya etimología más creíble parece que viene de la voz aragonesa "pardina" (zona de pastos, con corral, en zonas bajas).
        El buga, en el día de hoy, enfila hacia el SE de Navarra; en el camino por tierras de las Cinco Villas pasamos por Tauste y algunos pueblos de colonización como Sancho Abarca, El Sabinar y, antes de dejar Aragón, Valareña; comarca que me traslada a las raíces de mis antepasados.
        Tras unos kilómetros por pistas, comienza a aparecer esa especie de terreno, que si aconteciera leyenda alguna de su creación, narraría que un gigante la estrujó con sus fuertes manos, creando un desierto arrugado; un desierto que, además, es de posesión real.
Tras los cabezos, el polígono de tiro
        Sí, real porque Felipe V concedió, allá por el 1705, a 22 entidades navarras, los congozantes, el derecho de explotación, situación que sigue vigente, ya que este territorio sigue siendo patrimonio de la corona española (¿incluido en las posesiones del emérito?, ¡vaya usted a saber!).
        Con el polígono militar de tiro aéreo a nuestra izquierda, alcanzamos el desaparecido corral de Mendigacha (355 m.); digo desaparecido porque en todos los mapas aparece tal corral, pero nosotros no lo hemos encontrado, ¿estaremos ciegos?.
        La mañana está algo fresca, las nubes no dejan que el sol eleve el grado positivo de temperatura, así que no queda otra que comenzar a caminar bien tapaditos.
Maravilla de la naturaleza
        Iniciando a introducirnos en este mundo de clima estepario, asimilamos el porqué de denominar esta zona de las Bardenas Reales "La Bardena  Blanca": sus suelos se componen de arcillas, yesos y areniscas, que en su descomposición blanquean el terreno.
        Además, la erosión producida por el agua y el viento han esculpido sorprendentes formas; las más llamativas son sus cerros aislados llamados cabezos, mesetas de estructura tabular con múltiples viseras y terrazas, barrancos etc. Un paisaje que se asemeja a la piel curtida de aquellas gentes del campo en cuyos rostros se reflejaba la acción continua del sol, del aire y del frío.
Estructura con visera
Cabezo de Sanchicorrota
        A nuestra izquierda dejamos el cabezo de Sanchicorrota (419 m.), lugar en el que la leyenda cuenta, se escondía, allá en el siglo XV, el afamado delincuente, Sancho de Rota, al que llamaban "Sanchicorrota", el "Robin Hood bardenero", pues cuentan que robaba a los ricos para repartir entre pobres, asaltando a todo el que pasaba por el camino. Además Sanchicorrota, también debía ser un "figura" pues era moneda de dos caras, la otra le pintaba de personaje de aspecto justiciero, pues se cuenta una historia en la que se muestra un carácter frío y despiadado de malhechor. Se menciona que el "Robim Hood" mandó a construir la cueva donde se escondía, a unos vecinos y que, cuando estos concluyeron su trabajo, el amigo Sanchicorrota los asesinó para asegurarse de que nadie sabría  jamás el lugar de su guarida. 
Otro capricho     
        Pero eso es historia, los malhechores de hoy no andan por estos parajes, así que nosotros dos seguimos el sendero que va ascendiendo suavemente. 
        De vez en cuando, nos detenemos a admirar el paisaje, absortos desde los primeros instantes, que nos muestra los impresionantes relieves que la erosión, con la ayuda de la luz, a lo largo de los años, va esculpiendo en este frágil terreno.
    La vegetación que consigue desarrollarse en este terreno, allí donde la humedad lo permite,  está compuesta por ontinares y sisallares, espartales, romerales sobre yesos, algunas de las comunidades que integran los saladares, coscoja, escambrón, etc.
Despierta, estamos en la Tierra
Plana del Rallón
        La senda asciende un poco más vertical, para alcanzar la plana del Rallón (460 m.) que nos ofrece varios e inmejorables balcones. Un hito con forma de seta, delata que estamos en la cima (492 m.). Aquí nos detenemos a castigar las retinas con la vista puesta en el paisaje que tenemos a nuestros pies, esas arrugas en la tierra de tonos blancos y amarillos, coloreados por los rosados de las arcillas y los regueros profundos que ha surcado el agua y pulido el viento, dibujando este espacio único. Más abajo, donde se conservan los cultivos, el cereal comienza a pintar de verde los campos que rodean Las Blancas. Un poco más allá, en el polígono militar, exento de cultivo, la vegetación de monte bajo crece a sus anchas; incluso más lejos, entre nubes, por un momento el Moncayo permite que le rindamos pleitesía deseando que, sin tardar, la nieve cubra su rostro. Incluso llegamos a divisar el embalse de Malvecino que, en tierras de Aragón, alimenta el Canal de las Cinco Villas.
En la cima del Rallón
Barranco pulido por el agua y el viento
Embalse de Malvecino tras el cabezo y plana de La Raya
Por la Cañada Real de los Roncaleses
        Ahora atacamos un fuerte, pero cómodo, descenso hasta la Cañada Real de los Roncaleses (recorre una vieja ruta de transhumancia que descendía del Roncal para llevar los rebaños a orillas del río Ebro) que, dando la espalda al cabezo de la Raya (498 m.), recorremos en dirección a aquel otro cabezo, algo más solitario que los anteriores, pero reconocible por su perfil y por el hongo que le acompaña; me refiero al Pizquerra, o Piskerra, pues con ambos nombres se le conoce.
         Pues nada, Maite, vamos a por él. Dejamos la cañada por un sendero que parte a nuestra izquierda, camino que a uno y otro lado nos enseña rincones que mi cámara no deja de captar, incluido el que luego descenderemos, llamado Paso de los Ciervos en el que el sol, que ya ha salido, se refleja en pequeños cristales de sal, componiendo algo así como esas luces navideñas que para sí quisiera el alcalde de Vigo.
        Poco a poco vamos llegando a los pies del Pizquerra; echamos un vistazo a la senda de subida y ––¡uf!., ¿qué, subimos? ––ya q´estamos, ¡vamos pues!
Pizquerra
¡Hale, que ya queda poco!
        Ascendemos, con prudencia, por un terreno bastante descompuesto en el que hay que usar las manos en algún momento, pero, casi sin darnos cuenta, estamos en la cima del Pizquerra (472 m.). Nos asomamos al vacío, en el que el hongo queda por debajo de nosotros, Maite, como siempre, primera en asomarse ve partir un buitre.
        Ni que decir tiene la sensación que se siente al estar en esta cima, algo así debió de sentir Neil Armstrong, cuando puso pie en la Luna (si es que estuvo allá). Quien sí parece haber estado aquí para controlar el terreno, fue el amigo Sanchicorrota. 
Hay hongos más sabrosos, pero no tan enormes
¿Contrafuertes del Pizquerra?
Un descansillo a media subida
En la cima del Piskerra
Un vistazo al vacío
Adosado con vistas
A por el descenso del Paso de los Ciervos
        El astronauta no sé, pero nosotros aprovechamos para comer un plátano, tomar aire, cargarnos de energía y "p´abajo", asunto que si en la subida hemos sido prudentes, el descenso supera, con creces, el cuidado que merecen nuestros veteranos huesos.
        Volvemos sobre nuestros pasos, a lo lejos vemos a tres de las cinco personas que nos encontraremos durante toda la mañana. Es lo que tiene el introducirte en este mundo lunático.
     Ahora toca enfilar el descenso por el Paso de los Ciervos, una ancha garganta entre lomas que nos deja en el barranco de Cambrones.
Por el Paso de los Ciervos
Barranco de Cambrones
Ventana natural en el barranco de Cambrones
Lo que no se aprecia desde abajo
        Poco le ha costado al agua de las lluvias crear, sobre un frágil terreno, este barranco en el que asoman algunas oquedades y pequeños escarpes que difícilmente se mantienen en pie.
        Recorremos el barranco por su parte alta, la intención era regresar por el fondo, pero visto que hay barro en algunos tramos, decidimos remontarlo hasta su nacimiento y alcanzar la pista que delimita la Bardena Blanca y el polígono militar. Los 2,5 Km que no separan del coche los recorremos por este camino en el que observamos bastante movimiento de vehículos, cuyos pasajeros se acercan a capturar con sus cámaras esta bella estampa. Seguro que realizarán bellas fotografías, pero desde aquí les resultará imposible capturar las sensaciones que, en una solitaria mañana, hemos sentido nosotros dos.
        Hasta pronto

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Datos técnicos (track)
Recorrido
Perfil:
Distancia, 11,8 Km
Desnivel positivo, 345 m.
Desnivel negativo, 345 m.