domingo, 17 de diciembre de 2023

CABEZO DEL SILLÓN, CASTILLO DE MARÍA DE HUERVA Y BARRANCO DE LA MORERA (circular)

Día 16 de diciembre de 2023
        Otro año más que se nos va; estamos a la puerta del solsticio de invierno, celebrado por muchas culturas de la antigüedad, como por ejemplo en Newgrande: allí, construyeron un monumento funerario (3200 a.c.), orientado hacia el amanecer del solsticio, por el que la luz lo atraviesa durante 17 minutos a través de una pequeña ventana. Así, en todo el mundo, de una u otra manera, se celebra la larga noche del solsticio. 
Solsticio en Newgrande
Solsticio en María de Huerva
        En el mundo cristiano se celebra la Navidad, creencia que recuerda el día del nacimiento de Jesús, de tal manera que aquí, en las Hispanias, los alcaldes compiten por ver "quién la tiene más larga" (me refiero a la iluminación navideña)
Derroche luminoso
        Si en las antiguas civilizaciones, eran fechas de matar los animales para guardar la carne y no tener que darles de comer en los crudos inviernos, en la actualidad son de consumo desenfrenado: Papá Noel, Santa Claus, Viejo Pascuero, Colacho o San Nicolás son un mismo personaje que tradicionalmente trae regalos a los niños por Navidad. 
El Viejo Pascuero
        ¡Ah, amigos!, pero cuando las cajas registradoras de los almacenes están llenas, una estrella (¿fugaz?) guía a Melchor, Gaspar y Baltasar, a lomos de sus camellos, que, en su largo camino, se han detenido a adquirir en los "Almacenes Pepe", gran cantidad, no solo de juguetes, sino también perfumes con los que bombardean a los pobres "Reyes Magos", en los medios de comunicación.
De camino
        Decía que se nos va otro año y con él, un calendario de salidas al monte, del que los "boss de Esbarre" pueden estar orgullosos. En esta ocasión, como despedida, nos han preparado un corto viaje hasta la localidad de María de Huerva.
            No sin dificultad, el bus nos deja a las orillas del río Huerva, o "La Uerba", como le decimos por aquí. 
        Más "abrigadicos que nada", pues la mañana es algo más que fresca,  comenzamos a caminar animosamente, primero por pista y, posteriormente, enfilados por una senda que apunta para arriba, en dirección hacia una edificación que, entre cables de alta tensión, nos muestra un perfil dibujado, sobre un cerro, de una fortaleza.
La Uerba a su paso por María
Hacia la fortaleza
        No tardamos en, a través de unos orificios, internarnos en el Castillo de "al-Marya", de origen árabe, desde el que se domina el valle del Huerva. La fortaleza albergó a las tropas de Abderramán III en el año 935 y sirvió en la defensa de Zaragoza contra Alfonso I el batallador en 1118. Tras la conquista cristiana el castillo pasó a manos de los reyes de Aragón, y conoció numerosos dueños. Jaime I lo cambió con Blasco de Alagón en el año 1233 por Morella (ya hacíamos esos negocios). En 1348 fue sucesivamente conquistado primero por los unionistas y después por el ejército real, mandado por Lope de Luna. Finalmente, la fortaleza fue a parar a manos de la familia de los Fernández de Heredia, más tarde condes de Fuentes. 
Castillo de al-Marya
Tomando el castillo
        Una vez conquistado el castillo, abandonamos el lugar, para dirigirnos hacia otras conquistas (con la pena de dejar aquí a Ana, indispuesta, y a Javier, de fiel escudero). 
        La senda avanza por un terreno modelado por la inclemente danza del viento y la persistente caricia de la lluvia, dejándolo marcado como un delicado papel arrugado. 
Caprichos de la naturaleza
        Desde las Planas de María, emergen numerosos barrancos que el agua ha esculpido en suelo de yesos y arcillas. Nosotros continuamos nuestro trayecto, enfrentándonos a ligeras subidas y descensos (de momento más ascendentes), entre exuberantes arbustos de romero, tomillo, aliaga y enebro, con la presencia destacada de imponentes pinos y sabinas.
Avanzando 
        Al dirigirnos hacia el sur, a nuestra derecha, se revela la profundidad del Barranco de la Dehesa, mientras que a la izquierda se despliega el Barranco del Cabezo del Sillón. 
        Para alcanzar el Cabezo del Sillón, ascendemos por una empinada cuesta, maltratada por los derrapajes de las ruedas de los caballos de hierro que se dejan caer por estos parajes, cuesta superada con alegría y destreza por la tropa de "a pie".
Hacia la cima
        Los modestos 602 metros de elevación de esta colina no constituyen ningún impedimento para deleitarse con la magnífica panorámica que nos permite ver, tras los aerogeneradores de La Muela, la silueta del Moncayo. Hacia el norte, la claridad de la mañana nos enseña las altas y blancas cumbres del Pirineo, así como los picos más cercanos: Gratal, Fragineto, Tozal de Guara y la sierra de Alcubierre.
Desde las alturas
        Foto de grupo y, ¡hale!, toca abandonar el "Sillón" por un sendero que, ¡leches, otra vez!,  baja por un frágil terreno castigado por los amigos de "descensos guay", y es que desde que las bicis se han motorizado, se ha multiplicado el número de quienes, con menor esfuerzo, suben a cualquier cima, para luego dejarse caer. Y conste que, soy defensor de las bicis, pues es mi modo de transporte en la ciudad  y las considero herramienta deportiva para los auténticos ciclistas. Alguien tendría que poner un poco de orden en el monte.
Descenso sobre las heridas del monte
        Sin ninguna caída, alcanzamos un collado muy apropiado para el reagrupamiento de la tropa. Dejamos pasar a un grupo de "iberdrolas" y, ¡hale!, tomamos una senda que, como una serpiente, culebrea entre las venas de esta vieja y arrugada piel del monte marihuervano. 
Por las venas
            Tras cruzar la cabecera del Barranco de En Medio,  alcanzamos las "Planas De María", enclave más alto de la ruta en el que los campos de labor agrícola y el viento son los protagonistas; este último, elemento fundamental para mover las aspas de la gran cantidad de aerogeneradores que pueblan esta muela; vamos, que "Don Quijote se lo pasaría pipa por este campo de gigantes".


––Mire vuestra merced —dijo Sancho— que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino. 

         Circunvalamos la plana por un sendero que discurre entre pinos hasta, tras pasar por la balsa (ahora seca) de Corralé, alcanzar el punto en el que hemos de iniciar el descenso.
––Amigo Sancho...
        Estamos en la cabecera del Barranco de la Morera, cuyos más de 6 kilómetros vamos a descender en todo su recorrido. Sorprende como a un tiro de piedra de casa, en medio de un agreste paisaje coronado por un montón de molinos y rodeado por pueblos, polígonos industriales y urbanizaciones, se encuentra un paraje como este en el que, una vez en sus entrañas, la imaginación te traslada a algunos otros que, en sierras como Guara, hemos visitado.
Comienzo del Barranco de la Morera
        El sinuoso barranco, en su danza incesante, esculpe la roca con la destreza de un hábil artista. Su flujo acaricia la superficie rugosa, como un pincel suave que acaricia un lienzo, y gradualmente transforma la aspereza en una suavidad sedosa. El resultado es un alabastro pulido, resplandeciente en su lisura, como si la naturaleza misma hubiera labrado una obra maestra de elegancia en cada recodo del sendero. Donde falta alabastro, el cincel del agua esculpe figuras que recuerdan los volúmenes de Botero.
Enfilados por el barranco
Seguimos el curso del barranco
Caprichos de la naturaleza (alabastro)
No son esculturas de Fernando Botero
        Poco a poco, el barranco se abre suavemente, sin exagerar, y su sinuoso curso me evoca más la complejidad de una red arterial en la que convergen afluentes notables, tales como los barrancos de Los Pozos y La Salina. Estos, a su vez, han capturado otras corrientes, generando una secuencia interconectada que se despliega de manera incesante.
Ya entra el sol
        Alcanzamos aquella piedra sobre la que había dibujado un bisonte, "el Bisonte"; ya en la última ocasión que pasamos por aquí, el animal se encontraba con mala salud; hoy ha fenecido, la piedra cayó sobre el lecho del barranco que le había dado la vida. Lo cierto es que no estaba asociada a ninguna antigüedad, era obra de algún espontáneo.
El Bisonte en el 2015
El Bisonte hoy
        También son obra de algún artista moderno, quizás del mismo del bisonte, los varios petroglifos que vamos viendo a un lado del camino
Uno de los petroglifos
        A nuestra izquierda, el Barranco del Cabezo Sillón se entrelaza de manera armoniosa con el de la Morera, fusionándose en un afectuoso abrazo. En este encuentro sereno, ambos cursos convergen en una danza natural que culmina en su entrega conjunta en el Huerva.
El curso se ensancha
   Así, como el río, la tropa convergemos en este mismo lugar. La cercanía de Zaragoza impide concluir la jornada, como de costumbre, en algún garito en el que poner a prueba la capacidad del barril de cerveza. No pasa nada, ya en la city, nos despedimos los unos y las otras, deseándonos unas felices fiestas y un próximo y cercano año nuevo, cargado de prosperidad, de montes y barrancos, y si la salud nos lo permite, ¡ahí estaremos!
        También, esta Vieja Mochila, te desea, allá donde estés, un montón de felicidad y que, entre brindis y brindis, no nos olvidemos de que allá, entre otros lugares de esta bella Tierra, cerca de Belén, en la "nochebuena" no es precisamente el champán lo que corre por sus casas, son las bombas asesinas que matan, sin discriminación alguna, a niños, viejos, hombres, mujeres... matan la vida.


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Datos técnicos:
Recorrido
Perfil:
Distancia, 16 Km.
Desnivel positivo, 550 m.
Desnivel negativo, 550 m.
Track

jueves, 30 de noviembre de 2023

PARQUE NATURAL DE PAGOETA (circular por los picos Olarteta, Murugil) Y HERNIO (o Ernio)

 Día 26 de noviembre
        Por aquí llueve, día sí, día también, pero hoy se abre la ventana celeste y, nada, cogemos el buga y nos trasladamos hasta el parking de Iturraran (215 m.) ubicado junto al centro de información del Parque Natural de Pagoeta, con la intención de realizar una ruta circular por estas verdes tierras.
Recorrido circular
Perfil:
Distancia, 12,4 km.
Desnivel + 725 m.
Desnivel – 725 m.
        No tardamos en iniciar la marcha, descendiendo por un sendero botánico que ya nos anuncia que tenemos asegurado el barro, pero de momento solo es eso, un anuncio. Dicen que este sendero, de unos 3,5 km. cuenta con unas 5500 especies catalogadas.
Primeros pasos
        El descenso concluye en la ferrería de Agorregi. Un cartel nos indica que a las 12 h., hay visita guiada; es pronto y no podemos esperar, pero, ¡eureka!, en este momento llega un coche con el encargado del garito que nos abre la puerta y nos explica el funcionamiento de la ferrería, que reproduce fielmente la industria de elaboración del hierro en el siglo XVIII. 
Ferrería de Agorregui
        Destaca su inmenso martillo que, en su día, golpeara el metal y el gran fuelle usado para avivar el fuego, movido mediante energía hidráulica. Un rincón inmutable, desafiante frente al inexorable transcurso de los años; resguarda en su seno el alma de una venerable tradición centenaria que personifica de manera ejemplar la riqueza cultural de ese viejo oficio.
Martillo
Fuelles
        Un vistazo al molino, que se encuentra junto a la ferrería, y seguimos la contracorriente del arroyo Mindiko, alcanzando el salto que se desprende, desde la toma de agua, para alimentar el conjunto de ferrería y molinos.
Salto del Mindiko
          Ahora, el sendero se eleva con la gracia de un suspiro ascendente. Lentamente, el bosque despeja su camino para revelar extensos prados, hasta alcanzar la serena morada del caserío Gorostiola.
Por las orillas del Mindiko
            Aquí tomamos una pista asfaltada para alcanzar Aia (331 m.), pueblo que, a pesar de las nuevas construcciones, mantiene un centro urbano en el que se alojan, entre otras construcciones,  la casa consistorial y la iglesia de San Esteban (1350) que tenemos la suerte de, estando abierta, visitar. Frente al monumento, una cafetería nos acoge para tomarnos un café, pues hemos decidido tomarnos el día con tranquilidad.
Iglesia de San Esteban, en Aia
Nave y retablo de la iglesia.
            Abandonamos Aia por la, que debe ser, la calle más empinada del pueblo. Pronto estamos caminando por una estrecha senda que discurre por la ladera del monte Arreta. Este tramo de sendero, no solo lo usamos los humanos, las vacas dejan en el suelo embarrado sus huellas (las de las pezuñas y las de sus restos digestivos). Resumiendo: a pesar de evitar caer en el fango, terminamos este tramo, de unos 900 metros, con el calzado y las perneras, prestos para un buen lavado.
––Vaquita, vaquita, ¡qué camino nos estás dejando!
        Afortunadamente, la cosa finaliza en un viacrucis (literal), un conjunto de cruces en lo alto de una loma, desde la que se divisan un conjunto de montañas, entre las que destaca el Ernio, centro geográfico de Guipuzcoa; otro día si el tiempo lo permite... (ya veremos). Entre cruz y cruz, aparcamos nuestras posaderas en sendas piedras y nos tomamos un tentempié que, ¡leches!, ya nos lo hemos ganado.
¡Vaya cruz! (de camino)
Una cruz y un par de santos
        Seguimos subiendo. Arriba se adivina la cumbre del día, el Olarteta (714 m.), a la que, campo a través, en unas lazadas, alcanzamos en una soleada mañana.
En la cima del Olarteta. Abajo se ve Orio
        La vista se nos va hacia el norte: el Cantábrico se pierde en el horizonte; bajo nuestros pies, abrazadas al mar, vemos las ciudades de Zarautz, Orio y San Sebastián. Hacia el resto de puntos cardinales, extensos prados y varias cadenas montañosas desconocidas para nosotros. Aquí nos encontramos con las primeras personas (y casi las últimas), exceptuando el paso por Aia, del día, lo que nos sirve para intercambiar cámaras y retratar el momento de unos y otros.
Vistas desde el Olarteta
        Continuamos nuestro recorrido por un terreno llano, siguiendo el pintoresco camino que serpentea entre vallas que delimitan tierras de pastoreo. Con algún pequeño desvío, llegamos a orillas del sereno Murugil (717 m.) y, poco después, nos encontramos con la enorme Cruz de Pagoeta (670 m.). Este es un lugar idóneo para detenernos, disfrutar de un merecido descanso y saborear un delicioso bocado.
Maite, bajo la Cruz de Pagoeta
        Con los deberes gastronómicos cumplidos, iniciamos el descenso de manera brusca. El terreno se encuentra algo resbaladizo, por lo que hay que tomar precauciones.
        No es que me gusten los caminos anchos y asfaltados, pero, después del tramo que hemos transitado,  alcanzar el collado de Lizarra, ¡caray!, se agradece.
Un tramo de suavidad
        ¡Qué poco dura la alegría en casa del pobre!, máxime cuando una señal nos confunde, pues el camino hacia donde señala, está cortado con una valla bien soldada. "No problem", tomamos otro camino que va, más o menos, paralelo hasta alcanzar el caserío Mindi. 
Va quedando poco
        Más adelante, cruzamos el barrio de Laurgain. Descendemos con cuidado, evitando pisar la diversidad de setas que pueblan nuestro camino, sobre las cuales, mi conocimiento no abarca para determinar su comestibilidad. 
Sacada de la colección
Papá y mamá
La primera de la...
... fila
¿Hotel "el algarrobico"?
            De manera gradual, nos acercamos al culmen de nuestra travesía, corroborando nuestra ubicación al alcanzar la carretera previamente transitada con nuestro "buga".
            Llega el momento de retornar a Cestona y brindarle a nuestro calzado una meticulosa limpieza, ya que se encuentra cubierto de barro en cantidad suficiente como para emprender la apertura de una auténtica alfarería.



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MONTE ERNIO, O HERNIO (intento)
        Como apuntaba, tres días después, 29 de noviembre, las predicciones meteorológicas anunciaban un poco de paz, allá arriba, en el cielo, para que los de aquí abajo, en la tierra, pudiéramos subir a esa cima de la que dicen, es el centro geográfico de la provincia de Guipúzcoa. 
        Pues allá que vamos. El buga ataca curvas, cuestas, bosques, prados, valles..., hasta alcanzar el caserío Iturrioz.
Caserío de Iturrioz
        Descabalgados del coche comenzamos a darnos cuenta de que los pronósticos han errado, aun así, "tapadicos hasta el gorro", comenzamos el camino descendiendo unos metros hasta la humilde ermita de San Juan Bautista.
Ermita
        A pesar de que algunas gotas de lluvia caen suavemente, nos aventuramos a ascender por un pintoresco sendero que discurre a través de un bosque. Este camino, adornado por grandes ejemplares de alerces, castaños y hayas, nos sumerge en la serena majestuosidad de la naturaleza mientras ganamos altura gradualmente en un terreno que, aunque no presenta grandes dificultades, nos regala uno de esos momentos en que la magia de la naturaleza impregna el ambiente. 
Por el bosque
        Tras salir de esta zona arbolada, a zona de pastos en la que pace el ganado, continuamos por el sendero bien marcado siempre. A partir de este punto es donde empezamos a contemplar nuestro objetivo, tan solo cubierto levemente en la cima.
El Ernio
        Alcanzamos el collado de Zelatun en donde hay un bar y refugio en una zona de recreo que, lógicamente, en estas fechas está más cerrado que el cielo que nos cubre. 
        Sopla un viento frío y húmedo. Miramos hacia la cima de nuestro objetivo, el Ernio, y cada vez está más cubierta por las nubes. Valoramos si seguimos o no; pasa por allí "Doña Prudencia" y nos aconseja que regresemos, que está segura de que el monte no se va a mover.
En el collado de Zelatun
        Efectivamente, concedámonos una postrera contemplación al majestuoso Ernio. En este instante, la cima no se encuentra simplemente velada por las nubes, sino que todo el macizo se ve envuelto en esta etérea atmósfera. 
        Con este escenario cautivador, iniciamos nuestro descenso con ánimo renovado. ¡Adentrémonos con gracia en otras alturas que nos aguardan más adelante!
El Ernio, unos minutos después
        

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        Aprovechamos el resto de la jornada para visitar Oñate, con su Universidad, fundada en 1540, y su Iglesia de San Miguel Arcángel, de estilo gótico.
Universidad
Iglesia