miércoles, 24 de octubre de 2018

SIERRA DE ALGAIRÉN (POR EL MOSOMERO Y CERRO DEL ESPINO)

Día 20 de Octubre de 2018
Aquella obra. (Pulsa si quieres verla)
        La obra vuelve a representarse, fue el 20 de Enero de 2013. El escenario sigue estando en el mismo teatro. El decorado se vislumbra tras una espesa niebla; se abre el telón: encinas desnudas, robles llorosos, romero verde con rocío del alba, espliego descarado contorneándose con la brisa, musgo de ternura... Los pájaros siguen entonando la misma melodía, solo que ahora lo hacen con más tristeza que aquella mañana de invierno; el grajo, desde su palco, observa el desarrollo de la obra, lo observa con verdadero asombro pues advierte que los actores no son los mismos, faltan dos de los protagonistas. Unas grullas, mensajeras de la naturaleza que vuelan a latitudes más templadas, han descendido desde el alto del Pirineo, y cuentan a los pájaros de Algairén que allá en la Basa de la Mora sobre un tronco, entre otras, dos rosas rojas, una de paz y otra de amor, brillan como las dos estrellas que cada noche hacen un alto sobre las aguas del Ibón. ¿Quién sabe si en la próxima noche de San Juan, junto a las rosas rojas, Luis, Lola y la mora de la Basa se reunirán a contar viejas historias de montañas?
Dos rosas rojas...

Grullas sobre Almonacid de la Sierra.
              Aún no son las ocho de la mañana, tardará en amanecer. Almonacid de la Sierra se prepara para un domingo de mercadillo. Afortunadamente, en la plaza de San Nicolás hay un bar abierto que nos acoge para tomar un inmerecido desayuno y, de paso, hacer tiempo para comenzar la jornada.
           Aunque a esta villa se la conoce por su buena y copiosa gastronomía y por sus excelentes vinos, Almonacid es algo más. Con su castillo, fue fundada por el musulmán al-Munascid, Por ello, la época de dominación musulmana fue importante para la localidad; el topónimo, sus calles y la tradición alfarera así lo atestiguan.
El trazado urbanístico de la villa, típicamente mudéjar, conserva calles estrechas en torno al castillo con numerosos arcos o pasos cubiertos.
Metidos en la boira (niebla).
                Es por sus calles y caminos por las que nuestro autobús nos acerca a la base de la sierra de Algairén (700 m.), sierra que a un tiro de piedra de Zaragoza, sorprende a quien se atreve a explorarla.
               La boira y cuatro gotas de fina lluvia no impiden que los mozos y mozas d´Esbarre comencemos a patear una pista flanqueada por inmensos enebros y una buena colección de pinos rodeno y carrasco. 
         Pronto, la comitiva tomamos un sendero que, con intenciones perversas para con una de las compis, nos sube hasta el Collado de las Hermanas (1040 m.), primer mirador que en caso de escampar nos mostraría un buen paisaje. Pero no importa, hoy no toca paisaje, no es necesario, en las entrañas de la  Sierra de Algairén los colores de otoño nos compensan con creces.
El lloro de escaramujo
              Hasta llegar aquí, han sido las encinas las protagonistas del entorno; en la roca el musgo cubre las vergüenzas de la piedra; a nuestro paso, movido por las botas, el romero suelta un agradable olor; las gotas de la reciente lluvia se agarran a la flor del escaramujo (parecen lágrimas). Algún pajarillo canta al albor y nosotros, china chana, descendemos suavemente por el precioso bosque del alto de Valdevillar, antesala del siguiente acto.
               Esperamos que vayan llegando los rezagados que acompañan a la "compi". No tardan en alcanzarnos.
Valle de 
            Por un momento, la niebla parece querer levantar, se adivina algún monte de la sierra hermana de Vicort pero no, de nuevo desaparece tras la cortina blanca.
           Tocamos fondo en las orillas del Río Tiernas (740 m.) cuyas aguas han labrado este valle que aquí recibe varios nombres como el de Mosomero. Tiernas o, aguas abajo, "del Amor", pues en los años setenta una comuna hippie se estableció aguas abajo de aquí.
         Remontamos la margen derecha del río en donde se encuentra la "Casa de la viuda de Don Pablo Gil", –¿que quién es esta señora? ¡ni idea!- De hecho, ahora la llaman la Casa de Mosomero utilizada, antes por guardas forestales y cazadores, y ahora cerrada a cal y canto.
Maite, Luis y Piedad en la fuente de la Jordana.
        Enseguida llegamos a la fuente (seca) de La Jordana (800 m.). De nuevo nos vienen recuerdos de aquella otra ocasión. Aquí hacemos un breve y merecido descanso.
        Retomamos la marcha por este impresionante sendero, la vegetación compite por ver cual de sus hojas es la más bella de este otoño: robles, fresnos, chopos, serbales, arces de Montpellier... Todo un espectáculo para los ojos. ¡Ay, si esos colores se pudieran imprimir en las banderas de las discordias!.
           Pronto nos adentramos en el Bosque de Mosomero: espesura de roble albar que se acompaña de acebos, perales de monte, majuelos (espino albar), arces, ruscos, quejigos y encinas.
Guerra de colores.
Arce de Montpellier.
Alguien nos ha alfombrado la senda.
            La senda presenta un aspecto alfombrado por las hojas que, poco a poco, se van descolgando para anunciar que estamos en otoño.
             Algunos miembros toman la pista que conduce a Almonacid acompañando a la moza que va algo tocada, el resto seguimos por la senda cuya pendiente se incrementa ligeramente en un ascenso húmedo y fresco que nos dejará arriba, en el collado cimero del Tío Francisco (1042 m.), en donde se encuentra un "esbarre" (desvío) de caminos de la Sierra de Algairén que da paso a la vertiente de Cosuenda, en el Campo de Cariñena.
Camino hacia el Cerro.
         Nosotros giramos en dirección norte por una loma que pasa por el Collado del Cuervo. Hacia el sur iríamos a zonas ya exploradas, como el mirador de la Falaguera, Valdemadera, etc.
          Un "empentón" más y alcanzamos el punto más alto de la jornada, el Cerro del Espino (1191 m.). No solo se trata de lo más alto de la ruta, también los recuerdos de Lola y Luis alcanzan lo más elevado en la memoria. Les dedicamos un humilde homenaje uniendo nuestras manos en un minuto de silencio. Entonamos la canción "L´Albada" de Labordeta que, en ausencia de nuestros amigos, aquí entre la niebla, suena con tristeza. ¡Que difícil es cantar con un nudo en la garganta!.
Adiós a los que se quedan y a los que se van también, adiós...

Los bosques de Algairén
           Dejamos este entrañable lugar descendiendo por la senda que, a modo de "esbarizaculos" se muestra poco amable en su desnivel de doscientos metros, hasta llegar a una pista, que algunos estaban deseosos de alcanzar, para recorrerla durante un par de kilómetros.
            Ante la incredulidad de muchos, el "boss" Ricardo nos introduce en la "Ruta botánica de Algairén", un hermoso bosque en el que, en un pequeño recorrido, varios paneles nos informan de la gran variedad de vegetación que acoge esta sierra. 
           Sobre un barranco seco, un puente de troncos húmedos, la comitiva debe atravesarlo, el "boss" comprueba si la "ley de gravitación universal" es real y... "realmente" mide la distancia del "puentecico" con el fondo del barranco. No pasa nada, el "mochilón" del Richi ha ejercido de "airbag" y, raudo y veloz, vuelve a encabezar el batallón que, con el ánimo de que ya queda poco, adivina a ver la pista en que nos espera el autobús.
Paisaje de otoño
Ruta botánica.
            Pero aún habrá que dar unas pinceladas para completar este cuadro otoñal, cuadro de verdes, rojos, amarillos y ocres; me refiero a las viñas del Campo de Cariñena con sus cepas coloridas, de las que, todavía, cuelgan algunos racimos de uva.
          Tan solo queda acercarnos a Almonacid, atacar el barril de cerveza del bar de la mañana, en el que el guiñote (juego de cartas típicamente aragonés) reúne a los mayores de la población en una animada partida. A nosotros nos reúne el bocadillo y la birra, son las tres de la tarde y ¡caray!, ambas cosas nos las hemos ganado.
Las viñas.
       Pronto estamos de vuelta a Zaragoza, ha sido una travesía circular verdaderamente atractiva en la que los colores y los recuerdos se han mezclado.
         Detrás de las hojas rojas del arce de Montpellier, las amarillas de las encinas, de las multicolor de la vid, las lágrimas del escaramujo..., detrás de ese bello cuadro, el recuerdo de Luis y Lola nos ha acompañado en cada uno de los pasos que hemos dado por la Sierra de Algairén.
            ¡Y lo que os recordaremos!




Hasta siempre amigos.




Datos técnicos
(El track, pulsando sobre la palabra wikiloc del mapa)


jueves, 4 de octubre de 2018

DEL REFUGIO LAVASAR A BARBARUÉNS

Día 29 de Septiembre de 2018
Refugio de Lavasar.
         Tras unos días, cuyos recuerdos permanecerán siempre en cada paso que demos por esas montañas, retomamos la actividad y no hay mejor ruta para hacerlo en aquella que pasa por el Ibón de Plan, más conocido como "Basa de la Mora" (1900 m.).
         Si entrañable es la ruta, agradable es la compañía, con los amigos del Stadium Casablanca el termómetro de la camaradería adquiere un elevado grado de temperatura.
          Tras un viaje en autobús y una aproximación en varios taxis hasta el refugio de Lavasar (1920 m), nos untamos la dermis de crema protectora, apretamos las botas, fotografía del grupo, e iniciamos la jornada.
Preparados.
En la Basa de la Mora.
           En algo menos de media hora estamos allí, aquel tronco que emerge de las aguas permanece impasible como de costumbre, no es la mora, hoy no son fechas para...
“Si ye que i puyas bela maitinada de San Chuan ta ibón y no la bieses habrás de pensare en laba-te l´anima… solo es güellos limpios, pueden viere a la prinzesa mora de las cumbres”.
La Mora de la Basa.
         Algunos abuelos, en chistabín, lengua que se conserva en estos valles, cuentan esta leyenda a sus nietos:
"Dicen que una mujer musulmana 
llegó aquí huyendo de las luchas entre moros y cristianos, cuentan que se perdió y su alma quedó atrapada para siempre en el ibón. En la noche de San Juan, aflora sobre sus aguas, la figura de la mora que inicia una danza mágica, armoniosa. Y los que la han visto dicen que va vestida con serpientes de todos los colores enroscadas por todo su cuerpo, adornado de brillantes joyas. Todo el mundo no la puede ver, sólo las personas buenas que tengan el espíritu honrado, sin pecados y la mirada limpia".
Por verde pradera, entre pinos y cumbres.
          Hubo un tiempo en el que, con un trocito de aquí y otro de allá, construía un mapa de mi paraíso imaginario y, sin duda, en él figuraba este bello rincón del Pirineo.
            Nosotros debemos ser gentes de pecado y, además, tampoco es la noche de San Juan, solo vemos aquel tronco, y, lo aseguro, no se parece a la mora por lo que, con la mochila cargada de pena hemos de seguir el camino.
            A nuestra derecha va quedando el ibón, sobre él, la Peña La Una, Monticiero, Puntons Royos y Litas nos van guiando por un prado en el que varias sendas nos confunden pero, con la habilidad que caracteriza a estas gentes, pronto adivinamos la buena ruta.
No todo es prado.
            Los algo más de 400 metros que nos quedan para alcanzar la Colladeta del Ibón transitan, primero entre algunos ejemplares de pino negro que "la mora" regala al caminante y que en la cota de 2000 metros comienzan a escasear, y, posteriormente, por una agradable canchalera hasta alcanzar el collado que a sus 2340 metros nos ofrece unas buenas vistas hacia el norte (con permiso de la Peña las Diez), presididas por el macizo del Monte Perdido. En la cara opuesta, el Turbón lo domina todo (eso sí que es un buen macizo).


En la Colladeta del Ibón.
Macizo del Monte Perdido.
Vista hacia el Turbón.
Hacia Armeña.
          Un descanso (breve para los últimos en llegar) en tan ilustre lugar. Ahora toca dar faena a las rodillas, el descenso es de aupa y el camino no es "de rosas".
          Frente a nosotros, poco a poco, allí está, se va quitando sus vestiduras: Cotiella nos enseña su blanco rostro pintado por su roca calcárea, aquel que los del sur desconocemos. 
          Bajo Cotiella y su hermano menor Cotielleta, el circo de Armeña nos muestra un inmenso caos de piedra en el que se dibuja un sendero por el que ascender a la cima. 
         Pero nosotros no vamos de cimas, seguimos descendiendo hasta el refugio (1860 m.) que toma el nombre del circo, que aunque sin guarda está perfectamente equipado para pasar una noche antes de tirar "p´arriba". 
Cotiella
Ibón de Armeña.
           Aquí hacemos una pequeña pausa en nuestro andar y, aunque el personal vamos demandando un poco de auxilio para nuestros estómagos, pero "los bosses", con buen criterio, aconsejan hacerlo algo más abajo.
     Chino chano, seguimos perdiendo metros sin compasión; afortunadamente el paso por el ibón de Armeña ejerce sobre nosotros algo así como un reconstituyente. Este, al igual que el de Plan  se halla en el fondo de una cubeta sobre-excavada por la acción de un glaciar que quedó rellena de agua al retirarse los hielos. Dada la gran cantidad de derrubios que existen por las escarpadas laderas que los rodea, se adivina que sufre un imparable proceso de colmatación natural.
Incesante descenso.
          ¡Ay, amigos!, ¡alarma! en el cuartel duodenal, las trompetas tocan a fajina, el ejército clama venganza contra el vacío estomacal y nada mejor que librar tal batalla a las orillas del agua que, fresca, desciende por el barranco de Baranetas. Flojo anda este ejército, pues entre todos no somos capaces de vaciar la bota de vino de Toño.
        El sendero sigue descendiendo, unas veces por suelo de prado, en otras lo hace sobre los duros lapiaces, formas en las que la roca caliza tiene una serie de acanaladuras u oquedades de varios centímetros de profundidad, en los que, por lo general, la vegetación no está presente, material en el que las botas se agarran de lo lindo.
Con Armando y Pablo, presente y futuro del Stadium.
            Nos detenemos en una especie de balcón natural, bajo nuestros pies una pared de cuatrocientos metros sobre el barranco de Bilsé aconseja no medirla "in situ". Unas bordas nos dan la idea de la altura en que nos encontramos con relación al fondo del valle. Aquí arriba, las setas se sienten protagonistas, no hay rincón en nuestro camino que carezca de su presencia.
              No tardamos en alcanzar la pista que sube desde Barbaruens aunque pronto la dejamos, el sendero desciende bajo una agradable capa vegetal en su discurrir más recto hacia hasta este pequeño pueblo. En principio, estaba previsto llegar hasta Seira, pero ante la posibilidad de que la cosa dure demasiado y que las tabas se quejen aún más si cabe, se le avisa al conductor que suba a buscarnos, cosa que hace, no sin dificultad pues la carretera es estrecha y el cruce con algunos vehículos le demora como una hora.
Una de setas
         ¡Salvados!, estamos montados en el bus, cae una buena tormenta que de habernos pillado arriba... ¡uf!.
            Aún no hemos terminado la jornada, falta recuperar los electrolitos perdidos en la jornada y, ya se sabe, nada como una caña de cerveza para tal menester. Graus, en fiestas, está lleno hasta la bandera, deberemos de parar más adelante.
            Esta ha sido una agradable y algo exigente travesía en que las piernas han trabajado más que el "motor", con no muy larga ascensión pero el largo y pronunciado descenso, creo, ha debido de dejar las garras de algunos, un par de días...
             También ha sido, una travesía en la que cada uno de nosotros hemos echado en falta a nuestros amigos Lola y Luis y, creedme, su ausencia se nota enormemente. Aunque esta Vieja Mochila se queda sin unos de sus más queridos protagonistas, sus recuerdos quedan aquí y esos, amigos, esos no se borran de ninguna manera.

                     A ellos, hasta siempre.
                     A ti, hasta pronto.



Datos técnicos
(El track, pulsando sobre la palabra wikiloc del mapa)