lunes, 22 de junio de 2020

POR LA SIERRA DE LUESIA

Día 17 de junio de 2020

Vista de Luesia
        Parece que estemos abonados a estos montes que, a la sombra de la Sierra de Santo Domingo, nos enseñan  la gran variedad de sorpresas que se esconden a uno y otro lado de sus caminos. En esta ocasión dejamos la de Sierra de Biel para adentrarnos en la de Luesia.
        Como viene siendo habitual en las salidas post-confinamiento, componemos el grupo Alfredo, María Ángeles, Maite y un servidor.
        El viaje hasta el destino no es largo, unos cien kilómetros desde Zaragoza. Pronto estamos calzándonos las botas en Luesia, villa que duerme tranquila a las orillas de uno de los dos cursos fluviales que conforman el río Arba antes de que tribute sus aguas al Ebro.
San Salvador y castillo
        Luesia es una de las poblaciones de las Cinco Villas que mejor ha sabido conservar su esencia medieval, si bien es cierto que, quizás eclipsada por la riqueza monumental de otras localidades del entorno como Sos del Rey Católico y Uncastillo (esta última origen de mi existencia), suele pasar injustamente desapercibida para muchos de los visitantes de la comarca.
        El trazado urbano de Luesia conserva su esencia medieval. Bajo la sombra de su castillo se alojan las iglesias románicas de San Salvador y San Esteban.
           Si a todo esto le sumamos la cuidada extensión de senderos  que recorren los montes que jalonan la "Bal de Luesia", ni que decir tiene que "por algo estamos aquí".
Primeras cuestas
        Comenzamos la ruta desde la entrada del camino que sube a Puy Moné, girando en un camino que sale a la derecha y que nos coloca en unas escaleras que nos abren las puertas de lo que va a ser una jornada especialmente agradable.
        Entre pinos, boj, enebros, tomillos y una gran variedad de plantas, que nos muestran los colores primaverales de sus flores, alcanzamos  la Fuente Isicar o Fuentisicar.
        El entorno en el que nos encontramos no tiene nada que envidiar a cualquier otro de sierras de mayor renombre.

Fuentisicar
Por el cordal de Gozopaño
        El sendero, perfectamente señalizado, nos lleva por todo un cordal que se eleva entre el barranco de Bal, al oeste, y la Bal de Biel, al este.
        Con más "alegría que pena" (faltaría más) alcanzamos la Punta Melero (1160 m.) desde la que el paisaje se va abriendo, más si cabe, paisaje que nos exhibe la senda que nos transporta hasta la Punta         Cementolera (1173 m.). No sé el origen del nombrecito pero, adaptándolo a la de hoy, podría ser: "hay que ser de cemento para que no se te lleve la ventolera", pues sopla el cierzo con ganicas.
       La ocasión anterior que pasamos por aquí, en dirección opuesta, llovía con viento y no veas cómo nos pusimos.
Punta de Gozopaño
        Ahora el cordal desciende unos metros para, en la base (1148 m.) de la próxima subida decidir si tirar "p´arriba" o rodear la Punta Gozopaño (1248 m.). Por mayoría absoluta se decide rodear pero un servidor se salta las normas y en unos minutos se presenta en la cima de la mencionada punta. El paisaje se abre en los 360º que la vista alcanza. Abajo, Biel descansa a las orillas de su Arba; aquí arriba, no toca descanso.
        El descenso lo hago por una descarnada senda que transita por un bello hayedo, el de la Bal, el mismo que, abajo, los otros tres amigos han disfrutado en su recorrido.
Biel desde la Punta de Gozopaño (zoom)
Hayedo de la Bal
            Nos reencontramos en el Collado del Correo (1161 m.), en otros tiempos era usado para llevar los "mails" de aquellos tiempos entre Biel y Luesia.
        A lo lejos vemos Puy Moné, pero para llegar allí aún queda tajo, así que toca seguir "cordaleando", asunto que nos lo tomamos con espíritu deportivo, no sin detenernos unos instantes a reponer fuerzas.
        A nuestra derecha, el terreno que se deja caer sobre el barranco de Biel, nos muestra una curiosa formación que la erosión ha creado, se trata del paraje denominado Ripas Altas, una zona de conglomerados que forman unas cárcavas a las que da congoja asomarse.
Ripas Altas
Mal Paso (al fondo las Peñas de Santo Domingo)
        Poco a poco vamos accediendo a las cimas más altas de la jornada, cimas flanqueadas, por la derecha (norte), por la impresionante cresta de Mal Paso.
        Puy Fonguera (1307 m.) ejerce de antesala para dar paso a la Punta de Cabo Bal (1312 m.), cumbre de la Sierra de Luesia.
     Casi al alcance de la mano vemos ya Puy Moné (1303 m.), un ligero descenso nos deja en la caseta de vigilancia forestal, la gran cantidad de antenas la delata. La puerta está abierta, dentro no hay nadie. Es igual, cuando uno se encuentra aquí descubre  porqué, no siendo la mayor altitud de la zona, han elegido este puy para tal fin.
Llegando a Puy Moné
Peñas de Santo Domingo (al fondo, bajo las nubes, el Pirineo)
Hay que volver
        La panorámica es única, se domina, prácticamente, toda la Sierra de Santo Domingo con sus peñas y los bosques que la rodean. Pero los ojos se van más allá: aunque son cubiertas por las nubes, adivinamos que bajo ellas se esconden montañas y valles del Pirineo, Moncayo, Riglos... ¡Uf!, lástima que nubes y bruma no nos dejen capturar con cámaras y retinas semejante paisaje.
        Hemos de volver. Por unos metros caminamos sobre nuestros pasos, hasta que, bajo la Punta de Cabo Bal, nos desviamos hacia el sur para alcanzar el collado de Balsiruela (1204 m.).
Hayedo en la senda botánica 3
        
        Aquí tomamos el sendero señalizado como "Botánico 3" por el que, bajo la sombra de un hermoso bosque de hayas, pinos y robles, alguno de ellos trabajados por un picapinos que escuchamos en plena labor, descendemos los 200 metros que nos dejan en el refugio de L´Artica.         Inmejorable lugar para sentarnos en torno a una de las mesas y sacar de las mochilas la artillería necesaria para el elemental sustento de los cuatro únicos personajes de aquestos lugares, artillería regada con un buen vino de Lécera.
        El viento ha amainado y la temperatura es más templada que en lo alto de la ruta, motivo por el que parece que mover el cuerpo cuesta lo suyo.
Miran al cielo
Cumpliendo
            Pero, amigos, hay que seguir.
        Con la alegría de haber rebajado lastre, cargamos las mochilas en la espalda y nos adentramos en el Fayar (hayedo) de Gozopaño en el que parece esconderse aquel bandolero de la leyenda:
        "Cuenta que un sastre de Luesia fue requerido para  ir presto, no se sabe porqué, a Biel en plena noche. Habiendo alcanzado el Collado del Correo notó la presencia de un bandolero en su retaguardia, ya que sentía que algo  tocaba su espalda continuamente, entonces le grito varias veces sin volver la cara ¡déjame en paz que voy a Biel! ¡Ay, amigos! pero el bandolero no le hacía caso, así, que, harto de que le diera la tabarra, decidió girarse con sus tijeras abiertas dispuesto a herir al bandolero. Fue entonces cuando se dio cuenta de que en realidad no había tal bandolero, se había enganchado con una zarza y entonces le dijo muy serio a la zarza pero a la vez todavía atemorizado : ––lo mismo me hubiera dado que hubieras sido un hombre––”
Fayar de Gozopaño
Geranio sangriento (geranium sanguineum)
No estamos solos
        Leyendas aparte, la senda que se adentra en el fayar es preciosa. A las hayas le acompañan abundantes ejemplares de acebo; aquí nos damos cuenta de que, a pesar de no encontrar ni un alma en todo el día, no estamos solos. En el cielo vuelan, digo planean, con la majestuosidad que les caracterizan los buitres leonados; aquí abajo, de entre las hojas de los árboles sale el bello cantar de los pájaros que en esta primavera parecen estar más animados que nunca; reptiles, mariposas y demás insectos, además de las vacas, completan el elenco que nos acompaña todo el día.
        Este bello sendero nos devuelve a la Fuentisicar cerrando así el círculo que hemos comenzado por la mañana. Solo nos queda descender hasta Luesia y concluir una ruta que, aunque parte de ella ya la conocíamos, resulta sorprendente.
        Hasta pronto
Datos técnicos
Recorrido

Perfil:
Distancia. 16,8 Km
Desnivel de ascenso, 810 m.
Desnivel de descenso; 810 m.




jueves, 11 de junio de 2020

BARRANCOS DE PANIAGUA Y CALISTRO

Día 10 de junio de 2020
Peñas de Santo Domingo
Río Arba de Biel
        No sé que tienen estos rincones de la sierra de Santo Domingo que retornamos una y otra vez: ¿será por el color que la naturaleza ha pintado en los cuadros que adornan los tronos de castillos y palacios de las Cinco Villas?; ¿serán los caminos enamorados de los arroyos, arroyos hoy, torrentes ayer, novios de vidas paralelas?; ¿serán esos dulces y tiernos pajaritos que, en esta verde primavera, a nuestro paso trinan?; ¿será la historia de aquel año 47 del siglo pasado, de aquel viaje de novios que, desde la villa de Uncastillo, no les llevó a ninguna playa caribeña, que llevó a mis padres a Biel en su "viaje de novios"?.
        Lo cierto que aquí estamos repitiendo la salida que ya publiqué en este humilde rincón hace poco más de un año. ¿Motivo?: en primer lugar quería que nuestros amigos Alfredo y María Ángeles tuvieran la oportunidad de admirar estos rincones y, en segundo lugar, recorrer senderos tranquilos, lejos de aglomeraciones, por aquello de desescalar prudentemente el confinamiento al que nos ha sometido la Covid19.
Todo no es verde
Barranco de Paniagua
        Al norte los Pirineos, al sur el Valle del Ebro, la Sierra de Santo Domingo se configura como un mosaico de formaciones boscosas naturales, pinares de repoblación, matorrales de transición, pastizales de gran valor ecológico y formaciones rocosas con vegetación incipiente.
        Hoy no arrancamos a caminar en Biel, lo hacemos desde el parking que se encuentra a orillas del río Arba de Biel, cerca de los desagües de los barrancos Nacelagua y Paniagua, y es este último el que, en una fresca y bella mañana, comenzamos a remontar.
        Las aguas del Paniagua, que bajan cristalinas, las vadeamos una y otra vez con gran habilidad y, entre salto y salto, disfrutamos con el paisaje que rodea el barranco. 
Vadeando
        Abajo, el arroyo ¡a lo suyo!: culebrea con sus  saltos, pozas, rápidos, remansos, regalándonos la música de su rumor, armonía a la que se suma el trinar de los pájaros que hoy esgrimen una obra primaveral escrita para orquesta y flauta dulce.
        China chana, seguimos remontando un sendero que a duras penas se abre paso entre la hierba que todavía llora el rocío de la noche, sendero que nos regala una exhuberante vegetación de un bosque de pinos repoblados en el pasado siglo, pero que van dejando paso a una densa masa forestal autóctona formada por quejigos, carrascas, boj, algún acebo, nogales, abedules; y no faltan las zarzas, aliagas y otros matorrales que nos muestran su bellas flores. ¡Todo un espectáculo!.
Orquídea piramidal (anacamptis pyramiladis)
Hierba cupido (catanache caerulea)
Un alto en el corral de Melchor
        Poco a poco vamos ganado altura, la troupe de hoy camina con mejor semblante que en la anterior.
        El barranco Paniagua va quedando a la izquierda, nosotros subimos el cuerpo por el bosque de pinos hasta alcanzar el Corral de Melchor, que a sus 1080 metros, nos marca la cota más alta de la jornada.
        Un buen lugar para descansar y echar algo al cuerpo que ahora sí, ahora nos lo hemos ganado.
        Además, el lugar nos ofrece una bella panorámica de las Peñas de Santo Domingo, con sus paredones de roca caliza que dan cobijo a multitud de rapaces. 
Peñas de Santo Domingo

Balsa de Narciso
        Hoy, como los yogures, tenemos, más que fecha, "hora de caducidad", así que recogemos las mochilas y bajamos hasta el collado de Fayanás, auténtico cruce de los caminos que vienen de Longas, Fuencalderas, Luesia y Biel.
        Esta vez no nos dejamos engañar por un camino que hace un año nos llevó a meternos en algún que otro problemilla, aquella experiencia nos sirve para alcanzar la pista que nos lleva hacia la balsa de Narciso, aquí nos introducimos, literalmente, en el barranco de Calistro.
        Si el de Paniagua era espectacular, este de Calistro no lo es menos, si acaso muestra un aspecto más salvaje, además derivado del hecho de que sea poco transitado, no hemos visto ni un alma.
Por el barranco de Calistro
        De nuevo vadeamos "montón de veces" el curso del agua, vadeos que hay que cruzar por los sitios más insólitos, buscando qué piedra pisar sin resbalar.         Algunos pasos se encuentran ubicados sobre grandes losas de la roca que se resisten a ser engullidas por la erosión de un arroyo que camina entre prados y juncos buscando la oportunidad de abrazar al Arba de Biel. Sus aguas bajan bravas a veces, otras se vuelven tiernas y bondadosas.
        El arroyo, culebra que lo fue, ahora se desliza por una roca muy pulida, especie de tobogán, que los aragoneses denominamos "esbarizaculos" y que da entrada a un hermoso rincón, "la Poza de Calistro".
Una pareja en la Poza de Calistro

Un trío en la Poza de Calistro
Nadie en la Poza de Calistro
Vadeo número...
        En este remanso, el agua refleja todo lo que la rodea, incluso refleja los sentimientos de quienes intentamos mirar más abajo del fondo, quizá por ver si allí se esconde la cordura que algunos perdieron.
        Abandonamos este soplo de frescor, también la senda que ahora desemboca en la pista que lleva a Biel, alcanzando el punto en el que el arroyo de Calistro da de beber al Arba, en sus primeros momentos de vida, para guiarnos en lo que queda de camino.
        La exhuberante vegetación cubre la fuente de Pompillo, que pasamos de largo. Tampoco nos detenemos en el refugio de los Estrechos, restaurante que fue en la anterior ocasión, para continuar por la pista. Nos llama la atención una construcción que asoma entre el bosque, se trata de un antiguo abejar.
Abejar
        Aceleramos el paso, pues como decía arriba, vamos con hora pues hoy sí, hoy, después de las varias veces que hemos aterrizado en Biel, vamos a darnos el gustazo de darle rienda suelta al pecado capital de la gula.
        Del bello pueblo de Biel no voy a contar de su historia, de sus calles y plazas, de sus casas, de  su iglesia, de su torre, etc, ya lo hice en las anteriores ocasiones (abajo dejo enlaces).
        De vuelta a casa, las curvas de la carretera y la alegría del buga colaboran a digerir el abundante y rico, riquísimo alimento que nos han servido en el afamado garito de Biel.
        Bien claro me habéis mostrado, compañeros que, como el Calistro y el Paniagua, la fuente de la amistad, aquí entre el bosque, como agua del arroyo, unas veces se embravece y otras se remansa pero que, al final, torna en ancho mar.
        Hasta pronto

Datos técnicos:
Recorrido

Perfil
Distancia: 12 Km.
Desnivel positivo: 360 m.
Desnivel negativo: 360 m.

Otros ratos por esta zona

viernes, 5 de junio de 2020

PICO DEL RAYO (Circular desde Inogés)

Día 2 de junio de 2020
         Tras permanecer en el más disciplinado de los confinamientos originado por el estado de alarma, aprobado en el parlamento, aquí estamos de nuevo, ahora toca rapelar la más alta de las montañas del planeta que nos ha tocado ascender: el Covid19.
La partida
        Hemos cancelado los próximos proyectos que requerían el uso y reserva de alojamientos, viajes, etc.; no importa, las montañas y sus senderos siempre estarán allí y si el cuerpo aguanta ¡que tiemblen!.
        En este tiempo hemos intentado mantener la forma física con ejercicios en casa y alguna caminata, estilo "nordic walkind macarronico", por las afueras de Zaragoza. ¿Hemos mantenido la forma? Esta primera salida al monte nos ha puesto en nuestro sitio y sí, muchos youtubers y telepreparadores físicos pero nada, el monte, como el camino, se hace andando. Ya no digo nada de la cantidad de deportistas que el coronavirus ha sacado de debajo de las piedras, en los primeros días de desescalada; calles, avenidas, paseos y orillas fluviales se asemejaban a la maratón de Nueva York.
Inogés
      Pues eso amigos, que las evolutivas normas de la desescalada nos han permitido escaparnos a subir algún que otro pico en nuestra provincia, pues en Zaragoza "haberlos haylos".
        En esta ocasión nos vamos a fabricar agujetas por la sierra de Vicor, o Vicort, o la Vicora que así la llaman los lugareños, sierra que, majestuosa, se eleva entre los valles de los ríos Grío y Perejiles.
        No es la primera vez que ascendemos al Pico del Rayo, de hecho en la primavera del 2013 subimos este monte en una excursión circular saliendo desde Viver de Vicort (se puede ver aquí).
          Inogés se asoma al valle del río Grío con esa gallardía que le mantiene unido a la Vicora y a las bodegas, con sus lagares, que las pasadas generaciones labraron bajo el suelo de sus calles, bodegas comunicadas entre sí mediante caños y pasadizos. En la plaza, la Fuente de dos Caños parece querer testificar tal hecho; mientras, el lavadero y el abrevadero se encuentran inactivos. Me llama la atención otras bodegas, se trata de cuevas excavadas en la ladera, junto a la carretera por la que hemos llegado, que supongo se emplearían en el pasado para conservar el vino.
San Miguel
        Sobre el resto de construcciones destaca la iglesia de San Miguel, construida en el siglo XVI. Dos referencias más de culto religioso, son la ermita de la Virgen de Jerusalén, lugar en el que concluirá nuestra marcha de hoy, y el peirón de la misma virgen, desde donde la iniciamos. ¿Será esta una "santa jornada"?, veremos.
          La partida la componemos Alfredo, María Ángeles, Maite y un servidor, componentes que, en compañía de un vecino de Inogés, nos ubicamos las botas en cada uno de los pinreles, para comenzar a caminar por una fresca y verde pista desde la que, poco a poco, vamos dejando el peirón, la virgen y la población atrás.
Hermosa primavera
             El monte está espectacular; esta primavera, de abundante pluviometría y de escasa presencia humana, ha fertilizado el paisaje en el que brotan mil y una flores que ofrecen su néctar a los insectos entre los que destacan las mariposas: ababoles (amapola en Aragón); viboreras; tomillos; flámulas; escaramujos; lavandas cantahuesos, abundante en estas sierras; férula común; etc. En fin, todo un espectáculo perfectamente armonizado por el bello cantar de los pájaros que, a nuestro paso, parecen demostrar que también ellos se unen al homenaje que, desde sus balcones, las gentes de pueblos y ciudades hemos dedicado a los trabajadores de la sanidad en todo el planeta.
Lavanda cantahuesos (Lavandula stoechas)
Férula común
Mariposa  podalirio o chupaleches (Iphiclides podalirius)
Entre encinas
        El camino nos lleva por la margen derecha del barranco de la Sierra, el rumor del agua no logra acallar el croar de las ranas que se han unido al concierto de los pájaros.
        En esta espléndida mañana comenzamos caminando bajo la sombra de encinas y pinos, el camino asciende amablemente en dirección oeste, eso sí, extrayendo de los poros de los cuatro los primeros sudores. No es de extrañar, pues Inogés ya lo vemos, allá abajo, cada vez más pequeño.
        A la hora y cuarto de andar, abandonamos la pista para, en un fuerte giro, dirigir los pasos en dirección sur por un florido y agradable sendero local, señalizado con marcas blancas y verdes, en el que comienzan a aparecer, mezclados entre los pinos, algunos ejemplares de acebo.
Desconfinamiento
        En el tramo en el que ahora nos adentramos, si tiráramos a la basura mapas, brújulas, navegadores, etc. la imagen sería la de cualquiera de las sierras pirenaicas. Pero no, estamos en la Vicora disfrutando de una primera mañana de desescalada sanitaria verdaderamente emocionante, se ve en nuestros semblantes.
        Pronto alcanzamos, ubicada en la GR 90.2, la caseta blanca de Inogés o refugio del Acebal; es hora de echar algo de energía al cuerpo y, como de costumbre, el plátano es el rey de tal menester.
        Como por la tarde anuncian tormenta, pronto reanudamos el camino. 
        Dos opciones: seguir la GR 90.2 que sube hacia el pico, o la senda que, más empinada, arranca en la misma pared derecha del refugio. Elegimos la segunda opción y no nos arrepentimos.
Avanzando entre lavanda

Refugio del Acebal
Senda del Acebal
Por verde sendero
Acebo
Ya queda poco para la cumbre
        Aunque obstaculizada por algún pequeño desprendimiento y la densa vegetación, la senda, perfectamente señalizada, nos lleva por un hermoso acebal, cuyos ejemplares se unen a los pinos en un precioso cuadro. No es la mejor época para que el acebo muestre todo su esplendor, en invierno los ejemplares femeninos muestran sus frutos rojos que contrastan con el verde intenso y brillante de sus hojas.
        Encabezo el cuarteto, atrás observo que el confinamiento por el coronavirus no ha sido cosa de broma; nada que ralentizar la marcha no pueda curar.
        Poco a poco, accedemos a una pista, aquí el bosque ha dado paso al prado verde por vocación y florido por devoción. Ya vemos la cima, sus antenas la delatan.
Pico del Rayo
        En pocos minutos, la pista nos deja en la cumbre del pico del Rayo que con sus 1427 metros nos regala una gran panorámica, eso sí, algo recortada por la bruma, propia de la cálida mañana de hoy.
        Aquí nos encontramos con la primera (será la única) persona de todo el día; se trata de Miguel, hombre fuerte y de aspecto bonachón, encargado de, desde su confortable caseta, observar la posibilidad de incendios. A Miguel se le nota el agradecimiento de poder conversar con alguien.
        Además de ofrecerse a fotografiarnos, el hombre nos explica algunas curiosidades que en la otra ocasión nos pasaron desapercibidas, como una cruz labrada en una piedra o en otra, en la que él pintó una rosa de los vientos.
En la garita de Miguel
Cruz tallada

La rosa de los vientos de Miguel
Próximos a la cumbre (detrás el valle del Grío)
        Hacia el N.O. podríamos ver el Moncayo, pero nuestra vista no alcanza tan lejos, eso sí, más cerca el cerro de Santa Brígida, o pico de la nevera (1411 m.), nos muestra la multitud de antenas de las que destaca su "bola", todas ellas dentro de la instalación militar, en otros tiempos de uso conjunto hispano-norteamericano. Lógicamente, como en otras cimas, imposible alcanzar su cumbre por encontrarse en el interior de la cerca.
        Más hacia el O. se ve la sierra de Armantes, bajo la que se alberga Calatayud y su castillo de Ayud; más cerca el río Perejiles, afluente del Jalón, discurre por su valle, cuyo color verde intenso delata la fertilidad de su tierra, Serán los agricultores del valle, quienes recojan los frutos que, como la actual cereza, tan ricos nos parecen a los consumidores.
Belmonte de Gracián desde el castillo
        Perejiles, río de poco caudal pero de gran patrimonio; río de pueblos, pueblos con historia, pueblos con buen patrimonio cultural y artístico, pueblos con buen vino y mejores gentes: Mara, con sus vestigios celtíberos; Miedes, con iglesia, convento y rica garnacha; Belmonte de Gracián, cuna de don Baltasar con las ruinas de su castillo musulmán del siglo X; y Villalba de Perejil, que tuvo dos ermitas, la de Santa Ana la Vieja y Santa Ana la Nueva.
        Girando la vista 180 grados, otro río, el Grío, parece envidiar al Perejiles y pinta otro magnífico valle en el que se albergan varios pueblos entre los que destaca Tobed con su rico patrimonio mudéjar y Santa Cruz de Grío, pueblo en el que el barro se torna en arte.
Por la senda de Las Borderas
      
        Cierra el valle la sierra de Algairén, tantas veces recorrida por nuestras botas.
        Podríamos ver mucho más allá pero, como he dicho, la bruma nos lo impide, además comienza a confundirse con las nubes que se elevan hacia el cielo para, convertidas en "cumulonimbos de desarrollo vertical", terminar en la temida tormenta de tarde que queremos evitar. Así que ––amigo Miguel, date por despedido que nosotros no vamos "p´abajo"––.
        Como habíamos decidido realizar la ruta de forma circular, el descenso lo hacemos tomando la senda de Las Borderas, que parte unos metros más abajo, a la derecha de la cumbre y desciende bruscamente, vamos, con poca compasión para con estas piernas desacostumbradas a tal menester. Además del fuerte desnivel, la huella de los ciclistas, amantes del derrape que les facilitan los modernos frenos de disco, han dejado algunos tramos algo peligrosillos. Aquí, el que suscribe, no solo no tiene nada en contra del uso de la bicicleta, sino que apoya su uso para el ejercicio, la salud, el medio ambiente, el turismo, el transporte, pero ¡leches!, alguien, en los montes de Aragón, tendrá que poner un poco de orden, por no decir sentido común. La verdad es que no confío mucho en el estadista mayor del reino.
En la cantina
        Seguimos perdiendo metros por el sendero que, zigzagueando,  se abre paso en una densa y hermosa vegetación, sendero que en uno de sus puntos alberga unas piedras que, en un minuto, convertimos en una acogedora "cantina con vistas". De las mochilas, como si de chisteras de mago se tratase, aparecen ricas viandas y cuatro latas de frías "Ámbar" que sientan de primera.
    Sí, muy bien, pero el cielo nos aconseja realizar la sobremesa en el camino, así que lo hacemos agitando el aparato digestivo al ritmo que nos marca el descenso.
        Alcanzada la pista que baja en bucle, la abandonamos por un cortafuegos en el que unos mojones indican el camino a seguir.
        Atrás parece que algunas rodillas empiezan a quejarse; no es extraño, pues el tiempo que han permanecido confinadas, las ha dejado más flojas que la mollera de algunos "seudo-expertos en temas víricos".
¡Esas tabas!
        Alcanzada la cota 980, la senda se adentra en un bosque de carrasca y encinas, a nuestra derecha se adivina la profundidad del barranco de Las Barderas. Aquí la senda desciende más suavemente, cosa que las tabas agradecen profundamente, lo adivino por el semblante del personal que parece haber recuperado la alegría que les caracteriza; más, si cabe, cuando aparece el núcleo de Inogés al que accedemos por la ermita de la, ya mencionada, Virgen de Jerusalén.
        Camino de casa paramos en El Frasno a adquirir unas cajas de sus ricas y famosas cerezas que tan bien cultivan los frasneros y frasneras.
Agotados en las puertas de la ermita
        No hemos quitado el síndrome de abstinencia montañera, lo hemos hecho con la prudencia que requiere el actual momento de desescalada sanitaria, en estos duros momentos que el Covid19 nos está haciendo vivir, desescalada que debemos hacer con la prudencia que se nos pide desde los órganos responsables a los que les ha tocado combatir este temido virus. Ya sé, en nuestra amada patria somos 47 millones de expertos en virología, pero mi opinión es que hay que dejarles trabajar; a los otros, los voceros del reino, ¡que se callen! y si no pueden hacerlo que hablen con educación y sentido común, que se les supone. Y si no es así, habrá que decirles los que ya les dijo José Antonio Labordeta: ¡vayanse a la mierda!.
        Hasta pronto
Datos técnicos
Recorrido


Perfil:
Distancia, 9, 2 Km
Desnivel positivo, 710 m.
Desnivel negativo, 710 m.