jueves, 30 de noviembre de 2023

PARQUE NATURAL DE PAGOETA (circular por los picos Olarteta, Murugil) Y HERNIO (o Ernio)

 Día 26 de noviembre
        Por aquí llueve, día sí, día también, pero hoy se abre la ventana celeste y, nada, cogemos el buga y nos trasladamos hasta el parking de Iturraran (215 m.) ubicado junto al centro de información del Parque Natural de Pagoeta, con la intención de realizar una ruta circular por estas verdes tierras.
Recorrido circular
Perfil:
Distancia, 12,4 km.
Desnivel + 725 m.
Desnivel – 725 m.
        No tardamos en iniciar la marcha, descendiendo por un sendero botánico que ya nos anuncia que tenemos asegurado el barro, pero de momento solo es eso, un anuncio. Dicen que este sendero, de unos 3,5 km. cuenta con unas 5500 especies catalogadas.
Primeros pasos
        El descenso concluye en la ferrería de Agorregi. Un cartel nos indica que a las 12 h., hay visita guiada; es pronto y no podemos esperar, pero, ¡eureka!, en este momento llega un coche con el encargado del garito que nos abre la puerta y nos explica el funcionamiento de la ferrería, que reproduce fielmente la industria de elaboración del hierro en el siglo XVIII. 
Ferrería de Agorregui
        Destaca su inmenso martillo que, en su día, golpeara el metal y el gran fuelle usado para avivar el fuego, movido mediante energía hidráulica. Un rincón inmutable, desafiante frente al inexorable transcurso de los años; resguarda en su seno el alma de una venerable tradición centenaria que personifica de manera ejemplar la riqueza cultural de ese viejo oficio.
Martillo
Fuelles
        Un vistazo al molino, que se encuentra junto a la ferrería, y seguimos la contracorriente del arroyo Mindiko, alcanzando el salto que se desprende, desde la toma de agua, para alimentar el conjunto de ferrería y molinos.
Salto del Mindiko
          Ahora, el sendero se eleva con la gracia de un suspiro ascendente. Lentamente, el bosque despeja su camino para revelar extensos prados, hasta alcanzar la serena morada del caserío Gorostiola.
Por las orillas del Mindiko
            Aquí tomamos una pista asfaltada para alcanzar Aia (331 m.), pueblo que, a pesar de las nuevas construcciones, mantiene un centro urbano en el que se alojan, entre otras construcciones,  la casa consistorial y la iglesia de San Esteban (1350) que tenemos la suerte de, estando abierta, visitar. Frente al monumento, una cafetería nos acoge para tomarnos un café, pues hemos decidido tomarnos el día con tranquilidad.
Iglesia de San Esteban, en Aia
Nave y retablo de la iglesia.
            Abandonamos Aia por la, que debe ser, la calle más empinada del pueblo. Pronto estamos caminando por una estrecha senda que discurre por la ladera del monte Arreta. Este tramo de sendero, no solo lo usamos los humanos, las vacas dejan en el suelo embarrado sus huellas (las de las pezuñas y las de sus restos digestivos). Resumiendo: a pesar de evitar caer en el fango, terminamos este tramo, de unos 900 metros, con el calzado y las perneras, prestos para un buen lavado.
––Vaquita, vaquita, ¡qué camino nos estás dejando!
        Afortunadamente, la cosa finaliza en un viacrucis (literal), un conjunto de cruces en lo alto de una loma, desde la que se divisan un conjunto de montañas, entre las que destaca el Ernio, centro geográfico de Guipuzcoa; otro día si el tiempo lo permite... (ya veremos). Entre cruz y cruz, aparcamos nuestras posaderas en sendas piedras y nos tomamos un tentempié que, ¡leches!, ya nos lo hemos ganado.
¡Vaya cruz! (de camino)
Una cruz y un par de santos
        Seguimos subiendo. Arriba se adivina la cumbre del día, el Olarteta (714 m.), a la que, campo a través, en unas lazadas, alcanzamos en una soleada mañana.
En la cima del Olarteta. Abajo se ve Orio
        La vista se nos va hacia el norte: el Cantábrico se pierde en el horizonte; bajo nuestros pies, abrazadas al mar, vemos las ciudades de Zarautz, Orio y San Sebastián. Hacia el resto de puntos cardinales, extensos prados y varias cadenas montañosas desconocidas para nosotros. Aquí nos encontramos con las primeras personas (y casi las últimas), exceptuando el paso por Aia, del día, lo que nos sirve para intercambiar cámaras y retratar el momento de unos y otros.
Vistas desde el Olarteta
        Continuamos nuestro recorrido por un terreno llano, siguiendo el pintoresco camino que serpentea entre vallas que delimitan tierras de pastoreo. Con algún pequeño desvío, llegamos a orillas del sereno Murugil (717 m.) y, poco después, nos encontramos con la enorme Cruz de Pagoeta (670 m.). Este es un lugar idóneo para detenernos, disfrutar de un merecido descanso y saborear un delicioso bocado.
Maite, bajo la Cruz de Pagoeta
        Con los deberes gastronómicos cumplidos, iniciamos el descenso de manera brusca. El terreno se encuentra algo resbaladizo, por lo que hay que tomar precauciones.
        No es que me gusten los caminos anchos y asfaltados, pero, después del tramo que hemos transitado,  alcanzar el collado de Lizarra, ¡caray!, se agradece.
Un tramo de suavidad
        ¡Qué poco dura la alegría en casa del pobre!, máxime cuando una señal nos confunde, pues el camino hacia donde señala, está cortado con una valla bien soldada. "No problem", tomamos otro camino que va, más o menos, paralelo hasta alcanzar el caserío Mindi. 
Va quedando poco
        Más adelante, cruzamos el barrio de Laurgain. Descendemos con cuidado, evitando pisar la diversidad de setas que pueblan nuestro camino, sobre las cuales, mi conocimiento no abarca para determinar su comestibilidad. 
Sacada de la colección
Papá y mamá
La primera de la...
... fila
¿Hotel "el algarrobico"?
            De manera gradual, nos acercamos al culmen de nuestra travesía, corroborando nuestra ubicación al alcanzar la carretera previamente transitada con nuestro "buga".
            Llega el momento de retornar a Cestona y brindarle a nuestro calzado una meticulosa limpieza, ya que se encuentra cubierto de barro en cantidad suficiente como para emprender la apertura de una auténtica alfarería.



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MONTE ERNIO, O HERNIO (intento)
        Como apuntaba, tres días después, 29 de noviembre, las predicciones meteorológicas anunciaban un poco de paz, allá arriba, en el cielo, para que los de aquí abajo, en la tierra, pudiéramos subir a esa cima de la que dicen, es el centro geográfico de la provincia de Guipúzcoa. 
        Pues allá que vamos. El buga ataca curvas, cuestas, bosques, prados, valles..., hasta alcanzar el caserío Iturrioz.
Caserío de Iturrioz
        Descabalgados del coche comenzamos a darnos cuenta de que los pronósticos han errado, aun así, "tapadicos hasta el gorro", comenzamos el camino descendiendo unos metros hasta la humilde ermita de San Juan Bautista.
Ermita
        A pesar de que algunas gotas de lluvia caen suavemente, nos aventuramos a ascender por un pintoresco sendero que discurre a través de un bosque. Este camino, adornado por grandes ejemplares de alerces, castaños y hayas, nos sumerge en la serena majestuosidad de la naturaleza mientras ganamos altura gradualmente en un terreno que, aunque no presenta grandes dificultades, nos regala uno de esos momentos en que la magia de la naturaleza impregna el ambiente. 
Por el bosque
        Tras salir de esta zona arbolada, a zona de pastos en la que pace el ganado, continuamos por el sendero bien marcado siempre. A partir de este punto es donde empezamos a contemplar nuestro objetivo, tan solo cubierto levemente en la cima.
El Ernio
        Alcanzamos el collado de Zelatun en donde hay un bar y refugio en una zona de recreo que, lógicamente, en estas fechas está más cerrado que el cielo que nos cubre. 
        Sopla un viento frío y húmedo. Miramos hacia la cima de nuestro objetivo, el Ernio, y cada vez está más cubierta por las nubes. Valoramos si seguimos o no; pasa por allí "Doña Prudencia" y nos aconseja que regresemos, que está segura de que el monte no se va a mover.
En el collado de Zelatun
        Efectivamente, concedámonos una postrera contemplación al majestuoso Ernio. En este instante, la cima no se encuentra simplemente velada por las nubes, sino que todo el macizo se ve envuelto en esta etérea atmósfera. 
        Con este escenario cautivador, iniciamos nuestro descenso con ánimo renovado. ¡Adentrémonos con gracia en otras alturas que nos aguardan más adelante!
El Ernio, unos minutos después
        

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        Aprovechamos el resto de la jornada para visitar Oñate, con su Universidad, fundada en 1540, y su Iglesia de San Miguel Arcángel, de estilo gótico.
Universidad
Iglesia


viernes, 24 de noviembre de 2023

VALLE SASTARRAIN (un paseo circular)

 Día 24 de noviembre de 2023
        ––Maite ¿qué tal si aprovechamos estos días  de balneario, para entre aguas y aguas, ver si nos queda un hueco y nos damos un garbeo por los alrededores de Cestona, o Zestoa que es como se dice en euskera? Esto de los baños es un "sinvivir" (es broma): que si chorro por aquí, burbujas por allá, trago en ayunas de un agua que sabe a todo menos a eso (la compensamos con alguna birra), inhalaciones varias... Y todo en un paraje que nos atrae, donde los bosques vascos parecen atraernos magnéticamente. En cualquier momento libre, ¡hale!, cogemos la mochila y ¡a gastar calcetín!
Bosques y prados
            En esta ocasión, desde la misma puerta del balneario, tomamos un  agradable camino, por el que en otros tiempos discurría el ferrocarril del Urola, que discurre paralelo al caudaloso río Urola; y hoy, convertido en una bonita vía verde. La vieja estación es testigo del ir y venir de aquellas gentes dedicadas a la industria del valle.
La vieja estación
            Tras pasar junto al puente de Zubizarra, que da acceso a Zestoa, dejamos, camino, vias y río, para, a la altura del Palacio medieval Lili, desviarnos a la izquierda (W) para tomar otro camino que nos introduce en el valle Ekain.
Palacio Lili
        No tardamos en alcanzar el Museo Ekainberri, un centro en el que se encuentran reproducidas las pinturas rupestres de la cueva que se encuentra algo más arriba y, que entre todos los dibujos, se encuentra el conjunto de caballos más perfecto del arte Cuaternario.
Detalle de las pinturas de Ekain
        Poco a poco, el agua del arroyo Sastarrain (o Zastarrain) va cobrando el protagonismo que merecen sus bravas aguas, su música, su serpentear a través de un denso bosque en el que, en cualquier momento, nos podríamos encontrar con Basajaun, aquel señor del bosque de la mitología vasca.
Aguas del Sastarrin
        Absortos, hipnotizados por el paisaje, tras un pequeño despiste, dejamos las aguas del  Sastarrain para remontar las del arroyo Golzibar y vadearlo con  dificultad por el caudal que llevan estos barrancos.
Maite observa el curso del agua
        A partir de aquí, el sendero se torna poco amable para con nosotros dos, pues da la sensación de que, excluyendo algún animal, debemos ser los únicos humanos que lo transitamos en mucho tiempo. Árboles caídos, ramas, barro, etc., los salvamos con prudencia. Se nota que este sendero es poco transitado.
Tramo poco transitado
        Afortunadamente, nos introducimos en un impresionante castañar. El camino se encuentra tapizado por las hojas y los frutos, caídos desde sus altas ramas.
Por el castañar
Gradualmente, la exuberante arboleda cede su espacio a vastos y exquisitos prados, de un verde resplandeciente, donde ejemplares de ganado vacuno, caballar y ovino pastorean con serenidad, mientras estos, los observadores más cercanos, contemplan el transitar de estos dos seres humanos. Incluso tenemos la fortuna de presenciar, en la quietud de un charco, el fascinante proceso de eclosión de los huevos de rana, quedándonos maravillados al ver emerger de ellos a los diminutos renacuajos.
El milagro de la vida
        Las vistas se pierden entre las montañas vascas: los caseríos se dispersan en las laderas y valles; cuando pasamos cerca de uno de ellos, los perros nos saludan con feroces ladridos. Afortunadamente, las vallas nos separan de ellos. El heno, perfectamente apilado en "pajares", espera ser alimento del ganado, cuando llegue el invierno.
    El camino desemboca en una pista asfaltada que no dejamos hasta desembocar en el puente de Zubizarra, cerrando así el círculo de nuestra ruta. 
Paisaje vasco
Pajares, comida para el invierno
        Antes de regresar al balneario, echamos un vistazo a la Fuente Lauiturrieta, de monumental construcción de 1792, para acercar el agua potable a la villa de Zestoa. En 1821 se añadió el lavadero, convirtiéndose en punto de reunión de las mujeres del pueblo.
Fuente Lauiturrieta
Lavadero
        No regresamos por la vía verde, optamos por hacerlo por un agradable paseo que discurre junto a las orillas del Río Urola.
De regreso, junto al puente Zubizarra, por el Urola
        Hemos caminado por una ruta encantadora, sin más objetivo que deleitarnos con la belleza del paisaje, la exuberancia de la naturaleza acariciada por caudalosos arroyos, una enriquecedora porción de historia y la apacible soledad que tanto nos falta en las bulliciosas urbes.
        Hasta pronto


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miércoles, 22 de noviembre de 2023

UN PASEO POR EL GÁLLEGO ZUFARIENSE

Día 19 de noviembre de 2023
        Aunque nuestro único propósito para este fin de semana era simplemente disfrutar de un merecido descanso en la "inmortal Caesaraugusta", aprovechando el calorcico del brasero, no podíamos dejar pasar la oportunidad de sumergirnos en la agradable mañana que nos ofrecía este clima caprichoso y lleno de sorpresas. Pues nada, vamos a ver qué pasa.
Hacia allá vamos
        En esta ocasión, la distancia y los desniveles dejan de ser protagonistas; lo que realmente importa es la grata compañía proporcionada por el grupo de "Marcha Nórdica CAI". 
Marchadores
        Además, la presencia de un río con aguas inusitadamente turbulentas, el Gállego (Galligo en aragonés o el Galligum romano), y el frondoso soto que lo abraza, logran compensar la ausencia de otras cotas. 
Un poco de luz en el río
        La ruta presenta un original trazado: no es circular, quizás algo lineal (no del todo), pero siempre cerca de un río, castigado donde los haya, pues desde su nacimiento, allá en el Col d´Aneu , hasta su desembocadura en el Ebro, ha de salvar varios embalses y desvíos para dar de beber al "Valle" y enriquecer a las eléctricas.
El protagonista de la película
        Pues allá que nos vamos. En pocos minutos estamos en el bar de la zona deportiva de la "Villa de Zuera" con un café, y un par de churros, para calentar la fresca mañana. Poco a poco van llegando unos y otras, para, a la de tres, comenzar a caminar.
        Para empezar llevamos nuestros pasos hacia el "Parque Fluvial del Gállego", pronto comenzamos a sentir el rumor de las aguas que el río, poco acostumbrado a ello, traslada hacia el Ebro. 

            Nos detenemos en un observatorio de aves, pero unas están dormidas y otras andan en otros lugares (ya llegará la primavera), tan solo se ven planear algunas cigüeñas. En estas fechas deberíamos ver volar hacia Gallocanta, a las bandadas de grullas, pero parece que el cambio climático las tiene a buen cobijo en tierras del norte europeo.
En el observatorio de aves
        Unos pasos más allá, el grupo al completo, nos detenemos en un mirador que se cuelga sobre el soto, balcón desde el que contemplar las variadas especies de una vegetación que todavía presume de los colores otoñales: capos, álamos blancos, sauces, fresnos, olmos..., cada uno de ellos con su pincelada de oro.
Vegetación propia del soto
        Más adelante, siempre en la margen derecha del río, llegamos a un pequeño monolito dedicado a las "13 Rosas", en homenaje a aquellas trece mujeres que fueron fusiladas por los franquistas. Pese a que los herederos de aquel régimen pretende acallarla, la memoria es imborrable. Y para los desmemoriados, léase este artículo.
            Sin abandonar el parque fluvial, dejamos este lugar volviendo sobre nuestros pasos, hasta alcanzar un mandala, desarrollado por los escolares de los centros escolares de Zuera, a base  de cantos rodados, pintados por los zagales, que pretende ser un espacio de reflexión sobre el cuidado que necesita nuestro planeta.
Mandala
        No dejamos el Parque del Gállego, ahora nos acercamos a una zona repoblada de pinos y chopos. Aquí se erige una obra escultórica de hierro, coronada por una paloma, símbolo de paz, que se denomina "La Concordia".
La Concordia
        Aprovechamos el lugar para realizar un inmerecido descanso, que algunos aprovechamos para tomar un, también inmerecido, tentempié.
        Pero hay que seguir el camino, por una alfombra de hojarasca, que se despliega majestuosamente entre las doradas tonalidades de una frondosa chopera. 
Caminando sobre alfombras
        El próximo paso nos invita a transitar por la GR.234, célebre por ser el largo "Camino de la Jorgeada", que conecta la emblemática Plaza del Pilar en Zaragoza con la serena Ermita de San Jorge en Huesca.
        Este tramo discurre, por unos metros, sobre la carretera N-330, que nos sirve para cruzar a la margen izquierda del Gállego y, posteriormente, pasar un túnel que salva otra vía, la A-23.
Señalización de la GR.234
        Abandonamos el GR.234, para seguir un camino que se abre paso entre el verde de los campos de mies, unas veces, y de la alfalfa (alfalce le decimos en Aragón).  
Mi sombra sobre la mies
        Miro hacia el norte, el Tozal de Guara y el Fragineto describen la figura de aquel gigante yacente, cuya leyenda conté en esta otra ocasión. Más allá, asoman algunas cumbres pirenaicas pintadas de blanco, como las Tres Sorores y Collarada. Las venas de otras cumbres, que desde aquí no divisamos, alimentan cursos fluviales como este que hoy protagoniza nuestra soleada mañana.
Patos en el Gállego
        Si más historia que las charradas de los unos y las otras, conversaciones de lo más variado, alcanzamos una especie de canal hormigueado, curso final del Barranco de la Violada, final, también, del camino.
Los andadores
        Tan solo nos queda desandar lo andado, rebobinar esta cinta en la que los protagonistas se funden con los colores de la naturaleza, en la que el Gallicum se resiste a los avatares de los "césares d´acá  y d´ahora".
Últimos pasos
        La caminata concluye en el mismo lugar del principio, pero aquel café mañanero se ha tornado en fresca cerveza y los churros han dado paso a unas tapas de esas de "chuparse los dedos".
        Más que caminar, nos hemos deslizado junto al río, bajo los árboles, danzando un otoño en su hechizo más mágico. 
Colores mágicos
        Pero no olvido que allá en, oriente, la guerra sigue dejando su trágica huella; duro invierno les espera, yo anhelo que la primavera traiga consuelo a los niños que el invierno haya respetado.
        Sueño con que nuestras humildes huellas tracen caminos de cordura, que los vientos dispersen la intransigencia de los personajes que, por acción u omisión, participan de esa y otras masacres. A nosotros nos queda el consuelo de seguir los senderos; senderos que, como este, no sean de ida y vuelta, que nos lleven hacia un lugar más humano.


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