domingo, 29 de septiembre de 2019

CAMINO DE SANTIAGO DEL NORTE EN SEPTIEMBRE (Última entrega)

 ...Continúa de la segunda entrada.
                   Amanece, el indiano sigue durmiendo; el sol se levanta como puntero del día en un albor hermoso; hermoso como el despertar de este nuevo día de septiembre, tan hermoso como la luna llena que se va escondiendo; atrás queda la luminosa nocturnidad de la noche. Poco a poco, los rayos de luz van pintando el alba, en el cielo las nubes dibujan indefinibles figuras blancas de algodón, filtrando la luz como la tulipa de una lámpara.

Día 13 de septiembre de 2019 (De Villanueva de Colombres a Llanes)
¿Es por aquí?.
            En la "Quinta" sirven el desayuno algo tarde para el caminante, así que salimos en ayunas con la idea de tomar fuerzas en La Franca, lugar en el que no solo tomamos el café; tras dos días, con algún despiste, retomamos el trazado oficial del "Camino".
              En esta etapa, paso a paso, metro a metro, vamos descubriendo la belleza del paisaje asturiano, paisaje con dos protagonistas enzarzados en una lucha por demostrar cual de ellos es el más hermoso: son el mar y la tierra. El árbitro de la pelea es el "Camino" que, ahora sí, ahora recorre senderos que, a izquierda y derecha, miran a los "Picus" y al Cantábrico. En este escenario vuelven a aparecer más peregrinos que en anteriores días, ¿será que algunos obvian recorrer el tramo de Cantabria? (como solemos comentar: "nosotros no somos puros pero sí tozudos").
San Acisclo.
            Hace calor, llevamos una docena de kilómetros y, en Pendueles, a la sombra de un castaño bendecido por San Acisclo, titular de la iglesia en la que se asientan el árbol y nuestros traseros, nos tomamos los reglamentarios plátanos de maitines.
         Antes de abandonar Pendueles adquirimos víveres, pues en adelante no encontraremos establecimiento alguno en este camino que discurre por el GR.E.9.
              Pronto estamos caminando por una acusada pero breve pendiente de bajada hasta el arroyo de Novales, a cuyas orillas se asienta un camping repleto de surfistas, la playa de Vidiago, a la que llegamos, les proporciona buenas olas.
Playa de Vidiago.
Ascendiendo hacia los acantilados.
En los acantilados.
        Entre encinas, laureles, sauces y siempreverdes vamos ascendiendo hasta los acantilados costeros. La senda se marca claramente entre el prado, senda que nos enseña los Bufones de Arenillas, un conjunto de doce bufones declarados monumento natural por su singularidad geológica. Con la mar viva se pueden ver sus fumarolas de espuma blanca y escuchar sus bufidos. Pero hoy no toca, la mar está en calma. No obstante nos asomamos a las impresionantes simas que esculpe el agua del cantábrico.
––¡Como se ponga la mar brava!
Pasarela sobre el río Purón.
       Seguimos nuestro animoso caminar, adelantamos a una peregrina que carga una gran mochila, modelo armario ropero.       
          Dejamos los acantilados por un camino que atraviesa densas plantaciones de eucalipto hasta llegar a un mirador sobre el río Purón desde el que se distingue su desembocadura, río que, tras descender a su cauce, cruzamos por una singular pasarela en la que un cartel anuncia un máximo de veinte personas.
            Chino chano, casi sin darnos cuenta, pero con las cornetas gástricas tocando a fagina, estamos en Andrín junto a un lavadero y una fuente, aposentados en torno a una mesa,  con unas latas de sardinas abiertas, con queso montañés de postre y con "cuatro botellas de buena cerveza" (¡leches, nos las hemos ganado a pulso!).
Lavadero en Andrín.
           La senda prosigue por un empinado sobreancho de una carretera local que culmina en el mirador de La Boriza, desde donde se disfruta de una extraordinaria vista de los acantilados costeros y del núcleo de Cué, la playa de Ballota y la villa de Llanes, teniendo como fondo la sierra de El Cuera. 
Con un calor impropio de estas fechas, agradecemos alcanzar la Capilla del Cristo del Camino (1595), rodeada de un tupido arbolado.
En la Capilla del Cristo del Camino.
Esta pequeña capilla, tiene su viacrucis, tiene un reloj de arena y, tiene también su leyenda:
“Atravesaban, a la caída de la tarde, un grupo de Peregrinos entre los cuales viajaba un poderoso señor francés, la garganta que forman la cuesta del Cristo y la cuesta Cué, en busca de la ermita como acostumbraban a hacer los Peregrinos, cuando un grupo de bandoleros atacaron a los caminantes.
Estos al verse en apuros, llamaron al amparo del Crucificado y se dice que, milagrosamente, una luz cegadora abatió a los bandidos.
Los bandoleros volvieron en sí, de la repentina ceguera pidiendo gracia y prometiendo que no volverían a asaltar a nadie. Los Peregrinos maravillados por el milagro, los dejaron ir y contaron el suceso a todos los que encontraban a su paso. Desde entonces, la ermita troncó su nombre primitivo de Santo Cristo, por el de el Cristo del Camino”. 
(¡Vayámonos, no sea que quedemos ciegos!).
         
Palacio del Portarríu (El Orfanato)
Solo nos queda descender unos 120 metros por un agradable sendero para alcanzar, entre algunas cinematográficas casas de indianos, nuestro destino: Llanes. 
            La kilometrada que nos hemos metido hoy no impide que, aseados como debe ser, salgamos a dar una vuelta por esta villa marinera, plagada de turistas.
                 Alcanzamos el mirador de San Pedro desde el que tenemos una buena vista del Cantábrico y del conjunto de la población con la playa del Sablón en primer término.   
          Descendemos para mezclarnos con la muchedumbre y acercarnos al dique del puerto, allí se encuentra la obra de Agustín Ibarrola "Los Cubos de la Memoria".
Restos del palacio del Cercau.
Los Cubos de la Memoria.
                  Concluimos la jornada ante unos buenos platos de fabada y algunos "bichos de mar" (Es la recompensa que nos regala "El Camino").
                  Hasta mañana, buenas noches.

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Día 14 de septiembre (De Llanes a Ribadesella)
En la playa de Palombina de Celorio.
       Hemos dormido en albergue, por aquello de evitar aglomeraciones nos apresuramos a desayunar pronto, antes que aparezca el resto de personal. 
          Ha sido una noche tranquila, Morfeo no ha sentido ninguno de los efectos característicos de la fabada.
         Ya en el camino, entre playas, cerros, vías estrechas, aldeas, y más playas, vamos comiéndonos los kilómetros como si nada.
          Alcanzamos Celorio, pueblo en el que se enclavó el monasterio y alberguería de San Salvador, en el año 1017, albergado por monjes benedictinos entonces y por jesuitas en la actualidad.
Monasterio de San Salvador.
             Pasado Barro y antes de llegar Niembro, en un arenal sobre una península al borde de una ría, se erige la iglesia de Nuestra Señora de los Dolores, un edificio clasicista, bello y ampuloso. Dicen que con la marea alta, reflejado en el agua, el templo presenta un aspecto de postal.
         Durante un trayecto caminamos por una carretera que nos posibilita admirar la playa de San Antolín y la desembocadura del río Bedón, una estampa embellecida por las vías del ferrocarril y por la inmensidad del mar.
Nuestra Señora de los Dolores.
En la playa de San Antolín.
Por el camino real.
           Pronto abandonamos la carretera para entrar en Naves, una aldea que nos muestra algunas casas de piedra y cal con sus balconadas de oscura madera. En las afueras abundan las "paneras", variante asturiana de los hórreos gallegos.
         La ruta discurre por el antiguo camino real que unía Llanes con Ribadesella. Pronto estamos en Nueva de Llanes, localidad que hoy se encuentra muy animosa, se celebra su fiesta mayor.
            Pero nosotros no estamos en fiestas, queda camino por delante y, ––¡hale!, dejen tranquilas a las gentes de Nueva que disfruten, que luzcan sus trajes regionales y sus balcones floridos––.
               Tras pasar Piñeres de Pría, el sendero asciende por un prado hasta alcanzar la iglesia de San Pedro de Pría.
San Pedro de Pría.
          Este templo que comparte emplazamiento con el cementerio, la casa rectoral y el viejo edificio de las escuelas, convertido en albergue en el que una placa nos recuerda que muy cerca nació el poeta y dramaturgo Pepín de Pría, tiene vistas al mar Cantábrico y a todos los pueblos de su parroquia: Belmonte, Llames, Villanueva, Garaña, La Pesa, Piñeres y Silviella.
            Los siguientes pueblos, aldeas, barrios... los recorremos en busca del lugar idóneo en el que abrir las latas de sardinas. No será hasta una mesa de madera ubicada bajo la sombra de unos castaños bendecidos por San Martín, el santo titular de la ermita, donde paremos a tal fin, eso sí, esta vez será el agua y no la cerveza la que riegue nuestros gaznates.
Una imagen refrescante.
Pronto estamos en pie y caminando, hace calor y apretamos el paso para llegar lo antes posible a nuestro destino, Ribadesella, cosa que, tras una buena calcetinada, conseguimos atracando el primer garito que encontramos para apaciguar la sed del "pobre peregrino".
Río Sella.
          Cruzamos el puente sobre el río Sella, meta de los regatistas que cada año descienden por sus bravas aguas en una jornada deportivo-festiva muy popular entre los asturianos.
      Aquí, en Ribadesella, mansamente, el río se deja llevar al mar; pero antes de entrar mira para atrás, mira todo lo recorrido, mira hacia las cumbres que le han visto nacer y, ahora sí, ahora  deja su vida en esas otras aguas que esta noche reflejarán la más hermosa de las lunas.
               Ha sido una larga etapa, un paseo por la tarde nos pone las garras en su sitio, paseo que concluimos probando qué es eso del "cachopo".
               Pronto estamos postrados sobre blancas sábanas y acogedor colchón.
               Buenas noches.

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Día 15 de septiembre de 2019 (De Ribadesella a Colunga)
Primeros pasos.
            Comenzamos a caminar por la orilla del mar,  la playa de Santa Marina está tranquila; en este hermoso día no tardaran las gentes en tumbarse en la arena para tomar las últimas sesiones de bronceado del verano que se nos va. 
          Con tranquilidad, vamos recorriendo toda su longitud admirando las hermosas construcciones que jalonan esta playa: casonas, palacetes, casas de indianos, todas ellas de vistoso estilo colonial. Todo un catálogo de la huella que dejaron quienes, mayormente, volvieron de las indias con los bolsillos llenos.
Villa Rosario
Triste mirada
           Antes de dejar el paseo marítimo, coincidimos con la preparación del "Concurso Exposición de Ganado Selecto de Ribadesella". Las ganaderías asturianas muestran impresionantes ejemplares de vacas y toros que sus dueños acicalan antes de comenzar la historia.
             Echamos un vistazo a los "toritos" y seguimos la ruta, no sin antes acercarnos a un horno a adquirir pan y unas empanadas que nos envuelven, estilo "para comer".
             El sendero transita por un lateral de una tranquila carretera que asciende sin parar atravesando la localidad de San Pedro, un gato blanco observa con incredulidad el paso de estos cuatro caminantes con olor a empanada.
Blanco felino.
En la panera.
             La subida culmina en la aldea de Abeu, desde aquí un camino empedrado, algo resbaladizo, llamado "El Calderón" nos acerca hasta Vega, una hermosa localidad cuyas calles nos muestran antiguas casonas, y varias paneras de mucho interés, entre ellas una con tallas de estilo de tradición medieval, así como una capilla dedicada a La Magdalena.
                 Abandonamos Vega por su playa y cruzando un pequeño puente que salva el regato del Acebo. Nos internamos en un estrecho sendero que sube por la ladera del monte Cueto desde donde tenemos una espléndida vista de la playa.
Dejamos la playa de Vega.
Caminando al borde del abismo.
          El siguiente pueblo es Berbes, desde el que comenzamos un agradable descenso hasta la playa del Arenal de Moris, bastante concurrida.
        Aquí comienzan unos kilómetros de gran belleza, más todavía cuando en algún tramo dejamos el "Camino" para recorrer las sendas que discurren por lo más alto de los acantilados. La Punta de la Atalaya nos acoge sobre las impresionantes paredes que nos separan del mar. Nuestros ojos siguen la accidentada línea de costa;  a lo lejos, Lastres blanco pueblo que parece querer sumergirse en la mar.
El prado sobre el mar.
A lo lejos: Lastres (zoom)
Playa de La Espasa.
        Como si del cielo descendiéramos, como si de un sueño despertáramos, como si ya hubiéramos visto todo lo visible, descendemos hasta la playa de La Espasa. 
             Por todo lo dicho, por todo lo visto, por todo lo caminado... ¡premio!: "cañones de estrella, jamón de Teruel, queso del principado y pan de Ribadesella"; el mar ante nosotros, en un día espléndido y con el buen sabor de estos productos y del camino recorrido ––¿quién da más?––.
           Pero, aunque ya queda poco, hay que seguir, cosa que hacemos accediendo a la carretera por un puente que salva el arrollo de La Espasa a cuyas orillas quedan las ruinas de una antigua venta.
Añadir leyenda
             A la altura de la población de La Isla, dejamos la carretera accediendo a un camino bastante protegido del sol por la densa vegetación. Nos llaman la atención el paso por los diminutos puentes romanos de Bueñu, uno de medio metro de ancho y el otro de poco más de un metro. De traza romana y de arco apuntado, se encuentran muy próximos entre sí y salvan la Riega Bueñu. 
Caminamos animados, a un lado y otro de nuestro paso, los manzanos repletos de fruto, comienzan a desprender ese aroma característico de la sidra asturiana. 
Uno de los puentes romanos de Bueñu.
Capilla de Loreto.
          Queda muy poco para alcanzar el final de la jornada, Colunga, población a la que accedemos por el camino en que se encuentra la Capilla de Loreto (S. XVII).
          Ya estamos en nuestras habitaciones. Conviene esperar a que bajen el sol y la temperatura, para dar un garbeo por la población, por sus calles y plazas, por su iglesia de San Cristóbal, una de esas iglesias que ha experimentado muchas reformas a lo largo de su historia. De origen románico, tan solo perduran de esa primitiva edificación unos fragmentos de ménsulas y capiteles localizados en la capilla del próximo cementerio. 
Iglesia de San Cristóbal.
Casa de Alonso Covián.
              Nos detenemos ante la Casa de la familia Alonso Covián, uno de los mejores ejemplos de la arquitectura renacentista asturiana.
             Finalmente acudimos a una sidrería, hay que probar ese caldo nacido de los miles de manzanos que hoy, ayer y mañana nos acompañan a lo largo del "Camino". Y es que para el asturiano, la sidra es algo más que una bebida; poetas y juglares han cantado los dones de este bendito caldo. Hoy en día, en fiestas y reuniones de bodega se entonan canciones...
Como me gusta la sidra
por eso planto pumares
también me gusta cantar
de noche per los llagares
 

En un cascu de centollu
tengo de beber, morena,
toda la sidra de Asturias
para olvidar una pena
                    Nosotros no bebemos para olvidar pena alguna, así que nos retiramos a cenar y, una noche más y van... , nos dejamos mecer en los brazos de Morfeo
                    ¡Bones nueches!

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Día 16 de septiembre de 2019 (De Colunga a Villaviciosa)
Campos, aldeas, montañas...
             Última etapa por este año y ni un solo atisbo de cansancio.
           Como ayer, como anteayer, como..., la mañana nos recibe con un tiempo que ya quisieran en el resto de la península.
     Habiendo esperado que despertara el comercio, arrancamos a caminar, con los víveres en las mochilas, por el centro de Colunga. Allá donde acaban las casas comienza el paisaje, un paisaje de aldeas, de campos, de montañas...
        El camino de hoy lo podríamos denominar "la ruta de la sidra", cada metro que recorremos lo jalonan los manzanos a punto de ser cosechados para elaborar esa exquisita bebida.
Manzano esperando a ser cosechado.
San Pedro de Pernús.
            Una carretera local, completamente llana, nos conduce a salvar la Autovía del Cantábrico pasando bajo ella. Aquí el trazado se empina para alcanzar una zona en al que hemos dejado atrás la diminuta capilla de Ánimas de Veldreu. A nuestra izquierda, un valle acoge pequeñas aldeas como las de Conlledo y Beldreu.
              Pronto alcanzamos Pernús que nos recibe con su iglesia de San Pedro (una más y van... he perdido la cuenta), templo que consta de nave única y cabecera cuadrada abovedadas, espadaña y pórtico lateral con portada dovelada.
Paisajes asturianos.
             Aquí dejamos el asfalto para, por un repecho, alzanzar la cota más alta de la jornada, en las inmediaciones de La Llera que acoge su humilde iglesia de San Antolín (este santo es nuevo).
           El camino continúa hasta Priesca con su iglesia del Salvador, última de las edificaciones del arte prerrománico asturiano que ha llegado hasta nosotros. Fue consagrada en el año 921, cuando Alfonso III ya había muerto. Desde el exterior se observa que la edificación consta de tres naves de planta basilical cubiertas con armadura de madera vista, y los ábsides con bóveda de cañón, y además de tres capillas orientadas al este. Del interior poco que contar, una nota dice de la casa que tiene las llaves de la iglesia; somos varios los que llamamos a la puerta pero no hay nadie; es una lástima pues en su interior se conservan importantes pinturas murales.
El Salvador en Priesca.
Hacia el Sebrayu.
            Aquí mismo, bajo la sombra de un monumental castaño, nos sentamos ante una mesa de piedra para tomar los reglamentarios plátanos de la mañana.
                  Con la pena de no haber podido ver el interior de la iglesia y con las fuerzas repuestas, descendemos por una senda que nos acerca a La Vega de Priesca, pequeña aldea que nos anima a detenernos a observar su arquitectura popular y el palacio de Güera.
          Dejamos La Vega para tomar un fuerte descenso hasta el Sebrayu, aldea cuyas escuelas se convirtieron en albergue de peregrinos. El camino recorre las orillas del arroyo, en sus márgenes, la densa vegetación, poco a poco, se va abriendo mostrándonos la amplia Ría de Villaviciosa.
Palacio de Güera.
Ría de Villaviciosa
La fábrica.
         La alta chimenea de la famosa "sidra famosa en el mundo entero" nos anuncia que ya estamos cerca de Villaviciosa; una flecha nos indica que giremos a la izquierda para evitar un pequeño tramo de carretera general. Hacemos caso omiso pues no vamos al centro de la ciudad, el tramo es corto (200 m.), más largos y complicados los hemos tenido, y pronto estamos sentados en la terraza de un bar, cañón en mano, brindando por haber finalizado estos quince días sin más incidentes que los deseos de, en próxima ocasión, continuar recorriendo este "Camino" con el único objetivo de conocer otras tierras, otras gentes y... probar los productos típicos del lugar.
                  Cogemos un autobús que por una espectacular y serpenteante carretera nos lleva hasta Gijón, ciudad desde la que mañana saldremos en tren hacia casa.
Esperando al bus.
De paseo
             Por la tarde damos un paseo por las animadas calles gijonensas, hacia el puerto y la zona de Cimadevilla, lugar en que se encuentra la casa natal de Gaspar Melchor de Jovellanos, ilustre político y escritor de la Ilustración y buen amigo del aragonés Francisco de Goya.
            Nos acercamos hasta la iglesia de San Pedro, dotada de una mezcolanza de estilos originados por la reconstrucción que concluyó en 1955. El empeño de los arquitectos en darle monumentalidad al templo les llevó a imitar al prerrománico asturiano (contrafuertes de Santa María del Naranco, bóvedas de San Miguel de Lillo, crucero de San Julián de los Prados): De su predecesora aprovechan la torre central y el pórtico de corte neoclásico. Vamos, "neo-estilos a tutiplén".
San Pedro.
                 Esto no quita que su estampa sea de postal, su situación bajo la loma de Cimadevilla y en la punta de la bahía de San Lorenzo, junto al Cantábrico que ahora presenta pleamar, pinta un bello cuadro.
Casa Natal de Jovellanos.
Paseando.
              Recorremos el Paseo del Muro de San Lorenzo con espíritu de satisfacción y pena por haber concluido estos días por las tierras de Euskadi, Cantábria y Asturias; la satisfacción, ahí queda, las penas se van hacia una sidrería y, como si se acabara el mundo, a ponerse hasta las cejas de estos productos gastronómicos que aquí, aquí saben mimar.
         Y nada amigos, con el ojo puesto en  futuros caminos y en la salud que necesitamos conservar para otras empresas, volvemos a nuestra tierra, Zaragoza, a echar el cuerpo a cualquiera de los senderos que recorren la geografía aragonesa que, a falta de mar, tiene unas montañas que enamoran al que las pisa.

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                        Epílogo.- Allá en el mes de junio, cuando probamos el fruto del "Camino", comentaba  el porqué de esta experiencia: ¿qué queríamos descubrir en estas tierras del norte?.
                              Ahora que ya hemos recorrido cerca de medio millar de kilómetros, ya estamos en condiciones de responder a esas preguntas, respuestas de unos caminantes algo faltos de creencias del más allá, pero muy sensibilizados con las del más acá.
                          Hemos cargado mochilas ligeras de equipaje, había que meter también algunas otras cosas de poco peso, pero auténticamente necesarias; me refiero a esa predisposición a comprender y respetar a las gentes que por diversos motivos peregrinan hacia Compostela, pues como ya he comentado en otra ocasión: "caminamos junto a una mezcolanza de gentes que nos exige tolerancia, comprensión y respeto por lo divino y amor por lo humano. Sentimientos que se encuentran con mucha facilidad, y que, puede ser, haya sido el principal motivo de enganche al camino: esa atmósfera de libertad y cariño, tan difícil de encontrar en la vida real cotidiana".
                      Dejamos, asimismo, un rincón en la mochila para guardar ese aire puro del Cantábrico, mar amable y cruel a la vez; un rincón en la mochila para las emociones recogidas por esos caminos que coquetean con playas, acantilados y aldeas; caminos por los que se respira a mar y a heno, por los que suenan los cánticos de mil pájaros, caminos que se pintan con multitud de colores, caminos en los que se comparten emociones con el viajero y es, en esos caminos, que la amistad con tus compañeros de viaje adquiere el más elevado de los niveles.
                  Gracias a Maite, María Ángeles y Alfredo.


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Enlaces al "Camino":