miércoles, 17 de julio de 2019

CASTILLO MAYOR Y VALLE DE PINETA

Día 14 de julio de 2018
Cascada del río La Larri.
          Hay algunas montañas que, careciendo de gran altitud, nos muestran formas caprichosas como agujas, oquedades o castillos como el de Acher o este "Castillo Mayor" que pretendemos ascender.
               Pero, por aquello de no madrugar para desplazarnos hasta el castillete, Maite y yo nos hemos ido un día antes para pernoctar en la zona y dar una vuelta por el Valle de Pineta. Valle cargado de recuerdos, recuerdos que el tiempo intenta borrar, recuerdos que el río quiso llevar, pero el tiempo y el río se abrazan, como nos abrazamos los dos a esos recuerdos. Los Llanos de La Larri lucen como nunca, debían saber de nuestra visita, pues luce de un color que jamás habíamos visto en este imaginario paraíso: miles de lirios nos muestran el camino a seguir hacia aquellos recuerdos.
Ese río...
...esas flores...
...ese camino.
San Vicente de Labuerda.
               Por la tarde nos acercamos a San Vicente de Labuerda a visitar su iglesia de estilo románico (S XII), que aunque cerrada podemos contemplar exterior que presenta planta rectangular terminada en ábside semicircular, cubierto con bóveda de cuarto de esfera. La torre campanario es de base cuadrada y de paredes lisas rematada por una cúpula octogonal muy similar a las de Aínsa. Consta de tres pisos y tiene una sola campana que fue colocada recientemente.   
              Finalizamos la jornada por las calles de Ainsa, villa que aunque mil veces la veas, mil veces te encantará.

Día 15 de julio de 2019
Atras, Peña Montañesa.
              El Castillo Mayor tenía una deuda con nosotros y hoy le toca pagarla; es decir, dejarse querer por este par de entusiastas "jóvenes".
          A esta montaña la eclipsan otras cercanas como por ejemplo las Sorores, La Munia, etc; sus 2014 metros de altura distan mucho de aquellas. Pero su esbelta figura, su soledad y sus verticales paredes nos invitan a ascenderla en un día de benigna climatología, eso sí, lo haremos por su cara más amable.
            Pasada la localidad de Puértolas, aparcamos el coche en una loma desde donde contemplamos la belleza de esta montaña que mira, desvergonzadamente, a la Peña Montañesa, vigía de este pequeño reino.
Castillo Mayor.
Primeras cuestas.
                Afortunados los que podemos subir a la montaña en lunes, no se ve ni se verá un alma, ¡el Castillo es nuestro!. Pero aún no hemos llegado.
                 Pronto estamos subiendo por una agradable senda que, entre algún pino y abundante boj, nos introduce en el primer zigzagueo. Pronto comenzamos a ver algunas cimas como los Sestrales.
               Conforme ganamos altura, la vegetación se va tornando en prado y, entre rocas de caliza, cientos de flores hacen las delicias de esta sudorosa pareja.
                   Sí, sudamos porque, tras una zona más o menos llana, de nuevo un zigzag nos hace ganar bastantes metros y ya no queda árbol que cubra nuestras azoteas. Nos sobrevuelan los buitres que anidan en las abruptas paredes de la cima. 
Sstrales desde el Llano del Castillo Mayor.
Hacia la antecima.
            Tras la parte más fuerte de ascenso (de momento) accedemos  al enorme "Llano del Castillo Mayor". En el imaginario patio de armas realizamos un descanso, ¡ya toca!. En el silencio del lugar, tan solo se escuchan los graznidos de las bulliciosas chovas pitigualdas.
            Aún queda tajo que cortar, como en otras montañas, para alcanzar la cumbre que desde aquí se adivina por su vértice geodésico. Hay varios itinerarios: podemos subir recto, por la izquierda o hacia la derecha, que parece el camino más suave y, lógicamente, es el que tomamos por ser el más adecuado para nuestra condición.
La vista se pierde al más allá.
            China chana, abriéndonos camino entre lirios, vamos acercándonos a la antecima sobre la vertical de su pared norte que cae sin misericordia sobre el valle labrado por el río Yaga. La visión desde aquí es privilegiada. Entre otros ya se avistan la Punta Suelza y el gigante Posets.
                 Hasta aquí el ascenso ha sido más o menos llevadero, ahora toca sufrir "una miaja" por un terreno kárstico plagado de enormes y profundos huecos que nos exigen avanzar con lentitud y mucha prudencia. No son cuerpos, los nuestros, para dar grandes saltos de roca en roca. Además cuando parece que hemos alcanzado la cima aparece una depresión y vemos que le vértice geodésico está más adelante. Así que toca bajar un poco y volver a subir. Eso sí, las vistas siempre inmejorables.
Maite pisando duro.
El vacío, la Sorores y las Marías.
Cima del castillo Mayor.
              Finalmente alcanzamos la cima del Castillo Mayor (2014 m.). Un buen lugar para sacar la fiambrera, aunque echo de menos la bota de vino de Toño. Pero esta improvisada cantina cimera nos compensa con unas vistas inmejorables hacia Sestrales, cañones de Ordesa y de Añisclo,  Sorores con sus tres gigantes entorno al macizo de Monte Perdido... Y más destacable aún los verticales desplomes de la inexpugnable cara Norte del Castillo Mayor. 
               Mientras disfrutamos un rato de la soberbia panorámica, una de las mejores del Pirineo, bajo nuestros pies se escuchan los graznidos de los buitres.
Allá, el macizo del Monte Perdido, acá la esforzada Maite.
En el vértice geodésico de la cima.
El viaje del Cinca.
Descendiendo hacia el Llano.
             Repuesta una buena dosis de energía y el orgullo a reventar emprendemos el descenso. Ahora optamos por bajar directo al llano, que aunque hay mayor inclinación nos hace bajar sin pisar tanto karst y de manera más directa. 
           De nuevo en el llano solo resta deshacer el camino recorrido, ahora con más calor pero refrescados por el orgullo de haber conseguido alcanzar una cima más, una cima de esas que siempre están en la agenda de los deseos montañeros.
         Un par de días en los que las emociones se han cruzado con el esfuerzo, la plácida soledad, el graznido de sus habitantes, le belleza de las flores, los ruidos del silencio y, como no, el recuerdo de aquel valle, aquel río...
              Hasta pronto



Datos técnicos
Recorrido
Perfil:
Distancia, 10 Km.
Desnivel positivo, 932 m.
Desnivel negativo, 932 m.

jueves, 11 de julio de 2019

CHEMIN DE LA MÂTURE

Día 7 de julio de 2019
Le Roi Soleil.
             Había, allá en las Galias, un rey que ya lo fue de niño; un rey, Luis XIV, que se propuso encarnar a Francia en su sola presencia (faltaría más). Como buen monarca tenía todo bajo su control, incluso valoró a sus nobles en función de la capacidad que mostraran en complacerle en lo referente a sus reales caprichos.
             Andaba algo aburrido el Rey Sol (le Roi Soleil), que así le llamaban, y se montó once guerras en cuarenta años y claro, no había batalla que se preciara que no dispusiera de una buena flota naval con unos barcos que exhibieran altos mástiles, para lo  que se requería de árboles lo suficientemente largos, pues ––¡vaya!–– cerca de palacio no los habían, empero sí había un valle en el Bearn, allá en los Pirineos, con cantidad de árboles de gran porte. 
Chemin de la Mâture.
           Pero, amigos, transportarlos era complicado: paredes intransitables, pendientes vertiginosas, valles profundos, hondos barrancos... Por ello optaron por tallar en la pared rocosa un camino lo suficientemente amplio para atravesar sin peligro los barrancos de Gorges de I’Ender y para que los bueyes utilizados para el trabajo pesado pudieran tirar de los troncos de árboles cortados y transportarlos hasta el lugar donde serían procesados. 
             Así nació el vertiginoso "Chemin de la Mâture" (Camino de los Mástiles) allá en 1772 que fue utilizado para estos fines hasta 1778. Pues sí, amigos este camino protagoniza la travesía de hoy.
                Pero, como decía Dylan, los tiempos han cambiado y hoy somos otros los protagonistas que caminamos por estos montes laterales del Valle d´Aspe. Los ejércitos de Luis XIV se tornan en batallón de Montañeros de Aragón, ansiosos de conquistas mucho más pacíficas y saludables.
Ejército de mochila y bastón.
Fuerte del Portalet
           Abandonamos las calurosas tierras hispanas para, por el túnel del Somport, descubrir que, aún en plena ola de calor, en las Galias la niebla y el frescor del alba, siguen existiendo.
                El autobús, cargado con cuatro docenas de aguerridos montañeros nos descarga en el parking de Cebers ubicado sobre el cauce de la Gave d´Aspe, bajo el Fuerte del Portalet. Esta fortaleza, fue otro "capricho real", la mando construir el rey Luis Felipe I para defender Francia de las posibles invasiones españolas (¿?). Pero no acaba aquí la historia del fuerte, ya que en1875 y 1876 los soldados del Portalet intervienen en la frontera para interceptar soldados carlistas españoles. 
El Fuerte del Portalet desde el Chemin.
           En 1914 se abandona provisionalmente su función militar alquilando algunas instalaciones a un grupo religioso de Burdeos. Tras la derrota de 1940 el fuerte se usa como prisión por el régimen de Vichy, encarcelando allí a los supuestos responsables de la misma. A partir de noviembre de 1942, el sur de Francia es invadido por tropas alemanas, formando parte entonces de la llamada 'área vedada'. En agosto de 1944 la Resistencia junto los guerrilleros españoles liberan el valle, logrando la rendición de las tropas alemanas del Portalet el 24 de ese mismo mes. Una vez finalizada la guerra, el fuerte acoge como prisionero al propio Mariscal Pétain. ¡Cuánta historia recogen sus muros!.
Saludando.
            A lo que vamos. Tras la foto de grupo, iniciamos esta ruta de trazado semicircular; los primeros metros los caminamos, en dirección sur, sobre una pista asfaltada que a la altura de otro parking se torna en un sendero que en poco rato gira hacia el este. A nuestro paso por los pajares de Perry, un borrico asiste al desfile de estos soldados de bastón y mochila.
                Pronto nos adentramos en ese "chemin" cavado en las paredes calizas que se desploman sobre lo más profundo de la Garganta de Sercoue.  En el primer tramo, al otro lado del barranco, contemplamos los zigzag que ascienden a lo más alto del Fuerte del Portalet. 
Por el Chemin de la Mâture.
               El desnivel, que en este sentido de la marcha es ascendente, me lleva a pensar de cuántas vidas humanas y reatas de bueyes acabarían en el fondo del abismo, arrastrados por la caída de los troncos que bajaban hacia el valle. Ciertamente, no es lugar para jugar a la "gallina ciega".
                Pero ahora toca disfrutar del paisaje, dar rienda suelta a la adrenalina y desviarnos unos metros para acercarnos al espectacular Puente de las Trungas con el fin de admirar la fuerza de las aguas... Habrá que dejarlo para otra ocasión pues "le pont est tombé".

¡Cuidadito!
Por la sombra del hayedo.
Hacia l Col D´Arras.
                 Poco a poco la niebla va levantando, el denso bosque de hayas nos protege de los rayos solares que en estas fechas tienen su dosis de "mala leche".
           Ahora, una fuerte subida, en dirección norte, nos acerca hasta el cruce de Ayous, momento en que abandonamos la GR.10 para girar hacia el oeste.
      Caminamos por un sobrecogedor hayedo habitado por impresionantes ejemplares de avanzada edad. Una gran haya parece haber estado habitada por algunos de esos seres mágicos que habitan los bosques: ¿serían duendes, serían gnomos, o serían elfos? ––es la magia de la montaña––
Ni duende, ni gnomo, ni elfo... yo también estaba.
                       Por un momento, el prado sustituye al bosque, el sendero discurre con un desnivel casi inapreciable y, casi sin darnos cuenta, alcanzamos el Col D´Arras en cuyas proximidades, junto a un abrevadero, realizamos un merecido descanso.
Macizo del Aspe.
Por el Bosque de Bieus.
                    Reanudada la marcha, hacia el oeste se nos va abriendo el paisaje descubriéndonos el espectacular macizo del Aspe, con el pico del mismo nombre acompañado de los Llana de la Garganta y Llana del Bozo. Desde este otero, también se divisa la casi totalidad del valle D´Aspe en cuyo fondo se nos muestra la población de Urdos.
             De nuevo nos introducimos en un espeso hayedo en el que la senda comienza a descender con algo más de ánimo que en el prado, se trata del Bosque de Bieus que, como en toda la jornada, el haya reina en estas verdes espesuras.
                     Tras pasar por el parking de Seberry o Bieus, descendemos bruscamente hasta alcanzar el "chiringuito Béloute Café", un buen lugar para posar los traseros en cómodos bancos o duras piedras y, bajo la protección de sombrilla o haya (esta más natural) sacar de las mochilas la metralla gastronómica, pedir unas birras y "pagarlas bien pagadas" (no hay competencia en "aquestos lares").
Cuando el Ruisseau Buscagne.
               Aunque se está muy bien, hay que dejar el idílico confort del garito, quedan 500 metros que descender y sudar para hacer algo de sitio para la birra final.
            En algunos tramos, el sendero desciende con poca compasión para los recién comidos, el cruce del barranco (ruisseau le llaman por aquí) Buscagne nos regala un poco de frescor en esta calurosa hora del día (nada que ver con los 43 grados de hace unas jornadas en nuestra ciudad de Zaragoza).
               Cruzamos una pista, ya se van oyendo los vehículos que circulan por el fondo. El otro sonido, este más agradable, de las aguas de la Gave D´Aspe nos indican que ya estamos llegando al final de la excursión.
Etsaut.
               Efectivamente, ya se ven las primeras calles de Etsaut que nos reciben con su cementerio mirando al río y sus casas felizmente desparramadas. La llamada Torre de los Moros, una estructura militar del siglo XIV, y una fortaleza dos centurias posteriores son las joyas de la corona monumentalmente hablando.            
              Algunos pequeños hoteles, típicos de esta región de Aquitania, y los viejos railes del tren que, adentrándose en el túnel internacional, llegaba hasta Canfranc nos recuerdan que alguna generación venidera verá pasar por las vías los ansiados trenes que unan más a las gentes de uno y otro lado del Pirineo
Puente de las viejas vías.
       
Torre de los Moros.
          Toca proceder al acostumbrado "lavado del gato" para subir al autobús, cuya primera parada es en Villanua co la sacrosanta intención de meternos al cuerpo la ansiada dosis del acostumbrado extracto de cebada, esta vez bastante más asequible a los bolsillos hispanos.
           De vuelta a la Caesaraugusta, entre sueño y sueño, echo una reflexión de la jornada y, excluyendo la parte histórica referente a los caprichos de las noblezas, el resultado no puede ser mejor; entre otras cosas por la perfecta y seria organización de estas gentes de Montañeros de Aragón.
                   Hasta pronto.

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Datos técnicos
Recorrido

Perfil:
Distancia: 10, 9 Km.
Desnivel de ascenso, 740 m.
Desnivel de descenso, 795 m.