jueves, 24 de septiembre de 2015

PICO LURIEN

Día 19 de Septiembre de 2015
       El otoño ya está aquí, se nos va un nuevo verano, por otro lado, bien aprovechado por nuestra parte. Atrás quedan los "lacs y estanys" de Carros de Foc, los glaciares y valles alpinos de Monte Rosa, las travesías con los zagales de Esbarre y del Stadium Casablanca, las escapadas de un día y, como no, unas jornadas de ¿descanso? con los nietos a orillas del Mediterráneo.
     Y ahora retomamos la agradable rutina montañera de la mano de los "esbarristas", que nos han preparado una dura y espectacular ascensión al "Pic du Lorien" en la margen francesa del Pirineo.
      Todavía es de noche cuando el autobús, perfectamente conducido por Pepe, nos lleva hacia el norte por la autovía de Huesca, ciudad en la que recogemos a los "ilustres" Jesús y Elena. Desde lo alto del puerto Monrepos, observamos la silueta de la cordillera pirenaica con toda su grandeza, unos kilómetros más y abajo se ve como el primero de los rayos solares alumbran el gorro de Collarada.
    Paramos en Senegüé a tomar un ligero desayuno y recoger al resto de tropa. 
Lago Fabregues.
   Los embalses de Bubal y Lanuza están bajo mínimos, esperando que comiencen las primeras lluvias y nevadas de esta estación para recoger las aguas e hidratar las tierras del valle.
     Sacando pecho por eso de haber eliminado a su equipo en la Eurocopa de baloncesto, entramos en tierras francesas dispuestos a meternos unos cuantos metros de ascensión en el cuerpo.
Avalancha.
     Ya en el lago de Fabregues, fracasamos en el primero de los intentos, el de quitarnos un buen trecho, cogiendo el tren turístico de Artouste, pero el horario no se ajusta a nuestras necesidades. Así que toca ración completa, cuyo aperitivo no está nada mal.                 Comenzamos a caminar por un bosque de hayas, siguiendo la senda que zigzaguea una y otra vez, el desnivel no tiene ninguna compasión con los que transitamos por ella. Atravesamos la cicatriz que ha dejado alguna avalancha invernal, cientos de árboles duermen el sueño de la eternidad, pero como la naturaleza es fuerte, no tardará en recuperar el esplendor del resto del hayedo.
La mañana es sensacional y el paso que llevamos nos deja, casi sin darnos cuenta, al final del bosque, cuatrocientos metros más arriba.
Con el sol de cara.
 
Primero fue el haya, luego el abeto y ahora es todo prado, ya se escuchan los cencerros del ganado vacuno que pasta a sus anchas por estos parajes.
     Hacemos una pequeña parada para echar un trago de agua y, de paso, volver la vista atrás, hacia el Middi D´Ossau, emblemático pico que nos va a guardar las espaldas durante toda la subida.
      El cántico de los pájaros ha dado paso al rumor de las aguas del Ruisseau (arroyo, en francés) de Lurien, sus aguas discurren a nuestra derecha formando algunos saltos que engrandecen la maravilla de estos lugares.
Ruisseau de Lurien.
A sus pies.
    Pero como queda mucho trecho por recorrer, cargamos las mochilas, miramos hacia arriba y, leches, ¡vaya cuestas!.
    Pero si las vacas han llegado hasta aquí, nosotros... Una de ellas, de largas pestañas y bellos ojos,  posa ante mi cámara, ¡su mirada, su postura, esas astas!, en fin, capaz de enamorar a cualquier torito que ose cortejarla.
    Y, como se dice en mi tierra, ¡vaya morro que tienen estas vacas!, el prado esta plagado de azafrán silvestre, llamado también "quitameriendas" debido a que su floración coincide con las tardes cortas en las que la noche cae a tempranas horas.
Quitameriendas.
De subida.
       Con el sol de cara y el Middi a las espaldas, seguimos ganando altura. Ya con algo más de ochocientos metros salvados, cruzamos las aguas del arroyo para alcanzar un refugio bastante bien acondicionado, que más bien parece un cuartel de la OTAN, en sus paredes reposan unos cuantos rifles esperando que una cuadrilla cuyos miembros andan moviendo el carrillo, los carguen y apunten a algo (no creo que sea a quien). Les acompaña un perro, este creo que no utiliza armas, le paso la mano por el lomo y seguimos "p´arriba" que para eso hemos venido.


Lac du Lurien.
     Enseguida encontramos un "petit lac" en el que algunos pequeños peces observan el paso de estos bichos con botas.
     Poco más arriba, tras ganar algunos metros por una zona estrecha bañada por el arroyo, otro lago, este algo más grande, es el Lac du Lurien, ya a 2200 m. En sus aguas se reflejan las montañas que lo rodean, una de ellas: nuestro objetivo del día. Como si de un espejo se tratara, los cuerpos de estos aguerridos esbarristas se dibujan en la superficie del lago, multiplicando por dos tan bellas esculturas humanas (lo corrobora una marmota que suelta un chillido de placer).

En el collado (Foto de Lola)
     Con la alegría que caracteriza a estos muchachos (y muchachas, no se me enfaden), tiramos unos metros más arriba, parece que se ve el collado, ¿será o no será?, ¡es!. Esta cuestión anima el paso y pronto arribamos al Collado de Lurien (2330 m.).
     Vemos la senda por la que hubiéramos llegado en caso de haber cogido el tren de Artouste, han sido más metros, y también más satisfacción.
    Pero como la jornada no termina aquí, parte del grupo, los que vamos a subir al pico, ni tan siquiera paramos a descansar, queda mucho trecho y la luz del día va acortando en estas fechas.

A por el pico (Foto de Jesús)
 Somos una docena de aventureros, guiados por Jesús Ruiz, el hombre ascendió ayer  al Palas y ¡como si nada!, anda más fresco que una rosa.
      Dejamos al resto de expedición en el collado y tiramos para arriba por un canchal de esos que ponen a prueba la resistencia de las suelas  de las botas y  piernas de quienes las calzan.
     La "cuestecica" se las trae, el desnivel es para no parar, por eso de que luego cuesta arrancar.
  El paso que marca "The Commander", ayuda en mucho a salvar estos desniveles.


¡Buena trepada!
      Abajo van quedando el collado, los lagos, el bosque, el embalse y los amigos, arriba unas rocas nos anuncian que vamos a tener que sacar las manos de los bolsillos. Se trata de una de las llamadas trepadas que atacamos por una fría piedra, digo fría porque a estas horas, todavía mantiene el hielo que la noche ha creado en los pequeños hilos de agua que desprende la roca.
    Mano aquí, garra "p´arriba", crujido de tendones, articulación quejosa, y que se yo más, salvamos el primer obstáculo con buena nota. Alguno pierde la postilla ganada a pulso y con una gota de sangre, deja firmada la pared.
Hielo en la pared.
Por el canchal, a por la siguiente.
    Pero si fría es la piedra, no así el sol que cae sobre nosotros con más mala leche que la declaración de hacienda.
    Ya hemos superado los dos mil quinientos metros, miramos hacia arriba intentando adivinar cual es nuestro objetivo, pero no lo tenemos claro. Otro buen tramo por canchal y, de nuevo, otra trepada, y una tercera, esta fuera de programa,  que nos da acceso a una respetable cresta, previa a la cima. Aquí, el personal muestra todas su virtudes y defectos, el paso por estos terrenos causa respeto. Lo hacemos todos y todas sin ningún problema.
Foto en la cima de Lurien

    Y como aquel que no quiere nada, estamos sobre la cima del Pic du Lurien de 2826 m.
    Siempre que se alcanza una cima, sea cual sea su altura, celebramos el haberlo logrado, el esfuerzo de haber pisado su cumbre, bien merece un poco de alegría.
   Son estos momentos, los de respirar profundamente y alimentar nuestro espíritu de la paz que te regala la montaña y, como no, también debemos alimentar nuestras carnes con los productos que hasta aquí hemos porteado.
    Cada cual busca el mejor rincón en este estrecho comedor y damos buena cuenta de los más variados bocadillos.

Al fondo, el Middi D´Ossau, delante Piedad.
   Mientras movemos el bigote, disfrutamos de las maravillas que este alto mirador nos ofrece: Bajo nuestros pies, el lago de Artouste (1990 m.) y su diminuto tren (que no hemos podido tomar); por encima de este, los de  Arremoulit (2300 m.); mas allá al E., el Palas (o Pallas) (2974 m.), Balaitus (3144 m.), Frondiellas (3071 m.); Giramos la vista y el Middi D´Ossau (2884 m.) sigue allí con su característica forma bicéfala; más allá se adivina la forma piramidal del Anie, el Anayet, Collarada, Moleta...; incluso el Tozal de Guara y su primo el Fragineto. No se lo creen cuando les digo (otras veces lo hago en broma) -¡se ve el Moncayo!, y sí, entre las nubes asoma la montaña que, según la leyenda, habitaba el gigante Caco.
Lagos de Artouste y Arremoulit, al fondo el Pallas, Balaitus y Frondiellas.
P´abajo.
      Aunque se ha levantado algo de viento fresco, se está bien aquí, pero nos queda un largo y duro descenso, así que cargamos las mochilas, ya aligeradas de peso en la espalda y comenzamos a bajar por el mismo camino que de subida.
     Pese a que imaginábamos que la cosa iba a ser algo más complicada, realmente descendemos con bastante facilidad, eso sí, siempre con la prudencia que requieren las bajadas.
      En tan solo una hora, hemos salvado los quinientos metros que nos separaban hasta el collado Lurien, como en la subida, no paramos, nos quedan más de mil.
Con J. Antonio en el Lac Lurien.
   Algunas nubes, allá abajo, cubren el Valle de Ossau, en el que nos esperan el resto de compañeros, también la niebla cubre el lago de Lurien, pero cuando lo alcanzamos ya se ha retirado a otros territorios.
  El lago, parece haberse transformado desde que lo hemos visto esta mañana, la luz de la tarde le da otro color, es la sensación de que el espejo de sus aguas ha sido pulido por alguna de las hadas que, al mediodía (middi en frances), andan por estas montañas.
      Nos encontramos con un grupo de montañeros con los que intercambiamos cámaras fotográficas para inmortalizar este mágico entorno.
El espejo.
Ya aseados.
    Seguimos descendiendo a buen ritmo, Jesús encabeza el grupo hasta que una de sus botas es atraída por un excremento de vaca. El arroyo Lurien se transforma en magnifico limpiabotas.
  Pasa a encabezar el "boss" Ricardo" al que sigo y, ¡leches! me lleva "como perro por rastrojo", ¡como baja el mozo!. Pronto alcanzamos el bosque y su serpenteante sendero para, en tres horas, poder abrazar a nuestros amigos, nos cuentan que han bajado desde el collado con tranquilidad, comiendo en el lago, e incluso les ha dado tiempo de acercarse a la zona de Artouste a probar "unes bières".
      Con las tabas afectadas y la sensación de haber cumplido con todos los objetivos previstos, montamos en el autobús para que nos regrese a la civilización, si es que así se le puede llamar a lo que está ocurriendo allá abajo: mientras unos se pelean por parir más fronteras, otros intentan cruzarlas huyendo de la masacre que, en nombre de ¡no sé que dioses!, se esta produciendo a su pueblo.
Hasta pronto.

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El track para GPS lo dejo haciendo clic aquí.
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Datos técnicos:
Recorrido.

Perfil
Distancia: 11,2 Km.
Desnivel de ascenso: 1578 m.
Desnivel de descenso: 1578 m.