martes, 11 de diciembre de 2012

DE ALQUEZAR AL ABRIGO DE CHIMIACHAS

Día 9 de Diciembre de 2012


Sería de muy mal gusto, por mi parte, no recoger en estas páginas salidas como esta de Chimiachas, excursión eminentemente senderista que discurre entre barrancos y tozales desde los que se pueden
divisar: desde los acantilados del río Vero hasta las más altas cumbres del Pirineo, desde Guara hasta el Moncayo, desde la Peña Montañesa y Cotiella hasta la Brecha de Rolando...
Hoy salimos el mismo equipo de la última, al Pico Peiro, es decir, Maite, Atos y yo.
Si en la pasada salida, Atos disfrutó de la nieve, en esta va a tener la oportunidad de conocer un poco de prehistoria de sus y nuestros antepasados, ya que culminaremos la ida en una covacha con una pintura de un ciervo que pese a no ser bicho canino ni humano, bueno, es mamífero.
Desde el albergue de Alquezar, salimos por un camino que discurre por una pequeña y congelada acequia que ya hace unos años transitamos con los amigos de Esbarre y que más de uno midió en sus ansias de demostrar las habilidades del patinaje sobre hielo.
El camino hacia Chimiachas está perfectamente señalizado y no hay ni un solo cruce que ocasione dudas al caminante que por allí transite.





Andando y andando, encontramos varias recreaciones de casetas pastoriles de planta redonda. En algún tramo coincidimos con el Camino natural del Somontano de Barbastro.
Nos adentramos en el barranco de la Payuela en el que un puente nos conduce a las escaleras que nos acercan a las balsas de Basacol.








Estas reconstruidas balsas, hasta no hace muchos años abastecían a los habitantes de Alquezar, de sus aguas bebían animales y personas y se regaban los campos. Con canales de tejones se recogía el agua en las balsas y el guarda de riego, abría la salida para que llegara al abrevadero del pueblo y las mujeres la recogieran en cántaros para lavar y cocinar. Lógicamente, también las caballerías hacían uso del mismo pilón.
En una de las balsas puede verse una construcción inspirada en los tradicionales esconjuraderos.
Hoy, el agua procede de la fuente de la pequeña aldea de San Pelegrín.

Continuamos  en ascenso, a nuestra derecha las gargantas del Vero, maravillosos acantilados que el río ha tallado en esta parte de la geografía aragonesa.
Desde aquí contemplamos muy claramente, algunas de las montañas arriba nombradas.
Tras bordear la cara oeste del Cerro Quizans, una senda en inesperado y fuerte descenso y a través de un pequeño pinar, nos introduce en el encañonado barranco de Chimiachas.



En gran parte de su tramo, el barranco no recibe los rayos del sol, lo que propicia que el hielo nos haga ir con cuidado de no resbalar, no todos andamos como Atos, a cuatro patas.
Grandes cavidades se van abriendo ante nuestros ojos y por la orientación, ahora sur, del barranco el panorama se va aclarando y llegamos a nuestro destino.






 La covacha o abrigo de Chimiachas, alberga una pintura de un espectacular ciervo, gran representación del arte levantino prehistórico (8000-3000 a.c.).

Maravillosamente conservado, a pesar del tiempo pasado y muy poco afectado por la humedad, el ciervo de la pintura extiende las finas ventanas de su nariz en dirección Norte. El diseño es perfecto y las proporciones del animal cuidadosamente calculadas: la fineza de sus cuernos, el soberbio porte de su cabeza sobre su gran cuello, lo redondeado de su vientre y de su trasero, los detalles de su ojo…


Bajamos de la cueva por una escalera metálica  que puesta allí para facilitar el acceso, me hace coger a Atos en brazos ya que el artilugio se ha pensado para humanos y no para caninos.

Volvemos sobre nuestros pasos por el barranco que en algún momento hay que salvar por pasos alternativos, debido a su estrechez.





En la bajada, volvemos a mirar hacia el Tozal de Guara que sigue con nieve.
En la zona que estamos transitando, predomina el enebro, materia prima de una bebida por todos conocida y que mezclada con algún refresco, entra la mar de bien y sienta la mar de mal. El boj, como en otras ocasiones, no falta por aquí, de la misma manera que la carrasca y el pino.
Varios buitres sobrevuelan las paredes de los acantilados del Vero, en los que varias personas practican escalada.
Nos cruzamos con algunas familias que paseando, van a ver las más cercanas covachas de Quizans,  también albergan pinturas rupestres.
Poco a poco nos vamos acercando, de nuevo, a Alquezar, uno de los pueblos más bonitos que uno puede contemplar, máxime si lo hace desde este inmejorable balcón.
Atos está cansado, ya va teniendo años y como se empeña en multiplicar las distancia de los trayectos, al final se le nota cierta fatiga.
Como hoy también conduzco, dejamos la caña para casa.


Hasta otra.



Más imágenes, en el enlace  Fotos




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