domingo, 2 de diciembre de 2012

OTOÑO EN EL PIRINEO

Ahora que ya va bajando el grado de euforia de las grandes gestas, va siendo hora de volver a la realidad cotidiana y nada mejor, que subir al Pirineo en la que creo que para mí, es la estación que más recoge la belleza de los colores cálidos en el marco del medio natural, el Otoño.
Mientras escribía (entre otras tareas) las entradas de Nepal, dos han sido las salidas que con Esbarre hemos realizado, la primera el 3 de Noviembre al pico del Zebollar y la segunda una travesía de Biescas a Panticosa por los PR-HU-78 y 92.

Día 3 de Noviembre de 2012

Con los "zapadores" de Esbarre (Foto de Ricardo Mateo)
En la primera, el tiempo nos amenaza con mojarnos, motivo este que anima a algunos a quedarse, calentitos, en la cama. Ellos se lo pierden, pues no caerá ni una gota.
La mañana comienza con los saludos que nos hacen el resto del grupo a los estalentaos. Luego en el autobús. les vamos contando nuestra experiencia por los caminos del Himalaya.
Recorremos la nueva carretera que desde Sabiñánigo, nos coloca en poco tiempo en Fiscal. Los pueblos y paisaje de estos valles son nuevos para nosotros, al menos desde este lado de la nueva obra.
Tras tomar café en Broto, el vehículo nos deja en Torla, donde nos calzamos las botas y comenzamos a subir por un camino de herradura cubierto por un espeso bosque de boj y Pino, el suelo está húmedo pero en subida las botas agarran bien. Pasamos un cartel que nos indica que por la izquierda iremos bien. Una pared rocosa que alguien ha tallado para dar paso al senderista, nos anima a asomarnos hacia el valle de Bujaruelo, estamos en el "estrecho dera Escala". Abajo divisamos el camino que lleva a San Nicolas,  transitan varios vehículos, pienso que van a por setas. Tras pasar el barranco de las Comas, nos adentramos en un bosque de hayas, por una senda que en fuertes lazadas nos quita el frío del cuerpo en un instante. Entre las hojas que la estación ha vertido sobre el suelo, algunas setas asoman pidiendo ser recogidas. Ni el ritmo de marcha, ni nuestros conocimiento micológicos, nos animan a coger ningún hongo. A nuestra derecha, el Tozal de Zebollar nos impide ver el valle de Bujaruelo, pero no el de Ordesa que desde este sitio presenta una estampa desconocida para la mayoría del público que, a millares, cada año lo visita.
El bosque que estamos ascendiendo es precioso: vamos pisando una alfombra de hojas que las hayas nos han vertido (aún quedan algunas en los árboles) y que junto a los pinos y boj, dan el colorido que todos los años nos traen a estas tierras.
Termina el bosque, estamos en la pradera, un pequeño esfuerzo y sin dejar la PR-HU-134, por ladera embarrada, cruzamos de nuevo el barranco de las Comas, esta vez más altos, en dirección contraria y con restos de nieve reciente. Pasamos el collado de  Plana Cuesta y ya tenemos a nuestra vista las antenas y la caseta de la estación meteorológica de la CHE que a 1942 metros es el punto más alto de la jornada. Nos echamos al cuerpo un tentempié rápido, la nubes amenazan y el motor del generador del garito no se lleva muy bien con la fragilidad de nuestros tímpanos.
Iniciamos el descenso por una poco señalizada senda, es la de la Artica Ciasta (o Fiasta), el paso de ganado  la ha dejado muy a punto para que nuestras botas midan la profundidad de esa mezcla de barro y excrementos que, en casa, habrá que trabajar.
Vemos una paridera y poco más abajo nos metemos en un bosque que no dejamos hasta el final. Un continuo zig-zag y piedras traidoras bajo las hojas, propician algún pequeño resbalón, pero la senda es preciosa y además nos deja junto al autobús y al establecimiento hotelero en el que sin prisa nos sirven cerveza para acompañar al bocadillo que hasta aquí hemos conservado.
Montamos de nuevo en el "carro" y para Zaragoza.
No he podido poner más fotos ya que todavía no han reparado mi cámara.







Día 24 de Noviembre

Camino amueblado
Hoy vamos más personal, no llueve y lo que es más importante, hay comida en Escarrilla. Es el día que el "señor Esbarre" nos regala una agradable velada tras la excursión. Pero para poder disfrutar de los manjares gastronómicos, primero hay que ganárselos.
Y eso hicimos, disfrutamos en el autobús de un video de nuestro paso por Nepal y sin parada alguna para el acostumbrado desayuno, comenzamos a transitar las solitarias calles de Biescas, Pasamos por un amueblado camino en dirección norte  para poco a poco adentrarnos en un bosque alfombrado de hojas,  es impresionante.

Cruzamos un puente sobre el barranco l´Asieso en el que un pozo, también recién amueblado, llama la atención de algunos viejomochileros. Hay quien intenta extraer agua, pero los muebles impiden realizar tal menester.
Intento convencerme, que estas inversiones en el monte, se harían antes de los recortes presupuestarios en sanidad, educación, cultura, etc.
Y es que los pozos de madera...





Seguimos. Definitivamente, dejamos el hormigón y  una bonita y cómoda senda, va dándonos ánimos para seguir avanzando.
Tras un brusco giro a la derecha, llegamos al Dolmen de Santa Elena, por aquí todo se llama igual: dolmen, castillo, ermita.... de la santa.
Tomamos unas mandarinas, sacamos fotos..., por cierto la losa superior no se caía, a uno todavía le dura el mal de altura.





Fresca mañana, fresca
                                                    

Como la etapa es larga y tenemos mesa reservada, esta vez pasamos de subir al fuerte y ermita de la susodicha y nos adentramos en   un precioso bosque de hayas, cuya desnudez dejan al descubierto algunos acebos que nos recuerdan que la navidad se acerca.
No hace excesivo frío, pero frío al fin y al cabo, aún  hay quien en un afán de exhibición montañera, deja sus brazos a merced del aire.







El camino transita por la márgen izquierda del río Gállego, por un cómodo sube y baja que tras  ocho kilómetros, nos deja a los pies de la presa del embalse de Bubal.

De la Fuen de Tripitituara, el agua se filtra hasta nuestro emplazamiento, creando una verde y pequeña cascada de agua que nos recuerda que aún nos queda un buen trecho.







A partir de ahora, el camino va subiendo, siempre por una espectacular senda. A María Jesús Escuer la fotografío junto a uno de los arboles que la inspiran,  en la ejecución de sus obras pictóricas, ellas reflejan (al menos a mí me lo parece) que el límite entre lo humano y la naturaleza, prácticamenente, desaparece.
Tras el "arbolito", un giro a la izquierda nos va elevando en dirección a Hoz de Jaca.
Hoy nos guía Javier Lacadena y se nota. Como buen himalayista que es, nos marca un cómodo paso que el personal agradece y que no estaría de más, adoptar más a menudo para así disfrutar de los momentos que el monte nos regala.
Además, hoy, la excursión invita a capturar con los sentidos y máquinas,  un paisaje que en esta estación, luce un aspecto de triste  y de encantadora belleza.












Poco a poco nos vamos acercando a Hoz de Jaca, situado a 1272 metros de altura, colgado sobre el pantano de Bubal. Desde este inmejorable mirador, podemos divisar las cumbres, poco nevadas, de la sierra de La Partacua, tambien es punto de partida a la zona de los Ibones de Asnos y Sabocos.
Interesante es la iglesia parroquial barroca de los Santos Reyes, de los siglos XVII y XVIII, compuesta por una nave terminada con una cabecera plana, techándose todo el conjunto con bóvedas de lunetas. También es interesante, el impresionante mirador del muro, balcón colgado sobre el embalse desde el que se divisa una hermosa vista del valle y sus pueblos de la orilla contraria: Piedrafita, Tramacastilla, Sandiniés...

Hay quien piensa que el punto mas alto de nuestra excursión, se encuentra en Hoz ¡falso!, tras el sube y baja del que hemos disfrutado al principio, aun nos quedan unos cuantos metros de ascenso que algunos afrontamos con buen humor: hoy, de verdad, nos espera un buen postre.







Por fin llega el descenso que nos lleva a Panticosa, Maite, que va como una moto, luce mejor semblante que en Gorak Shep.
El camino que sigue siendo bonito, lo bajamos a paso ligero, no por ello sin precaución, ya que las hojas esconden resbaladizas piedras que te pueden dar un pequeño susto.
En poco tiempo estamos en la zona de las sillas de las pistas, en Panticosa. Nos cambiamos de ropa y calzado y damos cuenta de unos cuantos litros de cerveza.
El autobús nos lleva a la cercana población de Escarrilla en la que celebramos, un año más, la fiesta de Esbarre con una buena comida, buen humor, el obsequio de un pañuelo del club, unas simpáticas palabras del "Boss Juli" y el sorteo de varios artículos de montaña.
Otro año más y van..., que los responsables de Esbarre nos dejan contentos, bueno no sé si los responsables, o el "peleón" que nos han servido en la mesa.
Ha sido un buen día. 
Hasta otra










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