martes, 3 de marzo de 2020

LECINA, ALMAZORRE, BETORZ, LECINA (Circular)

Día 29 de febrero de 2020
            He de agradecer a Julio Cesar que, con algo de desorden, ajustara el calendario al año solar, y también al papa Gregorio que, ambos, cada cuatro añós, nos regalaran un día como el de hoy. Los agoreros cuentan del 29 de febrero, ser un día de mala fortuna amparándose en algunos sucesos acaecidos en esa fecha, como si no ocurrieran desgracias el resto de los 365 días de cada año bisiesto.
           Yo me quedo con dos historias: una la de los irlandeses que relacionan a este día con la buena fortuna. Entre sus tradiciones, inclusive, se conoce a este día como Bachelor’s Day (el Día de los Solteros), en el que las mujeres le proponen matrimonio al hombre. Si él rechaza la propuesta, antiguamente le tenía que comprar un vestido de seda a la dama.  La segunda de las historias, carente de peticiones y falta de sedas, ahora te la cuento.
Allá vamos.
          Dicen los meteorólogos que  quizás caigan cuatro gotas, que febrero va a concluir mayeando, que la velocidad del viento, que... Conclusión: un buen día para coger las mochilas y echar el cuerpo "p´al monte".
         En esta ocasión, Maite y yo, nos vamos al Somontano oscense, a las faldas de la, siempre sorprendente, sierra de Guara.
     Salimos Zaragoza, aun dormida, para tomar la autopista mudéjar que a la altura de Huesca se vuelve románica. Luego es la A-22, esa especie de sinfonía inacabada, la que nos acerca a esas otras carreteras en las que el "buga" encara tropecientas curvas para salvar la complicada orografía en la que se esconden bellos pueblos y aldeas.    
                Paramos en Colungo para tomar un café; el amigo Dionisio todavía no ha abierto "A´Olla", lo que nos lleva a entrar en el Mesón, de trato  cordial y buenos conocedores del entorno al que nos dirigimos.
Iglesia de Lecina
            Unos cientos de curvas más adelante, alcanzamos el parking de Lecina, una de las localidades con mayor encanto y mejor conservadas de la zona. 
             Nos calzamos las botas y con la mochila bien ajustada a la espalda, comenzamos a caminar atravesando el casco urbano, armoniosamnete construido con piedra caliza. Destaca sobre el resto de construcciones la iglesia de San Juan Bautista (ss. XVI-XVIII)  que ocupa el lugar donde antaño se hallaba ubicado el monasterio visigótico de San Cucufate, la cual fue reedificada a finales del siglo XVIII.
                Las antiguas escuelas se han convertido en oficina de información y centro expositivo “Antonio Peñart”. Nos detenemos ante la casa Sampietro (s. XVI) con su portal de entrada y un vano conopial decorado con relieves.
Ante la casa Sampietro.
Entre muros.
            Dejamos la visita del icono de Lecina, la carrasca milenaria, para el regreso.
             Al abandonar la población comenzamos a sentir la presencia del roble en sus variadas especies, árbol que protagoniza el paisaje en el entorno de todo el camino.
              El sendero, que transita en dirección norte, agradable de andar y muy bien señalizado por las marcas blancas y amarillas de la PR-HU.56, se torna en rincón mágico cuando el robledal, como nosotros, se rinde ante un gran ejemplar de quercus cerrioides (caxigo), árbol que se deja amar por su grandeza, árbol espléndido, grueso y orgulloso, vital y valeroso; árbol que se deja ver, sin rubor, las arrugas de siglos de su corteza; árbol que extiende sus ramas como queriendo abarcar la magia de este rincón.
En el quercus.
Molino de Almazorre.
             Con la única compañía de algunos pájaros que cantan a nuestro paso, en las orillas del río Vero alcanzamos el molino de Almazorre, construido en 1846, que cuentan perteneció a la casa Pardina. Observamos, en el extremo izquierdo del edificio, la zona dedicada al cereal, bajo la que se abren los cárcavos, o túneles que eran atravesados por el agua con una gran presión para mover las ruedas del molino. En la zona más alta se encuentra el molino de aceite que conserva las instalaciones y elementos que intervenían en el proceso de la obtención de aceite.
Molino de cereal.
Molino de aceite.
Almazorre, ermita dela Esperanza.
            Antes de continuar el camino nos colocamos las prendas impermeables pues comienza a llover levemente. Allá arriba divisamos el pueblo de Almazorre, al que accedemos tras salvar, no sin esfuerzo, una buena rampa. Bueno, lo de llegar es relativo pues Almazorre presenta un hábitat distribuido en dos barrios, distantes entre sí unos trescientos metros.
          Alcanzado el barrio bajo observamos algunos edificios públicos como la ermita de La Esperanza, el local social en las antiguas escuelas, hoy en obras, la antigua herrería usada como almacén para el local social y el edificio municipal. 
Iglesia de San Esteban.
         ¡Hale! en compañía de una blanca perra que se empeña en acompañarnos, seguimos subiendo hasta el barrio alto en el que, a las puertas de la casa rural Trallero, conversamos con una buena mujer que nos pregunta aquello de: ––¿a donde van?–– le contamos nuestra ruta y le preguntamos por un olivo que aparece en los mapas: parecemos ciegos, lo tenemos aquí mismo.
          Nos despedimos para subir por unas escaleras de acceso a la iglesia parroquial de San Esteban (estilo románico tardío) que, junto al humilladero, domina todo el núcleo de Almazorre y gran parte del bello paisaje circundante, a la izquierda del río Vero. Un buen lugar para sentarnos en el portal de la iglesia y "darle al plátano".
Olivo de Almazorre
Haciendo amigas.
Esconjurandero.
Hacia el río Vero.
           Un último vistazo a Almazorre admirando los interesantes ejemplos de arquitectura popular como la del barrio alto, con edificaciones cubiertas con los tejados de losas de piedra.
                Ha dejado de llover, ahora tomamos la PR-HU 54 que por un fuerte, pero hermoso sendero abierto entre pinos, descendemos zigzagueando hasta las entrañas del Vero, cuyo seco caudal nos permite cruzarlo sin problemas. Maite se entretiene en captar algunas imágenes de flores que, ayudadas de las inusuales temperaturas del invierno, nos anuncian la pronta llegada de la primavera. Pero eso ya llegará, ahora nos entretenemos en observar de cómo el Vero ha esculpido la roca, abriéndose paso en su discurrir hacia el Cinca. Sí, se abre paso con bravura para gloria y goce de quienes descienden por él y por los barrancos que lo alimentan.
Pequeño descanso en las orillas del río.
"Motor Perkins".
           Como todo lo que se baja, luego se sube ¡hale, tira p´arriba! La cuestecita se las trae, pero ¡leches! Maite está fuerte e impone un ritmo cañero, "motor perkins" lo defino, que en poco tiempo nos deja en el punto más alto, en el que converge el sendero que lleva hacia Santa María de la Nuez. Desde aquí, si no fuera por las nubes y por la calima sahariana que se ha instalado en el aire, veríamos algunos montes como el Turbón, macizo del Perdido, Cotiella, Peña Montañesa, etc. Otra vez será.
          Tomamos la PR-HU 59 que nos lleva en dirección sur por un sendero que se abre paso entre encinas hasta Betorz.
Flores de febrero.
Cruce de caminos y Fuente de Betorz.
            Antes de llegar, en un cruce de diferentes caminos, encontramos la fuente de Betorz, un conjunto formado por un aljibe cerrado, la propia fuente, el lavadero circular y el abrevadero. Los dos depósitos que constituyen el aljibe están situados paralelamente, abovedados en arco de medio punto, uno de ellos deformado. El posterior está a su vez dividido en otros dos conectados mediante un vano en ángulo. 
            Betorz se distribuye en tres barrios que llaman del castillo, medio y bajo. Es en este último en el que nos encontramos pues ya hemos subido bastante y el tiempo no está para enredar.
           Nos acercamos a ver el   "edificio del torno", molino de aceite que conserva intactos todos los elementos que lo componen, como el ruello o muela de piedra, que era movido por una caballería, la prensa y el hogar para calentar la caldera y todo el molino. 
Arquitectura en el barrio bajo de Betorz.
          En una casa, ante nuestra presencia, el único lugareño que vemos, un perro, nos ladra como queriendo decir: ––¡guau! parad ya, sentaos en el murete de la puerta de mi casa, sacad los bocatas y la bota de la mochila y comed que, ¡guau!, ya es hora–– Somos obedientes.
        Hace fresco, estamos a unos 1000 metros de altura, y el paso de la borrasca Karine amenaza con mojarnos.
       Antes de abandonar Betorz, apunto y disparo la cámara hacia lo alto del pueblo del que asoma su iglesia de los santos Nunilo y Alodia (siglo XVII).
Barrio alto der Betorz
Fuente Laspuña.
          El sendero, ahora PR-HU 57, desciende por un bosque de carrascas; imposible salirse de él pues a izquierda y derecha tapiales de piedra seca lo jalonan en casi toda su longitud.
        Alcanzamos la Fuente Laspuña, una apacible pradera, situada bajo unas rocas y acondicionada con una mesa de merendero, donde surge un discreto manantial que alimenta una pequeña balsa.
          Seguimos descendiendo siguiendo el trazado que nos marca el vallezuelo del barranco Torzita, no se escuchan más sonidos que los de algunos pájaros y los que producen nuestros pasos al pisar la alfombra de hojas y bellotas  que cubre el suelo de la senda.
Entre barrancos y tapiales.
        Cerca de Lecina, nos detenemos en un pozo al que nos asomamos; abajo, reflejada en el agua, veo una persona como yo, cámara en mano sacando una foto del fondo.
        Llegados a Lecina, como decía al principio, ahora vamos a visitar  a su vecina más anciana y famosa, la conocen como “la Castañera de Carruesco”. Se trata de una encina, quercus ilex subs. ballota. Dicen que es milenaria y en verdad sus dimensiones así nos lo atestiguan, Su altura llega a sobrepasar los 16 metros y el perímetro del tronco, a 1,3 metros de altura, es de 7,56 metros. Si vas a ver a la anciana y quieres abrazarla deberás acompañarte de cuatro personas para que te ayuden.
La Castañera del Carruesco (encina milenaria)
Larga vida.
           Para no ser menos, tiene el arbolico su leyenda que reproduzco y que si tienes un rato te invito a leer, así cuando vayas a ver la encina...
        "Cuentan que hace mucho tiempo, Lecina estaba rodeada por unos impenetrables y misteriosos bosques de encinas y robles, donde se ocultaban lobos, osos y también las brujas.      
          Los vecinos temían a las brujas ya que les causaban crueles desgracias. Causaban la enfermedad y muerte a personas y animales, o les mandaban terribles tormentas que asolaban la localidad.
        Sin embargo las carrascas del bosque estaban contentas, tal era el temor de las gentes del lugar que no se atrevían a entrar en el bosque para hacer leña. Una de las más jóvenes de las carrascas no estaba muy contenta por la mala fama que tenía el bosque y sentía pena por los habitantes del pueblo. Tan disgustada estaba que no dejaba refugiarse en sus ramas a las brujas.
              Por esta actitud eran frecuentes las discusiones con los demás árboles. Las brujas, que escucharon las protestas de la joven carrasca, decidieron irse a otro bosque y para agradecer el apoyo prestado por las más viejas les concedieron todo lo que desearan.
            Las más presumidas quisieron que sus ramas y hojas fuesen de oro. Otras desearon desprender uno de los más deliciosos perfumes, y el resto pidieron que sus hojas fuesen brillantes y de cristal. Solo la pequeña carrasca quiso continuar siendo como siempre. Las brujas les concedieron sus deseos. 
        Al tercer día, desde que las brujas abandonaron el bosque, se desató una terrible tormenta de viento y nieve. Se repente las hojas de cristal cayeron al suelo hechas añicos y esos árboles terminaron muriendo.
               Otro día, un pastor no pudo impedir que su rebaño se lanzara a comer las hojas aromáticas. Desde entonces, los habitantes, cortaron esas encinas para alimentar a sus ganados con las hojas. En el bosque solo quedaban, además de nuestra pequeña carrasca, los árboles convertidos en oro. Pronto fueron desmenuzados por ladrones y vecinos.
              De todo ese impenetrable bosque solo quedaba nuestra pequeña carrasca, que desde entonces todos respetaron y no dejó de crecer".
Eterno crecimiento.
            Con el convencimiento de que las brujas no son tan malas como las pintan, abandonamos Lecina para volver a nuestro hogar. Hoy no ha habido tropel, tan solo dos personas que han, como de costumbre, caminado por el mismo sendero, esta vez por unos caminos en los que se siente la historia de aquellas gentes que los transitaban para verse los unos a los otros; para: ––yo te doy una cabra, tú me das un conejo––.
Datos técnicos
Recorrido

Perfil:
Distancia, 16,4 Km.
Ascenso total, 602 m.
Descenso total, 602 m.

2 comentarios:

  1. Hola.

    Muy bonito el recorrido, me lo guardo para hacer en la primavera, cuando los robles tengan hoja. Esta zona de Colungo-Lecina tiene rincones bien majos.

    Unnsa

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  2. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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