viernes, 16 de abril de 2021

DE CASETAS AL ABRAZO DEL JALÓN

 Día "13 y martes" de abril de 2021
        Pues sí, trece y martes, un buen día, como los demás, para coger las mochilas y dar un garbeo por las orillas de los ríos Ebro y Jalón, allá donde el último, como reza un cartel que se encuentra en la propia desembocadura: "Desde su origen castellano habiendo atravesado diferentes tierras y moldeado sinuosos paisajes, el Jalón, ya prácticamente desgastado tras sus andanzas, se une al Ebro en Torres de Berrellén"
        No es la primera vez que Maite y yo realizamos esta ruta circular, aunque en esta ocasión los compañeros de viaje son otros, Alfredo y María Ángeles, amigos dispuestos a dejarse seducir por las riberas de los ríos, esos que riegan nuestros campos, limpian nuestros sentidos y ahogan nuestras penas. Es una buena excusa para sumergirnos, más que en al agua de los ríos, en lo más profundo de la naturaleza que los abraza.
Buena mañana
        Un corto viaje nos deja en la estación de ferrocarril del barrio de Casetas, donde aparcamos el buga para iniciar el recorrido.
        Los unos con bastones de nordic walking, otra con los de trekking y un servidor con las manos libres, comenzamos a darle caña al cuerpo, en dirección NE, cruzando una acequia muy caudalosa, hacia el Soto de la Alameda.
        A ratos por pista, otros enfilados por sendas, pero siempre lo más posible pegados al río, nuestro camino va ganando en belleza, incluso a pesar de un derrumbe que corta el sendero por el que anduvimos hace un par de años, lo que nos obliga a desviarnos hacia el interior de una chopera.
Mejana del Chopar
        Echando una mirada al río, observamos la Mejana del Chopar, mostrándonos el reflejos del soto. Ambas orillas se encuentran bastante animadas con la presencia de algunas aves como gaviotas, cigüeñas, milanos, tórtolas, algún cormorán y otras que mi ignorancia en asuntos ornitológicos me obliga a omitir.
        El río enseña su vegetación, regala paisaje, acoge multitud de aves, riega las huertas... empero también nos enseña un poco de la historia de estos lugares, de cómo vivían sus gentes, amando unas veces, y odiando las otras, de cara al Ebro, cosa que atestigua la barca de Candespina, actualmente en uso, lo que atestiguamos viéndola atracar en la orilla opuesta.
Barca de Candespina
        Arriba, sobre los escarpes del Ebro, asoma la atalaya de la Torre de Candespina, levantada hacia principios del siglo XII por los reyes aragoneses, como enclave avanzado de la cercana fortaleza de El Castellar.
        Seguimos caminando entre juncos, carrizos, sauces, álamos, fresnos, alisos, olmos... y, escondidos entre su creciente follaje, el coro de pájaros, atrapados por su plenitud primaveral, rompen el silencio interpretando bellas melodías. 
    Extasiados por tal concierto, advertimos habernos alejado unos metros del río, pero una bifurcación nos devuelve a él, pero solo por un momento, lo justo para echar una mirada al reflejo del sol en el agua. 
Torres de Berrellén y el Moncayo
        De nuevo nos adentramos en un bosque, de cuya vegetación emana una gran dosis de vitalidad, alimentada por el suelo que alberga el Soto del Rompedizo. El piso parece haber recibido algunos copos de nieve, nada de eso, se trata de las blancas pelusas de los chopos.
        Maite, recuperada de un reciente contratiempo, parece haber cargado gasolina de "98 sin plomo", pues marca un ritmo endiablado. Echando la vista a nuestra izquierda, vemos Torres de Berrellén, pueblo que visitaremos a la vuelta, y, sobre la torre de su iglesia, el Moncayo nos enseña su cumbre pintada de blanco.
        En esta margen del Ebro, la derecha, todo es vida; los aportes de sedimento que las aguas arrastran, fertiliza las tierras de esta orilla. La otra margen, la izquierda, separada por unos pocos metros, nada tiene que ver con la fertilidad:  los escarpes que emergen desde la orilla nos adentran en la realidad de buena parte de la geografía del Valle del Ebro: sus áridas estepas, que en este lugar adquiere el nombre de "El Castellar". Tal denominación viene originada por las ruinas del castillo que se encuentra en lo alto del escarpe.

Castillo de El Castellar
        De El Castellar, cuentan que en el 1080, el rey aragonés Sancho Ramírez lo pobló y fortificó, por considerarlo lugar idóneo para luchar contra los musulmanes asentados en Zaragoza. En 1085 lo donó a su hijo Pedro, que estableció la villa de El Castellar, otorgando Sancho Ramírez la Carta Puebla en 1091 y construyendo la iglesia de San Pedro. A Pedro I de Aragón le sucedió su hermano Alfonso I el Batallador. 
        Todavía se escuchan los sonidos de aquellas batallas, ¡oh, no!, son los bombazos de nuestro ejército que están de maniobras en el campo de tiro. Lo que me recuerda aquellas coplas de La Bullonera:
Vecinos del Castellar, no temáis por las cosechas
que aunque hiciere buen tempero no crece el trigo en trincheras.
Y si en vez de echar semilla en tierras del Castellar,
hubierais sembráu metralla lo mesmo sus iba a dar.
Ermita de la Virgen del Castellar
        Pero eso es otra historia, dejémosla para los historiadores, lo nuestro es gastar suela y admirar lo que nos rodea.
        Pronto alcanzamos otra barca, la del Castellar, de la que dicen estuvo frente al banco del abrevadero a finales del siglo XIX, por ahí bajaban los carros descendiendo por la senda del pino. También es usada para, en días de romería, acceder a la Ermita de la Virgen del Castellar, que se encuentra en la otra orilla del Ebro, allí arriba, sobre los escarpes del río. Hoy no son romeros quienes andan en el embarcadero, ni suben los danzantes con sus coloridos trajes y sus castañuelas, hoy son unos bomberos de Zaragoza, en plena faena de entrenamiento.
Espero que si se quema mi casa, el chorro alcance más lejos
Un merecido descanso
        Unos metros más adelante, alcanzamos nuestro objetivo "El Abrazo del Jalón". Es asombroso la calma con que este afluente presta pleitesía, y un pequeño caudal, al Ebro, en este tranquilo y bello rincón, escondido entre meandros y sotos.
        Hace un día precioso y este es un buen lugar para descansar y echar al cuerpo algo de combustible, llevamos recorrido la mitad del camino y los engranajes requieren ser lubrificados.
        Algo debe tener el combustible, pues me ha afectado, invitándome a cruzar hacia una isleta con la consiguiente de "metida de pata en agua"
Desembocadura de río Jalón
Iglesia de San Andrés
        Con media tarea hecha, retomamos el camino, remontando la orilla del Jalón hasta cruzar la acequia del Pino. 
        Dejamos los río para adentrarnos, entre huertas, en Torres de Berrellén, un pueblo muy cuidado que presenta un aspecto acogedor. Sobre las casas, destaca la torre de la iglesia de San Andrés, gótico-renacentista del siglo XVI.
        Como la iglesia y el palacio de los Duques de Villahermosa ya los conocemos, nos acercamos a la Plaza del Puente Alto. La terraza de un establecimiento, Casa Julio, nos llama a otro descanso, ¡faltaría más!. y meternos al cuerpo unas buenas y contundentes raciones de rabas y patatas bravas (desbravadas), regadas con unas dosis de la cerveza que nos hemos ganado.
¡Camareroooo!
        El paisano que nos ha servido, sale a la terraza y nos cuenta cosas y curiosidades del pueblo; que si el mote de "franceses" viene originado por gentes de las Galias que anduvieron por aquí; que del otro apodo, el de "cagamontones", desconoce el origen y la copla popular:

Charlton Heston en Loarre
       “Los gatos son de Casetas,
en Alagón hay melones
y en Torres de Berrellén
todos cagan a montones”
        Nos cuenta, también, de una anécdota relacionada con Charlton Heston, cuando en 1989 viajó hasta a estas tierras para rodar dos capítulos de la serie de televisión producida por la BBC ‘Historia de la ópera’, de la que ejerció de presentador. Pues bien, cuenta el buen hombre que la productora llamó al ayuntamiento de Torres de Berrellén para visitar EL Castellar y, creyendo que era una broma, colgaron el teléfono. Pues nada, el oscarizado actor se fue para Remolinos, Veruela, Loarre y Zaragoza y ¡ahí te quedas Pepe!.
Palacio del Conde de Sobradiel
      Al ritmo que nos marca Maite (¡jo con la "fitipaldi"!) abandonamos el pueblo por los caminos agrícolas que discurren entre campos, acequias, torres, eso sí, los ababoles (amapolas en Aragón) adornan el paso de este cuarteto recién repostado de gaso-birra, caminos que nos conducen a otro pueblo, Sobradiel. Recorremos las calles sin detenernos, pero pasando ante su Iglesia de Santiago, construida en el siglo XVII, y el Palacio del Conde, hoy sede de la Casa Consistorial, un edificio palaciego del siglo XIX, de estilo neoclásico, levantado sobre el antiguo castillo de la localidad. Esta edificación, de planta cuadrangular de dos alturas, más desván y sótano, perteneció a los Condes de Sobradiel, los Cavero y Ahones, hasta bien entrado el siglo XX.
Ababol
        China chana, poco a poco, vamos cerrando esta agradable ruta circular que, en sus 18 kilómetros, pero inapreciable desnivel, nos ha enseñado hermosos rincones, sotos, mejanas y meandros; nos ha enseñado el abrazo de dos ríos tranquilos, pero que cuando toca embravecerse no hay quien les pare; nos ha enseñado a escuchar las melodías entonadas por los pájaros que se esconden entre las ramas de los árboles; y nos ha enseñado a compartir una experiencia más, experiencia que se vuelve entrañable en cualquier mañana, de cualquier día, de cualquier semana, de cualquier mes, aunque, como hoy sea "martes y trece".
        
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Datos técnicos
Recorrido

2 comentarios:

  1. Que documento tan extraordinario de una bella y cercana ruta, con una excelente crónica, fotografías y un buen audiovisual. Gracias José Luis. Un abrazo.

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  2. Hola, José Luis son muy interesantes tus desplazamientos, e ilustrativos.-
    El audiovisual extraordinario, creo que ¨El Señor te quiso desviar por otros derroteros¨
    Muchas Gracias, José Luis.- Un Abrazote
    Roberto.-

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