lunes, 29 de octubre de 2012

TREKKING C.B. EVEREST POR GOKIO

Everest y Lhotse (foto recuperada de mi cámara)

Ya estamos en casa tras 21 días inolvidables. Inolvidables, tanto por el esfuerzo físico que a algunos nos ha supuesto, como por lo espectacular  de su paisaje.
He intentado plasmar en este rincón, las impresiones que día a día me causaba este viaje, pero las conexiones de aquellos lugares no están a la altura de la red occidental, tienen otras prioridades. Incluso, mandar un correo ha sido toda una hazaña ya que en los teclados, no solo faltaba la eñe, sino que había que adivinar que letra se encontraba tras esos signos orientales. Así que ¡disculpas!.
Ahora el trabajo se ha amontonado y si sumamos que al tercer día, cayó la cámara fotográfica al suelo y se murió, voy a tener que esperar a que el resto de reporteros de "Os Estalentaos", vayan remitiendo el fruto de su trabajo.
Como aperitivo al relato que más adelante realizaré, tengo que decir que tanto yo, como el resto del grupo, quedamos impresionados tan solo nada más bajar del avión en Kadmandú. Ya, en anteriores entradas, comentaba de lo caótico de la ciudad, era de oídas o de lecturas. Pero ahora era en vivo y en directo.
En Kadmandú convive todo: La basura y la comida, el polvo y el aire, los coches y los coches, los niños y los viejos (pocos), otra vez los coches, las estupas y la red eléctrica, las tiendas y los turistas, el hinduismo y el budismo, pero la convivencia que más llama la atención es sin duda, la miseria y la sonrisa de sus gentes.
Rodeada de núcleos cargados de templos y palacios, estupas y gompas, esa ciudad con millón y medio de habitantes, te hace pensar en la suerte que tenemos algunos de haber nacido y vivido en estas otras latitudes.
En estos días, hemos cruzado varias veces puentes colgantes, hemos tenido que compartir con los yaks dos palmos de senda, hemos aterrizado y despegado del que dicen que es el aeropuerto más peligroso del mundo, pero lo que me ha parecido más peligroso,  ha sido cruzar una calle como peatón en Kadmandú.

Una vez iniciado el trekking, la cosa cambia. Allá arriba la vida corre mas despacio, todo o casi todo el 
mundo, vive para el turismo de altura.
 Los lodges, regentados por familias, los porteadores cargados con grandes bultos, los sherpas, los pastores de yaks, etc., han encontrado una fuente de ingresos, desde que hace 60 años, el ejército chino ocupó el Tibet y Nepal abrió sus fronteras.
Así, las expediciones al Everest, descubrieron las bellezas del valle del Khumbu y desde entonces los pobladores de la zona, reciben al turista con un alegre "namasté".
En cuanto a "Os Estalentaos", que ya presenté en su día, hay que decir que, con una media de 61 años, se han portado como jóvenes y si en algún momento la altura ha puesto freno al ímpetu que caracteriza a sus componentes. el objetivo de este viaje se ha visto altamente satisfecho.
Hemos contado con un guía español de lujo, Fernando Garrido. Dejando a un lado su historial, que no es poco, en todo momento nos hemos sentido arropados, instruidos, aconsejados, entretenidos y más que diez estalentaos, hemos sido once.
Una vez allí, se nos unieron el Shirdar Nuru (jefe de los sherpas), los sherpas Pasang y Kaji y cinco porteadores sin los cuales no se habría podido fraguar "la hazaña".

Por los núcleos de población por los que transitábamos, nos cruzamos con niños que iban a la escuela por los mismos caminos que nuestras botas pisaban. Todos, sin excepción, nos saludaban con su inocente sonrisa y su "namasté". Alguno de nosotros hacíamos demagógicas comparaciones con nuestros niños a los que de casa al cole del barrio, van en los carros de papá o de mamá.
Y es que los niños del Himalaya, me han seducido (creo que a los demás también).


       
Lola y Maite con un niño nepalí

Una vez, a más de 4000 metros, nuestros cuerpos ya iban notando la falta de oxígeno y los ritmos de marcha eran lentos, estuvimos mas de una semana por encima de los 4800 metros y dormimos dos noches a 5360 m., alcanzamos cotas de 5545, 5360, 5364 y 5420 metros en diferentes días y esto a los que habitamos el Valle del Ebro, nos hace pupa.
Empero la recompensa es impresionante. Abrir los ojos y tener allí mismo semejantes gigantes como el Everest, el Lhotse, el Cho Oyu, el Pumo Ri, el Ama Dablam. etc., consigue que desaparezcan esos males y lo grabado en la retina permanezca de por vida.
Bueno, solo quería hacer esta pequeña introducción, cuando me vaya llegando algo de material gráfico intentaré relatar el día a día, eso sí, sin mucho detalle ya que creo que lo importante son las sensaciones.




Cruzando el puente de Larja 





Detrás, El Lhotse y el Ama Dablam

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