martes, 29 de diciembre de 2015

SAN CAPRASIO

Día 27 de Diciembre de 2015
Felicitación
    Días, estos, en que nos encontramos, de felicitaciones por doquier. Felicidades por mail, whatsaap, facebook, twitter, instagram, youtube, google+, linkedin, badoo, blogs (incluida Viejamochila) y que se yo cuantas redes más. Echo en falta aquella época en que bajabas al buzón (material) ubicado en el patio de la comunidad y te llegaban esas postales, algunas de ellas pintadas con los pies (yo, al menos, así lo creía), subías a casa y las depositabas encima de un mueble, junto al árbol o belén, colaborando (las postales) a la decoración navideña de tu hogar. Este año, lo prometo, no he recibido ni una, ni tan siquiera del "corte británico".

El rey en la despensa.
     Son, también, días de solidarizarse con el rey Salomón (consumía cada día seis toneladas y media de flor de harina, unas trece toneladas de harina común, diez bueyes cebados, veinte bueyes de pasto y cien carneros, sin contar los ciervos, gacelas, antílopes y aves cebadas), y de rendir culto a Dionisio (Dios griego del vino y de la vid, del entusiasmo y del éxtasis).
      Y cuando te ves en el espejo, exclamas ¡señorrrr! ¿que ha pasado?. 
    Maite y un servidor, que no queremos parecernos ni a Salomón ni a Dionisio, cogemos las de "Villadiego" y nos vamos a gastar alguna caloría; por esta vez las mochilas no cargarán más que una pieza de fruta y alguna sobra de...
Inicio.
      Finalmente, son días (bastantes ya) en los que en la siempre inmortal ciudad de Zaragoza, el sol ha desaparecido por completo, la espesa niebla que cubre el valle nos tiene con la testa destrozada.
       Tres motivos, los comentados, para escapar a algún lugar en que la postal no sea virtual, de castigar a Salomón y Dionisio y comprobar si es verdad que el Sol, como Teruel, también existe.
    Nos vamos, Maite y un servidor, en dirección a la estepa monegrina en la que algunos de sus rincones sorprenden por su alto valor ecológico despreciado por unos y admirado por otros. Además, el astro rey, es monegrino, lo pude comprobar en mis últimos veinticinco años laborales por estas tierras.
Ermita de la Sabina (en otro día despejado)
    En poco más de media hora, llegamos a Farlete. Si no fuera porque conozco la zona, quizás me hubiera pasado de largo, la boira es tan espesa que no se ve ni un p...
   Cruzamos por el centro del pueblo para coger un camino que pasa por la ermita-santuario de la Virgen de la Sabina, que dicen es originaria del siglo XIII, que se levantó a las afueras del pueblo, allí donde la Virgen supuestamente se le apareció a un pastor, elevada sobre la copa de una sabina, el árbol de Los Monegros por antonomasia. Posteriormente, hacia el siglo XVII el edificio se amplió, dotándolo no obstante de una estructura arquitectónica de volúmenes y formas voluptuosas y equilibrados, que incrementaron su belleza gracias a la estética barroca adoptada.
Primeros pasos.
    Seguimos unos metros más, para dejar el coche en un cruce de caminos, en el que un cartel indica hacia las cuevas de San Caprasio y La Torraza.
     Con el termómetro marcando en negativo, comenzamos a caminar a buen ritmo, por eso de entrar en calor. El GPS nos va indicando el camino a seguir, la niebla nos impide adivinar la ruta.
      Caminamos en dirección Norte, a la izquierda, el barranco de San Caprasio, a la derecha el de La Torraza. En ambos se adivina el paso de los años: las margas yesíferas se descomponen dejando al aire las diferentes vetas de piedra caliza y yeso pulido lavado por el agua que, esporádicamente, esculpe este frágil terreno.
Barranco de La Torraza.
En sus riberas, crece variada y sorprendente vegetación como las pistacias, madroños, endrinos, gabardas. Aparecen también comunidades ligadas a afloramientos yesíferos, como garbancillo de conejo, jaboneras, tamariz, etc.
     La pista se encuentra en buen estado, pero somos más de senda y, afortunadamente, el navegador nos desvía hacia la derecha, para lo que hay que cruzar el barranco. 
   Conforme vamos ganando altura, la niebla va dejando de ser espesa y se adivinan algunas colinas, incluso la forma de una torre. Hacia ella nos dirigimos por..., ni pista, ni senda, ¡está allá arriba! y, "to tiesos" "hacia ella tiramos" por una pendiente que nos saca de vueltas.
Se adivina La Torraza.
   La "torrecica", cada vez la vemos más grande lo que nos lleva a concluir el porqué la llaman "La Torraza". Es una sólida obra de buena sillería. Debió de tener cuatro plantas, conservando la inferior, de poca altura; se cubre bajo bóveda de cañón apuntado, y la puerta, situada en alto y que conserva su bóveda de medio cañón inclinado, alojado en la pared. Parece ser que su antigüedad data, al menos, del siglo XIII. Además...¡luce el Sol!.
    Un pequeño alto en La Torraza y seguimos la ruta. Ahora ya se contempla, hacia el Norte, la sierra de Alcubierre, jalonada por un montón de antenas en el pico de San Caprasio. Al sur...la nada.
Llegando al Castillo de La Torraza.
En los límtes.
        Pero aún queda tajo por andar, así que cogemos las mochilas y le damos la espalda a la torrecica esta, llevando nuestros pasos por un camino que no quisiéramos coger en la dirección opuesta, baja como para no llevar frenos.
      De nuevo aparecemos en el camino que hemos dejado antes, el de Lanaja lo llaman, para volver a abandonarlo enseguida.
      Una pequeña, pero poco amable subida, nos coloca en un cordal que seguimos durante unos metros. A partir de aquí, ni señales, ni mojones, tan solo el instinto y el GPS, nos van a conducir por una senda que, guardando las distancias, se parece a alguna de aquellas fajas del Pirineo, solo que aquí el terreno es menos estable y en algunos pasos se puede comprobar la teoría evolutiva de Darwin, la forma en que la naturaleza cambia su entorno de manera vertiginosa.
¿Selva monegrina?
Por una de las fajas.
       A nuestra derecha, el monte de La Contienda, a la izquierda, uno tras otro, nacen, en este circo monegrino, varios barrancos que la erosión ha labrado y en los que tan solo las lajas calizas sustentan el sendero por el que caminamos.
       Una roca de curiosa forma, nos indica el desvío por el que descenderemos, pero de momento seguimos por esta senda, no recomendada para grupos numerosos, tiene un buen patio.
    Divisamos, al fondo, las cuevas de San Caprasio que alcanzamos tras recorrer un buen trecho de faja y acceder por donde podemos, algún eremita ha debido de tomar esto como basurero.
Interior de la ermita de San Caprasio.
     Entramos en la ermita, está como la recordamos en aquella excursión (primera con Esbarre), un 15 de Febrero de 2003.
      Estamos a 834 m. de altitud, punto más alto de la sierra de Alcubierre en la frontera monegrina entre Huesca y Zaragoza.
        Hay muchas leyendas sobre San Caprasio, pero la más popular es que San Caprasio cuidaba ganado en la Sierra de Guara (muchos dicen que de cabras por su nombre) hasta que un día decidió hacerse monje, cogió su cayado y lo lanzó tan lejos como pudo, yendo a parar a la Sierra de Alcubierre. En el sitio donde cayó el bastón surgió una fuente y en las inmediaciones se puso la ermita, lugar muy saludable por sus plantas medicinales, aguas de lluvia, abundancia de selenita (cristales de yeso), aire puro en plena estepa, apaciguando y sanando el espíritu por su calma y retiro personal.
Cuevas
     Punto estratégico durante la Guerra Civil española, sus montes están llenos de trincheras.
      Esta cueva también fue utilizada por el famoso bandido de la zona, Mariano Gavín, el Bandido Cucaracha (1840), para sus correrías "robinhoodienses".
   Hay otras dos cuevas medianas abiertas, una de ellas con una sala de reunión redonda y otras dos más pequeñas como despensa y con unos bancos para poder dormir. La hermandad de Jesús posee otras dependencias destinadas al refugio de caminantes y al retiro espiritual.
La Torraza sobre la niebla.
Guara
       Y lo más importante, las vistas que desde poco más arriba, bajo un bosque de antenas, se contempla: Por encima del mar de nubes, asoman varias colinas, todas ellas vestidas con la alta costura del sabinar. Más a lo lejos, aferrándose a este mar y como queriendo alcanzar el cielo, el Moncayo enseñándonos sus bellas curvas. Hacia el Norte, las cumbres pirenaicas testifican la ausencia de nieve en sus picos y laderas. Es de esas pocas veces que miras la montaña con tristeza.
Un poco más cerca, el gigante Guara sigue durmiendo (¿o yace?). Y bajo nuestros pies, los barrancos típicos de tierras monegrinas.
Paisaje inhóspito.
De vuelta.
     Es un paisaje austero, un reino en el desierto, un escenario duro, inhóspito, desolador e inmensamente bello. Como he dicho, posee un suelo estratificado por capas de yeso, margas y bancos calizos que dejan al descubierto las entrañas de tales superposiciones en los cortados labrados por antiguos cauces. (Dejo testificación gráfica aquí)
      A lo largo de la subida nos hemos ido despojando de prenda tras prenda y aquí, en manga corta, en lo más alto de la sierra, Maite y yo, nos sentamos a rendir culto al sol, oculto en el valle y poderoso en el monte.
     El descenso lo hacemos en principio por el mismo sendero de subida, solo que, en bajada, algún paso nos enseña el patio que tenemos, ahora a la derecha.
Maite, entre pinos y sabinas.
         Alcanzar aquella erguida roca de la subida, nos produce cierto placer, aquí dejamos la faja y, a partir de aquí, caminaremos un buen tramo por cordales y crestas, en las que la sabina se ve acompañada por olorosas plantas como el tomillo y romero y otras como la aliaga, cuyas púas son capaces de traspasar la pernera de mis pantalones.
        Tan solo un problema: plantas, árboles caídos, niebla y lo poco transitado de la senda, hacen que esta desaparezca y aparezca, como si del Guadiana se tratara. Un consejo, si te apetece recorrer esta ruta, cárgate con el GPS o acompañado de quien ya la conozca, máxime si la boira se encuentra en las condiciones de hoy.
Terreno árido.
Yeso bajo nuestros pies.
      En un corto, aunque fuerte descenso por un paraje llamado "Las Lavaneras",  abandonamos el cordal para descender por unos terrenos que debieron ser bancales en el pasado, ahora cubiertos de una hierba mojada, cuyo tamaño alcanza nuestras rodillas. De nuevo, metidos en plena niebla, el frío nos obliga a ir tapándonos,
    El navegador nos indica que debemos cruzar el Barranco de San Caprasio, hemos que buscar el lugar más accesible para tal fin. Posteriormente, me he enterado que hasta hace poco, se cruzaba por un puente natural que ya es historia.
      Yo que no soy muy amigo de caminar por pistas, agradezco cuando tomamos una de ellas, la que discurre por la margen derecha del barranco y que tras una buena y rápida caminata, nos deja en el punto de inicio.

     Pues esto es todo, aquí a los pies de la Sierra de Alcubierre con la niebla por paisaje en la que, posiblemente, pudiera estar escondido el Bandido Cucaracha esperando robar a un rico para dar el botín a los pobres; aquí en esta dura tierra que tras tantos años he visto transformarse, damos por concluido un año en que hemos sabido de muchos bandidos y han hecho lo contrario del "Cucaracha", ¡robar a los pobres para quedarse con el botín!.

Y recuerda, el 2016 no nos cambiará, tendremos que hacerlo nosotros.

Hasta pronto


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El track, aquí.
Datos técnicos:
Recorrido

Distancia: 12, 3 Km.
Desnivel acumulado positivo: 601 m.
Desnivel acumulado negativo: 601 m.

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