Estos versos de la canción de Nicolás Guillén, con el más grande de los respetos, lo atrapo por un momento para comenzar este relato.
Sí, tras unos días de asueto, despidiendo un año y recibiendo este, por las tierras de la Val D´Echo, pues que, ¡mira tú!, Maite y yo cogimos "el bólido" y nos fuimos unos día a tierras de Huelva (desde el monte hasta la playa, dice la canción). El paisaje difiere mucho del que estamos acostumbrados a ver los del norte: Las Marismas de Isla Cristina, paraíso de las aves, con sus salinas; los sorprendentes y blancos pueblos de la Sierra de Aracena; las puestas de sol a orillas de la playa; y, como no, la gastronomía del reino del "pata negra" y de "la gamba". ¡Pa qué!, ¡releches, con las calorías!.
Día 23 de Enero de 2016
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Cruce de senderos... |
Primera toma de contacto: el miércoles 20, en compañía de Chema, de nuevo subo a San Caprasio, el zagal quería conocer el lugar para alguno de sus múltiples proyectos.
Hoy, con las gentes del Stadium Casablanca, nos vamos hacia el Sobrarbe para realizar una etapa (más o menos) del Sendero Histórico del GR-1, que desde Girona a Finisterre recorre más de mil kilómetros por bajos valles, altas montañas, pequeñas aldeas, campos y rocas, ríos y lagos, camino que no conoce de más disputas que las de la historia, y que, a su paso por Aragón, soportará el caminar de nuestras botas, amantes de su tierra.
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...que pisamos. |
Este sendero, mira hacia arriba a su hermano mayor, el GR-11, bajo sus pies observa un Valle del Ebro brumoso y lejano, y se viste de baturro a su paso entre Puente de Montañana y Sos del Rey Católico.
Son 500 Km recorriendo las sierras del prepirineo; atravesando la Ribagorza, el viejo Sobrarbe, el Somontano de Barbastro, la Sierra de Guara, La Hoya de Huesca, la Val de Ayerbe y las Cinco Villas.
Un sendero que ha intentado rescatar la antigua línea de fortificaciones medievales musulmanas y cristianas de la Alta Edad Media.
Pues allá vamos: En las mismas puertas del Museo Pablo Serrano, gran escultor crivillense, el autobús espera ser ocupado por una buena cuadrilla de aguerridos zagales y zagalas. A la hora en punto, la jefa Caco, ordena la salida y algunos, como la mañana sigue durmiendo, nos solidarizamos con ella hasta las primeras curvas del Estrecho de Quinto, que el conductor toma con "suave destreza".
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Salinas de Naval. |
Los primeros rayos de sol, alumbran, a nuestra izquierda, las más altas cimas pirenaicas; a la derecha, la verde mies nos pinta un bonito lienzo en los campos de cultivo.
Paramos en El Grado, en el cruce de varios caminos, a tomar un ligero desayuno y dejar un recuerdo de nuestra biología.
Para agitar bien el café, enseguida estamos salvando las curvas de una histórica carretera que algunos, los más viejos, recordamos haber transitado de camino hacia el Alto Cinca, antes de que se construyera la variante de Abizanda.
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Balsas de evaporación. |
Tras haber contemplado, desde el vehículo, sus salinas, nos apeamos en Naval, asentada sobre las laderas de una colina que vierte sus aguas sobre el barranco de Guibano, afluente del río Cinca.
Conocida, esta villa, principalmente por sus célebres salinas y por su artesanía cerámica, no lo es, sin embargo, por su interesante patrimonio artístico. La historia de Naval ha estado unida a la de sus salinas milenarias, que han conservado su sistema de producción hasta la actualidad. A nuestro paso observamos algunas de sus instalaciones: balsas, eras, pozancas, pocillos, casetas y aperos que hacen posible reproducir las formas de trabajo de hace mil años.
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Entre nabos. |
El sendero atraviesa un campo sembrado de nabos, ya bien maduros, que tenemos que sortear para no pisarlos. Pronto tenemos que caminar unos metros sobre la carretera A-2210 (sí, aquella vieja vía), pero, afortunadamente, pronto la dejamos tomando una senda a la derecha que sube algo más de cien metros para dejarnos en el Collado de Casas de la Sierra.
A partir de este punto, abandonamos la "vía oficial" de esta GR, y nos introducimos en un paisaje mágicamente sorprendente. A nuestra derecha el Barranco de Mayo hunde sus aguas en lo más profundo de la tierra, de la que emergen robustos pinos, como queriendo alcanzar un despejado cielo en este "cálido invierno".
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Iglesia de La Muela. |
No tardamos en alcanzar las ruinas de un poblado, se trata del núcleo La Muela, perteneciente a Naval, que debe su nombre al molino de aceite, cuyas muelas movían las aguas del barranco. Su iglesia aún conserva en pié, parte de su torre con los ejes que, en sus buenos tiempos, moverían las campanas, haciéndolas oír en todo el valle. Atravesamos las ruinas por la que debió ser su calle mayor, hacia un agradable camino en el que se encuentra un pozo que, seguro, habría dado de beber, en otros tiempos, a los lugareños de La Muela. Unos metros más adelante, el barranco esculpe la roca para introducirse en una impresionante garganta que cruzamos por un puente de piedra en forma de arco. A nuestro paso es víctima de las poses fotográficas más variadas.
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Ruinas de La Muela. |
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Puente sobre el barranco. |
Poco más adelante, los alrededores de Casa La Paul, perteneciente a La Muela, reconstruida, según reza en una baldosa, en 1999, sirven para reagrupar al batallón y hacer un pequeño descanso, por otro lado merecido, el ritmo marcado por "la cabeza" del grupo está siendo más que alegre, y aún nos queda "un porrón de camino", ¿será para poner a prueba a las jóvenes debutantes que se han incorporado a estas faenas? ¡no sé, no sé!.
Sin perder el norte, seguimos caminando, en ligera subida, por un bonito sendero que tras cruzar un barranco y una cadena, nos muestra la figura de la Peña Robles, con sus paredes amuralladas, refugio de buitres y de bella estampa, que rodeamos por su derecha para encontrar su alma gemela: la Peña Mollón.
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Peña. |
La cuesta la hemos ascendido con el ritmo descrito anteriormente, algunos grupos han quedado rezagados y habrá que esperarlos ¿o no?, ¡sí!. Esta faena nos da un respiro, no solo la subida, también la temperatura de este verano de Enero nos invita a hidratar las células y despojarnos de alguna que otra capa de ropa. Poco a poco va apareciendo el verde fosforito de las camisetas conmemorativas de la pasada temporada por el Camino del Somontano.
Además, aquí tenemos la primera vista de las cumbres pirenaicas, desde las Sorores hasta el Turbón con la blanca pirámide del Cotiella presidiendo la estampa.
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A la derecha, el Turbón (2492 m). |
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Ermita de S. Salvador. |
Siempre en dirección Norte, el camino es un sube y baja marcado por los varios barrancos que atravesamos: La Gorgas, Constencos, Cigüela, Macarazos y Focatiecho...; hasta que en un pequeña subida nos detenemos para que, quienes lo deseemos, nos acerquemos hasta la cercana ermita de San Salvador (s. XVII-XVIII), perteneciente a Abizanda. De nuevo nos asomamos a la ventana, nuestras vistas se dirigen hacia el norte, hacia las cumbres del Pirineo, y no será intención nuestra encaminarnos en otra dirección, bajo nuestros pies se encuentra la población que es centro de magias, creencias, religión y títeres: Abizanda.
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Algunos "ermitaños" |
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Abizanda. |
Sobre la cota más alta de Abizanda se levanta el edificio eclesial de estilo gótico tardío y un elevado torreón cuadrangular, es lo que queda del magnífico recinto del castillo románico.
Dice la historia, y alguien del grupo lo corrobora, que el castillo se construyó tras la toma a los musulmanes por Sancho III el mayor. Se conoce la fecha de su construcción en 1023. Forma parte de la línea defensiva que extendió este rey en todas las sierras prepirenaicas desde el condado de Aragón, pasando por el de Sobrarbe hasta el de Ribagorza, y en este caso concreto debía defender el las incursiones por el valle del Cinca.
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Casas y torre de Abizanda. |
Pero lo más llamativo, es la torre. Al exterior destaca su escasa decoración al tratarse de un edificio con una finalidad defensiva, del cual importaba su aspecto de fortaleza inexpugnable más que su belleza. Tan solo dos ventanales geminados con arcos de medio punto y la puerta de entrada son las únicas licencias artísticas. La visión más llamativa al exterior es la del cadalso perimetral de madera en la parte superior, con el remate en un tejado a cuatro aguas.
A la salida de Abizanda observamos un pozo árabe, de singular estructura, cuyas aguas reposan tras de una reja, es uno de tantos de los que existen en las tierras del Sobrarbe.
Destacar, también, algunas casas ejemplo de lo que fue esta tierra.
La magia, las creencias y los títeres no logran apaciguar el ritmo y, tras cruzar el barranco del Río y la carretera (variante de Abizanda), retomamos la ruta.
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Horno de Arbués. |
El calor, la pendiente y la distancia acumulada, va haciendo mella en algunos miembros de la "armada casablanquista", los cuerpos comienzan a sufrir el castigo del ritmo y para la mayoría pasa desapercibido el Horno de cal de Arbués, que funcionó hasta los años cincuenta del siglo pasado y que fue víctima de la mecanización industrial. Hoy forma parte del patrimonio etnográfico de estas tierras, de su funcionamiento tenemos bastante documentación (dejo un pequeño reportaje del amigo Eugenio Monesma en
este enlace).
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Castillo de Escanilla. |
El camino sigue ascendiendo hasta un acogedor rincón con sus mesas y bancos en donde comer sería un buen regalo, pero, dicen, -aquí no toca-. Sí que toca admirar un par de edificaciones que se asientan en este lugar, los restos del Castillo de Escanilla de los que tan solo queda en pie su torre que, parece ser, era uno de los enlaces entre los castillos de Samitier y Abizanda en el siglo XI. Enfrente de la torre se encuentra la ermita de San Juan Bautista (s.XI) con modificaciones posteriores en los siglos XVI y XVII.
A partir de aquí, la senda discurre en zigzag por un fuerte descenso, que entre robles y carrasca, nos deja en lo más profundo del barranco de Escanilla, cuyas aguas refresca las nalgas de alguien que mi prudencia me impide nombrar.
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S. Saturnino. |
Solo queda cruzar, de nuevo, la carretera para ascender a Escanilla en cuya plaza, presidida por una cruz, se encuentra la iglesia de San Saturnino del siglo XVIII. Junto a esta, se hallan varias casas fuertes de gran interés, entre las que destaca la fachada de la Casa Mora de los siglos XVI y XVII. Caco saca su chuleta y, ejerciendo de guía cultural cuenta:
"Se trata de un gran edificio, de tres pisos de altura y obra de mampostería, sillarejo y sillares en las esquinas. Posee una torre ligeramente saliente en la esquina Sureste y el cuerpo semicircular de un horno de pan sobresaliendo en la fachada Norte.
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Casa Mora. |
Su planta es rectangular y en su fachada principal se abre la puerta en arco de medio punto con dovelas de piedra. Presenta también ventanas y balcones con molduras y un matacán bien conservado en el último piso para la defensa de la puerta. El alero está sostenido por ménsulas de piedra. El interior se distribuye en una planta baja y dos pisos superiores, siendo la torre el cuarto, con acceso a los dos primeros desde el zaguán y a los restantes desde los pisos correspondientes. El piso inferior es abovedado y el resto tienen cubierta plana. En las dos plantas inferiores de la torre se conservan los primitivos vanos aspillerados, y en la segunda hay uno adintelado, con dos sitiales a cada lado construidos en el espesor del muro".
En la entrada de la población nos espera el autobús, que el personal ataca con ansias. No solo el cansancio, la hora del cocido ya ha pasado y en el interior de las zonas abdominales, los jugos gástricos interpretan sinfonías en tiempo de "allegro vivace".
Con el bus, nos acercamos al mismo establecimiento del desayuno, los jefes de la manada han negociado la posibilidad de meterle caña a los bocatas en el garito. Los postres corren a cargo de Paula, cumple años, no muchos (hoy solo...) y nos obsequia con unas porciones de dulces ensaimadas.
La vuelta al valle, al mundo real, alumbrado por una impresionante luna llena, nos devuelve a la crudeza de tiempos complicados en los que el ciudadano de a pie sufre las consecuencias de los caprichos de quienes gobiernan el planeta. Si estas gentes subieran a la montaña más a menudo, supongo que serían más sensibles con los pueblos, además si nos los encontráramos...existen los barrancos (metafóricamente hablando).
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