sábado, 27 de agosto de 2016

TREKKING EN MADEIRA (II)

Día 9 de Agosto de 2016 (Calderao do Inferno y Calderao Verde)
          Espectacular jornada la que vamos a disfrutar en el día de hoy.
         Sin mucho madrugar desayunamos con ansias, así como si el mundo fuera a pararse. Y es que, a estos estalentaos "ganicas" no nos faltan.
Por el camino hacia...
       Un pequeño transfer hasta, ¡qué se yo! de sitio. Uno que tiene memorizado el programa previsto de cada día y que, la noche anterior no ha explicado, pregunto al guía:
             -¿Esto es Queimada (lugar de inicio previsto)
                - No
      -¡ah! vale- le contesto desconocedor de esta maravillosa isla que soy, ¿estaré equivocado?
       El vehículo nos ha dejado al comienzo de una pista que, frescos todavía, recorremos disfrutando del bosque que nos rodea. Estamos en el NO de la isla, Nelio sigue explicándonos las variedades de árboles y plantas.
Geranium palmatum (geranio de caminos)
Al fondo, el Pico Arieiro.
       Al fondo asoma el Pico Arieiro (1818 m.) tercero en altura y comienzo de la etapa de mañana. A nuestra derecha, suenan las aguas del barranco y a la izquierda bosque y más bosque, flores y más flores que no voy a describir, pues mi desconocimiento en la materia me llevaría de meter la pata.
         Sí que es cierto que algunas especies quedan grabadas en mi mente, ¿será por su belleza, por su rareza? no sé, pero el geranio de caminos y las siemprevivas que emergen de cualquier grieta de la roca, me entusiasman.
    Llegamos a la Central Hidroeléctrica da Faja da Nogueira, cuyas turbinas son movidas por un tubo que se alimenta de la Levada Dos Tornos.
Midiendo el "arbolito".
     En los alrededores de la central, vemos algunos ejemplares de árboles importados, como el cedro del Himalaya.
     Continuamos el camino, ahora comienza a ascender algo más.            Nos detenemos en una fuente que se encuentra junto a unos...¡laureles gigantes!, y es que en esta isla la vegetación alcanza medidas enormes. Nos cuenta Nelio que se trata del "laurel fétido", que hace referencia al olor de la madera. Este "arbolito" suele medir alrededor de treinta metros de altura y su tronco, no sé, unos quince metros de diámetro.
       Con las cantimploras llenas y con la imagen del laurel continuamos ascendiendo por una senda que, en varios culebreos, nos pone sobre la Levada do Pico Ruivo. Como es lógico, el camino no tiene más desnivel que el necesario para que las aguas corran por la acequia.
Luces y sombras.
      Un corto y primer túnel nos anuncia el siguiente, se trata del más largo que vamos a recorrer en estos días. Dos kilómetros y medio de oscuridad, de humedad, de ambiente fresco. La senda es de suelo irregular: piedras, agua, tierra (todo entre traviesas de una vieja vía)... La levada discurre a nuestra izquierda; a la derecha la pared de roca nos obliga a andar con precaución; y el techo, bajo en algún tramo, a agachar los cuerpos algo más de lo habitual. ¡Vamos!, que hasta hay alguien que ¡zas!, cae al agua y mide su temperatura. Tan solo algún escorchón en la piel, que nuestro excepcional equipo médico trata con gran profesionalidad. El "chaval" se recupera como es habitual en él.
Ya se ve la luz.
   La oscuridad se hace interminable, tan solo la luz de los frontales destacan en este túnel que...
          -¡ya se ve la salida!
       -¡pero, "rediez"!,  lejos queda todavía.
     Finalmente, salimos al mundo, la luz existe y el paraíso también. Bueno, convirtamos lo de paraíso por "Calderao do Inferno", y si el infierno es así, seguro que el destino que nos tiene reservado a algunos el "más allá"  no estará nada mal.
      Pero antes de disfrutar de tan espectacular rincón de la isla, las trompetas celestiales tocan a fajina y Nelio, sin que nadie nos vea para que no se descubra su "comedor particular" nos introduce entre matorrales hasta una vieja barbacoa utilizada en su tiempo por los levandeiros.
Los tupamaros.
     No está nada mal el contenido de los "tuperwares" y mejor todavía, el de la bota de vino. "Nos cansaremos, caeremos al agua de levadas, nos arañaremos con las zarzas, pero el apetito..."
  "Dejamos el lugar, cual guerrilleros tupamaros, en silencio escondidos entre la vegetación, sin que nadie descubra nuestro escondite, con el comandante Nelio mandando la patrulla". Fuera de bromas, no entiendo el numerito montado para que nadie sepa del lugar que... ¿o es que entra en el programa de actividades?.
       Aventuras aparte, retomamos el camino hasta el lugar en que habíamos visto la luz, seguimos el agua de la levada pasando pequeños túneles y..¡oh!, estamos sobre el Caldeirao do Inferno. 
Una de las cascadas del Caldeirao do Inferno.
Con Maite en una cascada.
        Aquí, las paredes luchan entre ellas por ver cual es más vertical. Pese a ser un verano extraordinariamente seco, el agua cae formando grandes cascadas. Bajo nuestros pies, la tierra se abre en un abismo que conduce...¿al infierno? (que espere). En nuestros rostros se adivina la emoción de encontrarnos en un lugar tan sobrecogedor, que esta isla nos ha regalado por un momento. Ciertamente, no encuentro las palabras con que describir este rincón pero me voy a permitir la licencia de adjetivarlo como el más "paradisiaco de los infiernos". Si quieres sentir esa sensación, dos son las opciones a seguir: ojear las fotografías que voy dejando en estas páginas o viajar, mejor que no sea con Iberia, a Madeira.
Levada do Caldeirao Verde.
      Aún no hemos terminado, ahora descendemos bruscamente por un sendero habilitado con algunos peldaños, hasta la levada do Caldeirao Verde.
      Vemos unas indicaciones que indican "Queimada", fruto de nuestra confusión, le preguntamos al guía si no era ese (como he preguntado por la mañana) el lugar de comienzo y ¡caray!, se percibe de estamos realizando la etapa en el sentido contrario.
    -No pasa nada (le decimos)
   -Es que no me he mirado bien el programa (responde)
 -No pasa nada (repetimos) continuemos la marcha.

En Caldeirao Verde.
Cascada de Caldeirao Verde.
      Ahora, siguiendo la levada, nos acercamos hacia otro de los milagros con que la naturaleza ha cubierto la isla introduciéndonos en lo más profundo de una garganta, "el Caldeirao Verde".             Una cascada de unos ochenta metros cae sobre una verde laguna en donde algunas personas se bañan. Nosotros que tenemos camino que recorrer, solo nos da para que Celia y Maite pongan sus pinreles en remojo durante unos minutos.
         Antes de retomar la marcha, en "asamblea plenaria", decidimos volver en dirección a Ilha en vez de hacerlo a Queimada, lugar previsto de....
      En el camino vamos disfrutando del paisaje, a lo lejos se ve el océano, a sus orillas descansan Santana, San Jorge e Ilha. Las flores nos acompañan, algunas de ellas sorprendentes por sus formas y colores.
¿Flor o flores?, es una variedad de hortensia.
         En los arrabales de Ilha, nos recoge el vehículo que nos devolverá a Sao Roque do Faial. En el camino, conecto el "esmarfone" y recibo unos mensajes de la familia preocupándose por nosotros. Han llegado a España las noticias de un incendio en Madeira que está asolando la capital Funchal, entre otros lugares. Le pregunto al Nelio si está enterado, contesta que sí. Nos hemos enterado antes por la familia que por el guía.
        Entiendo que está preocupado por su familia, por el desastre de la magnitud del fuego, pero ¡leches!... ¡Sin comentarios!.
         Una vez en el hotel de Sao Roque, todos estamos pendientes de las noticias que, realmente son escalofriantes.
Poncha.
       Pero nosotros no podemos hacer nada más que continuar la actividad, así que salvando a unos maleducados personajes del norte de los Pirineos, que no se mueven un ápice para liberar el paso que obstaculizan, pasamos a cenar.
      Tras la cena probamos una bebida tradicional de Madeira, "la poncha" compuesta de ron de caña, zumo de limón y naranja y miel. Sirve la bebida para alegrar las caras y para desear a Celia mucha felicidad, pues hoy cumple... años.
      Nos comenta Nelio, que la etapa de mañana, la más espectacular, será difícil de realizar pues el acceso a la zona se encuentra problemático.
        De momento, tras un pequeño paseo por la población, nos recogemos a...
...zzzzzzzzzz
Datos técnicos
Recorrido

Perfil:
Distancia, 20,5 Km.
Desnivel + 816 m.
Desnivel - 660 m.
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Día 10 de Agosto de 2016 (Cambio de planes)
Tras el humo, Funchal.
       Las noticias que nos llegan del fuego son alarmantes, por de pronto esta noche no podremos alojarnos en Encumeada, el incendio se desplaza rápidamente por el centro de la isla. Tampoco vamos a poder realizar la etapa prevista por los picos más altos de Madeira (Arieiro, Ruivo, Gato...).
        Nelio, con acierto, decide que tenemos que trasladarnos al Sur de la isla, concretamente a Ribeira Brava, cosa que hacemos por la autovía que pasa por Funchal.
    La ciudad presenta un aspecto desolador: el humo lo invade todo, casas chamuscadas, cenizas por todos los rincones.
Desolación.
      En Ribeira Brava dejamos el equipaje en el hotel que ocuparemos hoy, Nelio ha improvisado una ruta segura, no muy atractiva pero, dadas las circunstancias, no se le puede pedir más. Se trata de recorrer un buen tramo de la Levada Nova, a cuyo comienzo nos acerca el microbús.
     Vayas por donde vayas, la ceniza está presente tanto en el suelo como en el aire. El humo no anda lejos de nosotros.
     Esta levada no transita por bosques ni gargantas, ni tan siquiera su suelo, hormigonado en gran parte, tiene gran dificultad para ser pisado. Una cabra observa el paso de una docena de individuos y parece decir:-¿Ande van estos?-
Plataneros.
      En un pequeño túnel, confiado, alguien se golpea la testa con un saliente de la roca y, de nuevo, el equipo médico habitual, le realiza un apaño de lo más profesional. Pero como no llevamos "equipo de limpieza", la sangrienta camiseta será portada por el afectado, el resto de la jornada.
     Nelio sigue enseñándonos plantas, que por aquí son de cultivo, nos muestra la chumbera que fue introducida para que de una plaga, "la cochinilla", se extrajera el tinte carmín. Está muy presente, también, el plátano en todas sus variedades.


Compartiendo mantel.
Camino Real.
     El calor aprieta, es hora de comer así que nos paramos en una de las pocas sombras de que está dotada esta levada y en presencia de animadas lagartijas, cumplimos con ese deber diario de darle gusto al cuerpo.
    Con las mochilas cargadas retomamos el camino, en un pequeño pueblo cuyo nombre no he averiguado, un cartel indica: "bar". Cual si fueran marcas montañeras, seguimos las señales y, bueno, en la última casa, de la última calle, del barrio más alto, justamente allí, nos sirven una docena de cervezas que hemos ganado ascendiendo el desnivel negativo más importante del día.
      Como todo lo que se sube se baja, volvemos por nuestros pasos para alcanzar una carretera que nos llevará a uno de los "Caminos Reales", una red muy extensa, con cuatrocientos años de historia,  que permitió a diversas localidades de Madeira crecer y adquirir relevancia en torno a las rutas de circulación terrestre, funcionando como puntos de apoyo a los viajeros, ya fueran locales, comerciantes o extranjeros, a partir de los siglos XVIII y XIX.
    Pues bien, este, el Camino Real da Cruz desciende bruscamente entre casas hasta Ribeira Brava, en donde el equipaje espera que lo recojamos y subamos a las habitaciones.
Iglesia de Säo Benito.
    Ribeira Brava, ciudad eminentemente turística, fue fundada en el año 1440. Le dio su nombre uno de aquellos torpes capitanes que tuvieron la suerte de que las corrientes le trajera a Madeira, concretamente João Gonçalves Zarco. Además, el tío tampoco se rompió los cascos, pues en un día de tormenta descubrió un río de aguas torrentosas que bajaba hacia el mar, y dijo -¡jo tíos!, cuanta bravura baja por esta ribeira- y bautizó a la ciudad como "Ribeira Brava".
       Ya aseados, cada cual por su lado nos damos una vuelta por la ciudad abarrotada de turismo playero. En una plaza nos detenemos ante la iglesia de São Benito con una pintoresca torre con tejado de azulejos blancos y azules que le da protagonismo a su reloj.
        Nos reagrupamos en la puerta del hotel para coger unos taxis, la cena la tenemos en restaurante localizado en el parque de bomberos de Ribeira Brava. Rica cena regada con un buen vino de Madeira.
       Volvemos al hotel caminando, hay que gastar energías. Antes de despedirnos, le preguntamos, repito, le preguntamos a Nelio por la situación del incendio, nos responde que mañana podremos realizar la etapa prevista, eso sí: "desayuno a las 8:30 para coger el transfer a las 9:30" y yo, que "no me corto un pelo" recogiendo comentarios del personal, le digo al guía que ¡me parece una barbaridad! comenzar tan tarde salir a caminar con el calor que está soportando esta isla. Respuesta: "así está organizado".
        Y como se suele decir: "con el rabo entre las piernas", nos subimos a descansar de una jornada en la que el paseo por la Levada Nova ha resultado ser un "tostón". Pero hay que valorar las cosas en su justo término y uno valora positivamente el esfuerzo de Nelio para buscar una actividad lejos del fuego.
Mañana será otro día, boa noite.

Datos técnicos:
Recorrido.
Perfil:
Distancia, 11,6 Km.
Desnivel + 125
Desnivel - 503 Km.
¡Uf!
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Día 11 de Agosto de 2016 (Encumeada a Paul da Serra)
Felicidades Javier.
         Desde España las noticias que llegan, relativas al incendio de Madeira,  son alarmantes pero parece que no vamos a tener problemas para realizar la salida prevista, el fuego se va desplazando hacia el Oeste de la isla.
        Desayunados y aseados, con las fiambreras preparadas y la bota llena de vino, nos hacemos una foto junto al mar, que a través del "whatsaap" se la dedicamos al amigo Javier Lamiquiz que hoy cumple años y que como ve, sus amigos, desde lejos, no le olvidan. ¡Que pa eso cumple...decenas!
         Nos recogen unos taxis para acercarnos a la zona de Encumeada, punto de encuentro de caminos y veredas, zona de recreo a más de mil metros y lugar de arranque de hoy.
Por la Levada do Norte.
      Tomamos una senda en dirección NO que asciende unos cien metros, para tomar la Levada do Norte, cosa que realizamos por el primero de los túneles de hoy, este mide unos 450 m.
       Aunque nuestros frontales alumbran sobradamente la oscuridad del paso agradecemos alcanzar la salida, pues ninguno de nosotros opositó para minero.
         Esta levada no tiene nada que ver con la de ayer, la Nova. Caminamos por suelo de tierra, entre grandes paredes, con flores en el camino, enormes helechos, grandes laureles, alguna cascada y... ¿otro túnel?.
         Este es algo más largo que el anterior, mide alrededor 1000 metros y de corte irregular.
Salida de la Levada.
         La estrechez del paso en algunos tramos obliga a caminar con atención y el agua, mejor no probarla, el caudal arrastraría a quien osara darse un baño. Túnel recto, muy recto, tanto que la boca de salida se ve cuando queda un mundo para alcanzarla.
         Salimos al exterior con mucha honra, un salto de agua enmarcado en un bello rincón nos recibe y aporta su granito de arena (agua) a la Levada do Norte.
       Poco más adelante, entre verdes paredes y algunas cascadas, abandonamos la levada y seguimos nuestro camino por una cómoda senda cubierta por curiosas ejemplares de laurel y otros árboles propios de esta isla.
Un cariñoso descanso.
Escalera al cielo.
       He dicho cómoda senda, a así es hasta que giramos bruscamente a la izquierda y Nelio nos pregunta si conocimos un grupo de rock llamado Led Zeppelin y por la más famosa de sus interpretaciones. Fernando, como rockero que fue en sus años mozos, contesta "Stairway to heaven" que traducido al "portuñol" sería: "escailera para o ceu".
          Pues eso, la senda asciende sin piedad por un suelo peldañeado tropecientas veces con "madeira" de la tierra. Es algo así como subir ochenta pisos, con la mochila a la espalda, y a la una de la tarde en un día con mucho "caloret" (calor en Ritaciano).
          Maite que anda con la vista puesta en la "escalerica", no se percata de que un árbol retorcido le espera y ¡zas! buen cabezazo. No sé los daños del laurel pero la testa queda algo afectada.
           Nos detenemos a comer en un lugar que, creo, es habitual de los grupos que visitan Madeira con guía. El menú está bueno y, acompañado de la bota de vino, mejor.
A lo lejos la punta del Pico Grande.
Sao Vicente.
      Desde aquí se divisa el Pico Grande (1654 m), que en un par de días pretendemos ascender.
       Por un rato, recuperamos la horizontalidad, estamos llegando a un paraje llamado Caramujo que, literalmente, significa "caracol". Se trata de un lugar en forma de olla, a la izquierda se adivina una balsa, "Chao das Posas" y lo que es mejor, a la derecha un fuerte y profundo valle, el de Sao Vicente, desemboca en el Atlántico, junto a la ciudad del mismo nombre.
      Una vieja edificación que en otras épocas sería una casa de vacaciones, esconde entre esta selva, una zona de acampada, la más aislada de Madeira.
Ruivo, Arieiro... Ahí quedan, ¡volveremos?
Bendita sombra.
       Con buena dosis de calor, ahora caminamos por una  pista carente de sombra alguna, que tiene poca compasión con estos viejos corazones y, como diría Perico Delgado, aparece el "tío del mazo", pero bueno, chino chana, vamos comiéndonosla. Pero como no hay mal que por bien no venga, la pista nos deja contemplar los picos más altos de la isla y que ayer no pudimos visitar. !Ahí están, no se moverán!
           Unos aerogeneradores que para sí los quisiera Don Quijote, nos anuncian que estamos llegando a la zona de recreo de Estanquinhos.
         En la primera sombra que encontramos, un abeto es el responsable, hacemos un alto.
El fuego...
       Ya estamos llegando al Paul da Serra y algunos pretendemos ascender al Pico Ruivo de Paul (1640 m.).
       Pero "nuestro gozo en un pozo", el conductor del microbús que aquí nos espera nos comenta que tenemos que abandonar el lugar, la policía le ha dejado pasar a recogernos, el incendio anda cerca y si el viento cambiara...
       Efectivamente, ya en el vehículo, de camino hacia el siguiente alojamiento somos testigos del desastre que está asolando a esta bella y frágil isla.
Desolación
           Vamos camino de Jardim do Mar, pintoresca población cuyo nombre proviene de la parte entre laderas escarpadas sin vegetación y el maravilloso y frondoso complejo junto al mar, que una vez estuvo cubierto por un manto de flores. Rodeado por el mar y arropado por las montañas, este pueblecito preserva la tranquilidad de antaño, como atestiguan las viejas callejuelas y las casas de piso bajo con diferentes tipos de chimeneas.
     Y esas viejas y laberínticas callejuelas las recorremos con todo nuestro equipaje, camino de la "Cecilia House", regentada por Cecilia, simpática mujer que nos recibe con unos vasitos de fresca poncha. Gran mujer capaz de rentabilizar cada centímetro cuadrado de su "house". De hecho, aunque su simpatía es inversamente proporcional al equipamiento de la casa, cualquier demanda es atendida con toda su energía.
Grandola Vila Morena...
      Una de las parejas, "estalentada", pierde la llave de su "rincón d´amour"; no pasa nada, Cecilia dice -"saltar por la ventana, sacar el equipaje y..."-, cosa que hacen y son acogidos por Maite y un servidor en nuestro otro rincón.
     Con el sol poniéndose en el horizonte del océano, nos sentamos en una inmensa mesa bien provista de comida casera y buen ambiente de los comensales que hasta aquí hemos llegado.
     Tras los postres, alguien pone en mis manos una guitarra que acompañará a los "niños cantores de Aragón" en la interpretación de las más diversas melodías de corte internacional (rumbas, jotas, rock and roll, bulloneradas, labordetadas...). Incluso Cecilia, poncha en mano, se une a la polifónica y le provoco arrancando con la "Grandola Vila Morena" que llega a emocionarle.
Y la fiesta s´acabó, así que cada "mochuelo a su olivo".
Boa noite

Datos técnicos:
Recorrido
Perfil:
Distancia, 10,1 Km.
Desnivel + 763 m
Desnivel - 78 m.

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