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Refugio de Lavasar. |
Tras unos días, cuyos recuerdos permanecerán siempre en cada paso que demos por esas montañas, retomamos la actividad y no hay mejor ruta para hacerlo en aquella que pasa por el Ibón de Plan, más conocido como "Basa de la Mora" (1900 m.).
Si entrañable es la ruta, agradable es la compañía, con los amigos del Stadium Casablanca el termómetro de la camaradería adquiere un elevado grado de temperatura.
Tras un viaje en autobús y una aproximación en varios taxis hasta el refugio de Lavasar (1920 m), nos untamos la dermis de crema protectora, apretamos las botas, fotografía del grupo, e iniciamos la jornada.
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Preparados. |
Algunos abuelos, en chistabín, lengua que se conserva en estos valles, cuentan esta leyenda a sus nietos:
Nosotros debemos ser gentes de pecado y, además, tampoco es la noche de San Juan, solo vemos aquel tronco, y, lo aseguro, no se parece a la mora por lo que, con la mochila cargada de pena hemos de seguir el camino.
A nuestra derecha va quedando el ibón, sobre él, la Peña La Una, Monticiero, Puntons Royos y Litas nos van guiando por un prado en el que varias sendas nos confunden pero, con la habilidad que caracteriza a estas gentes, pronto adivinamos la buena ruta.
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No todo es prado. |
Los algo más de 400 metros que nos quedan para alcanzar la Colladeta del Ibón transitan, primero entre algunos ejemplares de pino negro que "la mora" regala al caminante y que en la cota de 2000 metros comienzan a escasear, y, posteriormente, por una agradable canchalera hasta alcanzar el collado que a sus 2340 metros nos ofrece unas buenas vistas hacia el norte (con permiso de la Peña las Diez), presididas por el macizo del Monte Perdido. En la cara opuesta, el Turbón lo domina todo (eso sí que es un buen macizo).
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En la Colladeta del Ibón. |
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Macizo del Monte Perdido. |
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Vista hacia el Turbón. |
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Hacia Armeña. |
Un descanso (breve para los últimos en llegar) en tan ilustre lugar. Ahora toca dar faena a las rodillas, el descenso es de aupa y el camino no es "de rosas".
Frente a nosotros, poco a poco, allí está, se va quitando sus vestiduras: Cotiella nos enseña su blanco rostro pintado por su roca calcárea, aquel que los del sur desconocemos.
Bajo Cotiella y su hermano menor Cotielleta, el circo de Armeña nos muestra un inmenso caos de piedra en el que se dibuja un sendero por el que ascender a la cima.
Pero nosotros no vamos de cimas, seguimos descendiendo hasta el refugio (1860 m.) que toma el nombre del circo, que aunque sin guarda está perfectamente equipado para pasar una noche antes de tirar "p´arriba".
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Cotiella |
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Ibón de Armeña. |
Aquí hacemos una pequeña pausa en nuestro andar y, aunque el personal vamos demandando un poco de auxilio para nuestros estómagos, pero "los bosses", con buen criterio, aconsejan hacerlo algo más abajo.
Chino chano, seguimos perdiendo metros sin compasión; afortunadamente el paso por el ibón de Armeña ejerce sobre nosotros algo así como un reconstituyente. Este, al igual que el de Plan se halla en el fondo de una cubeta sobre-excavada por la acción de un glaciar que quedó rellena de agua al retirarse los hielos. Dada la gran cantidad de derrubios que existen por las escarpadas laderas que los rodea, se adivina que sufre un imparable proceso de colmatación natural.
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Incesante descenso. |
¡Ay, amigos!, ¡alarma! en el cuartel duodenal, las trompetas tocan a fajina, el ejército clama venganza contra el vacío estomacal y nada mejor que librar tal batalla a las orillas del agua que, fresca, desciende por el barranco de Baranetas. Flojo anda este ejército, pues entre todos no somos capaces de vaciar la bota de vino de Toño.
El sendero sigue descendiendo, unas veces por suelo de prado, en otras lo hace sobre los duros lapiaces, formas en las que la roca caliza tiene una serie de acanaladuras u oquedades de varios centímetros de profundidad, en los que, por lo general, la vegetación no está presente, material en el que las botas se agarran de lo lindo.
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Con Armando y Pablo, presente y futuro del Stadium. |
Nos detenemos en una especie de balcón natural, bajo nuestros pies una pared de cuatrocientos metros sobre el barranco de Bilsé aconseja no medirla "in situ". Unas bordas nos dan la idea de la altura en que nos encontramos con relación al fondo del valle. Aquí arriba, las setas se sienten protagonistas, no hay rincón en nuestro camino que carezca de su presencia.
No tardamos en alcanzar la pista que sube desde Barbaruens aunque pronto la dejamos, el sendero desciende bajo una agradable capa vegetal en su discurrir más recto hacia hasta este pequeño pueblo. En principio, estaba previsto llegar hasta Seira, pero ante la posibilidad de que la cosa dure demasiado y que las tabas se quejen aún más si cabe, se le avisa al conductor que suba a buscarnos, cosa que hace, no sin dificultad pues la carretera es estrecha y el cruce con algunos vehículos le demora como una hora.
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Una de setas |
¡Salvados!, estamos montados en el bus, cae una buena tormenta que de habernos pillado arriba... ¡uf!.
Aún no hemos terminado la jornada, falta recuperar los electrolitos perdidos en la jornada y, ya se sabe, nada como una caña de cerveza para tal menester. Graus, en fiestas, está lleno hasta la bandera, deberemos de parar más adelante.
Esta ha sido una agradable y algo exigente travesía en que las piernas han trabajado más que el "motor", con no muy larga ascensión pero el largo y pronunciado descenso, creo, ha debido de dejar las garras de algunos, un par de días...
También ha sido, una travesía en la que cada uno de nosotros hemos echado en falta a nuestros amigos Lola y Luis y, creedme, su ausencia se nota enormemente. Aunque esta Vieja Mochila se queda sin unos de sus más queridos protagonistas, sus recuerdos quedan aquí y esos, amigos, esos no se borran de ninguna manera.
A ellos, hasta siempre.
A ti, hasta pronto.
Datos técnicos
(El track, pulsando sobre la palabra wikiloc del mapa)
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