Día 12 de junio de 2021
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Peña Oroel |
Es la segunda vez que subo a esta Peña (con mayusculas) y no será porque se esconda entre otra muchas montañas ––se muestra con altiva chulería––, ni tampoco porque ciento y un días la hayamos admirado en nuestros viajes hacia cualquiera de los valles de las tierras de la Jacetania. Tampoco será porque desde otras cimas no hubiéramos buscado (y encontrado) esa inconfundible silueta de los mil rostros.
También hacía mucho tiempo que, Maite y yo, no salíamos con las gentes del Stadium Casablanca y no porque no quisiéramos o no pudiéramos, fueron las consecuencias de la cruel pandemia. Poco a poco, con paso firme, como el ascenso a esta montaña, vamos viéndonos más allá de los ojos, que no es "moco de pavo". Vamos allá.
Docena y media de entusiastas personajes cabalgamos, a lomos del bus de turno, por la mudéjar, camino del norte aragonés. No hace ni "gotica frío" pero, aun así, se me pone la piel de gallina; es lo que me pasa cada vez que suena en los auriculares la canción "Mermelada de fresas" de la Ronda de Boltaña. Bueno, también la climatización del vehículo pone de lo suyo.
Parada en Sabiñánigo para desayunar, aliviar retenciones viajeras y ¡probar unos ricos coquitos!, "made in Mamen (©)". En Jaca se nos suma un nuevo miembro para, patrulla completa, tomar la serpenteante carretera de Bernués y descabalgar un par de kilómetros más adelante del Puerto Oroel.
Bien untados de cremas protectoras, look montañero, foto de grupo y ansias a espuertas, comenzamos a marchar por fresco camino, dejando a nuestra izquierda la fuente de Sarsa y a la derecha los campos, que inician su maduración, como dice la jota: "las espigas de oro ya van granando".
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"La patrulla" con Peña Oroel al fondo |
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Entre pinos |
Otra canción, en este caso de Labordeta, dice: "...que ya viene la calor". Afortunadamente, los pinos de repoblación nos protegen; sobre sus copas se deja ver la cima de Peña Oroel.
Entre pino y pino, un par de caballos, observan el paso de estas gentes con carga en la espalda y animosa conversación.
Poco más adelante, alcanzamos la ruinosa Pardina de Ordoles, asentada sobre un tranquilo praderío, bajo la sombra de espléndidos cedros. El camino transita entre las edificaciones, que poco a poco van quedando atrás.
Hasta ahora, nuestra marcha ha sido algo cómoda en lo relativo al desnivel, pero, aunque con amabilidad, la cosa comienza a subir hasta alcanzar una cabaña.
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Pardina de Ordoles |
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Cojín de monja |
Chino, chano, seguimos subiendo por una tranquila y zigzagueante pista decorada con flores de variados colores. Son tiempos de que las plantas nos enseñen su más bella estampa, como la agresiva aliaga, o el oloroso tomillo, o el escaramujo, o el gamón blanco. Aunque, verdaderamente, el rey del lugar es el erizón o "cojín de monja", próximo a florecer, planta invasiva favorecida por el abandono del pastoreo; por contra protege el terreno contra los agentes erosivos ––por su nombre, aconsejo no posar las nalgas sobre esta planta––.
Este tramo de subida, además de la flora, nos enseña un magnífico paisaje sobre el sur, dominado por la ribera del Gállego (Galliguera) y las sierras de Guara, Gabardiella, Santo Domingo, etc.
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A lo lejos, Tozal de Guara, Fragineto y Gabardiella |
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Por la covacha |
Tomamos el sendero que indica hacia la Virgen de la Cueva, caminando bajo los
inmensos bloques sedimentarios de Oroel que comienzan a dominar los horizontes. Un aroma de excrementos caprinos nos guía hasta una covacha que la naturaleza ha creado en el conglomerado de la Peña. La umbría del lugar y las gotas de agua que caen sobre nosotros, apaciguan la "bochornera" que se cierne sobre nuestros frágiles cuerpos.
Dejamos por un momento la subida a Oroel y nos desviamos unos metros hasta toparnos con lo que fue la Ermita de la Virgen de la Cueva (1470 m.). Cuentan que, años ha, acogió el antiguo monasterio de Santa María de Oroel.
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Ermita, antes del derrumbe |
Este templo, terminó sus días en el mes de octubre de 2012 producto de un derrumbe. La recuerdo en mi anterior visita con una verja que dejaba ver un humilde altar.
Se adivina que las inestables laderas de conglomerado no invirtieron en un buen cemento, aunque no es el caso de las tejas de hormigón, teñido de rojo, de ese que molesta a la vista, que la cofradía de no sé que santo ha construido sobre un nuevo edificio, a los pies de la vieja ermita.
Es un buen momento para apiñarnos, bajo la sombra del único árbol del lugar, para hacer un pequeño descanso y meternos al cuerpo un tentempié.
Lo que queda hasta la nuestro objetivo no es difícil de adivinar, basta con guiar nuestros pasos hacia la enorme cruz, para alcanzar la cima de Peña Oroel situada a 1770 metros de altitud. Cuatro cabras que parecen escoltar la cruz, testifican aquello de que "la cabra ––como nosotros–– siempre tira al monte".
Con las mochilas en el suelo, las espaldas mojadas delatan el esfuerzo de la subida y "la chicharrina" que cae sobre nosotros.
Bajo nuestros pies, inmensamente bella, Jaca con su Ciudadela y la Catedral. Al oeste se abre la Canal de Berdún en cuyo extremo brillan las aguas del embalse de Yesa.
Los Pirineos, al norte, nos muestran las más famosas cumbres, desde el Orhi hasta el Turbón, pasando por Ezcaurre, Lenitos, Agüerri, Bisaurín, Aspe, Collarada, Infiernos, Tendeñera, Taillón, Tres Sorores, Tres María, Peña Montañesa, Cotiella... ¡Uf!, todo un regalo para la vista y el espíritu.
"Resulta que en una cueva situada en las laderas de Peña Oroel habitaba un dragón que tenía atemorizado a todo el valle.
Un día, un caballero jacetano que se encontraba apresado por defender a las brujas de la zona ––definitivamente, no eran tan malas como las pintan––, propuso su liberación a cambio de fulminar al dragón.
Este caballero no era tonto y gracias a su amistad con las brujas, sabía que los dragones tenían un secreto: eran capaces de hipnotizar a sus víctimas con la mirada.
Así pues, el caballero que conocía la leyenda de Perseo, pulió la superficie de su escudo de combate hasta convertirlo en un espejo y se dispuso a visitar la cueva del dragón cuando estuviese dormido.
Al despertar, el dragón se vio reflejado en el escudo y cayó hipnotizado por su propia mirada, momento que el caballero aprovechó para clavar la espada en su corazón y acabar con él, quedando así libre de su condena".
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Saponaria |
Dejamos al caballero, a las brujas y al dragón en paz e iniciamos el descenso por el sendero, bastante transitado, que discurre por el cordal de la Peña, hasta alcanzar la primera de las 33 curvas que pinta la serpenteante senda de bajada, cuyos más de 500 metros nos dejarán en el final del nuestra ruta.
Afortunadamente, transitamos por la cara norte y aquí la vegetación nos protege del sol, vegetación compuesta, además del pino silvestre o royo, de hayas, abetos, avellanos, sauces, etc., bajo los que el musgo pinta de verde el suelo.
Llegados a la zona del Parador de Oroel, con el pensamiento puesto en la cerveza, las puertas cerradas nos animan a buscar alguna sombra del entorno para, concluida la marcha, vaciar por completo el condumio que queda alojado en el fondo de las mochilas ––otros han tenido que esperar el regreso del bus, habían dejado la fiambrera en el auto––.
De regreso, en Jaca, nos detenemos a saciar la "sed bírrica". De nuevo en el autobús, algunos caemos en los brazos de Morfeo.
Ha sido una jornada en la que no ha faltado nada: historia, flores, cuestas, un poquito de magia, paisaje, leyenda y, cómo no, el reencuentro con los mozos y las mozas del Stadium que, caray, no es poco.
Hasta pronto
Datos técnicos
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Recorrido |
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Perfil: Distancia, 13, 7 Km. Desnivel ascenso acumulado, 820 m. Desnivel descenso acumulado, 680 m. |