Día 7 de Abril de 2013
Distancia: 14,2 Km.
Desnivel subida: 670 m.
Desnivel bajada: 670 m.
Ruta circular |
Distancia: 14,2 Km.
Desnivel subida: 670 m.
Desnivel bajada: 670 m.
Perfil |
Extraordinaria y sorpresiva mañana, la que se nos ha presentado en esta jornada. Salimos tarde de la inmortal Zaragonia, a las 9 am., una de las componentes ha trabajado de noche, ¡que si!, que a pesar de recortes laborales de todo tipo y de comentarios demagógicos de personajes que el poder mantiene, el personal trabaja y para disfrutar de su afición favorita, empalma la obligación con la devoción.
La primera sorpresa: desde el alto de La Muela, vemos nuestro destino cubierto por un manto blanco que la sabia naturaleza ha depositado unas horas antes.
Hasta allí nos desplazamos, pasando por Santa Cruz de Grío, y esta es la segunda sorpresa: yo, inocente de mí, haciendo caso al señor Google, he tomado esta ruta con mi turismo cargado con cinco pasajeros y sus mochilas. En la población preguntamos por la carretera de Viver de Vicort a un primer lugareño y nos señala la ruta que, lógicamente, no encontramos. Volvemos a la población y una segunda persona con gesto de admiración, que interpretamos -¿ande van estos?-, nos vuelve a señalar la misma ruta que el anterior. La carretera es una pista sin señalar de casi cinco Km. que transita por un bello recorrido.
Cruce de Caminos |
Llegamos a Viver de Vicort, un pequeño pueblo, perteneciente a Belmonte de Gracián, ubicado en un cruce de caminos que une pueblos de los valles del Grío y el Perejiles y de varias rutas senderistas. A más de 1000 metros su ubicación suele ser pasto de los vientos y de rebaños como el que nos recibió.
Siguiente sorpresa: Hemos coincidido con la 6ª Vicorada, marcha senderista y de BTT, que se desarrolla por la sierra, o sea que a lo largo de nuestro recorrido, coincidimos en algún momento con gentes luciendo dorsal patrocinado por una famosa marca de cerveza de la tierra, ¡adivina!
Preparando el material |
Hoy vamos Lola, Piedad, Maite; Luis (The Doctor), y yo. Aparcamos en una era y tras ponernos las botas y algo de abrigo, nos disponemos a andar, un paisano en btt nos comenta lo de la Vicorada y dice que la mañana es fresca, ya lo hemos notado.
Al fondo divisamos el pico del Rayo, que luego subiremos aunque por la cara oeste, la que vemos es la que bajaremos, la oriental.
No estamos en el Pirineo, estamos en la sierra de Vicort, a solo 80 Km., al sur de casa, y el entorno en estas fechas es tan espectacular como cualquier otro de cotas superiores.
Primeros pasos |
Los primeros pasos, los damos por una ladera que pronto va descendiendo por la nevada vertiente sur hacia el barranco de la Concha.
Pese a que a lo lejos vemos algún control de la Vicorada, nosotros nos desplazamos por un bonito sendero.
La vegetación, primero escasa, se va tornando en carrasca. Esta planta siempre me recuerda a cuando de niño, acompañaba a mi abuelo Vicente por la sierra de Uncastillo a recoger tan preciada leña, que cambiaba a razón de fardo por hogaza de pan en uno de los hornos del pueblo.
Ya es mediodía y el sol va derritiendo la nieve que se torna en charcos de agua cristalina en la que más de una doncella de antaño peinaría sus largos cabellos en tan naturales espejos.
Bueno, el suelo que nosotros vamos pisando, en algunos tramos, las aguas que la nieve lagrimea, se convierte en barro del que nuestras botas ya están acostumbradas a pisar.
Nuestros pasos siguen por terreno más o menos llano, por mil y una curvas que una pista va marcando a lo largo de la ladera occidental de la sierra.
Nos cruzamos con unas mozas participantes en el mencionado evento, nos piden que con sus "esmarfones de última cosecha" les hagamos unas fotografías, cosa que hago no sin cierta dificultad, pues me suena que no se habían estudiado las instrucciones y en vez de ver en la pantalla a las modelos, veía a un tío igualico que yo. Finalmente, son retratadas lo mejor que se puede.
Nos detenemos en un collado del que sale un camino que va hacia el barranco del Guarrillo, hay un par de vehículos de la organización del evento, paramos y nos comentan que faltan por pasar dos o tres bicicletas. Nosotros nos tomamos un tentempié porque a partir de aquí, el camino se va a empinar.
Comenzamos la subida, cuando nos cruzamos con un par de ciclistas bajando a pie, con barro hasta en el c...
Luis se pone a tirar de las damas, pero estas responden con la misma fortaleza que lo hicieron pocos meses antes por Gokyo. A nuestras espaldas, Calatayud es testigo de mis humildes palabras. Piedad echa su mirada más allá, hacia el horizonte, donde se encuentra la tierra que la alumbró: "Soria".
En pocos minutos, nos plantamos en el collado que precede a la última subida. Al norte divisamos la sierra de Algairén, varias veces visitada por nosotros, abajo el valle del Río Grio con Santa Cruz y Tobed.
La vegetación, primero escasa, se va tornando en carrasca. Esta planta siempre me recuerda a cuando de niño, acompañaba a mi abuelo Vicente por la sierra de Uncastillo a recoger tan preciada leña, que cambiaba a razón de fardo por hogaza de pan en uno de los hornos del pueblo.
Reflejos |
Bueno, el suelo que nosotros vamos pisando, en algunos tramos, las aguas que la nieve lagrimea, se convierte en barro del que nuestras botas ya están acostumbradas a pisar.
Nuestros pasos siguen por terreno más o menos llano, por mil y una curvas que una pista va marcando a lo largo de la ladera occidental de la sierra.
Nos cruzamos con unas mozas participantes en el mencionado evento, nos piden que con sus "esmarfones de última cosecha" les hagamos unas fotografías, cosa que hago no sin cierta dificultad, pues me suena que no se habían estudiado las instrucciones y en vez de ver en la pantalla a las modelos, veía a un tío igualico que yo. Finalmente, son retratadas lo mejor que se puede.
No es el Himalaya, pero... |
Comenzamos la subida, cuando nos cruzamos con un par de ciclistas bajando a pie, con barro hasta en el c...
Luis se pone a tirar de las damas, pero estas responden con la misma fortaleza que lo hicieron pocos meses antes por Gokyo. A nuestras espaldas, Calatayud es testigo de mis humildes palabras. Piedad echa su mirada más allá, hacia el horizonte, donde se encuentra la tierra que la alumbró: "Soria".
En el collado |
En pocos minutos, nos plantamos en el collado que precede a la última subida. Al norte divisamos la sierra de Algairén, varias veces visitada por nosotros, abajo el valle del Río Grio con Santa Cruz y Tobed.
Volvemos nuestros esbeltos cuerpos y hacia el suroeste del valle del Río Perejiles a cuyas orillas se adivinan Mara, Belmonte de Gracián y Villalba. Abajo Orera lo pasaremos a la vuelta, he decidido no volver por la pista.
Último esfuerzo |
Una última pechugada cubierta de nieve muy resbaladiza, nos acerca hasta un pico, no muy alto, sin más dificultad que los elementos que la naturaleza nos regala: El Pico del Rayo. No conocerlo es así como enamorarte de una o un desconocido.
El paisaje es espectacular, el tiempo es el mejor que se puede pedir para andar por estas alturas y la naturaleza: espectacular. Bajo la nieve asoma un prado verde como hace años que no se veía.
La cima, como casi todas, se encuentra adornada por antenas, mojones, vértice geodésico, placas solares... y es que si queremos tecnología, debemos pagar este precio. Y no digamos el pico Inogés que lo tenemos cerca, su uso militar hispano-norteamericano, lo convirtió en los años sesenta en un montón de acero. Ya sé, era un radar. A cambio, los yanquis nos dieron leche en polvo.
La bajada la iniciamos con mucho cuidado, el ligero manto de nieve está sopa y desliza con mucha facilidad. Lola mide con sus nalgas, varias veces, el espesor del blanco elemento.
Pero como somos muy prudentes, algunos con mucha descendencia, descendemos con muchísimo cuidado, el día ya alarga y no hay prisa. Eso sí, las tripas empiezan a tocar a fajina y alguien comenta que en el primer resguardo que encontremos "parada y fonda"
Lo hacemos en un cortafuegos que hemos tomado como atajo. Comiendo, no somos tan prudentes como bajando y en pocos minutos, hemos dado al traste con las viandas típicas que las mochilas suelen portar : jamón, queso, pan, tomate, fruta...etc, pero lo que se echa en falta es el vino. Añoramos a Valentín y su bota.
El descenso lo hacemos por bellos pinares totalmente alfombrados de nieve, que cuando desaparezca, siendo las fechas que son, seguro que el suelo que cubre, dará unos hongos de los de chuparse los dedos.
Ya hace un buen rato que andamos solitarios por la sierra y el silencio solo es roto por alguna pequeña ráfaga de viento, por el cantar de algún pájaro o por el agua que el deshielo escupe por el fondo de los barrancos.
Que le vamos a hacer, a algunos nos emocionan estos sonidos y estos silencios.
Piedad, nos comenta que, cuando subieron a poner un Belén en el Pico del Rayo, allá por el mes de diciembre, no había ni una gota de nieve. Ahora ya ves, abril y con nieve.
Saco unas fotos del Moncayo, que no nos ha dejado de vigilar en todo el día y que hoy, cuando escribo, me entero de que a esas horas ha escupido un alud de colada y, afortunadamente, no ha habido ninguna víctima. En estas fechas hay que tener cuidado con la nieve y si se ha de ir por ella, toca madrugar y pisarla con temperatura baja.
Por una pista que curvea una y otra vez, por la ladera oriental de la sierra, nos vamos acercando a nuestro final. A lo lejos, ya asoma algún tejado de Vivér de Vicort, principio y final de una excursión que la recomiendo a todo amante de la naturaleza, el paisaje y la tranquilidad, Y si se comparte con gente como la que tengo la suerte de llevar como compañía, "es un placer".
Volvemos, esta vez, por carretera, bueno, excepto un trozo que en obras, su piso ha recogido agua del deshielo, convirtiendo el suelo en una pista de patinaje sobre barro.
En Calatayud, cafés y birras, reponen nuestros cuerpos de aquellos elementos que hayamos podido perder por las sendas y caminos de la Sierra de Vicort.
Hasta otra.
El paisaje es espectacular, el tiempo es el mejor que se puede pedir para andar por estas alturas y la naturaleza: espectacular. Bajo la nieve asoma un prado verde como hace años que no se veía.
La cima, como casi todas, se encuentra adornada por antenas, mojones, vértice geodésico, placas solares... y es que si queremos tecnología, debemos pagar este precio. Y no digamos el pico Inogés que lo tenemos cerca, su uso militar hispano-norteamericano, lo convirtió en los años sesenta en un montón de acero. Ya sé, era un radar. A cambio, los yanquis nos dieron leche en polvo.
El Pico del Rayo |
De verde, Lola derrapante. |
Pero como somos muy prudentes, algunos con mucha descendencia, descendemos con muchísimo cuidado, el día ya alarga y no hay prisa. Eso sí, las tripas empiezan a tocar a fajina y alguien comenta que en el primer resguardo que encontremos "parada y fonda"
Lo hacemos en un cortafuegos que hemos tomado como atajo. Comiendo, no somos tan prudentes como bajando y en pocos minutos, hemos dado al traste con las viandas típicas que las mochilas suelen portar : jamón, queso, pan, tomate, fruta...etc, pero lo que se echa en falta es el vino. Añoramos a Valentín y su bota.
Por el Pinar |
El descenso lo hacemos por bellos pinares totalmente alfombrados de nieve, que cuando desaparezca, siendo las fechas que son, seguro que el suelo que cubre, dará unos hongos de los de chuparse los dedos.
Ya hace un buen rato que andamos solitarios por la sierra y el silencio solo es roto por alguna pequeña ráfaga de viento, por el cantar de algún pájaro o por el agua que el deshielo escupe por el fondo de los barrancos.
Que le vamos a hacer, a algunos nos emocionan estos sonidos y estos silencios.
Las tres himalayistas. |
Piedad, nos comenta que, cuando subieron a poner un Belén en el Pico del Rayo, allá por el mes de diciembre, no había ni una gota de nieve. Ahora ya ves, abril y con nieve.
Saco unas fotos del Moncayo, que no nos ha dejado de vigilar en todo el día y que hoy, cuando escribo, me entero de que a esas horas ha escupido un alud de colada y, afortunadamente, no ha habido ninguna víctima. En estas fechas hay que tener cuidado con la nieve y si se ha de ir por ella, toca madrugar y pisarla con temperatura baja.
Por una pista que curvea una y otra vez, por la ladera oriental de la sierra, nos vamos acercando a nuestro final. A lo lejos, ya asoma algún tejado de Vivér de Vicort, principio y final de una excursión que la recomiendo a todo amante de la naturaleza, el paisaje y la tranquilidad, Y si se comparte con gente como la que tengo la suerte de llevar como compañía, "es un placer".
Volvemos, esta vez, por carretera, bueno, excepto un trozo que en obras, su piso ha recogido agua del deshielo, convirtiendo el suelo en una pista de patinaje sobre barro.
En Calatayud, cafés y birras, reponen nuestros cuerpos de aquellos elementos que hayamos podido perder por las sendas y caminos de la Sierra de Vicort.
Hasta otra.
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