jueves, 19 de septiembre de 2013

PICO ANAYET


     No puedo comenzar a aporrear las teclas de mi anciano ordenador, sin antes pedir disculpas por este vacío producido desde la vuelta de Eslovaquia. Un pequeño descanso y varios días de vacaciones con Maite y los nietos, han suplantado con nota alta, las actividades propias de estas páginas. Tras un mes de reposo físico-mental, abro los ojos y me encuentro con más de lo mismo: Ordenadores cuyos discos duros se borran por arte y gracia del espir..., perdón, de secretarias de ex-tesoreros; pongo la tele y escucho hablar a una afamada y no electa alcaldesa en spaninglis invitando a todo el planeta a tomar café en la Plaza Mayor; veo, también, a una izquierda nacionalista aliarse con la derecha para segregarse del resto del suelo que me vio nacer (me apunto a pedir la independencia de los ciudadanos contra banqueros corruptos, políticos mentirosos, presidentes con sueldos millonarios de sociedades públicas y privadas y de toda fauna, cada vez más abundante, que se enriquecen a costa de sangrar al pueblo). Mientras un reciente premio Nóbel plantea si atacar o no Siria, allí siguen muriendo diariamente cientos de civiles, etc.
¡Ale! ya me he desahogado y lógicamente ya es hora de oxigenar el cerebro y mandar este cuerpo saleroso al monte. 

Día 15 de Septiembre de 2013
        Las previsiones de los meteorólogos son variadas y parece que puede caer alguna gota por el Pirineo. Me asomo al balcón de casa y veo el cielo estrellado, la única precipitación, es la de una zagala que entre dos coches desagua lo consumido en toda la noche, el chirripapier (como llamaría la alcaldesa al pañuelo de celulosa), queda depositado en la calzada. Saco a pasear a Atos (ya está mayor para acompañarnos) y efectivamente, la madrugada es espectacular, así que al monte.
        Casi sin pensarlo, Maite, Piedad y yo (¡vaya trío!), estamos pasando Zuera, el sol lucha por asomarse entre unas pequeñas nubes que el astro tiñe de rojo intenso. Los aspersores de riego de los campos de La Violada, lanzan grandes nubes de agua sobre la alfalfa que aún se resiste a morir antes del último corte de la temporada, el maíz duerme a la espera de desprenderse del verde de verano para ser cosechado en los próximos fríos. Más despacio que la cosecha más larga, van las obras del Monrepós que espero verlas concluidas alguna vez. Paramos a tomar un café en Senegüé, mismo establecimiento que de costumbre pero inusualmente vacío.
Rana madrugadora.
        A las 9:20 h., con algo de fresco todavía, partimos desde el Corral de las Mulas (1620 m.) por la pista asfaltada que lleva hasta las instalaciones de las pistas de esquí de Anayet. Un autobús cargado de fuerzas galas nos anuncia que no vamos a estar solos. En el camino, una diminuta rana calienta su piel en el sol que ya  comienza a caer sobre mi poblada cabellera.
        Tomo un atajo por la senda que transcurre por detrás de una nave, pero de atajo nada, Maite y Piedad llegan antes que yo a la zona mencionada. Estamos en un mar de hierro, asfalto y hormigón.
Maite y Piedad (compañía de lujo).
        En las primeras cuestas por el barranco de Culibillas, las gotas de sudor comienzan a humedecer nuestra dermis.             Ellas, compañeras de lujo, se paran de vez en cuando a coger arándanos, abundantes en estas praderas regadas por las limpias aguas del arroyo.
        A nuestra izquierda el pico Culibillas (2509 m.) nos indica el camino a seguir. A la derecha el pico O Garmet (Garganta) (2145 m.) muestra su cima mirando al cielo, nosotros miramos al suelo que ya se va empinando.
        La inactividad de todo este tiempo se nota en el cansancio del personal.
Genciana.
    Un descanso, adornado por un genciana que se resiste a hibernar, nos acoge para que recuperemos la respiración adecuada y atacar la última cuesta que nos dejará en el más grande de los ibones de Anayet.
Aquí me viene el recuerdo de hace un año y medio que con los viejos amigos de natación, subimos hasta estos bonitos ibones y Conchita queriendo ver de cerca una rana, se dio un baño sin neopreno (crónica).
Al fondo, se adivina el collado.



Ya asoma el Anayet.
    Ya por el barranco de Anayet, llegamos a uno de los lugares más impresionantes y hermosos que se puede uno encontrar, tan solo las descripciones idílicas del paraíso podrían superar semejante panorámica.
        El Pico Anayet (2575 m.) reflejado en el espejo de las aguas de uno de sus ibones. Si miras al norte, también se refleja una de las montañas más bonitas del Pirineo, el Midi D´Ossau (2884 m.), con el Peyraget (2488 m.) delante, que en alguna ocasión hemos visitado.
        Nos tomamos un descanso y recojo con la cámara fotográfica el momento.

Ibón y Pico Anayet.
Ibón, cuello y pico Anayet.
Piedad, Maite y el Midi D´Ossau al fondo.
Paso de cadenas.
                Aparece el grupo de franceses que comienzan a acercarse a la base del pico por delante de nosotros.
        Piedad nos señala el lugar en el que tendremos que agarrarnos a las cadenas y la chimenea previa a la cima (es una enciclopedia).
    Con paso lento pero firme vamos ganando altura hasta alcanzar el Cuello de Anayet (2400 m.). A la izquierda, por el sur, algunos suben al Vértice, nosotros giramos en dirección norte con la vista puesta allá arriba, en la subida que tenemos que salvar.



Todo técnica.
                                En un momento, estamos agarrados a la cadena que asegura el paso por este tramo. Maite y Piedad hacen gala de sus conocimientos adquiridos en los variados puntos que, similares a este, pasamos en los Altos Tatras: "una persona por tramo" "la cadena siempre tensa". Y así lo hacemos, mantenemos la cadena más tensa que las noticias del telediario. A una muchacha gala que detrás de un servidor anda temblando, le tengo que decir: -¡S'il vous plaît une personne par section!. Y obedece, así da gusto.-
Atacando los últimos metros de la chimenea.



                                                                                    No hacemos más que alcanzar el último peldaño y ¡zas!, otro paso de los de pensar, es la chimenea previa a la cima. El ejercito galo, que ha subido por delante, está bajando por este estrecho paso y de nuevo, con voz enérgica les digo:- ¡S'il vous plaît préférence à l'escalade! (preferencia a los que suben)-
Piedad, que ha subido la primera nos espera al final de la chimenea y ya juntos hacemos cima en el Pico de Anayet, tras salvar unos 1000 metros de desnivel.

Cima del Anayet
        Una vez despejado de gente, el lugar solo está ocupado por tres personas con las que intercambiamos las cámaras para retratarnos.
        Si en el ibón, el panorama era paradisiaco, aquí nos encontramos en un mirador de lujo, Al norte, como si surgiera de entre las nubes, el Middi D´Ossau destaca entre otras cimas, más cerca se encuentran algunas de las que ya hemos pateado en alguna ocasión, el pico de Canal Roya, Peyraget, Peña Blanca...; girando nuestro cuerpo salerosos hacia el oeste: el Aspe, la Zapatilla, Bisaurín, Castillo D´Acher...; al sur, la sierra de la Partacua coronada por Peña Telera y ¡anda pues! ¿que es aquello que se ve al fondo por encima de las nubes?, "es el Moncayo"; último giro, ahora se nos abre al este un conjunto de espectaculares picos, muchos de ellos de más de 3000 metros. Garmo Negro, Infiernos, , Bachimaña, Balaitus, Palas..., ¡todo un espectáculo!
Con Maite y Piedad, en la cima, con el Middi D´Ossau al fondo.
P´abajo.
        Nos quedamos solos, el silencio es total, ni tan siquiera los pájaros de hierro que surcan el cielo dejando tras de sí una estela blanca, rompen la paz que reina en este maravillo lugar. Piedad saca unos frutos secos (los hemos currado) y tras cargar las mochilas de energía, comenzamos a descender. Lo hacemos con mucha prudencia, pues a estos años los huesos sueldan peor que cuando eran mas tiernos.
        Frente a nosotros, observamos algunas personas en el Vértice, Piedad me anima a que lo suba pero lo dejaremos para otra ocasión (si aún sigue allí), los cuerpos están cansados y aún queda descender hasta el aparcamiento. Antes de llegar al collado, observamos, allá abajo, una tremenda marmota con una de sus crías, ya crecidita.
Siempreviva (sempervivum montanum).
        Paramos a comer en el prado del ibón grande de Anayet, las sardinas con tomate rosa de Barbastro, están de rechupete y con el vino de garnacha de Longares, tenemos ya el cuerpo con la energía suficiente para desandar lo que queda. Para no hacer la bajada monótona, lo hacemos por otro lugar, concretamente por una senda que  nos lleva por encima de la margen izquierda del barranco de Culibillas, esta vez el Garmet lo pasamos por su cara norte. Paramos en un chiringuito que en invierno es frecuentado por esquiadores de travesía y raqueteros.

Vista parcial de las pistas de Anayet.
        Seguimos bajando, ya adivinamos las pistas de esquí, el paisaje es desolador, ¿de verdad es necesario tal desastre para esquiar?. Y menos mal que el final de la burbuja inmobiliaria ha frenado las ansias especulativas, sino el paisaje sería aún más deprimente..
Cuando ya pisamos hormigón y asfalto, unos franceses nos preguntan por el camino a seguir hasta los ibones, me miro el reloj y aclaran que es para otro día, "menos mal".
El tiempo está cambiando, hace fresco y con paso ligero, llegamos al Corral de las Mulas en donde damos por finalizada la jornada montañera. En el bar que habíamos desayunado, paramos a tomar unas cervezas, bueno ellas, porque yo conduzco y me conformo con un café con hielo.
        Se nota el cansancio propio de haber estado más de un mes sin mover las tabas, pero el día ha sido gratificante y con esta pareja se puede ir a cualquier piquito, valle o barranco, ¡es un placer!.
Recorrido

Perfil de la jornada: Recorrido 14,8 Km.  Desnivel acumulado  1016 m.

Hasta pronto.

FOTOS PARA VER
Y ESTAS, PARA DISFRUTAR 

3 comentarios:

  1. Pero qué pasa, que echabais de menos las cadenas de los Tatras? Buena crónica.

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  2. Mochilero, mucha vieja mochila pero no parais. Que bonito! Besicos

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  3. ¡¡ Brillante la crónica !! Con esa pareja de "musas",no mudas, la inspiración está asegurada. Y que envidia me dais.

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