lunes, 27 de mayo de 2013

LA CARA OCULTA DEL MONCAYO



Día 26 de Mayo de 2013


La primavera
Miguel Mena en su descripción de esta zona dice: "Es más fácil encontrarse con alguien camino de la cumbre del Everest que en el ascenso al Cerro del Morrón, en las proximidades de Purujosa, provincia de Zaragoza".
Y algunos de los que hoy transitamos por estas tierras,  que no hace mucho que estuvimos por el valle que asciende hacia al Everest, o sea por el Valle del Khumbu (entradas de Noviembre de 2012), corroboramos tal afirmación.
Cruzando el río Isuela
Toda una jornada por esos rincones de la Sierra cuyos núcleos Calcena y Purujosa, desconocidos para muchos, escoltan al río Isuela que aguas más abajo dan apellido a poblaciones como Mesones, dominada por su castillo donado por Sancha de Abiego a la Orden del Temple, junto a sus habitantes mudéjares, en 1175.
Dejamos los coches en Calcena, población que llevó fama un tiempo por sus minas de plata, que en la actualidad ya no son explotadas por su falta de rentabilidad.

Calcena
El casco urbano, al que se accede por un arco sobre el que está la capilla de la Virgen de la Nieves, es accidentado y pintoresco y denota su origen musulmán. La forma del casco urbano es casi circular, con callizos, callejones, calles quebradas y pasos cubiertos, típicos del urbanismo laberíntico y sinuoso islámico.
Ababoles
Hoy en día, Calcena es el centro de la llamada "Cara oculta del Moncayo", que yo más que oculta la llamaría desconocida. Centro, también de múltiples actividades relacionadas con el medio ambiente, el senderismo, la escalada... Se celebran las Calcenadas de Primavera, Verano y Otoño, muy populares entre las gentes "gastadoras de calcetín".
Nuestros guías de hoy, José Luis Martín y su encantadora esposa Mª Jesús, conocedores de la zona, dirigen nuestros primeros pasos sobre el puente del Isuela en dirección a la ermita de San Cristóbal, que aunque no de mucho valor y con múltiples antenas adosadas a la fachada y alrededores, sí que su emplazamiento invita a detenerse un rato a contemplar el paisaje.
Vista desde S. Cristóbal
Desde el mirador podemos ver el Pico de Lobera, la Peñas de Herrera, Calcena y parte de la ruta que vamos a recorrer posteriormente, flanqueada por las Peñas Alba, el Cerro Morrón, Plana de Los Ascones...
Pero ya en la subida a la ermita, lo que más nos entusiasma son las flores. Tras las recientes lluvias y nevadas, el sol ha provocado en la naturaleza una explosión de espectacular rebeldía en la que el ababol (amapola) nos marca el camino a seguir.
Las Peñas del Alba
El camino a San Cristóbal es de ida y vuelta. De nuevo pasamos por Calcena, tomamos la carretera que transcurre por la margen izquierda del Isuela hasta que un kilómetro abajo, el cartel de la GR-90 nos enseña la ruta a seguir.
Comenzamos la pista que discurre por la derecha del barranco de La Loma. Tras pasar por los corrales de Boquero en donde tomamos un atajo, llegamos hasta el corral de la Loma. A partir de aquí una empinada pero cómoda senda, nos conduce bajo las Peñas del Alba en las que unas cuevas albergan (nos cuenta José Luis), unos cuantos murciélagos.
Erizón lila
En este momento, también empezamos a comprender los de las minas de plata, el suelo está jalonado por lajas de piedra que en sus cortes se aprecia claramente el brillo de tan preciado metal (seguro que no tiene ningún valor, sino no estarían aquí).
Volvemos a ver el erizón lila, el tomillo floreciente que a nuestro paso desprende su olor tan apreciado en la cocina, romeros, lavanda, ...
Llegamos al collado Somero, volvemos la vista atrás y a lo lejos divisamos la ermita que antes hemos visitado, se ven también las sierras de Vicor y Algairén.

Paredes de Valdeascones, Peña de los Moros y al fondo la Peñas de Herrera
De frente, la senda que rodea las Peñas Alba nos baja al barranco de Valdeplata.
En el mismo cauce del barranco, valoramos la ruta a seguir. La hora, el camino recorrido, el desnivel acumulado y el regreso,  nos llevan a tomar el curso del Barranco de Valdepino, aguas arriba.
Y no nos va a penar, solo mirar al suelo y entre la variedad de plantas (juncos, tomillos, sauces, escaramujos, guillomos...), una arenilla brillante delata el pasado minero de estas tierras.



Cara norte Peñas Albas
A nuestra izquierda, las paredes que sujetan la Plana de Valdeascones, nos dejan contemplar, una vez más, el elegante planeo del buitre. 
A la derecha otras paredes, las de la Peña de los Moros, rezuman humedad y las plantas trepadoras cubren las zonas mas umbrías de este barranco que cada vez más, se va encajonando.
El agua aparece bajo nuestros pies y fruto de esta, la vegetación se va espesando y las piedras que pisan nuestras botas se encuentran pulidas, hay que prestar atención para evitar posibles accidentes.
Por el barranco de Valdepino
 Maite y Mª Jesús, deciden quedarse a comer en un punto en el que el barranco se estrecha bastante, el resto seguimos ascendiendo con el fin de llegar al collado del Campo, pero el reloj es implacable y sus saetas no paran de girar una y otra vez, por lo que tras haber pasado ciento y un toboganes, damos la vuelta y nos dirigimos al  comedor en que nos esperan las arriba mencionadas. Hace calor, el sol está alto, se adentra en el cañón y algunos nos cobijamos a la sombra de un árbol que en pendiente ladera ha crecido. En tan "cómodo comedor" damos cuenta de nuestra despensa y sin perder el tiempo comenzamos el regreso, hace calor y el poco cielo que desde el lugar divisamos, anuncia tormenta para la tarde.
Y efectivamente, Una negra nube a nuestra derecha, en el Moncayo, y otra al frente, por la sierra de Algairén, nos anuncian que aceleremos el paso, que las flores que ahora vemos ya estaban por la mañana, o sea que las dejemos de observar.
No hemos encontrado ni un alma en todo el camino. Ahora ya en las proximidades de Calcena, un pastor con su rebaño de cabras paciendo en el prado, nos saluda mirando al cielo (pensará :¡de buena se han librado¡).
Calcena


Ya en las calles de la localidad, las primeras gotas (y unas vecinas) asoman de entre sus chopos y viejas casas, son el epílogo de una tarde lluviosa que por enésima vez en este año, regará ese gran jardín que es la Sierra del Moncayo. Nosotros nos regamos con una cerveza en el albergue de Calcena.
Y Miguel Mena termina:  "Ojalá la soledad y el silencio se pudieran ordeñar como se ordeña una vaca para vender litros de tranquilidad en tetra brick. Mientras llega ese invento, lo mejor es respirar a pleno pulmón la magia de esta cara oculta, perdiéndose por los vericuetos de Calcena, de Purujosa, del Morrón y de cada uno de los cerros y barrancos de esta tierra tan brava como también acogedor".

Hasta pronto

FOTOS DE LA JORNADA

Perfil de la marcha. 19,6 Km.  960 m. acumulados

Ida y vuelta

Mª Jesús Escuer, me ha mandado un cuento suyo que no puedo resistirme a publicar, con su permiso, en estas páginas dedicadas a ese Moncayo desconocido.



VALDEPLATA

  Bajó raudo y su sombra se confundió en los juegos de luces provocados por las tenebrosas nubes que, rotas en negros jirones, amenazaban con deshacerse sobre la reseca tierra. Tsihc se escondió tras un voluminoso grupo de erizones en flor. Estaba convencido de que la paz establecida era, hacía ya tiempo, una realidad tangible aunque ya nada volvería a ser lo mismo. Conocía los peligros de acercarse a los gnomos, pero la historia que impregnaba el lugar patinándolo con su misterio, siempre le había impresionado. Moncayo, desde su  atalaya, rodeado de nieves perpetuas, dominaba con su fuerza todo el territorio pero a veces, de tanto como lanzaba su penetrante  mirada a lo lejos, no se percataba de lo que se tramaba a sus mismos pies. Quizá fuera la sensación de poder absoluto la que impedía pensar en que alguien osara romper las leyes no escritas. Mientras daba cuenta de un puñado de oscuras y jugosas moras, Tsihc intentó ordenar sus recuerdos.

       Años atrás, el gran señor, encargó a un grupo de gnomos el cuidado de la gran mina de plata que se hallaba oculta bajo la cabecera  de uno de los grandes barrancos que, como profunda herida partiendo de sus faldas y oculto por varias peñas, permitía que el agua de las tormentas y del deshielo bajara brincando, veloz y  feliz, para llenar el río con su riqueza. Sabedor del febril amor por las joyas y los metales preciosos de estos pequeños seres, les encomendó tan ardua tarea haciendo especial hincapié en que se mantuvieran ocultos y en que no dejaran escapar aguas abajo ni una pequeña muestra que pudiera avivar la curiosidad de los hombres; a cambio, les permitía quedarse con una parte de lo extraído para añadir a sus, ya de por si, grandes tesoros. El encargo incluía la prohibición de asaltar o poner trampas a los humanos con el objetivo de mantener la calma en la zona, no descubrir el lugar y no despertar sospechas.
        Los gnomos, según su costumbre, construyeron sus viviendas bajo tierra y habilitaron también unas cuevas semiocultas en las grandes paredes, reforzándolas con acumulación de piedras perfectamente encajadas y bien cubiertas por hiedra para mayor seguridad. Desde el camino que unía las poblaciones de los hombres que habitaban la comarca, eran totalmente invisibles Fabricaron grandes hornos que se encendían aprovechando los días de niebla, abundantes en la zona, para que el humo pasara desapercibido. Las piedras eran trituradas con los martillos por los  enanos más fuertes, mientras los niños, cernían el lodo y buscaban las brillantes y valiosas partículas. En las cuevas preparadas a tal efecto, montaron sus laboratorios y colocaron abundantes cuencos con el cianuro necesario para acelerar el proceso de lavado y lograr un mineral libre de impurezas. Infatigables trabajadores, poco a poco cosecharon una importante cantidad. Las riquezas se acumulaban ordenadas cuidadosamente en el subsuelo y Moncayo disponía de pequeñas cantidades que distribuía a sus súbditos discretamente, según sus necesidades, permitiendo a los enanos hacerse con el grueso de la producción.
      Transcurrieron unos años de gran felicidad y sin problemas. Un mal día, dos humanos huyendo de la justicia, fueron a parar al cruce de caminos. Siendo noche cerrada, al carecer de luz para ver lo más imprescindible, decidieron descansar hasta la mañana siguiente en unos corrales que se utilizaban para recoger el ganado en época de partos. Llevaban consigo un botín de oro y piedras preciosas que habían robado en una casa del cercano reino, dejando malheridos a sus moradores. Los gnomos olfatearon enseguida la riqueza de los sacos despertando su codicia. El gran revuelo ocasionado obligó a convocar una reunión urgente. Traicionados por su naturaleza, la tentación era demasiado fuerte. Un niño les recordó el pacto con el gran señor, pero le hicieron callar con la excusa del respeto debido a los mayores.
   Tras arduas deliberaciones, se enzarzaron en discusiones que fueron a más, sacando a relucir antiguas rencillas entre las distintas familias. Ganaron aquellos que se creían en el derecho de robar a los ladrones ya que, según ellos, habían logrado el tesoro por medios ilícitos. Al tomar tan grave decisión, varias familias de gnomos abandonaron la zona para volver a las tierras altas del Horcajuelo de las que habían partido años atrás; el resto,  prepararon una estrategia para hacerse con las bolsas de las joyas.
   A la mañana siguiente, los hombres, sujetando su preciada carga, bajaron al río para lavarse. En el fondo, entre los cantos redondeados por la acción del agua, descubrieron una piedra preciosa engarzada en plata. Al incorporarse con ella en la mano advirtieron pequeños destellos de luz aguas arriba. Se dirigieron hacia el lugar encontrando un bellísimo collar de esmeraldas y decidieron explorar, presas de gran excitación, los alrededores. Tras caminar una media hora se encontraron con una gran explanada salpicada de pepitas de plata pura. Pasado el primer instante de sorpresa, y sintiéndose seguros, se lanzaron sobre ellas como lobos sobre corderos dejando al lado los sacos que portaban el valioso contenido. Sigilosamente, los gnomos que observaban la escena esperando una oportunidad, se las ingeniaron para escamotearlos. Al percatarse de la pérdida, los ladrones comenzaron a dar voces. Sacando sus largos cuchillos, destrozaron los matorrales buscando huecos por los que pudiera haberse escurrido o camuflado el botín. En su locura destructora, descubrieron una cueva tapada  por piedras colocadas regularmente y cubierta por cortinas de ramas y hojas. Ayudándose con gruesos troncos a modo de arietes, golpearon frenéticamente el murete hasta que éste cedió. El estrépito fue repetido por el eco hasta hacerse insoportable. Los gnomos, que no estaban acostumbrados a que los humanos les hicieran frente, comenzaron a salir de sus moradas para defenderse del ataque con hachas y martillos. Eran más numerosos, pero no contaban con la ferocidad y la fuerza de los bandidos que les lanzaban rocas de gran tamaño ayudándose con todo tipo de artilugios improvisados.
     Al cabo de una hora, el lugar era un caos. En las poblaciones más próximas creían que el estruendo se debía a que se avecinaba una tormenta de grandes dimensiones y se refugiaron en las casas cerrando los postigos, tras asegurar en los corrales a sus animales.
     No se conoce la causa concreta que hizo reventar el gran horno, pero del fondo de éste,  surgió roca derretida con tal fuerza que se elevó varios metros sobre la superficie del barranco. Hombres y gnomos desaparecieron. Si hubo supervivientes, guardaron muy bien el secreto. El tranquilo valle de plata, se convirtió en un lugar totalmente distinto. Los grandes farallones que lo rodeaban, pasaron a ser moradas de los buitres. Extrañas formaciones rocosas con formas semihumanas o de gnomos cargando pesados sacos a la espalda, pueblan desde entonces el lugar y grandes y caóticas piedras cubren el suelo haciendo muy difícil el tránsito. Tan solo algunas cuevas con retazos de muretes pétreos recuerdan vagamente lo que fue aquello.
        Años después, los hombres de la comarca descubrieron aguas abajo una mina de plata y la trabajaron para sacar la riqueza que la tierra, tan generosamente, les ofrecía. Moncayo, les dejó hacer. La paz volvió a reinar y los trágicos acontecimientos quedaron ocultos tras el obscuro manto del tiempo y del olvido.

    Tsihc, terminó de comer y salió corriendo. Por muy duende que fuera, el lugar le impresionaba y no las tenía todas consigo cuando deambulaba por allí, aunque reconocía que el lugar poseía una extraña e hipnótica belleza. Quizá fuese la de la naturaleza en estado puro, tal y como siempre debería de haberse conservado. La codicia jamás lleva a nada bueno, pensó. Soltó una carcajada al recordar que eso, precisamente,  era lo que su abuela le decía cuando pretendía obtener más de lo que le correspondía, reprendiéndole por ello. 
         Suspiró mientras sacudía sus ropas deshaciéndose de las briznas de paja enganchadas en su jubón, desapareciendo tan rápido como había aparecido.

María Jesús Escuer
Octubre de 2008



lunes, 20 de mayo de 2013

BORREGUIL DE LA CUCA (Intento)

Día 18 de Mayo de 2013


Bosque
Consultadas todas las páginas relacionadas con la climatología, las previsiones coinciden: frío, lluvia, nieve en cotas relativamente bajas... Pero la salida de hoy está programada y vamos a ver que pasa. Algunos de Esbarre salen a la misma hora de otro lugar, hacia el "camino portugués" que los llevará a las mismísimas puertas de la catedral en la que se venera al santo, allá en Compostela.
El resto del personal (se han producido algunas deserciones) con los ojos puestos en el cielo, partimos en dirección al Pirineo, que ya hace unas jornadas que no visitamos.
Caseta de baja cúpula
En el autobús vamos cómodos (nos tocan a 3,8 plazas por esbarrista) y algunos, contemplando el verde cereal, la alfalfa preparada para el siguiente corte y el recién sembrado maíz, pronto caemos en el sopor del viaje.
Pasamos por los nuevos túneles del Monrepos y en la cima del puerto, nos imaginamos la clásica vista de la Cordillera pirenaica, eso solo nos la imaginamos, las nubes impiden disfrutar de la espectacular panorámica.
Comienza a nevar
Paramos en Jaca a recoger a Javier Lacadena que hoy ejercerá de guía, nos tomamos nuestros tentempiés y valoramos que hacer, está lloviendo y las previsiones no son mejores. Podríamos subir a la Peña Oroel pero está completamente tapada por las nubes, podríamos hacer parte del camino aragonés pero al transcurrir parte de él por  pistas, se encontrará embarrado.
Decidimos hacer lo previsto hasta donde se pueda, el camino va por bosque y su suelo tapizado por las hojas del pasado otoño, nos protegerán del barro.
El autobús nos deja en un camino que sale frente a la que fue Estación Internacional de Canfranc y que hoy sirve de apeadero de aquellos trenes que consiguen alcanzar este punto. Algunos quedan en el intento.
Estación de Canfranc
Una de las construcciones más bellas construidas a principios del siglo pasado, a base de cristal, cemento y hierro que tras el cierre del túnel que unía España con Francia, quedó al amparo del abandono que, aún hoy continúa. Recientemente la ha adquirido el Gobierno de Aragón y no le auguro mucho futuro. La Coordinadora para la reapertura del Ferrocarril de Canfranc (CREFCO), lleva muchos años luchando por el futuro de esta línea.
Fuente del Burro
Sigue lloviendo. Unos con paraguas, otros con chubasqueros y todos con mucho ánimo, comenzamos a andar por una pista que pronto nos adentra por el barranco u olla de Estiviellas. El boj ejerce de fiel compañero de abetos, pinos y de las hayas que ya lucen sus verdes y brillantes hojas.
Pasamos por una de las "casetas de falsa cúpula" que se encuentran por la zona.
La lluvia poco a poco va solidificándose y es la nieve la que va blanqueando el paisaje.
Pasamos por el bonito rincón que adorna a la Fuente del Burro.

Con Maite, Lola y Piedad
El desnivel es fuerte, aunque el trazado de la senda en zig-zag lo hace muy placentero.
En el barranco se construyeron grandes diques que ejercen de protección contra los aludes. Este canal sufrió en el año 1986 un gran alud de nieve que eliminó la masa de pinar establecido y donde prospera actualmente un bosque mixto compuesto principalmente por frondosas.
Estamos en mayo
En la parte alta crece el alerce, especie muy presente en la parte superior de esta ruta y que como la pícea proviene del arco alpino y se trata de la única conífera europea que pierde sus hojas en invierno, es de hoja caduca.
La nevada arrecia, comentamos lo que se están perdiendo los desertores de la jornada. Estamos en la segunda mitad del mes de Mayo y las hojas de las hayas se van cubriendo del blanco elemento. Uno que ya hace tiempo que dejó de ser joven, no recuerda semejante nevada en estas fechas.
Entre blancas ramas
Las ramas van cediendo ante el peso que soportan, por lo que en algunos tramos de la zona, el paso se hace algo dificultoso, cosa que no es obstáculo para los que somos de baja talla. Otra cosa es para los altos del grupo que, paraguas (cubierto de nieve) en mano, deben de agachar el lomo algo más de lo habitual.
Hemos llegado a uno de los mencionados diques y la nevada está arreciando, paramos a valorar la situación y aparece "Doña Prudencia" que nos aconseja dar la vuelta. Somos obedientes y giramos sobre nuestras botas.
Sobre el dique
 El descenso, lo hacemos por la vertiente derecha del barranco, no sin antes cruzarlo por un salva-aludes transitable en el que paramos a disfrutar del blanco paisaje de primavera y a retratarnos con el banderín del Grupo Esbarre, que para eso nos ha puesto una jornada tan espectacular.
Seguimos bajando por una blanca senda, la temperatura ha bajado, algunos hemos traído guantes de primavera y la humedad va enfriando los dedos, lo que aconseja protegerlos en los bolsillos de el resto de prendas.

El grupo
La de hoy, no ha sido una dura jornada, el tiempo no invitaba a grandes gestas, podíamos habernos quedado (como algunos) en la cama, podíamos haber paseado por algún bulevar de la cité terminando con un aperitivo en el bar de la esquina, pero nos habríamos perdido uno de los mayores espectáculos que en estas fechas se pueden ver: "La magia de la primavera en el Pirineo".
Nos pueden recortar sueldos, se pueden cargar la enseñanza y la sanidad públicas, pueden acabar con derechos adquiridos durante muchos años, pero con lo que no pueden es con la libertad que disfrutamos cuando subimos a las montañas, bajamos a los barrancos, recorremos valles, dormimos en literas de refugios, cantamos viejas canciones... ¡A veces no obedecemos ni al GPS!.
Comemos en Villanua, sigue nevando, y tras uno chupitos nos montamos en el carro de hierro que nos lleva a casa. Uno de los brindis "vaya por los que andan por Galicia".
Hasta otra


martes, 14 de mayo de 2013

SORIA


Día 11 de Mayo de 2013
Geranio en Calatañazor

Una vez más, cumplimos con lo que para Maite y para mí comienza a ser una tradición: ir a la provincia de Soria, que la tenemos a un paso y que goza de tantos encantos.
Río Lobos
Dicen que la ciudad que más sorianos alberga es Zaragoza. No se si será verdad pero tengo familia y amigos de Soria y créanme, son buena gente.
Con Mª Ángeles y Alfredo, amigos de siempre, (a nuestra edad eso es mucho tiempo), comenzamos recorriendo el cañón del Río Lobos. Ya habíamos estado hace tres años, en otoño,  y da la sensación de ser la primera vez. Y es que este año, la generosidad con que la climatología ha regado la naturaleza, hace del paisaje un  cuadro multicolor que las modernas cámaras fotográficas, son incapaces de plasmar.

Reflejos
El paisaje que nos rodea es encantador: el bosque de ribera se cubre con olmos y fresnos, mientras que en las laderas más escarpadas aparecen las sabinas. La senda, de trazado inconfundible, sigue  su curso por el fondo del cañón, brindando continuas panorámicas sobre los cortados, en los que resulta habitual observar el vuelo majestuosos de los buitres leonados que nos hacen más ameno el camino.
Escuchando el concierto






El espectáculo de los nenúfares ocultando el hábitat de las ranas, nos hacen detenernos a escuchar el croar de estos animalitos que en época de anfibios amoríos, sueltan sus canciones en el, todavía, tranquilo paraje.
Poco a poco, el número de visitantes va creciendo y es que el lugar es atractivo.









Entre los árboles el pionero y emblemático es la sabina albar, conviviendo con el pino pudio, quejigo y encina.
Entre los matorrales asociados destacan el enebro, gayuba y aliaga acompañados por especies aromáticas del páramo, espliego, tomillos y salvias. En las riberas, además de los nombrados chopos y sauces, llaman la atención las grandes hojas flotantes de los nenúfares, lentejuelas y eneas.

Cruzando el río Lobos.
Debido a las recientes precipitaciones, los vadeos del río presentan alguna pequeña dificultad para su paso, que los intrépidos andarines atacan con gran decisión.
Nos detenemos una y otra vez a fotografiar el lugar y a los que por él paseamos.
Nos sobrevuela algún que otro buitre,  no se si por lucirse u oteando posible carroña.
Las aguas del Lobos llevan poco a poco hasta la ermita de San Bartolomé.





Ermita de San Bartolomé.
La ermita es un bello ejemplar del románico del siglo XIII. Vale la pena admirar algunos de sus enigmáticos canecillos y relieves: barriles de vino, caras, lobos, cruces patadas.... Un bello repertorio iconográfico, cuya más bella muestra es el rosetón de seis corazones entrelazados, que al parecer, presenta muchas similitudes con el símbolo judaico del Sello de Salomón, y que podría estar vinculado con la leyenda del Grial y con la orden de los caballeros Templarios. Sobre San Bartolomé se ha hablado demasiado, en demasiados ámbitos; se ha dicho que se encuentra casi a la misma distancia de los cabos de Creus y de Finisterre, que una de sus ventanas está orientada a la constelación de Sagitario la noche de San Juan y que un rayo de luna ilumina esa misma noche una losa con un extraño símbolo en el suelo. Elementos todos sugerentes, propicios a dejar volar la imaginación y a relacionarlos con la mítica Orden, pero que no arrojan luz sobre el verdadero misterio de la ermita, que no es otro que las razones de su ubicación.
Sin duda este misterio no puede comprenderse sin la cueva que se abre en la misma pared de enfrente, y en la que muy probablemente, se celebraban rituales de carácter pagano desde tiempos prehistóricos.
Nosotros que somos más terrenales, terminamos en una zona de recreo en la que damos cuenta de nuestras provisiones, acompañadas de unas cervezas que nos sirven en el abarrotado bar del sitio.
Castillo de Uxama.
Tras el café, nos dirigimos a El Burgo de Osma, donde tenemos reservadas un par de habitaciones.
Un aseo y pequeño descanso, y a disfrutar de los encantos de esta histórica ciudad y de su "jornada  de tapas micológicas".
El Burgo es una localidad formada por la unión de dos núcleos. El antiguo poblado de Uxama, se acurrucaba alrededor del viejo castillo, que todavía conserva una gallarda estampa en lo alto de un peñasco que preside la ciudad, y que data del siglo XI. Se dice que en este castillo resultó herido el príncipe Fernando de Aragón, que venía de incógnito camino de Castilla, para contraer matrimonio con Isabel (la realeza, siempre igual); al no reconocerlo uno de los vigías, le lanzó una flecha que a punto estuvo de matarle (falló). Desde la etapa visigoda, Uxama quedo abandonada y la población fue asentándose en la actual Osma, un rincón más abrigado y fértil que su vecina romana. 
Antigua Universidad del Burgo.
En la baja Edad Media, y ante el crecimiento de la población y sobre todo, de trasiego comercial, se fundó "El Burgo", que llegaría a crecer tanto como para eclipsar a la ciudad que la había fundado. Se construyeron poderosas murallas, que todavía hoy se conservan, y se levantó la catedral cuya torre oeste sigue constituyendo un faro para toda la comarca. Con el paso del tiempo el barrio de comerciantes que fue creciendo alrededor de la primitiva catedral románica fue extendiéndose hacia el norte y hacia el este, y hoy resulta un verdadero placer recorrer la porticada Calle Mayor, ver los palacios vetustos de hidalgos y nobles, o conocer el edificio de la antigua universidad, hoy convertido en un lujoso hotel.
Catedral.
Pero es sin duda su templo catedralicio, el que llama nuestra atención, pues en su interior se esconden auténticos tesoros que para si quisieran la mayoría de grandes capitales de provincias. La mayor parte del templo es de factura gótica. Un celebración nupcial, nos impide realizar una completa visita, no podemos ver el claustro, aunque Maite y yo, en el mes de Noviembre pasado, pudimos observar que lo más valioso del templo es la sala capitular, del siglo XIII, decorada con pinturas murales que aguantan bien el paso de los años, y que acoge en su centro el maravilloso sepulcro del fundador del templo, San Pedro de Osma. Uno no puede dejar de asombrarse ante los delicados relieves que describen la vida del santo, y que mantiene un estado de conservación asombroso, conservando casi por completo su vistosa policromía. Estamos ante una de las muestras más importantes de la escultura funeraria del románico europeo.
Calle Mayor
Tras un paseo por el río Ucero hasta el puente medieval y resto de visitas por El Burgo, pasamos a realizar la visita a algunos de los establecimientos de las jornadas ya nombradas. Las tapas son un delicia, todas de un realización diferente a las que solo dos componentes las une: las setas y el vino de la ribera del Duero.
Esta última actividad nos invita amablemente a terminar la jornada en el lecho que nos han reservado en la hospedería.
Buenas noches.

Día 12 de Mayo de 2013
Un buen desayuno y para aprovechar la espléndida mañana que la primavera ha teñido de multitud de colores, sin perder tiempo, nos vamos a "La Fuentona", lugar de nacimiento del río Abión.
Puente sobre el río Abión
El considerado Monumento Natural de la Fuentona es uno de los grandes secretos ocultos en Soria, quizás opacado por la fama del Cañón del río Lobos o la Laguna Negra.
Nos sorprende la imagen de esta laguna, donde la vegetación acuática campea a sus anchas y los reflejos del entorno crean un mundo paralelo, más increíble resulta conocer el universo que se oculta bajo ese pequeño ojo de manantial. Nos acercamos al panel informativo, situado en el sendero de llegada y leemos “En la Fuentona hay un mundo escondido”, y observando bien el croquis nos hacemos una idea de la prolongación de esta cavidad en el subsuelo, en forma de galerías que se conectan hasta alcanzar el nivel del agua del río subterráneo.
La Fuentona


En La Fuentona
Grandes truchas hacen ostentación de sus dotes natatorias y de lo acostumbradas que están a las visitas humanas. De momento estamos solos en el lugar, al que madruga...
El entorno está completamente rodeado de grandes sabinas, el "Sabinar de Calatañazor" se encuentra en las proximidades.






Atalaya




Tras disfrutar un buen rato de la imagen, iniciamos una pequeña ruta circular hasta las ruinas de una atalaya desde donde se divisa una buena vista del paisaje castellano con los nevados picos de Urbión al norte.











Calatañazor.
Finalmente nos dirigimos a Calatañazor, el pueblo más medieval de esta medieval provincia. Puertas de cuarterón con antiguos herrajes, tejados coronados por chimeneas cónicas cubiertas a teja partida, pavimento de canto rodado… En este marco Orson Welles rodó "Campanadas a medianoche".
Desde el castillo de Calatañazor, cubierto de andamios (trabajos de conservación), al final de la calle principal, empedrada, con soportales, puede contemplarse el "Valle de la Sangre". Es de suponer que el nombre se deba al color de las aguas del río cuando el sol, ya ocultándose, las refleja. Pero la imaginación popular sugiere otra cosa: la gran batalla que cristianos y moros libraron, al principio del siglo XI, al mando de Almanzor; la sangre empaparía el valle, y ya, para siempre, quedaría ligado a la leyenda, como el adagio "en Calatañazor perdió Almanzor el tambor". 
Al pie de un risco, excavado en la roca viva, se ven sepulturas rupestres antropoides, datadas sobre el siglo X.
La vista, desde aquí, se pierde en los campos de cereal del valle, y en la masa del más puro sabinar de la provincia de Soria.
Comemos (¡bien!) y nos vamos para Zaragoza con una ligera parada en Soria.
No ha sido un fin de semana de grandes esfuerzos físicos ni de altas cotas, pero ha dejado un poso de esos que al cabo de unos días, te transporta por esas bellas tierras de Soria.
Hasta otra.

Desnivel: Poco
Distancia: La necesaria
Sabor: Inigualable

                                                             Más fotos
                                          Fotos de Alfredo y Mª Ángeles

lunes, 6 de mayo de 2013

POR LA HUECHA DEL MONCAYO

Día 4 de Mayo de 2013 (Primera parte)

Como en el resto de actividades cotidianas, nuestros planes para con nuestra afición, no siempre salen como estaban previstos.
Nuestro objetivo era subir a la Muela del Horcajuelo por el barranco que las aguas del río Huecha, van labrando en las piedras que sustentan el pico del Moncayo.
Salimos de Zaragoza, Lola, Luis L. Maite, Piedad y yo, con destino a Alcalá de Moncayo.
El pueblo se encuentra vacío, solo dos personas en su calle principal. Son José Luis y Mª Jesús, que nos esperan para guiarnos por esas sendas moncaínas que tan bién conocen. Con los coches salvamos cinco kilómetros de pista, hasta un aparcamiento situado en la Fuente Latana.
Moncayo nevado.

Frente a nosotros, al otro lado de la Huecha, (nombre que en los pueblos de la zona recibe la zona de huertos, regada por el río del mismo nombre), la localidad de Añón aparece como colgada en la roca y coronada por la magestuosidad del Moncayo. Hoy luce un hermoso manto blanco, que las recientes precipitaciones se han encargado de depositar en su cumbre.
Nos ponemos las botas y comenzamos a recorrer una bonita senda que discurre por la margen derecha del Huecha. En varias ocasiones, deberíamos haber cruzado el cauce, pero pasos alternativos nos han facilitado la tarea.

Acebo
El monte está precioso. Pisamos suelos mojados por el agua que del suelo mana, alimentado por el derretir de las nieves. Se oye algún berrido de corzo que nos estará observando y que nuestros ojos no consiguen divisar. A lo lejos, mirando al Moncayo, varios alimoches y buitres leonados realizan espectaculares planeos en busca de carroña con que alimentarse. La vegetación luce color y porte exuberantes. Tomillos, acebos, romeros, carrascas, chopos, etc., pero hay dos plantas que nos han llamado la atención:


Erizón del Moncayo
La primera es el "erizón" (Genista horrida) que al contrario que en lugares como la Sierra de Guara, donde la flor es amarilla, aquí florece dos meses antes y su color es lila. 
La segunda es el "ombligo de Venus" (Umbilicus rupestris)
Es una planta vivaz que crece hasta dos palmos, según las condiciones en que se desarrolle. Tiene la base un poco engrosada y de ella nacen hojas muy carnosas y redondeadas. El rabillo se sitúa en medio o un poco ladeado dando lugar a esa especie de hoyuelo que recuerda a un ombligo. Florece entre Mayo y Junio (la foto es del 4 de Mayo, así que no hay flores) y da lugar a ramilletes de flores cabizbajas con el cáliz diminuto. La corola es tubulosa, angulosa, de color verdoso pero a menudo con algunas líneas purpúreas, dividida en lo alto en cinco lobilitos en forma de corazón. Los estambres son  muy cortitos, y pegados por dentro a dicho tubo. Tradicionalmente el jugo de las hojas era utilizado para trastornos renales. Es comestible pero además tiene un buen uso externo: las hojas se pueden usar para tratar pequeñas heridas o llagas, no hay más que quitarle la piel y se aplica directamente a modo de tirita.  Bueno yo, por si acaso, llevo botiquín.

Ombligo de Venus (Umbilicus rupestris)

Mirando el Huecha
Hemos ido salvando, como dije, diferentes pasos del río, pero uno de ellos en el que el agua baja con mucha fuerza, nos invita a desistir de nuestro objetivo, además con el calor del mediodía el caudal subirá más todavía y la vuelta puede ser penosa. Así que a desandar lo andado.
Otro día será.











Segunda parte.

Refugio

Tenemos claro que hemos venido a caminar, así que retrocedemos con los coches hasta un cruce de sendas que habíamos visto y aparcamos en un lugar denominado "La Herrería".
Es un refugio construido donde, tiempo atrás se encontraba una herrería.








Carbonera


Descendemos por la pista y pocos metros más abajo nos encontramos con la carbonera que abastecía la herrería.
La carbonera, como es de suponer, no es la novia de un famoso portero de fútbol. Se trataba del aprovechamiento forestal para la elaboración del carbón vegetal. La leña que se había cogido en el verano, se dejaba secar y se cortaba. Alrededor de una estaca clavada en el suelo, se iban colocando los troncos hasta formar la olla que se cubría con hojas y barro. Se encendía por la parte alta, cebándola con leña poco a poco. Tras enfriarse, se sacaba el carbón con el gancho.

Centáurea montana.
Tomamos una PR que conduce a Talamantes por un tupido coscojal. Vemos otra curiosa planta, la Centáurea de las montañas, cuyas flores nos llama la atención. Dicen que tiene propiedades calmantes, después de una gripe se ponen a macerar 30 g. de hojas en un litro de vino generoso, durante ocho días y se filtra. Un vaso antes de las comidas, te deja nuevo ¡ya lo creo!.
Seguimos avanzando y bajo las "Peñas de Herrera" (ver fotos), en las márgenes de la pista, vemos muchas plantas de Verbena.





Verbena
La verbena (Verbena officinalis) es una planta herbácea perenne y vivaz de la familia de las verbenaceas, delgada, más o menos ramificada, que puede llegar al metro de altura. Tiene los tallos cuadrangulares y las flores son pequeñas y de color rosáceo o lila, depositadas en espigas terminales.  Su floración se produce entre los meses de Junio y Octubre, aunque la generosidad climática de este año ha adelantado el proceso.
Nos dejamos perder por varios caminos por eso de hacer gana de comer, cosa que tras cerca de 18 Km. de una ruta no señalizada en los mapas, hacemos en el bar de Alcalá de Moncayo. Acompañamos nuestros bocadillos con una agradable cerveza y tras tomarnos el café, regresamos por pista hasta La Herrería.
Regresando
El sol esta en lo más alto del cielo y cae sobre nuestros cuerpos de lo lindo, tan solo la vista de Añon, en la otra margen de La Huecha, parece darnos algo de frescor.
Las nubes van apareciendo en la sierra y el Moncayo luce su acostumbrada boina. Un último vistazo al monte, despide una jornada que nada tiene que ver con lo previsto. Estoy seguro de que el Horcajuelo, seguirá allí, ¡esperanos!




Añón.

Hasta la próxima
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