lunes, 20 de enero de 2014

LA NIEVE (Anayet con raquetas)

Día 18 de Enero de 2014


a evergreen branch with a heavy snow on it
La nieve...

Lo blanco está sobre lo verde,
y canta.
Nieve que es fina quiere
ser alta.
Enero se alumbra con nieve, si verde,
si blanca.
Que alumbre de día y de noche la nieve,
la nieve más clara.
¡Nieve ligera, copo blando,
Cuánto ardor en masa!
La nieve, la nieve en las manos
y el alma.
Tan puro el ardor en lo blanco,
tan puro, sin llama.
La nieve, la nieve hasta el canto
se alza.
Enero se alumbra con nieve silvestre.
¡Cuánto ardor! Y canta. La nieve hasta el canto -la nieve, la nieve-en vuelo arrebata.
Que nadie se engañe, esto no es de mi cosecha, pero estos versos del vallisoletano Jorge Guillen, me han servido de inspiración para llenar  de blanco contenido, esta, también blanca, jornada.
Cuando la montaña se tiñe de blanco adquiere una magia especial. Cualquier valle, bosque, incluso una pequeña loma, pueden hechizarnos cuando son teñidos por la nieve.
...pinta de blanco el paisaje.
La nieve pasa a ser la protagonista indiscutible de estos parajes. Los baña de blanco, los cubre de un manto que en los meses venideros, llenarán los cursos de los ríos y barrancos para encauzar su limpias aguas hacia el llano.
A los que al monte subimos, la nieve nos exige un poco más de esfuerzo y respeto en ese medio. Cae sobre nosotros, se aposenta en nuestros seres, refleja sobre nuestra piel la fuerza con que el sol, cuando se deja ver, la baña  con millones de pequeñas estrellitas plateadas. Y bajo nuestros pies, la nieve se alía con nosotros cuando se encuentra recién caída y nos castiga cuando el frío la ha convertido en puro y duro hielo. ¡Ah!, pero el humano que es inteligente (a veces), encuentra respuesta para casi todo.
Viejas raquetas de nieve.
Hasta no hace mucho, quien quería practicar el montañismo en invierno, tenía que ir cargado con todo el material indispensable, hundiéndose hasta la cintura en la nieve, para a continuación, calzarse los crampones y ascender a las cimas. Todo esto cambió con la aparición de las raquetas de nieve. Pero, no nos confundamos, las raquetas no son un invento de ayer, su origen se remonta a 4000 años antes de nuestra era. Las tribus nómadas las usaban para sus desplazamientos migratorios, extendiendo el uso de estos artilugios por nuevos territorios. Posteriormente, en una gran hazaña, cruzaron el estrecho de Bering, para adentrarse en el continente americano. 
Raqueta actual.
Ya eran unas raquetas bastante perfeccionadas, alargadas y con forma de espátula en su parte delantera, muy parecidas a las actuales. Los europeos, principalmente los franceses, las adoptamos cuando explorando el Nuevo Mundo, las trajimos al Viejo Continente. Se perfeccionaron en el siglo XX, concretamente en los Alpes donde  ya comenzaron fabricarse en plástico y terminar siendo como las que en la actualidad nos ponemos bajo nuestras botas a fin de no hundirnos en la nieve. En España, comenzaron a popularizarse a mediados de los noventa y hoy nos han servido de soporte para ascender por el barranco de Culivillas, en dirección hacia la punta de Espelunciecha. Lo hacemos bajo el inigualable amparo del Grupo Esbarre.
Ascenso por el barranco de Culivillas.
Ya anunciaban los meteorólogos que la nieve iba a ser compañera para toda la jornada. Efectivamente, el viaje lo hacemos bajo la lluvia, que tras recoger a varios compañeros, se convierte en elemento solido a la altura de  Escarrilla.
Veintisiete pares de raquetas, son alojadas bajo nuestras botas (dos han decidido dejar sus cuerpos por cotas "mas apetitosas"). El resto, partimos desde la estación de esquí de Anayet por el barranco de Culivillas.
El primer repecho y la temperatura que, de momento, es agradable, despoja alguna de las capas que el personal portamos sobre nuestro preciados cuerpos.
Paso delicado.
La nieve arrecia y va dejando a nuestro paso una capa bastante inestable, lo que lleva a algunos a darse la vuelta en una ladera que no quieren medir. Además, abajo, las aguas del arroyo, no invitan a darse un baño.
Quedamos veintidós que a pesar del tiempo, decidimos proseguir.
Alguno de los aguerridos raqueteros, dan muestra de su inexperiencia en estas lides por  terrenos poco apropiados para la verticalidad, otros demuestran sus habilidades y soltura en una disciplina tan antigua como ya he contado.


Yo, también estaba.
Bien guiados por "el Juli" unas veces y por Javi o Richi en otras, vamos el grupo bien formado y ganando metros por un barranco que en nada se parece al que en el pasado mes de Septiembre, subimos Maite, Piedad y yo de camino al pico Anayet.
La nieve lo cubre todo, no se ve ninguna montaña ni paraje que esté a más de cien metros. El arroyo aparece y desaparece bajo la espesa capa de nieve, transformándola en un precioso y cercano espectáculo. Pasamos varias veces el cauce por puentes de hielo, no siempre muy resistentes y si no, que se lo pregunten a Javi cuyo peso no paso la prueba de carga.
Caprichos de la naturaleza.
La subida se va haciendo más dura.
China Chano, vamos ganando metros, ya hemos superado la cota dos mil, la nevada arrecia y el termómetro va descendiendo por momentos. Vamos siguiendo el camino que consideramos más seguro, al fin y al cabo en este valle no te puedes extraviar y ya lo hemos recorrido varias veces.
El último repecho que lleva a los ibones de Anayet, lo hacemos "todos callados", hay que respirar para poder llegar y así lo hacemos hasta el llano de los ibones.
Teóricamente, en frente tenemos el Midi d´Ossau, a la izquierda el pico y vértice de Anayet y a la derecha la punta de Espelunciecha.
Y bajo nuestros ojos, el ibón grande de Anayet. Pues no, como dicen en mi pueblo "no se ve ni leches".
Casi no se ve nada.

Hace un frío del carajo (que bien caería un carajillo), nieva de lo lindo y se ha levantado una fuerte ventisca. El Espelunciecha, tendrá que esperar para otra ocasión, nos hacemos la foto de grupo (casi todos) y p´abajo.
Intentamos ir lo mas juntos posible, ya que la visibilidad es nula y no es cosa de ir perdiendo efectivos.
En los primeros pasos de descenso, recogemos a los rezagados y posando las raquetas por un invisible suelo, vamos bajando.
Foto de grupo.
Todos p´abajo.
La huella de subida ha desaparecido, nieva "un güevo", la ventisca nos da de cara y las gafas no llevan limpiaparabrisas. Resumiendo: que en el descenso, no vemos ni leches, lo que nos lleva a apoyarnos en la tecnología del GPS. Ahora es cuando los inexpertos demuestran sus habilidades y destreza de como caer de culo sobre el blanco manto.
Y me viene a la cabeza un correo que recibí hace pocos días de Aragón Aventura, invitando a pasar este fin de semana bajo el sol del Pirineo, (sin comentarios).
Entre la espesa nevada, aparece la estación de Anayet a la que nos dejamos caer para quitarnos las raquetas, la humedad y el frío.  Esperamos que vayan llegando los rezagados para volver.
Y es ahora cuando comienza la aventura. El personal de la "empresa pública Aramón", cuando hemos llegado por la mañana, nos informa que estamos en la entrada del "parking vip", que el autobús no puede quedarse en estas proximidades (así se promueve el transporte colectivo), que tendrá que aparcar en el de Sextas a varios kilómetros, para lo que disponen de un servicio de bus-lanzadera. Subimos los 22, más otro montón de gente con esquíes, tablas, etc. No hacemos más que arrancar y otro bus que sube, se queda cruzado en la carretera y allí estamos sin poder movernos durante dos horas. Los que se habían quedado, nos esperan y les vamos informando por teléfono. Alguien cuenta que por la zona ha estado el príncipe heredero de la corona (el cuñado de Urdangarín) y que, seguro que no ha tenido ningún problema para abandonar Formigal. La verdad es que estas gentes llevan una vida muy agitada y claro, cuando son mayores (como su padre), se les rompen los huesos.
De vuelta para casa.

Sigue nevando fuertemente, cuando por fin, aparece una máquina y remolca al obstáculo que nos impedía avanzar. Llegamos a nuestro vehículo en el que nos esperan el resto y con el bocata en la boca, iniciamos el regreso para casa.
Paramos en Senegüé, en donde algunos se quedan, otros tomamos unas cañas, otros aliviamos nuestras castigadas vejigas urinarias y nada, montamos en el bus y el sopor hace el resto.
Abro un ojo en Huesca para despedir a Jesús y el otro no lo hace hasta las mismas puertas de la inmortal y leal ciudad de Zaragoza. Y como decía el poeta:
Enero se alumbra con nieve silvestre.
¡Cuánto ardor! Y canta.
La nieve hasta el canto -la nieve, la nieve-en vuelo arrebata.

Hasta pronto


Datos técnicos.
Recorrido.

Perfil de la jornada:  Distancia recorrida, 6,4 Km. -  Desnivel p´arriba, 560 m. y p´abajo, lo mesmo.






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