lunes, 23 de junio de 2014

LAGUNA NEGRA Y PICO URBIÓN

Día 21 de Junio de 2014
La noche ha sido corta, la más corta, noche de solsticio de verano en la que los "pájaros de la noche", deben apresurarse para no ser vistos. El solsticio de verano tiene fama de exaltar las libidos ( y si no que se lo pregunten a las ranas de la Laguna Helada), y no es de sorprender. El día más largo del año señala el inicio de la temporada de verano y con ella, la cosecha, así que se le relaciona con la fertilidad, tanto vegetal como animal.
En la patria hispana, la primavera se ha despedido con abdicaciones y entronizaciones, ya tenemos dos reyes, uno nominal y el otro honorífico, o sea, la mitad de una baraja que tiene cuatro: el de copas, el de espadas, el de oros y el de bastos, ¡señor! ¡que locura!.
Por otro lado, hablando de balompié, la roja no ha ocupado el mismo lugar que el monarca, y solo se ha entronizado el reino del ridículo. Sus vasallos que habían dejado de ejercer de modelos de alta costura, no supieron adaptarse a los "monos de trabajo" y así les fue. ¡Vaya semanita!
Menos mal que los de Esbarre, nos dan medicinas variadas contra los dolores del corazón y nos sacan a patear los montes de la extensa y castigada geografía de nuestro país.
Sorianos.
Como dije en la pasada entrada a estas páginas, nos vamos camino de Soria, tierra fría y ardiente, vieja y joven, amada y odiada en el transcurso de su historia, y añorada, muy añorada por sus gentes que debieron abandonarla en el pasado para ser bien acogidos en otros lugares. Ejemplo de esto es Zaragoza en la que la colonia soriana es numerosa y querida, ¿quien no tiene un soriano o soriana en su vida?. De los treinta componentes de la marcha de hoy, cinco son de ese bello rincón de Castilla. Cierto es que, algunos debieran tener cuidado con los torreznos que tan apetitosos sirven en la tierra.
Granadinos
En el día de hoy, el grupo más se asemeja a un encuentro de civilizaciones que al clásico "vamonospalmonte", y es que se nos han sumado otros tres granadinos que terminan semana montañera con sus colegas de faena. Han comenzado por las altas cumbres de los Pirineos para terminar en estos rincones amamantadores del Duero.
Vamos, que desde el pabellón deportivo Príncipe Felipe (¡como que príncipe! ¿en que quedamos?), lugar de salida del bus (cuyo entorno parece querer volver a meterle caña a la especulación ladrillera, ¡que horror!), arranca el "mercedes de Alosa".
Tarazona.
El viaje es algo largo para un día de excursión, pero el destino bien merece la pena. En el camino, hay alguien quien se le nota la emoción de "las tierras a conquistar" y, "contar los conejos que en la madrugada han salido a alimentarse". Solo es una excusa para calmar las ansias. El Moncayo, que en anteriores ocasiones observamos desde cordilleras más septentrionales, hoy lo rodeamos por su cara norte. Hemos abandonado la ribera del Ebro y tras Borja (¡vaya vino!), pasamos por Tarazona con su catedral recién restaurada y el barrio judío en lo alto de la vieja ciudad.
"El último torrezno".
Circunvalamos Agreda (no os perdáis su cardo rojo), un cruce indica la dirección a Castilruiz, pueblo de Ada (compañera de Maite y que tantas veces la nombra). Los campos de cereal, aún por cosechar, dan paso a robledales y pinares. Hacemos una parada a tomar café, ¡bueno!, el mostrador del establecimiento está adornado con unos platos rebosantes de grandes dosis de colesterol: algunos "nos tomamos unos torreznos y nos ponemos como oseznos"
El Royo.
Pasado Soria, vemos un bosque de pinos, robles y quejigos, nos dicen los sorianos que es Valosandero, lugar de esparcimiento de los lugareños que cuenta con importantes pinturas rupestres y que en fechas como las que estamos (S. Juan), el toro se convierte en protagonista del lugar.
Al pasar por la vera del Embalse de la Cuerda del Pozo, Valentín comenta - "a la derecha del dique, ya es termino de mi pueblo"-, lo dice con la expresión del que hace mucho emigró de "El Royo".
En Vinuesa, tomamos una estrecha carretera que, tras negociar el lugar de desembarco con los responsables de la zona, nos deja en La Laguna Negra.
Laguna Negra.
Piedad, amiga donde las haya y soriana de pura cepa, me indica que hay una leyenda de la Laguna Negra, así que, José Luis, "a indagar".
Antonio Machado escribió en 1912:
La leyenda narra la historia de Alvargonzález, un rico personaje de la comarca. Tuvo tres hijos varones. Juan, el mayor, Martín el mediano y Miguel el benjamín, que orientado primeramente hacia el sacerdocio, decidió dejar los hábitos, coger su parte de la herencia y partir a tierras lejanas. Los otros dos hijos, ansiando tener cuanto antes su herencia, matan al padre mientras este dormía y arrojan su cuerpo a la Laguna Negra. Se culpó de la muerte a un buhonero que pasaba por aquellas tierras y fue condenado a morir en el garrote. Al poco murió la madre de pena y los dos parricidas heredaron las tierras. Pero éstas dejaron de producir, como si estuvieran malditas, los remordimientos atormentaban a los hermanos. Pasado un tiempo regresó Miguel, el pequeño, después de hacer fortuna en América. Compró a sus hermanos una parte de los campos y los cultivó siendo  entonces muy productivos. 
Al final Juan y Martín vendieron todas sus pertenencias y marcharon a otras tierras atormentados. Pero en el camino hacia el puerto de Santa Inés les sorprendió la noche y los lobos les acosaron desviándose hacia la Laguna Negra donde cayeron despeñándose y gritando ¡Padre!.
Cuentan las leyendas que la laguna no tiene fondo, pero la realidad es que tiene unos 8 metros de profundidad.
Pasarela.
Nos ponemos las botas (treinta pares) y comenzamos el camino por una pasarela que uno a uno vamos cruzando como si de recuento de ganado se tratara.
El día es espléndido, no hace mucho calor y las nubes nos protegen de las agresiones del sol, que hoy se encuentra en la posición mas alta.
El paseo por la vera de la laguna dura un poco, lo que cuesta sacar las cámaras fotográficas y recoger la instantánea, a poder ser, con Juan y Miguel resurgiendo de las oscuras aguas de la Negra.
Algunos pinos nos muestran sus formas caprichosas, con sus ramas retorcidas.
Cascada.
De la Laguna Helada, que a la vuelta veremos, un arroyo vierte sus aguas sobre la Laguna Negra en una bonita cascada con sus aguas cristalinas.
El personal disfruta con el paisaje, disfruta hasta que una primera rampa que salva en un momento cien metros, nos hace sudar más que al jefe de protocolo de la casa real en vísperas.
Pero pronto llegamos a zonas menos empinadas y con unos miradores en los que bien vale la pena asomarse. Efectivamente, abajo, no se porque motivo, el agua cristalina que baja por los arroyos, se torna en oscura al depositarse en el vaso de la laguna.
¡Como suben los de Esbarre!
Por el prado.
A nuestra izquierda dejamos la senda por la que luego bajaremos y muy bien guiados por "el Juli", seguimos por la derecha sin abandonar la GR-86-1. El camino se ha suavizado y nuestros pies caminan sobre una alfombra de finas hierbas. Esta vez, la cabeza consigue contener los avances de la" retaguardia piernaslargas", y aseguro que es una labor difícil, muy difícil de llevar a cabo.
A nuestra derecha, se adivina el valle en el que el río Revinuesa es su eje.
Este río, tiene su origen en otra laguna, que tras recoger los deshielos del Urbión, las deja seguir su curso.
Laguna Larga.
Paso por la Laguna Larga.
Estamos bordeando la Laguna Larga, sus aguas, más claras que la anterior, reflejan la belleza que la naturaleza nos ofrece: la nieve, las caprichosas formas de las rocas, el cielo y los chicos de Esbarre ¡que maravilla!.
Recorremos su parte norte y a partir de aquí, el terreno deja de ser suave y esponjoso para convertirse en duro y cuesta arriba.
De vez en cuando, giramos la cabeza a uno y otro lado para disfrutar de las vistas a nuestro alrededor, incluso atrás, a lo lejos, se divisa la Sierra Cebollera (Preguntaré a los oriundos por el origen del nombre).

Avanzando.
¡Ay, que cruz!
En fila de "a uno", vamos ganando metros, ya andamos por los 2000 y atravesamos, por debajo, algunos neveros que a pesar del calor se resisten a licuarse. El terreno se vuelve áspero pero de fácil andar, los granadinos se desenvuelven como si estuvieran en Sierra Nevada y los Sorianos... Pasamos por un desvío que a la vuelta tomaremos y que lleva al nacimiento del río Duero. Más arriba, en nuestra derecha, a una gran roca, la fuerza del viento ha erosionado la mole, abriendo en ella una ventana natural por la que te puedes asomar y volar, aunque solo sea con la imaginación. No aconsejo otra forma.
Últimas rampas.
A la izquierda tenemos una cruz de metal a la que yo no me acercaría en caso de tormenta y es que como no soy mucho de milagros, seguro que si caía tan solo un rayo, me dejaría mas tostado que la cara de "De Guindos" en lunes.
Y arriba, por fin, nos espera el Pico Urbión que con sus 2228 m., nos acoge a duras penas. A su cima se accede entre dos rocas que deja un estrecho pasillo y que a alguno le lleva a arrepentirse de haberse comido los torreznos de por la mañana.
La cima es estrecha, hacemos turnos para disparar la fotografía de rigor. Maite, Piedad y yo nos retratamos para dedicar "la hazaña" a Donato, primo de la segunda y frecuente seguidor de estas páginas desde una de las ciudades más bonitas del planeta: Toledo.
En el Pico Urbión.
Las nubes y el abismo.
Pese a la presión humana que sometemos a la cima, como siempre, la vista realiza un recorrido panorámico y aún con nubes y brumas, adivinamos a ver la sierra de Ayllón, la de la Cebollera; abajo, hacia el oeste la laguna del Urbión en la que ve por primera vez la luz el río del mismo nombre. También observamos el camino por el que hemos accedido y por el que descenderemos.
Cargamos los pulmones de oxígeno, el alma de paz y nos vamos "p´abajo".




"La cuadrilla"
Junto a la cruz de subida, una roca nos cobija para dar cuenta de las provisiones. "El Juli", no se de donde, pero saca unas latas de birra que a esas alturas caen de miedo.
Ya con el cuerpo jotero y las mochilas aligeradas, nos hacemos la obligada foto de grupo y retomamos la vuelta, no sin antes visitar un lugar emblemático: el nacimiento del río Duero que desde  aquí, se precipita, con prisa, sobre la ciudad de Soria. Todavía adolescente, toma a la ciudad como si la cintura de una muchacha se tratara. En sus veredas, Antonio Machado escribió las más delicadas palabras.
Más tarde, tras bañar las tierras castellanas de nuestra geografía, se nos va por valles lusitanos y con la dulzura de un fado, se deja engullir por el Atlántico de la misma manera que lo hace en la garganta, el vino de Oporto.
Mucho he corrido, pues simplemente estamos en el nacimiento, creo que me he dejado llevar por la ocasión en que Maite y yo, anduvimos por aquella acogedora ciudad de Portugal.
Jesús (el Sierra), coge agua de la fuente. No creo que se produzca el milagro de la vida eterna, pero para tener 5 nietos, el pájaro no está mal.

Chozo.
Volvemos hacia el desvío que hemos tomado, primero en bajada y ahora "al revés" volvemos por otro camino. Una pista, en dirección SE, nos acoge y transitamos por ella con buen rollo. A la izquierda entre la bruma, adivinamos dos poblaciones: Duruelo de la Sierra y Covaleda.
Una construcción de piedra, nos llama la atención, Valentín que es oriundo de la zona, nos comenta que se llama "chozo".
Volvemos la vista hacia atrás y contemplamos, antes de perderlo de vista, el Pico Urbión.
Abandonamos la pista y nos dejamos caer por una fuerte ladera hacia otra de las lagunas de la sierra: La Laguna Helada.
La Laguna Helada.
Amor batrácico.
Como las anteriores, esta laguna es de origen glaciar y aunque en estas fechas, su aspecto no es consecuente con su nombre, sus orillas invitan a, tras contemplarla, cerrar los ojos y asistir al concierto sinfónico que las ranas interpretan. Luego, cuando los abres, te encuentras con una de las imágenes más tiernas que el ojo humano puede ver: "dos ranas copulando". La pareja que se encuentra en el cenit de la función, es ajena a los treinta pares de ojos que la contemplan. Un dicho popular dice: "quien hambre pasa, con pan sueña"...continuamos...el camino.


Serbal sobre el valle.
Como he comentado, esta laguna vierte sus aguas sobre la laguna Negra. De la misma manera, nos dejamos caer, ya de vuelta, por una senda que, una vez cerrado el circulo, nos deja de nuevo en el lugar de inicio.
El autobús espera en el mismo sitio que nos ha dejado por la mañana, nos acicalamos y de vuelta para casa. Realizamos una parada en el mismo sitio que lo hemos hecho a la ida. Nos tomamos unas cervezas (poco frescas) y de vuelta para Zaragoza, todavía hay quien vuelve a contar conejos (hay plaga).
Ha costado años (y kilómetros), pero por fin hemos pisado montes castellanos, hemos recorrido parte de la geografía que a distancia, desde miradores como el Moncayo, Guara e incluso el Pirineo, amigos y amigas de esta afición, han contemplado con la emoción de haber nacido en unas tierras tan llenas de historia y literatura. ¡Volveremos!
Hasta pronto.

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Datos técnicos:
Recorrido

Perfil: 10,25 Km.  Desnivel acumulado de subida: 584 m. - De bajada 584 m.

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