Compañía de lujo, Piedad y Maite. Salimos de Zaragoza con una espesa niebla (¿augurio de lo que iba a suceder?) que no levanta hasta las mismas puertas de Huesca.
Tras la boira, asoma el inconfundible perfil de la sierra de Guara con sus puntas más representativas mirando hacia los cielos oscenses.
Tiramos hacia el Somontano, vamos a dejar el coche en Colungo para volver a comer en A
´Olla, regentado por el amigo Dionisio Albas, hombre bonachón donde los haya. Entramos a echar un café y comentarle que comeremos a la vuelta del Portal de la Cunarda, pero...
-¿Ande vais?
-Al Portal de la Cunarda
-Pues va a ser que no
-¿Y eso?
-Pues que hay batida de jabalí
-Pues ¡mecagüen...!
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Alquezar |
No es la primera, ni será la última vez, que debamos cambiar los planes por tal evento y para postre no tenemos plan B, o sea que decidimos ir hacia Alquezar y, ¡ya veremos!.
En diez minutos estamos en esta villa medieval, llena de historia y de arte. Aunque ya la hemos visitado en varias ocasiones, nos sigue sorprendiendo cuando recorremos sus calles y rincones. Nos transporta a otra época donde a día de hoy, todavía quedan callizos y pasos elevados cubiertos sobre sus calles. Dicen que antiguamente se podía atravesar Alquezar sin pisar las calles.
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Colegiata. |
Su edificio insignia para contemplar es la Colegiata del siglo XI donde se encuentra un Cristo románico del siglo XIII, considerado una pieza única y donde no hace mucho tiempo se rescató una pila bautismal que se encontraba emparedada.
Cuenta una leyenda, que en la Colegiata hay una campana encantada que todavía suena cuando la toca el espíritu del Abad de Alquezar.
Según dicen, “su sonido puede anunciar algún mal suceso o la muerte de algún pecador” . Con todo, es una campana misteriosa.
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¿Abad? |
"El fantasma en cuestión es el de un anacoreta que habitaba el santuario de la Virgen de Lecina, un hombre prudente y sobrio en sus costumbres. Pero sucedió que en su larga vida cometió un desliz. Sólo uno. Fue cuando se le apareció una mora de gran belleza. Cuando la vio quedó anonadado y no pudo resistir la tentación, de manera que sucumbió a sus encantos.
Se ignora el tiempo que duró aquel romance pecaminoso, aunque se afirma que el monje, al fin, se arrepintió de su pecado y se impuso una dura penitencia durante el resto de su vida. Pero ni siquiera se liberó de ella con su muerte, ya que su alma continuó vagando en pena por la colegiata, y allí permanece hasta que sea redimida por completo".
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Cañón del río Vero. |
Pero Alquezar es mucho más: paisajes únicos, un mundo de agua y roca, abismos que son refugio de una variada fauna y flora, pinturas rupestres, torres y murallas almenadas, ermitas, arquitectura tradicional, pozos de nieve, leyendas de doncellas y reyes moros, senderismo, aventura, sus pasarelas… Todo se encuentra en Alquézar.
Tras una breve visita a la oficina de turismo, decidimos realizar un singular recorrido, bajar hasta el puente de Villacantal, volver para realizar el recorrido de las pasarelas, visitar la zona de Fuentebaños y volver al coche.
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Por las calles de Alquezar. |
Así que iniciamos el paseo por las estrechas y animadas calles de la villa. Pese a las fechas, el día presenta un aspecto y clima de verano.
A la salida de la población, un cartel indica la dirección hacia las pasarelas, no la tomamos, nosotros seguimos hacia el norte por una senda en la que predominan los bolos de piedra, pero su ligero desnivel la hace cómoda.
No tardamos en alcanzar el collado de San Lucas, cruce de caminos hacia los abrigos de Quizans y Chimiachas, este último ya lo visitamos Maite y yo, acompañados por Atos, en otra ocasión, cuyo relato puedes ver
haciendo clic aquí.
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Descendiendo al Vero. |
Desde lo alto del collado, se contempla la impresionante fuerza de las aguas del Vero, de cómo ha esculpido la roca, creando el cañón que muchos barranquistas lo recorren de cabo a rabo.
Ahora toca descender, lo hacemos contemplando los fuertes contrastes de los colores tostados de los árboles, el azul de las aguas y cielo, el gris de la piedra. Tanta y tanta contemplación, dan con mi trasero en el suelo, el desnivel de algún tramo, unido a la humedad reinante, me han facilitado tal maniobra.
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En el puente de Villacantal. |
Tras varios zigzags, llegamos a la orilla del Vero, cuyas aguas se remansan bajo el puente de Villacantal. Este puente se construyó a finales de la edad media y, través del mismo, se cruzaba el Vero por el camino que desde Sobrarbe bajaba a Barbastro. Presenta peculiaridades que lo diferencian de todos los puentes del Somontano: planta acodada en ángulo, dos ojos, uno en arco ligeramente apuntado y otro de medio punto, un tramo del tablero recto y otro levemente inclinado.
Desde aquí, podríamos seguir el río para no tener que volver sobre nuestros pasos, pero "hay que mojarse" y ¡hoy no toca!.
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Mis compañeras. |
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Colegiata de Sta. María. |
Después de disfrutar del entorno y sacar alguna foto, volvemos hacia Alquezar por el mismo camino, solo que, ¡leches!, ahora el sendero "pica p´arriba". Pero, no obstante, este tranquilo camino tiene otras cosas que no solo son cuestas: a la izquierda vamos admirando la impresionante pared que cae sobre el Vero, delante de nosotros, una postal de las murallas que rodean la villa y sobre estas, encaramada sobre una gran mole rocosa, se encuentra la majestuosa Colegiata de Santa María la Mayor, la cual atesora múltiples tesoros. El origen del conjunto se encuentra en una fortificación árabe construida en el siglo IX y encargada por Jalaf ibn Rasid, con motivo de las luchas contra los carolingios que ocuparon el condado de Sobrarbe.
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Chorro de la fuente de Monchirigüel. |
Pasamos por la Fuente de Monchirigüel, obra del siglo XVI (1578), en la que se incorporaron diversos elementos decorativos y una composición que refleja el gusto renacentista de la época. Responde a una tipología constructiva desarrollada en toda la Comarca del Somontano a lo largo del siglo. Consta de un cuerpo rectangular donde se abre un arco de medio punto y bajo el que se cobijan los caños y la pileta. Ostenta el escudo de la villa de Alquézar y la fecha de ejecución.
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Fuente de Monchirigüel. |
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Ruta de las Pasarelas. |
Dejamos la fuente y nos adentramos en el comienzo de la "Ruta de las Pasarelas". El primer tramo discurre en descenso por el impresionante barranco de la Fuente en el que hay que salvar algunos obstáculos bien acondicionados. Por aquí transitamos "montón de gente", algunas personas que han acudido a la llamada de esta ruta turística, no acostumbradas a más cuestas que las de Enero, parecen necesitar "primeros auxilios". Este tramo es espectacular por la sensación de encajonamiento que se experimenta, el descenso se realiza entre enormes paredes verticales de piedra caliza repletas de ”nichos” naturales, dejando a la izquierda la Peña de Castibián y a la derecha, la inmensa peña sobre la que descansan los muros de la Colegiata.
Mientras descendemos por las pasarelas de madera que salvan el desnivel existente entre el comienzo de la ruta y la parte más baja del recorrido, por donde discurre el río Vero, nos vamos adentrando en una espesa vegetación que se funde perfectamente con el terreno calizo y embellece, aún más si cabe, el paisaje de la garganta.
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Río Vero. |
Tras salvar, los mencionados obstáculos (incluyo la aglomeración humana), nos reunimos de nuevo con el Vero para acercarnos a la cueva de Picamartillo, en la orilla opuesta, separada de nosotros por el azul turquesa del río.
Continuamos "la ruta" a través de las llamativas pasarelas de hierro que cuelgan de las paredes verticales del cañón y que dan nombre a la senda, por ellas, durante un tiempo, seguimos el cauce del río suspendidos unos metros sobre él.
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Maite y Piedad por la pasarela. |
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Salto de la Central. |
Pese a la dificultad de conseguir salvar las pasarelas (por la aglomeración) conseguimos realizar la hazaña. Ahora se encuentra la pequeña presa de la antigua central hidroeléctrica de la villa. Desde aquí contemplamos la pequeña cascada que se forma, conocida como Salto de la Central de Alquézar, y que, de alguna manera, sirve para relajarnos con el sonido del agua al caer.
Ya de vuelta a Alquezar, decidimos bajar, de nuevo, al río. Lo hacemos por una pista en la que no quisiera perder los frenos en caso de hacerlo en vehículo. El desnivel es considerable hasta llegar al puente de Fuentebaños, de origen medieval y reconstruido recientemente.
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Puente de Fuentebaños. |
Junto al puente, una señal indica la fuente y vamos a ver si la descubrimos... Por unos minutos me sumo en la más absoluta de las soledades, mis admiradas acompañantes han desaparecido aguas abajo. Espero, las llamo, no aparecen, comienza la preocupación... Por fin ¡aparecen!. Un ejemplo de coordinación: juntas, la una buscaba la fuente, la otra un molino y cada cual "a lo suyo".
La fuente está a mis pies y el molino (se deja ver), junto al puente.
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Curiosidades en el molino. |
Atendiendo una recomendación de la "moza de información", vamos a ver las curiosidades del molino. Alguien ha realizado diversas obras con los materiales naturales del entorno: madera, piedra... Una curiosidad en el entorno propio de lo que fue un día la arquitectura en los ríos.
Ya solo queda volver a Alquezar y aquella cuesta, la de los frenos, ahora pica p´arriba con más mala leche que el sol que castiga la testa.
Y, horror, la villa está "a tope", mesas, sombrillas, sillas, restaurantes, bares, chiringuitos..., todo bajo sus cuidadas casas medievales que más recuerda a un paseo de playa que a tan extraordinaria población. "Es el precio que tenemos que pagar por el turismo".
Nosotros nos vamos a comer a un lugar más tranquilo, a Colungo. Dionisio y familia nos tienen mesa reservada y nos van a dar de comer como nos merecemos.
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Con Dionisio en la destilería. |
Para terminar la jornada, Dionisio nos acompaña a la destilería
"Aguardientes y Licores Colungo". Ha sido aquí
donde más y mejor se ha
conservado y transmitido la
tradición destiladora del
aguardiente ancestralmente
elaborado en el Alto Aragón. Lógicamente, no salimos de vacío.
De vuelta a casa, como de costumbre, uno se encuentra satisfecho de la jornada, que en esta ocasión ha sido gratamente inesperada gracias a la caza.
Pese a todo, me haré cazador cuando las escopetas escupan flores en vez de balas.
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