miércoles, 15 de junio de 2016

IBONES DE LLAUSET, BOTORNÁS Y ANGLIÓS.

Día 11 de Junio de 2016
          ¡Esto se va animando!, "os mozos d´Esbarre" se superan, una a una, en esas escapadas por lugares dignos del más puro amante de la libertad. Además, si te llevan en un autobús conducido, con gran destreza, por "Miguelón", el placer es absoluto. Es una manera más de huir de esa eterna campaña electoral que nos tiene absolutamente machacados a los ciudadanos de a pié.
Puente de Montañana.
      En las mismas puertas de la Facultad de Veterinaria de Zaragoza somos veinticinco los que partimos. En Huesca recogemos un par más, o sea , que ya estamos todos, al menos eso creo porque un servidor, auricular bien encasquetado, aria tras aria, sueño tras sueño, no despierta hasta la misma Ribagorza, al paso por las curvas de Benabarre.
        Paramos en Puente de Montañana a desayunar, desalojar... y estirar las piernas; es un viaje más largo de lo habitual.         Con estómagos, vejigas y garras agradecidos, continuamos viaje en dirección a Aneto. Llamo a Pilar de Casa Moliné, el domingo pasado me dijeron que nos dirían como estaba el acceso hasta el embalse de Llauset, me dice que está bien y que "Miguelón" no se preocupe, que mientras nosotros hacemos la travesía, "cuidarán de él".
Por el embalse de Llauset.
          Y así es, tras cruzar Aneto, la pista, curva tras curva, parece ascender al mismo cielo, Miguel sortea los baches con gran destreza, abajo vemos la carretera por la que hemos pasado hace unos minutos. Un túnel, que más parece una mina, nos deja en la presa del embalse a más de 2100 m. de altura.
       El cielo está cubierto, las nubes tapan y destapan la lámina de agua y las montañas que nos rodean, de manera caprichosa.
        Tras cuatro horas y media de viaje comenzamos a caminar por la cara norte del embalse, senda (GR-11) que lo recorre de cabo a rabo. El personal va animado, la temperatura es agradable y, poco a poco, la niebla va quedando abajo.
Cruzando el ¿puente?.
       Alguien me comentó, hace seis días, que el paso por el puente que se encuentra en la cabecera, estaba imposible de cruzar, el agua saltaba por encima de él sin contemplaciones, pero ¡hay suerte!, el caudal es algo inferior y, con cuidado, uno a uno, lo salvamos sin dificultad.
        Frente a nosotros, hacia el Oeste, contemplamos las paredes que jalonan el Pico Llauset (2904 m.) enfrentado al Ballivierna (3060 m.) y este último separado de la Tuca de Culebras (3051 m.) por el famoso "Paso de Caballo".
       Pero nosotros tiramos hacia el Norte, vamos ganando altura por un pastizal agradecido para con nosotros en estos comienzos, a la derecha dejamos la cabaña de Botornás y en pocos minutos alcanzamos el Ibón (2360 m.) del mismo nombre.
Ibón de Botornás.
      Sin más sonido que el de algunas marmotas, las cámaras fotográficas recogen este espectacular lago con su lámina de agua cubierta por un hielo que nos anuncia una blanca jornada.
      El Ibón de Botornás va quedando a nuestra izquierda, la senda aparece y desaparece caprichosamente entre la nieve. Intentamos no perder el Norte, que es hacia donde vamos, y unas veces por roca y otras por nieve vamos ganando altura. Empero hay que hacer el camino fácil para que los veintisiete pares de botas, sigan siéndolo los mismos hasta el final, para lo que hay que abrir huella y ¡eso duele!. El Juli, pese a poseer espigadas garras, lo hace con la medida justa para que los que le seguimos, paticortos algunos, pisemos en seguro.
Formación "Esbarre"
Refugio Cap de Llauset.
    Allí arriba, brillante, inmaculado, todavía virgen, vemos el nuevo refugio de Cap de Llauset (2450 m.) al que, a nuestro parecer, solo le quedan pequeños retoques para ser inaugurado y dar cobijo a los amantes de estas impresionantes montañas, Macizo de las Maladetas, que albergan los picos más altos del Pirineo. En su exterior, nos tomamos un descanso y un tentempié, pues "queda mucho tomate que guisar".
       Corta parada, hay que continuar, además un poco más arriba, tenemos otro acto de esta maravillosa obra de la naturaleza: un giro hacia el S.E. y ¡zas!,  el Ibón de Cap de Llauset (2460 m.) que entre roca y nieve, recorremos su orilla lo más seguro que podemos.
          Atrás dejamos el lago y enseguida llegamos al punto más alto de la jornada, la Collada de Angliós (2540 m.), Delante de nosotros, muy abajo, miramos el camino que nos queda por recorrer, bueno mejor dicho, nos lo imaginamos porque la senda queda en algún lugar, bajo la nieve.
Ibones de Angliós desde la Collada.

Descenso.

       Mientras estudiamos el camino más seguro a seguir, una marmota observa la torpeza de estos molestos seres de dos patas. Abajo nos esperan una serie de ibones, los de Angliós, blanca estampa en una mañana primaveral.
         El tramo entre la collada y el ibón Cap de Angliós, algunos lo descendemos rápidamente por la nieve, otros lo hacen con menos destreza midiendo cada uno de sus pasos. Una vez abajo, reagrupados, salvamos el lago por la orilla derecha, muy próximos a su orilla, pero con la suficiente distancia para no darnos un baño en caso de que el hielo ceda. Los siguientes ibones, Mig y Angliós, los salvamos pasando entre ambos.
Bordeando el Ibón de Cap de Angliós.
         El paisaje que nos rodea, atrae con su mágico magnetismo; nos encontramos en un estuche entre montañas, acompañados de aguas frías, limpias y puras, de un azul cristalino, convertidas en espejos en los que las nubes se miran muy de cerca.
        Las aguas no son lo único limpio de la jornada, los estómagos también lo están, así que ya va siendo hora de llenar el buche, cosa que hacemos en el refugio-cabaña de Angliós. Cada cual saca su artillería gastronómica, tan solo echamos de menos "la bota de Valentín".
        Las nubes amenazan, o sea, que no hay siesta que valga; levantamos el campamento y p´abajo. Aún nos quedan cerca de mil metros que descenso.
Ibón de Grau.
       Un nuevo lago aparece ante nosotros, el Ibón de Grau, que en este caso ha perdido la vergüenza, mostrándonos su inmaculada superficie de agua en las que las únicas gotas de lluvia del día dibujan miles de pequeñas ondas circulares.
       Poco a poco, van apareciendo algunos árboles; frente a nosotros, en la otra vertiente del Valle de Barrabés, aparecen, de entre las nubes, los Picos de Besiberri. La senda, cada vez más, desciende con poca amabilidad para con las tabas de quienes transitamos por estos parajes.


Descenso entre hayas.
       Casi sin darnos cuenta, estamos en un bosque en el que las hayas y abetos protagonizan el centro de un bonito cuadro, dejando en un segundo plano algunos serbales. El rododendro comienza a florecer, la genciana amarilla habrá de esperar, no así la acaule que abre su campana hacia el cielo acompañada de abundante violas. En fin, un placer para los sentidos.
          Descendemos por el Barranco Riueño, frente a nosotros, el de Salenques, deja caer con ímpetu sus aguas en la Cascada del Pi, creando un espectacular salto.
            Las hojas del pasado Otoño, alfombran el fuerte e incómodo descenso, escondiendo bajo ellas húmedas raíces y piedras a modo de trampas que hay que evitar.
Barranco de Salenques.
       Seguimos bajando, se escuchan las aguas del Barranco Salenques, pero tardamos en alcanzar su orilla.
       Algunos miembros del "batallón esbarriano" comienzan a sentir el castigo de tan larga bajada, pero son mozos y mozas con atributos suficientes como para no reblar en el camino.
      El último tramo es más cómodo, yo lo recorro con mi mochila y la de un compañero que anda justito de fuerzas.
         Los primeros en llegar al bus de Miguelón lo hacen en siete horas de dura jornada, los últimos invierten una más, pero hemos llegado todos, y lo que es más importante: ¡enteros!.
¿Un óleo?
De vuelta.
        Queda un largo viaje hasta volver a casa por lo que no habrá parada, tan solo compramos bebidas en una gasolinera y convertimos el autobús en un improvisado y coqueto bar.
       Dicen que para que el sueño venga, se recomienda cerrar los ojos, contar ovejas, oír el canto de las estrellas, comer manzana con mejorana y tomar agua de toronjil; pero hay otra forma y se trata de apuntarte con los d´Esbarre, realizar un duro y recompensado esfuerzo, sentarte en un asiento del bus de Miguelón y, no lo dudes, el recorrido por la carretera que bordea el Noguera Ribagorzana, atraerá el sueño al más despabilado que se precie.
       Una jornada de dieciocho horas, viaje incluido, por lugares insospechadamente mágicos en los que el agua, la nieve y el hielo han protagonizado un tríptico compuesto de un panel de belleza, otro de buen humor y el tercero..., el tercero ha dejado su pintura en casa. Pero ya se restablecerá y su imagen cubrirá muchos cuadros.
       
Hasta pronto.

LOS CLICS DE MI RATÓN








Datos técnicos:
Recorrido
Perfil:
Distancia, 11,8 Km.
Desnivel de ascenso acumulado, 522 m.
Desnivel de descenso acumulado, 1208 m.

2 comentarios: