lunes, 4 de julio de 2016

ACUMUER- LARROSA- IGUACEL-CASTIELLO

Día 25 de Junio de 2016
                No se merecen los compañeros de viaje de hoy, semejante retraso en la publicación de esta salida por una ruta eminentemente senderista, pero mientras el día tenga veinticuatro horas, y la semana solo siete días, espero de mis amigos el más grande de los perdones.
            Con un bus de pequeñas dimensiones partimos de las cercanías de la Puerta del Carmen, testigo que lo fue de la resistencia aragonesa durante la guerra de los sitios, incluso, años más tarde, en el 1997, hubo de evitar caer ante la agresión de un autobús que embistió contra ella.
Preparados.
         El nuestro, el bus, se resiste a que paremos a tomar un café en las inmediaciones de Sabiñánigo aunque al final logramos hacerlo. Coincidencia: hoy, las gentes de estas tierras, subirán a Santa Orosia en Romería en la que la danza, el chicotén y la dulzaina, se mezclarán con buenos manjares para pasar un buen día (de esto ya conté algo en esta entrada).
          Pronto enfilamos la carretera en dirección a Acumuer, que da su nombre  a un valle que partiendo desde Sabiñánigo, con el río Aurín de testigo, va hacia el norte a darse de bruces con la Partacua en su cara meridional.

Azul ¿cielo?.
         Pequeño núcleo en el que destaca la iglesia de la Asunción con su torre que divisamos bastante antes de llegar al punto de partida.
          Con las botas colocadas en sus respectivos pinreles, comenzamos a caminar atravesando las calles de este pequeño, pero bonito pueblo. En una casa pintada de un azul agresivo, un letrero dice que es la casa de Santa Columba, San Martín, San Juan y San Pedro.(Para que luego digan que hoy vivimos hacinados).
            Con la misma velocidad que lo hicieron, en el año 920, cuando las tropas del conde Galindo Aznárez vencieron al ejército musulmán incorporando el Valle de Aurín al Condado de Aragón, pasamos por la iglesia de la que me informo que posee un retablo de la "Dormición de la virgen María". ¿Por qué el término “Dormición”?. Para designar la muerte de la virgen los bizantinos emplearon la palabra “koimesis”, mientras que la iglesia latina adoptó el término “dormitio”, que literalmente significa el “sueño de la muerte”. 
Iglesia de la Asunción.
Puente sobre el Aurín.
        Pero lo nuestro es otra historia que la iniciamos cruzando un moderno y curioso puente por el Aurín, para comenzar a ascender por una senda en la que el pino, nada refrescante en estas fechas, va a ser el protagonista de la jornada.
           Estas primeras cuestas ponen a cada cual en su sitio (aunque en las fotos veamos a alguien abrigado hasta el cuello, comienza a hacer calor).
       La llegada a un collado nos alivia la brisa que sopla a favor de nuestra dermis. Ya se sabe, tras el collado llega el descenso, cosa que algunos agradecemos.
          Pronto observamos las ruinas de unas construcciones, se trata de Larrosa. 
Larrosa.
        Una compañera de viaje cuenta que estuvo por aquí en otra ocasión y comenta -¡este pueblo me encanta!-. Pero yo, lejos de encantamientos, me traslado a lo que pudo ser esta aldea que la migraciones de mediados del pasado siglo la dejaron abandonada. Cuando veo los bancos de piedra que escoltan las puertas me imagino a hombres y mujeres tomando la fresca en verano igual que hoy lo hacemos nosotros. Me imagino, también, a lo zagales acudiendo a la escuela en la que impartía clases doña Nieves, su última maestra que terminó en un convento. Pienso en lo penoso que debió ser para el médico, acceder a Larrosa por estos caminos de herradura a lomos de caballerías. 
En San Bartolomé.
         Me imagino la alegría que sentirían las gentes, cuando en 1926, apagaron los candiles para encender sus bombillas. Los domingos por la mañana, con los vestidos de ceremonias, irían sus gentes a misa que el cura celebraría en la iglesia de estilo románico (S. XI) de San Bartolomé. En sus fiestas, vendrían los músicos a "amenizar la función" y no faltarían las rondas por sus calles, y en los primeros días de Julio andarían de romería camino de la ermita de Iguacel. A la compañera "le encanta". Yo solo imagino.


Lo que fue.
Cuatro  de "Estalentaos" ante la ermita de Iguacél.
        Al igual que aquellos hombres y mujeres, nosotros partimos en dirección a la ermita. El camino atraviesa el barranco del Monde, a nuestra izquierda adivinamos el río Iguacél y la pista que asciende por todo el valle de La Garcipollera. El escaramujo se encuentra en plena floración.
         No tardamos en alcanzar la ermita de Santa María de Iguacél, en la que, bajo la sombra de unos buenos ejemplares de fresno, hacemos un descanso y disfrutamos de esta maravillosa construcción que, espero, alguna vez poder ver su interior.
En la puerta occidental.
        Estamos ante una joya del arte románico cuyos más valorados tesoros se encuentran en el Museo de Arte Diocesano de Jaca. 
        Comenzó a construirse entre los años 1040 y 1050. En 1080 fue donada al monasterio de San Juan de la Peña. Entre los siglos XIII y XIV se construyó la torre, adosada al lado norte del templo y en siglos posteriores se añadió la puerta, probablemente gótica, del atrio sur. 
           Se trata de un sobrio edificio de sillarejo, de nave única cubierta con techumbre de madera, un ábside semicircular con bóveda de horno precedido por un pequeño presbiterio con bóveda de cañón. Sancho Galíndez financió una segunda intervención en el año 1072 que afectó a la decoración del interior. Una inscripción en la portada occidental deja constancia del hecho: 
Detalle de un capitel.
"Esta es la puerta del Señor por donde entran los fieles en la casa del Señor, que es iglesia fundada en honor de Santa María. En ella se han hecho obras por mandato de Sancho conde junto con su esposa de nombre Urraca. Ha sido terminada en la era de 1110 (año 1072), reinando el rey Sancho Ramírez en Aragón, el cual ofreció por su alma en honor de Santa María la villa llamada Larrosa para que le dé el Señor la vida eterna amén. El lapidario de estas letras se llama Aznar. El maestro de estas pinturas se llama Galindo Garcés". 


Santa Mª de Iguacél.
Flores que no ves.
       Es una pena abandonar este agradable sitio pero queda camino por andar y además queda el último repecho de subida que, algo enfriados por el descanso, hay a quienes se les atraganta "la cuestecica".
        Pero -¡tranquilos muchachos! que, una vez arriba, solo queda "tirar p´abajo"-.
        Yo, que ando en vanguardia, quiero sentir la experiencia de una duda que me tiene atrapado: Se trata de seguir los pasos de un par de compañeros que, miembros destacados del grupo, los realizan a velocidad de vértigo. Son unos cuatro kilómetros por el barranco de San Juan, que realizo con la testa baja, miro hacia la retaguardia y no se ve ni un alma. El GPS me indica que la velocidad es maratoniana. 
Caminante...
        Voy pensando en la finalidad del asunto, además hace un calor de demonios, creo ver algunas flores. Por fin averiguo el motivo de tal carrera de velocidad, se trata de que hay que parar a esperar al resto, sentados bajo la única sombra que unos matorrales nos ofrece en este día de Julio.
      Poco a poco van llegando los componentes de esta tropa, nos preguntan que si hemos visto la torre de la iglesia del pueblo abandonado de Cenarbe ¡no! (contesto) pero eso sí, hemos visto el suelo pasar a gran velocidad bajo el peso de nuestras botas. He pasado por una experiencia que  no repetiré.
S. Juan de Cenarbe.
      Caminamos por una pista cómoda de andar, a la derecha un curioso edificio alberga la ermita de San Juan de Cenarbe, en su interior se refugia el personal, un murciélago recorre su interior en el que unas toscas pinturas de la vida de algunos santos nos llaman la atención. Pero sin duda alguna lo más interesante de este lugar es su historia, puesto que se conoce que aquí estuvo emplazado un poblado medieval llamado Uxuel, topónimo que finalmente acabó derivando en Izuel y que, como consecuencia de una fuerte crisis demográfica en el siglo XIV, se convirtió en "pardina", como les pasó a muchos otros despoblados medievales de la Jacetania.
Viaducto de Cenarbe.
        Salimos de la sombra ermitaña y pronto sorprende otra construcción, esta es de 1916. Se trata del popularmente llamado "viaducto de Cenarbe", una de las obras arquitectónicas más relevantes que fue necesario construir para la Línea Internacional de Ferrocarril Pau-Canfranc-Zaragoza. Está situado en el término municipal de Villanúa, a medio camino entre esta localidad y Castiello de Jaca. La calidad de su construcción, su elegancia arquitectónica y su estratégica funcionalidad le hicieron una pieza determinante en el complejo trayecto que hubo que trazar para superar la abrupta orografía del valle. Mide 357 metros de largo y 20 de alto, tiene 28 arcos. El perfil de S que dibuja su trazado sugiere la forma de un caracol, que es el nombre por el que se conoce popularmente este tramo. El viaducto se sitúa después de un túnel helicoidal construido para ganar altura antes de encarar el tramo más complejo del trayecto.
          El viaducto nos indica que ya estamos próximos a nuestro destino final, Castiello de Jaca, en el que, aunque sea hora de merienda y tras asearnos lo que las circunstancias permite, sacamos la comida y en un establecimiento hostelero, damos buena cuenta de ella y del barril de cerveza.
         Larga excursión que nos ha enseñado una pequeña parte de la historia de unos pueblos que merecen se le tenga en cuenta, no repitamos el pasado.
        Hasta pronto, muy pronto.

LOS CLICS DE HOY:





DATOS TECNICOS:
Recorrido

Perfil:
Distancia, 19,9 Km.
Desnivel acumulado de ascenso, 858 m.
Desnivel acumulado de descenso, 1022 m.

1 comentario:

  1. la droga de la "vieja mochila"......recibir el enlace y hay que disfrutrarla ya!
    Gracias amigo.

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