martes, 1 de diciembre de 2020

DE NORTE A SUR - ESTEPAS Y RÍOS DE ZARAGOZA

El sur:
Por los acampos
Tierras duras
        Este enemigo invisible que nos ataca sin compasión, sin distinguir si eres blanco o negro, si eres rico o pobre, si joven o viejo, si "d´aquí o d´allá"... este enemigo, sin saberlo, nos está enseñando a, desde el más acogedor rincón del hogar, valorar esos libros; a escuchar esas palabras; a descansar, crear y jugar; a meditar y encontrar algunas sombras y luces de las que desconocíamos su existencia.
        Y fuera del hogar, confinados en nuestro territorio, presos de nuestra existencia, la situación nos invita a conocer esas otras sombras y luces que se esconden en horizontes más cercanos, algunos de ellos que hasta ahora no habíamos sido capaces de percibir.
        Sirvan de ejemplo estos dos paseos que, entre otros, Maite y yo nos damos por los arrabales de nuestra digna Zaragoza, ciudad que sin ser grande ni pequeña, alberga paisajes de lo más variado.
Ermita de Santa Bárbara emergiendo entre la Boira

Primeros pasos
        Fue la mañana del pasado 15 de noviembre, que bajo una densa boira  nos encaminamos hacia la estepa del sur, allá donde la "Val d´Espartera" cambia cemento por romero y las ruinas de la vieja ermita de Santa Bárbara asoman por encima de la niebla. La frontera entre estos dos mundos las marcan las vías de comunicación (autovías y ferrocarriles).
        Sí, fue esa mañana que entre los disparos de los cazadores de la capital, realizamos una excursión circular para encaramarnos a los cabezos de Casellas y Fita, a veces por animadas pistas, otras por tranquilas sendas y otras ¡qué sé yo!. Tuvimos que abortar el tramo que asciende al segundo de los cabezos si no queríamos, como las perdices, acabar en la cazuela.
Pa´encerrarme
        No importa, la mañana despejó, y conforme volvíamos hacia el punto de partida veíamos cómo el personal tiene ganas de disfrutar de la naturaleza por estos paisajes que, a falta de otros, nos muestran el vivo ejemplo de la vieja ciudad en la que la agricultura del secano se abrió paso en este duro paisaje de los acampos del sur zaragozano.
        Volvemos a casa; aquí recogidos nos asomamos al balcón, el cielo está despejado y abajo, aquí abajo, parece que la esperanza pasa por nuestra calle; dice que estuvo allende los mares y que cuentan por allá, no sé qué de unos boticarios que andan preparando un brebaje que nos va a dejar a todos "como nuevos". ¡Hala pues!



Unos datos
Recorrido

Perfil:
Distancia, 14 Km.
Desnivel positivo, 414 m.
Desnivel negativo, 414 m.



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El norte:
Escarpes del Ebro-Barranco de Los Lecheros-Alfocea-Galachos de Juslibol (circular)

Zaragoza desde lo alto de los escarpes
        Entre paseos y paseos, un par de semanas después, echamos el cuerpo hacia el norte de la ciudad con la intención de realizar un recorrido que ya lo habíamos hecho varias veces, pero no contado en esta, cada vez más, Vieja Mochila. 
        Si antes hablaba de la variedad de paisajes de Zaragoza, aquí, en un palmo de tierra, el agua y la estepa se unen en un fuerte lazo matrimonial, cuya alianza son los impresionantes escarpes que el río Ebro, día a día, va esculpiendo en esta frágil tierra.
Por las antiguas canteras de Juslibol

Huella del pasado
        Tras dejar el buga en las inmediaciones del barrio rural de Juslibol ––nombre derivado del grito de guerra de los cruzados "Deus o vol" (Dios lo quiere)–– comenzamos a caminar por el concurrido camino que lleva hacia el galacho, pero nosotros los visitaremos a la vuelta, por lo que tomamos una senda que asciende por una cantera de yeso, hoy abandonada,  en la que todavía quedan algunas ruinas de las viejas instalaciones. 
        No tardamos en alcanzar la vertical de los escarpes desde donde, 40 metros más arriba, divisamos, entre la bruma de la mañana, la ciudad y, bajo nosotros, la huerta zaragozana y el galacho del Juslibol.
El galacho

Una mirada
        Pero aquí arriba, exceptuando algunos pinos de chapucera repoblación: "la estepa", una muestra singular de la aridez de la depresión media del Ebro: un ambiente seco, abierto, inmenso, lleno de luz, con un cromatismo, unas adaptaciones vegetales y una fauna muy distintas de las de la zona húmeda. Se trata de un tesoro por descubrir, con permiso del ejército pues es zona de maniobras militares.
        Seguimos el camino que nos muestra los barrancos que se precipitan sobre el pie de los escarpes, labor harto fácil para las aguas de lluvia que cincelan el frágil terreno, compuesto principalmente por yesos.
Un camino
        Delante de nosotros vemos las ruinas del Castillo de Miranda, fortaleza que se construyó en el siglo XII a las afueras de Juslibol. Perteneciente al perímetro defensivo de Saracusta, debió ser una fortificación conectada con las otras como Juslibol, El Castellar, Candespina, Cadrete, María, Santa Bárbara, Santa Inés, Pola y Alfocea.
        Descendiendo un fuerte barranco, alcanzamos el acceso al recinto con la intención de, como en ocasiones anteriores, visitar el castillo y seguir la ruta por lo alto de los escarpes, pero ––nanay–– un respetable dispositivo militar nos impide el paso y no es cosa de enfrentarse ni sitiar el garito pues ––¡leches!–– llevamos las de perder. Aclaro que no estoy en contra del adiestramiento del ejército, pero el Estado se tendría que replantear dejar la zona más cercana a la población para los ciudadanos, pues la superficie ocupada abarca 34.000 hectáreas y seguro que con cuatro palmos menos, los soldados tienen bastante sitio para hacer puntería ––¿o no?––.
Castillo de Miranda

Prohibido el paso

Por el barranco de Los Lecheros
        La decisión está clara, cambiar la ruta, cosa que hacemos tomando una bonita senda que discurre por el Barranco de Los Lecheros, senda cubierta por una densa vegetación que todavía conserva los colores otoñales de este triste año. Algunos tramos discurren al pie de los escarpes, mostrándonos el yeso lavado convertido en caprichosas formas de alabastro. Este barranco  es la arteria principal de una red de pequeños barrancos trazada sobre los Montes de El Castellar que pertenece a una antigua cabañera o vía pecuaria denominada Vereda de Juslibol.
Capricho de alabastro

Iglesia de Alfocea
        Pronto alcanzamos el barrio rural de Alfocea. Poco cuesta adivinar el origen musulmán de este asentamiento, pues fueron los árabes que, tras íberos y romanos, bautizaron el lugar con el nombre de Al-Hauz (la Alquería), "lugar de descanso" de donde viene el nombre de Alfocea. Echando una mirada, vemos como, por encima del resto de edificios,  destaca la iglesia de la Inmaculada Concepción, construida en ladrillo visto, a la que se adosa la torre de dos cuerpos: el inferior, moldurado con pilastras en los ángulos, en el que se alojan las campanas; y, el superior, poligonal decorado con pilastras y pequeños óculos.
La huerta
        Tomamos la carretera que da acceso al núcleo; en este tramo es un auténtico gustazo observar la fértil huerta de la ribera del Ebro, tierras que se resisten a ser engullidas por el desarrollo especulativo de urbanizaciones, complejos comerciales, etc.
        A la altura de la GR-99, Camino Natural del Ebro, tomamos la senda que discurre paralela, entre esta y el río, adentrándonos en el soto, auténtico bosque de ribera en el que se desarrollan, entre otros, el álamo blanco, el chopo, sauce, tamariz, fresno, aneas, juncos, carrizos, etc., todo un lujo en el que las aves tienen un hábitat perfecto para su desarrollo.
Río Ebro

Cormoranes
        Continuamos por el sendero en el que algunas bicicletas, de estas de ir por todos los terrenos, nos despeinan ––en mi caso es un decir–– y sueltan, si los portan, sus virus sobre las narices de los "despeinados". Igual es que estoy desfasado, pero no entiendo cómo habiendo una pista de tierra paralela a la senda, algunos prefieren adentrarse en este estrecho camino más propio del caminante que del ciclista. Si les preguntáramos, cosa que discretamente no hacemos, dirían: ––es que por aquí ¡mola más!––. 
Galacho de Juslibol
        China, chano, llegamos al galacho de Juslibol, formados por antiguos meandros del río, y testigos de la dinámica fluvial. Este galacho se formó como consecuencia de la crecida del Ebro que en los primeros días de 1961, el río decidió cambiar su curso ––así es la naturaleza––. Pese a que el origen de las lagunas, originadas por la capa freática del río sobre antiguas graveras excavadas en los años 70 del siglo pasado, estas se encuentran plenamente integradas en el paisaje, constituyendo un lugar de refugio para las aves. Algunas especies tienen este y otros galachos como residencia permanente, otras se alojan en las suites del soto en su ir y venir de norte a sur y viceversa.
El galacho, al fondo los escarpes

Garzas y ánades

        Antes de retornar al punto de inicio, nos dejamos perder por algunos senderos, "libres de tráfico", que se adentran en el bosque para echar un último vistazo a este rincón de la ciudad. 
        El buen día que tenemos y el "tren del carrizal" han animado al personal a acercarse al Galacho de Juslibol. 
        Ahora que concluye el confinamiento en la capital, no así en la provincia, con la prudencia que requieren los duros momentos que estamos viviendo "toda la humanidad", intentaremos salir un poco más allá sin olvidar que aquí, en la ciudad, también hay bellos rincones.
        Hasta pronto



Otros datos
Recorrido


Perfil:
Distancia, 12 Km.
Desnivel positivo, 193 m.
Desnivel negativo, 193 m.

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