miércoles, 21 de febrero de 2024

RODANAS - CUEVAS COLLAO, SILLARES Y EL GATO - CERRO MONEGRÉ (circular)

 Día 17 de febrero de 2024
        Estos de Esbarre no dejan de sorprendernos: de un paraje cercano a casa, sacan de la chistera una ruta circular en la que no faltan los ingredientes indispensables para pasar un día verdaderamente agradable.
Compañeros
        Haciendo un ejercicio de memoria, tarea cada vez más dificultosa para mi edad, puedo evocar la última vez, y fue por motivos profesionales, que estuve en el Santuario de la Virgen de Rodanas, fue allá en los últimos años de los setenta. 
Santuario de la Virgen de Rodanas
        ¡Ah, cómo no maravillarse de la transformación!: aquel oscuro y desolado rincón epilense, donde hasta los conejos temían aventurarse por su abrumadora soledad, ahora se erige como una urbanización (¡por supuesto!) donde sus "afortunados habitantes" se regocijan los fines de semana deleitándose con las delicias de una barbacoa. ¡Qué ironía más exquisita!
        El santuario se levanta en el lugar en el que, según la tradición, se apareció la imagen de la Virgen a un pastorcillo, a unos 14 kilómetros del casco urbano (¡qué afortunados eran los pastores en sus encuentros con vírgenes!). Primero se edificó una pequeña ermita en su honor, en el lugar de su aparición, pero debido a la gran afluencia de gente, hubo que ampliarse, construyendo hospederías y casas para los labradores que cuidaban las tierras. 
        El nombre del templo viene dado por su ubicación, que deriva de la antigua palabra árabe Roda-Nadir que significa frente a Roda, antigua ciudad árabe, que hoy es Rueda de Jalón. 
Recinto del santuario
        Allá que vamos. ¡Qué divertido protocolo!: aunque el viaje sea un paseo de corta distancia, la jornada insiste en que el despertador suene a la hora acostumbrada para este menester, asegurándose así de que un variopinto grupo de madrugadores abordemos el autobús, que hoy tiene el honor de ser conducido por el siempre afable Miguel.
        La tradición demanda una parada en el trayecto, donde cada uno satisfará sus más urgentes necesidades (cafeína, chocolate, cruasanes, bocadillos, o asuntos más "corporales", por así decirlo). Con un toque de silbato, todos nos reagrupamos ordenadamente en el autobús. Y en un abrir y cerrar de ojos, nos encontramos en nuestro destino final, el tan venerado Santuario. ¡Una experiencia verdaderamente sagrada, sin duda!
        Comenzamos a caminar ("bien tapadicos", pues el cierzo sopla con ganas), por una pista en dirección NE dejando a nuestra derecha un precioso olivar por el que finalizaremos la jornada.
¡Hale, a caminar!
        Se camina bien por pista, pero, ¡ay!,  pronto dejamos tan querido terreno para girar hacia el sur, campo a través, por un terreno en el que solo transitan la cabras y este curioso "batallón esbarriano".
Como cabras
            Imitando las habilidades del animal recién mencionado, nos dirigimos hacia un lugar donde se ubican las majestuosas cuevas de Collao y Sillares, junto con la más impresionante de todas, la Cueva del Gato.
         La del Gato, con su imponente tamaño y sus dos entradas, nos cautiva con el irresistible magnetismo que los rincones más ocultos ejercen sobre nuestra alma viajera. Iluminados por los frontales y las linternas de los móviles, la recorremos hasta lo más profundo de la gruta. Su nombre está relacionado con un gato aventurero que se adentró en ella en busca de alimento y cobijo. Según cuenta la leyenda, el animal consiguió atravesarla y apareció nada menos que en Ricla. ––¡Menuda sorpresa se llevaría su dueño al enterarse!––
Nos adentramos en un mundo interior
Luces y sombras
Avanzando hasta el fondo
Testimonio gráfico de que nadie quedo afuera
        Que nadie busque en estas cuevas resto alguno de seres prehistóricos, ni pinturas rupestres. Se trata de excavaciones para la extracción de piedra para, entre otros usos, ser utilizada para la construcción de la casa del conde de Morata (Audiencia Provincial de Zaragoza) por parte del cantero Juan de Vidaina. También hay información de que se cortó piedra de estas cuevas, durante el siglo XIX, incluso por penados, para el puente de Piedra de Zaragoza (Fuente: Gisber y Pastor. 2009: 390-394).
Piedras y más piedras
        Tras la acostumbrada foto de todo el grupo, abandonamos la "El Gato" de la misma manera que aquellas cabras, es decir: por campo a través, para alcanzar las ruinas de la mina La Esperanza, construida por una empresa catalana en 1947, para la transformación del mineral de cobre que llegaba de Purroy, Biel, Jarque y Rodanas. A comienzos de los años cincuenta pasó a manos de Explotaciones Mineras Aragonesas, que echó el cierre en 1955 (¡cómo somos en esta tierra!). 
        Aquí hacemos un descanso de avituallamiento. Me doy un garbeo por lo que queda de la mina y, la verdad, es sobrecogedor cuando la mente echa la vista atrás para adivinar aquellos tiempos. La mina de La Esperanza contaba con un buen número de instalaciones. Algunas tenían un uso meramente industrial, mientras que otras estaban ocupadas por los trabajadores, aunque había diferencias en función de su categoría profesional. Es lamentable que La Esperanza, con su nombre tan evocador, haya tenido una existencia tan efímera. Sin embargo, perdura como un testimonio del rico legado industrial de la comarca de Valdejalón.
Paredes que resisten
Testimonio del pasado
        Pero hay que continuar. Dejamos la mina pasando ante las modestas viviendas que compartían los obreros. 
Viviendas de los mineros
        Por suerte, abandonamos el "campo a través" y avanzamos unos metros por pista, en dirección oeste. Ahora giramos al sur, por una empinada cuesta que cada uno aborda según sus habilidades. A nuestra derecha, los restos de lo que fue una cabaña nos anuncia el siguiente camino a seguir que, por cierto, nos evoca al mamífero rumiante antes 
nombrado. Se trata de la senda Matacabras, que en su trayecto hacia el oeste, se muestra más amigable que aquel tramo del principio.
Siguiendo el sendero
        Finaliza la Matacabras en un collado desde el que es fácil contemplar nuestro objetivo, pero antes hemos de transitar un cómodo cordal, alcanzar el alto de Valdemanzano (916 m.) y con un último esfuerzo, tomar (literalmente) el vértice geodésico del Cerro Monegré (924 m.).
En la cima del Monegré (¿mal de altura?)
        Sin duda, este montículo no alcanza la magnificencia de las imponentes cimas del Pirineo o de otros sistemas montañosos. Sin embargo, quienes hemos ascendido hasta este espléndido mirador no podemos evitar dirigir la mirada hacia esas grandiosas montañas.
        Hacia el norte, tras la depresión que forma el Valle del Ebro y los cientos de aerogeneradores que lo adornan, se adivina la blanca estampa de las montañas pirenaicas: Más cerca se deja ver la Sierra de Guara, con las inconfundibles siluetas del Gratal y Fragineto. Y cómo no, un vistazo al oeste nos muestra esa montaña cantada y contada por poetas y juglares que es el Moncayo, pico muy bien escoltado por los Buitrera, Tablado, Bollón, Galiana... Giramos un poco el pescuezo hacia el sur y, en lo alto de la Vicora, se alzan el Pico del Rayo y el Cerro de Santa Brígida (inconfundible por los radares). Otras sierras fácilmente divisibles desde el Monegré, son las de Algairén y La Virgen.
La bruma impide ver más allá de los aerogeneradores
        Foto va, foto viene y "p´abajo", no hay tiempo que perder que hoy toca convite. Retrocedemos unos metros sobre nuestros pasos, hasta un poco más allá del alto de Valdemanzano, para tomar un sendero, en dirección sur, que baja con ganas hasta el cruce de una pista.
        Más adelante descendemos paralelos al barranco de la Virgen que dejamos, avanzando por un pinar, para volverlo a tomar a la altura de un aljibe colmatado.
        Las garras comienzan a sentir el lógico cansancio de la ruta, pero aun así, poco a poco,  avanzamos entre los árboles centenarios de un olivar, con ejemplares de gran belleza. 
Por el olivar
Olivo centenario
        El aroma de la carne asada, que se debe de andar cocinando en alguna barbacoa de la urbanización, nos sugiere que la conclusión de nuestra ruta está próxima. No obstante, antes de llegar, nos aguarda una encina, también antigua, que debemos alcanzar antes de alcanzar los muros del Santuario.
        Hemos alcanzado el punto de salida, aquí nos espera "Miguel y su guagua" para, sin dilación alguna, llevarnos hasta un garito cercano a La Almunia de Doña Godina y dar buena cuenta de todo aquel alimento que ose postrarse sobre las largas mesas.
        Una jornada más que las gentes de Esbarre hemos superado. Sin embargo, hay una realidad inalterable que persiste: la ausencia de aquellos amigos y amigas que parten de nuestro lado. En esta ocasión, nos deja una mujer cuya estatura era modesta, pero cuyo corazón era inmenso. Manoli, tu recuerdo se arraiga en nosotros de manera imborrable. Recordamos con nostalgia los momentos en los que tus risas y alegrías iluminaban a todos los que compartíamos camino contigo; tus suaves manos protegidas por guantes blancos, tu gracia al lucir aquel sombrero inseparable, y esa pequeña mochila que, aunque motivo de nuestras bromas, era tu compañera fiel en la espalda. Siempre al lado tuyo estaba Valentín, tu inseparable compañero. Desde estas líneas, envío un cálido abrazo a él; desde esta Vieja Mochila que guarda tantos recuerdos compartidos.
        Hasta siempre

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5 comentarios:

  1. Muy bien amigo, los mayores nos volvemos más sensibles, esta vez además de gustarme ,como siempre, tu brillante crónica, al final casi se me ha escapado alguna lágrima. El Casao.

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  2. Otra brillante Crónica. Esta vez con un emotivo final; seguro que jamás hubieras querido dedicarlo a una persona tan joven y vital. MANOLI: Siempre con nosotros.

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  3. Bonita ruta, con una detallada y entretenida descripción, como siempre y unas bonitas fotografías.
    Saludos.
    Alfredo Barberán

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  4. Bonita crónica , como siempre y emotiva despedida de Manoli, siempre en el corazón.

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  5. Muy interesante y como siempre son tus crónicas escritas con una gran sensibilidad

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