lunes, 8 de abril de 2024

DE VADIELLO A NOCITO

 Día 6 de abril de 2024
        Diez años después, con algunos miembros repitiendo hazaña, nos metemos en vereda (nunca mejor dicho) para recorrer aquella travesía que hoy, con más abriles en la mochila, la pateamos en sentido inverso, marcha algo más exigente que aquella. Pero este grupo de mozos y mozas puede con esto y algo más.
        En esta ocasión ha sido uno de aquellos mozos, Miguel Ángel Calleja, quien se ha animado a ponerse las pilas y organizar esta aventura de hoy.
La cuadrilla
        La movida no comienza cuando 34 almas montamos en el bus, ni cuando, no muy lejos de la city, hacemos un alto en el camino para tomar un café (algunos más que eso); tampoco cuando alcanzamos la presa del Embalse de Vadiello. Para mí, la jornada comienza cuando preparo la mochila y me visto con las modernas prendas que llamamos "técnicas"; es en este momento cuando me vienen a la cabeza las imágenes de aquellas otras mochilas que cargan las gentes que huyen del genocidio de Gaza; no lo hacen en busca de jornadas como las nuestras, caminan escapando de una más de las barbaries que, en nombre de no sé qué creencias, en el siglo XXI, se extienden a lo largo y ancho del planeta; hoy, allá en "tierra santa" son más de 33.000 mochilas, las que se han quedado sin espalda que las cargue. 
Sin palabras
        Pero aquí seguimos, el viaje nos ha dejado junto a la presa del Embalse de Vadiello, con una envidiable temperatura. En esta singular ocasión encabeza la comitiva, un guía de lujo, Modesto Pascau, persona reconocida por su entrega a la montaña y a las gentes del Pirineo. 
Guía de lujo
        Tras cruzar el túnel que da inicio a la ruta, Modesto nos habla de las cimas que nos rodean, del propio embalse que, en esta ocasión, da gusto verlo con el agua a rebosar; nos cuenta, también, de la historia del camino que vamos a recorrer, que la ruta normal que conecta Vadiello con Nocito seguía el sendero por el Mesón de Sescún, cruzando el barranco Palomar para alcanzar el cauce del Guatizalema. Pero, cuenta Modesto, había otra vía alternativa más compleja y sorprendente que probablemente abrieron los carboneros buscando carrascas de envergadura. Es la que nosotros seguiremos más adelante. En fin, como se dice ahora: "una auténtica gozada" contar con su compañía.
Lección de historia y patrimonio sobre las aguas del Vadiello
        Seguimos el camino bajo las afiladas crestas del pico Borón, el sendero se va adaptando a los caprichos de la naturaleza. Sin embargo, nuestras miradas y las lentes de las cámaras son atraídas irresistiblemente hacia las aguas del embalse, donde todo lo que se acerca a sus orillas se refleja mágicamente.
Embalse de Vadiello
¿Agua o espejo? ¡Qué más da)!
Fragineto y Montidinera reflejados en las aguas
        En la otra orilla asoma, sin vergüenza alguna, el Huevo de San Cosme asomándose, junto a otros conglomerados muy valorados por los escaladores.
El Huevo
        Tras cruzar el barranco del Diablo, iniciamos la subida del día que, chino chano, nos deja en un mirador que nos permite disfrutar de entorno y el Guatizalema como eje principal del paisaje, río  del que ya adelanté que su nombre deriva del árabe guadix (río) y alam (tranquilo), aunque otras fuentes dicen que lo hace del árabe wàdì salama (río de los Salama),  ya que a finales del siglo VIII Huesca pertenecía a la poderosa y conocida familia árabe de los Banū Salama, quienes bautizaron a este río con el nombre de su propio linaje. Cuentan que antes de la construcción del embalse de Vadiello, los pueblos beneficiarios de las aguas del Guatizalema lo llamaban "matapanizos" porque lo disfrutaban solamente a medias, ya que se quedaba sin agua cuando más falta hacía.
¡P´arriba!
El Guatizalema
        Si dura ha sido la subida hasta aquí, el descenso resulta algo penoso, pues zigzaguea fuertemente por un suelo alfombrado de canchal, muy apropiado para dar con las nalgas en el suelo o medir cotas no deseadas.
¡P´abajo!
        El sendero, que siempre discurre en dirección norte, va suavizando su trazado, tanto en el desnivel como en el piso, cosa que algún que otro miembro del grupo agradece.
        Alcanzada la base del Proyectil, descendemos hacia la orilla del Guatizalema, pues hemos de vadear sus aguas con el fin de alcanzar la orilla opuesta. 
El Proyectil
¡Todo un espectáculo! No queda más remedio que cambiar botas por "cangrejeras", remangarse los unos, y lucir finas lencerías los otros, para uno a uno ir cruzando el cauce. Auténtico éxito: extremidades inferiores limpias y frescas, algún resbalón con algo más mojado que las extremidades, higrodesfile por la pasarela (ausente) del río y final, con secado y "vuelta a la bota".
Vadeando el Guatizalema
        Ha sido una experiencial muy "guay", digna de forjados aventureros, pero hay que seguir, queda mucho tajo que cortar.
        Hasta este momento veníamos por la orilla derecha y ahora seguiremos la ribera contraria, siempre a la vera de las inmensas canales del Fragineto, mil metros por encima de nuestro camino.
El pico Fragineto
        La senda serpentea paralela al Guatizalema; a veces a la vista, cuando la densa vegetación lo permite, se revelan las cristalinas aguas que lo surcan. Cuando el verde se abre paso, se nos regala el espectáculo de su fluir constante. Pero incluso cuando no es visible, el eco de su murmullo acompaña nuestros pasos, una banda sonora natural que nos recuerda su presencia.
El flujo del Guatizalema
        Aquí arriba, prímulas, narcisos y mariposas, así como el canto de los pájaros, nos recuerdan que ya estamos en primavera. Más arriba todavía, sobre nosotros, los buitres abren sus alas en busca de la térmica que los eleve a lo más alto del cielo. Echo la vista hacia el oeste para contemplar el lomo dela sierra de Gabardiella, a la que en más de una ocasión hemos accedido.
Prímula
Narciso
        Otra cuesta  pone a prueba el cansancio acumulado del personal, pero poco a poco vamos alcanzando el último de los altos del camino.
        El río, caprichoso, muestra distintos semblantes: a veces fluye manso, reflejando la serenidad de la naturaleza circundante; otras veces, su caudal se embravece, se agita y se encrespa, luchando por abrirse paso entre las murallas rocosas que antaño fueron acariciadas por el mar (los fósiles que salpican nuestro camino son testigos mudos de esa historia ancestral, recordándonos los tiempos en que estas tierras estuvieron sumergidas bajo las aguas).
Uno de los rostros del río
        La presencia del roble nos recuerda que en esta zona se encontraban varias carboneras y era este ¨Camino de los Carboneros", el que recorrían a aquellas gentes que se dedicaban al oficio del carbón. La senda se convierte así en un eco de la historia, un testimonio vivo de la interconexión entre el presente y el pasado, entre la naturaleza y el hombre.
Roble
        Poco a poco vamos descendiendo, el rumor del río se va oyendo más cerca. Hemos de cruzar a la otra margen, cosa que, haciéndolo por las piedras ubicadas al efecto, sería fácil, pero el Guatizalema baja con energía, así que de nuevo nos cambiamos de look (botas por cangrejeras) y "nuevo pase de moda".
        No hay tiempo que perder, tenemos ágape reservado al final. Nuestro otro guía, el río, nos enseñaa el camino a seguir; el norte es nuestro destino. El cruce de la desembocadura del barranco La Pillera y los restos del viejo Mesón de Nocito, nos anuncian el fin de la travesía.
Mesón de Nocito
        Ya vemos las edificaciones de Nocito perfilando en el paisaje, destacando las chimeneas que sobresalen sobre las viviendas, cada una coronada por un espantabrujas. El puente medieval se alza hermoso sobre las aguas del río, mientras la torre de la iglesia románica de San Pedro domina el panorama. Todo este escenario está bajo la vigilancia constante del Tozal de Guara, cuya blancura resplandeciente refleja la reciente nevada.
Con Félix, atrás el puente de Nocito
El Tozal, vigilante de Nocito
         En el orden que vamos llegando, nos acercamos al refugio ubicado en la tradicional "Casa Lardiés", gestionado por Peña Guara, en la que se rehabilitó su horno de pan y una cocina con la típica chimenea del Serrablo y su cadiera.
En la cadiera
        Tras más de siete horas de marcha, los "güenos güebos" de corral (no confundir con el de San Cosme), acompañados por aquellas partes del cerdo más populares y bañados con un buen Somontano, nos dejan totalmente satisfechos.
Todo preparado en casa Lardiés
        Solo nos queda regresar a Zaragoza, el "chofeur" del bus ya se encargará de atacar las curvas que se encuentra hasta Arguis. El resto será un coser y cantar (algunos, como yo, soñar).
        Volvemos a la bulliciosa ciudad, pero nadie nos hurtará los momentos vividos en el día de hoy, recuerdos que nos han trasladado a aquel 27 de abril del 14. Hoy somos algo más mayores, vamos acumulando experiencias; nos fallarán los huesos; las palabras tardarán en salir; veremos, como hoy, caras nuevas; nuestros nietos nos sobrepasarán, pero mientras tanto existan gentes como las que en el día de hoy, esta "Vieja Mochila" ha tenido la suerte de reencontrarse, así, amigos, así es bonito envejecer.
Vieja juventud (foto de Antonio Álvarez)
        No puedo concluir esta página sin dar las gracias a Miguel Ángel por parir y llevar a cabo esta idea, ni a Modesto por llevarnos y enseñarnos lo que estas sendas esconden, ni a Eduardo y Javi por ejercer de apoyo a aquellos que andaban algo "flojicos" de cuartos traseros. ¡Ah!, y a las amigas del refugio de Nocito por "ixos güebos".
        Hasta pronto



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1 comentario:

  1. Pues parece que hace diez años, yo también me mojé. Gracias por compartirlo

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