sábado, 3 de agosto de 2024

CASCADA DE BELABARTZE Y CUEVA DEL IBON (circular desde ISABA)

Día 1 de agosto de 2024
        Aprovechando nuestra estancia en el Valle de Hecho (o Val d'Echo), decidimos echar el cuerpo a la vecina Navarra, donde, me consta, también se esconden mágicos rincones por descubrir. 
        Esta vez, somos dos: un servidor y mi otra mitad. Así que subimos al coche y, ¡hala!, nos dirigimos hacia Isaba. En el camino, hacemos una parada en Ansó para abastecernos de pan y alguna que otra delicia más.
        Ah, la carretera, esa vieja trampa de asfalto que se burla de la noción de lo correcto, especialmente en el tramo aragonés. Pero el carro, nuestro valiente corcel mecánico, tira con alegría cuesta arriba, como si desafiara al mismísimo Newton. Y cuando toca bajar, lo hace con una prudencia digna de un abuelo sabio, recordando que llegar entero siempre es mejor que llegar rápido.
¡Allá vamos!
    
    Ya estamos en el Valle del Roncal, solo nos queda alcanzar la bonita villa de Isaba, aparcar el buga y echarnos las mochilas a la espalda.
        Comenzamos a caminar transitando alguna de las estrechas y empinadas calles del pueblo, a uno y otro lado de ellas se alzan señoriales casas de piedra y madera, típicas de la tradicional arquitectura roncalesa.
Saliendo por Isaba
        Entre casas y huertos abandonamos Isaba para adentrarnos en el Valle de los Secretos, regado por el río Benabarce, a la sombra de Peña Ezcaurre. 
Por el Valle de los Secretos
        Nuestros pasos, por el momento, discurren sobre una agradable senda, por la GR.11, entre grandes hayas, algunos pinos y una ermita, la de Belén, pequeña pero coqueta.
Pequeña, pero coqueta (la ermita)
        Un kilómetro más adelante, la senda desemboca en una pista, aquí nos encontramos con una pareja y su perro, que nos preguntan si van por buen camino. 
        Chino chano, vamos siguiendo las marcas blancas y rojas de la senda que une Isaba con Zuriza (¡qué elegante es usar el verbo unir en la montaña!). Y así, tras pasar ante un par de corrales dignos de un cuadro de paisaje, llegamos al cruce con la GR-11-4, que obviamente dejamos a la derecha para seguir adelante con nuestro primer objetivo.
En la GR.11, por pista
        Ahora la pista transita bajo la sombra de grandes ejemplares de pinos y hayas y de la Peña Ezcaurre, hasta desembocar en una frondosa senda. El rumor del río es cada vez más audible, es el aviso de que nos acercamos a la "Cascada de Belabartze". Así es, una pasarela de madera nos deja ante el espectáculo esculpido por la bravura del agua
Pasarela
Cascada de Belabartze
        Foto va, foto viene, pero la cámara no logra capturar la verdadera esencia de la belleza del lugar. Un salto de agua, sencillamente espectacular en su simplicidad, se despliega ante nosotros. Rodeado de rocas, el agua brota desde el corazón de la piedra y se precipita en una poza de un verde esmeralda tan intenso que hipnotiza. El sonido de la caída se amplifica en este enclave tan íntimo, rodeado de roca, creando una sinfonía natural que embriaga los sentidos. Es un rincón idílico, perfecto para perderse en la contemplación sin que importe el paso del tiempo. Nos quedamos un buen rato, disfrutando del paisaje y saboreando un tentempié, completamente absorbidos por la magia del lugar.
Sinfonia embriagadora
        Volvemos unos metros para retomar la GR.11, que asciende entre pinos, robles, boj y hayas, algunas de gran porte, con troncos y ramas que parecen manos con las palmas hacia el cielo.
Haya con las ramas al cielo
        No tardamos en dejar este camino y tomar una senda local (pintura blanca y verde), senda que nos lleva del valle bañado por el río Belabarce al regado por el Belagua.
Sendero local
        Alcanzamos el punto más alto del recorrido. Ahora, después de tan agradable ascenso, comienza la ansiada bajada. Pero no todo es tan sencillo como parece encontrar el sendero correcto. Después de pasar junto a una borda, caminamos entre ella y la carretera, sin alejarnos demasiado de esta última, como si estuviéramos buscando un tesoro perdido. Hasta que, finalmente, tras un rastreo digno de Sherlock Holmes, divisamos el camino con sus marcas verdes y blancas.
Por bello sendero
        Unos metros más adelante alcanzamos el segundo de nuestros objetivos, “la cueva del Ibón”, una gruta esculpida por el agua que se filtra en este macizo montañoso y la evacúa por la oquedad que tenemos ante nosotros. En épocas de mucha lluvia debe de salir el agua a borbotones.
Cueva del Ibón
        Fuera de la cueva se observa el curso del agua de la montaña que desciende hacia el río Belagua. Las rocas, cubiertas de musgo y con superficies pulidas, muestran claramente los efectos de la erosión causada por la corriente.
En la boca de la cueva
        Nos encontramos a orillas del río Belabarce, donde cruzar al otro lado es un auténtico paseo gracias al puente de Utsindundua, una joya de la ingeniería del siglo XVI (sí, del 1568, ¡más de 450 años de antigüedad!). Ahora toca caminar por la histórica N-137 que une (volvemos a la carga con el verbo "unir") Isaba con el col de la Pierre de San Martín.
En el puente de Utsindundua
        Avanzamos unos metros más por el arcén de la carretera y nos encontramos con los restos del “Puente Románico de Isaba”, uno de los varios que se encuentran en el valle, que permitían el paso del río, para comunicar y trasladar el ganado entre los valles de Roncal y Baretous. 
Puente Románico de Isaba
        Seguimos caminando y, pocos metros más adelante, encontramos otro puente, quizás el más interesante, pues tiene una segunda arcada haciendo ángulo recto. 
Puente con dos arcadas
        Seguimos caminando por el arcén izquierdo de la carretera, hasta una curva en la que cruzamos al lado opuesto para tomar un sendero que sale a la derecha, en dirección a Isaba. Esta senda es parte del conocido como "Sendero de los Contrabandistas".
Por el Sendero de los Contrabandistas
            Cuando nos creemos todos unos sabuesos del senderismo, bajando tan alegres como el río Belagua desciende por la ladera de la montaña, ¡pum!, te sale la ladera del monte Larraburua y te planta un zigzag ascendente como si fuera una coreografía de baile en mitad del bosque. Ahí te quedas, con tu GPS mental desconcertado y los músculos quejándose por el ejercicio extra. ¿Quién dijo que seguir el camino sería tan directo como una flecha?
Último empentón
        El bosque se va despejando y en un momento tenemos una bonita vista del pueblo de Isaba. Ahora el camino decide ponerse generoso y empieza a descender todo lo que nos hizo subir. 
        Aquí es donde las piernas pueden hacer huelga, porque el tute ya ha sido considerable. Pero, ¡oh, milagro!, empiezan a aparecer señales de civilización. ¡Hemos sobrevivido!
Señal de civilización
        Solo queda pasar por una gran serrería, llegar a la carretera y girar a la izquierda hacia el aparcamiento de Isaba. Un recorrido variadito, pleno de rincones que recordar.
            De vuelta a Siresa, hacemos una parada obligatoria a la salida de Isaba para comprar ese tesoro gastronómico: el queso del Roncal. ¡Y claro!, no nos resistimos a una pequeña dosis de birra para celebrar la hazaña. ¡Salud!


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Datos técnicos
Recorrido
Perfil:
Distancia, 9,7 Km
Desnivel positivo, 360 m.
Desnivel negativo, 360 m.
345 m. en wikiloc



3 comentarios:

  1. Espléndida primavera, en pleno verano. Me habeis dado mucha envidia, que conste!!!

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  2. Me la guardo y apunto, para hacerla cuando pueda, pues tiene muy buena pinta. Y como siempre muy buen relato de la actividad y preciosas fotos.... Alfredo Barberán

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  3. Qué bonito relato y fotos preciosas, envidia, mucha envidia

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