Día 8 de Diciembre de 2016
"Una brigada de plata
forma en el anochecer:
silenciosos sus olivos,
y los tambores también.
En cuanto rompan la hora,
¡ a galopar!....¡y a Teruel!...
¡ a galopar!....¡y a Teruel!...
La niebla de mi valle. |
Emulemos al pie de la letra esta estrofa de la Ronda de Boltaña. Es de "noche" todavía, la "boira" sigue cubriendo el Valle de mi río, en Belchite "el olivo" ya ha sido vareado y en Lécera, pueblo que en sus calles vio corretear a la niña Maite, hoy más crecidita, que junto con Piedad, Toño y un servidor paramos a tomar un café en un bar abarrotado de cazadores. Nos vamos a "galopar" por barrancos, cuevas, paredes y senderos del norte turolense.
Circunvalamos Albalate del Arzobispo, capital cultural del Bajo Martín.
Cogemos la carretera que va camino de Andorra durante cinco kilómetros y entramos en una pista muy bien señalizada que indica "Barranco de Valdoría y Cueva Negra".
Cogemos la carretera que va camino de Andorra durante cinco kilómetros y entramos en una pista muy bien señalizada que indica "Barranco de Valdoría y Cueva Negra".
Primeros pasos. |
Toño sortea con gran habilidad algún que otro bache hasta que llegamos al final del camino y, aparcado su bólido, nos colocamos las botas para comenzar a caminar por uno de esos insólitos lugares que esta provincia nos suele sorprender
El sendero es cómodo, transita entre una espesa vegetación poblada de pinos, sabinas, cornicabras, aladiernos, lentiscos, regaliz, espantalobos, cucharilla de pastor, enebros, poleo, higueras, pinos, encinas y una especie forastera; se trata del Ciprés de Arizona originario del sur de Estados Unidos y norte de Méjico. Se caracteriza por sus hojas azuladas y piñas muy juntas.
Seguimos la senda hasta un desvío que indica dirección "Rincón del Gorgo", lugar al que accedemos por un sendero que cambia por completo, ahora sube y nos facilita alcanzar un lugar espectacular. Las paredes de conglomerado han ido cayendo formando formas caprichosas. Nos da la sensación de que por los alrededores debe haber un gigante que mueve estas masa rocosas. -¡Qué pequeños somos! cuando atravesamos las cavidades que dejan estas moles, apoyadas unas contra otras.
Rincón del Gorgo. |
Descendemos por un pinar que nos devuelve, metros más arriba, a la senda del fondo del barranco que habíamos tomado al principio.
Enseguida comenzamos a observar algunos tubos que nos indican la importancia que este silencioso rincón tuvo para el abastecimiento de agua de Albalate. Pero esto es solo el principio, más arriba accedemos mediante unas grapas a los depósitos de agua de Valdoria. El agua se almacenaba en los dos aljibes del abrigo que todavía permanecen, y de allí iban a parar a los depósitos del castillo para distribuirla por las dos fuentes del pueblo, el abrevadero y los lavaderos.
¡Somos pequeños! |
Sujetando las paredes. |
Hacia los depósitos. |
Su construcción data de 1913 y su ubicación, entre grandes paredes, sirvió en tiempos de la edad de bronce para cobijo de aquellos pobladores.
El agua mana... |
Seguimos subiendo por el barranco y las paredes van cerrando el cañón, unas varillas y alguna otra ayuda, pese a que hay árboles que nos lo obstaculizan, nos facilitan el avance y alcance de un bello y sobrecogedor rincón. El agua mana por las paredes, peina el cabello de la roca, se deja caer en la cueva y, una vez en ella, refleja en su brillante lecho la luz que, tímidamente, penetra en este trozo de paraíso.
Al otro lado, una escalera metálica nos indica que hay que alcanzarla, pero habrá que agachar el lomo, pues el único paso transcurre por un pasaje de techo bajo.
Es momento de colocarnos los arneses, no vaya a ser que no encontremos mejor lugar que este para hacerlo. No es una ruta que entrañe ningún riesgo pero más adelante tendremos una ferrata que habrá que salvar y, aunque no ofrece dificultad, no está de más tener precaución.
¿El paraíso? |
¡Vaya techo más bajo! |
Pues nada, agacharse toca y certifico que, pese a lo gastadas que están, las bisagras (articulaciones) responden a las expectativas y pronto alcanzamos la mencionada escalera.
Pero antes de abandonar el lugar echamos un vistazo para que en nuestra memoria quede grabado este lugar.
Habrá que continuar el recorrido, ¿por donde?. Aquí comenzamos la vía ferrata a la que hacía referencia, no es nada complicada pero tomamos nuestras precauciones, además las suela andan algo mojadas y no es cosa de... Así que asegurando los disipadores en el cable que acompaña las grapas vamos superando la pared y, una vez arriba, nos quitamos los equipos, hacemos un descanso y nos metemos un pequeño tentempié en el cuerpo.
A por la escalera. |
La presa. |
La escalera nos deja al pie de una presa de unos 15 metros de altura que habrá que salvar. Unas grapas nos facilitan la maniobra, unos con más destreza que otros, nos plantamos en su coronación y...¡de nuevo agua!. El agua, verdadera protagonista del recorrido, que mana de la fuente de Valdoria se almacena aquí. De nuevo nos quedamos un rato para disfrutar de este entorno natural embellecido por la mano del hombre.
"Agua sabia que te crees clara, agua en la que el cielo se mira, agua en la que los sueños se hacen grandes y nosotros empequeñecemos, agua que apaciguas nuestra sed,
¡que poco te cuidamos"
Por la vía ferrata. |
Ya queda poco. |
Un cartel nos ofrece dos opciones, a la derecha hacia Cueva Negra y a la izquierda, Cueva del Huerto. Nos acercamos a la última por un sendero que, por primera vez, nos muestra que el sol, como Teruel ¡también existe!. La niebla ha desaparecido y estamos en campo abierto, caminamos por una senda que discurre por encima del barranco, el fondo no se ve, los árboles crecen y captan la luz aquí arriba abunda a raudales.
Cueva del Huerto. |
De nuevo, una escalera metálica nos desciende hasta las mismas entrañas del barranco de Valdoria, concretamente a la Cueva del Huerto, una especie de oasis con el suelo alfombrado de hiedra.
Aquí mana el agua de la que hemos disfrutado en el recorrido que nos ha traído hasta este verde rincón. Latoneros e higueras, ambos abrazados por la enredadera, son los ejemplares más característicos.
Bajo la roca se encuentra la surgencia del agua que origino la construcción del embalse y depósitos de aguas abajo.
Esta cueva, de la que han fantaseado las gentes del lugar, fue excavada a principios del siglo pasado, dicen que tiene más de dos kilómetros de longitud. Ya el cura de Albalate del Arzobispo, Vicente Bardaviú, contaba en 1941:
Surgencia de las aguas de la Val de Oria. |
Esta cueva, de la que han fantaseado las gentes del lugar, fue excavada a principios del siglo pasado, dicen que tiene más de dos kilómetros de longitud. Ya el cura de Albalate del Arzobispo, Vicente Bardaviú, contaba en 1941:
“En el Barranco de Val de Oria se encuentra un huerto con árboles muy hermosos, una cueva inmensa, guarida de los ladrones, que tantos crímenes habían cometido impunemente en la Cuesta de la Calzada; un subterráneo labrado a pico, que comunicaba nada menos que con la Cueva Negra, por debajo del corazón de la Sierra de Arcos. Todas estas y otras maravillosas e inverosímiles cosas acumulaba la fantasía popular sobre la cueva misteriosa del Huerto.”
En el mirador de la Silleta. |
Pese al magnetismo que ofrece el lugar, debemos proseguir la ruta, cosa que hacemos desandando lo andado hasta el cruce del que ya he comentado. No vamos en dirección a la Cueva Negra.
La senda va subiendo hasta alcanzar una pista que nos lleva hasta el mirador de la Silleta desde el que se contempla buena parte del barranco y en la otra margen, el Rincón del Gorgo por el que ya hemos pasado hace un buen rato. A lo lejos, de la niebla emergen dos columnas de vapor de la central de Andorra.
Por fin vemos que no estamos solos, un par de mozas albalatinas y su perra Negra, nos cuentan que han llegado hasta aquí por la otra vertiente de la Sierra de la Silleta, a la que se accede con vehículo por una pista.
Nos despedimos y continuamos por una larga senda que recorre la ladera de la montaña. En esta parte crecen el pino, enebro, sabina, tomillo, romero....
¡Explosión! |
Hacia la Cueva Negra. |
Un hito de buenas dimensiones nos indica que hemos de tomar la senda de la izquierda, la derecha la tomaremos al regreso.
Poco a poco nos vamos acercando a una inmensa pared de conglomerado. Un "árbol caído" obstaculiza el avance por la senda, todos "menos una" lo salvamos rodeándolo por el lado que sus raíces dejaron libre.
En las entrañas de esta cueva, bajo esta inmensa mole, recordamos lo pequeños que somos. ¿Sentirán lo mismo las hormigas?. Es una sensación, algo así, como de tener el mundo encima de nosotros.
Estamos en un impresionante abrigo rocoso cargado de historia y leyenda, ya que sirvió de refugio a nuestros congéneres en las épocas y circunstancias de lo más diversas, desde el remoto Neolítico hasta los casi contemporáneos “maquis".
En la Cueva Negra. |
¿Quién se esconde...? |
Desandamos de nuevo el camino para, una vez en el hito, tomar el sendero que, tras dejarnos caer como auténticas cabras por un barranco y recorrer algunas pistas, llegar al punto de inicio.
Es buena hora para acercarnos a comer a algún garito de Albalate del Arzobispo pero... ¡alguien ha extraviado algo importante en el camino!. Tras un gran trabajo de investigación, estudiando las fotografías de la jornada, concluimos que "el árbol de la Cueva Negra" es el culpable de tal hurto.
Tras muchos intentos, conseguimos emular a las albalatinas y nos acercamos con el coche hasta un aparcamiento cercano.
Atrás queda... |
Recuperada la prenda, en un establecimiento del pueblo, nos tomamos cuatro pares de "güenos güevos" con acompañamiento que, hoy sí, hoy nos lo hemos ganado con creces.
Hay que bajar esos huevos, así que damos una vuelta por las calles de Albalate del Arzobispo. Desembocamos en su plaza Mayor de la que emerge la iglesia de la Asunción construida sobre otra anterior de la que se conserva su esbelta torre mudéjar, cuyo eje queda en sesgo respecto al de la nave. Consta de cinco cuerpos y remate, siendo el primero de planta cuadrada y los restantes octogonales, respondiendo a diversas etapas constructivas.
Antes de abandonar la localidad, recomendados por Pili Giner (amiga de Piedad) visitamos una almazara de aceite, del que nos llevamos algunos litros a casa.
De vuelta a casa, entre una densa boira, de esas que se pueden cortar con cuchillo, Lecera nos atrapa con sus desiertas calles en las que emerge la torre de su iglesia e iluminada, la casa en la que habitó Maite y su familia, allá por los años cincuenta.
Y de nuevo nos introducimos en la niebla...
Hay que bajar esos huevos, así que damos una vuelta por las calles de Albalate del Arzobispo. Desembocamos en su plaza Mayor de la que emerge la iglesia de la Asunción construida sobre otra anterior de la que se conserva su esbelta torre mudéjar, cuyo eje queda en sesgo respecto al de la nave. Consta de cinco cuerpos y remate, siendo el primero de planta cuadrada y los restantes octogonales, respondiendo a diversas etapas constructivas.
Antes de abandonar la localidad, recomendados por Pili Giner (amiga de Piedad) visitamos una almazara de aceite, del que nos llevamos algunos litros a casa.
De vuelta a casa, entre una densa boira, de esas que se pueden cortar con cuchillo, Lecera nos atrapa con sus desiertas calles en las que emerge la torre de su iglesia e iluminada, la casa en la que habitó Maite y su familia, allá por los años cincuenta.
Y de nuevo nos introducimos en la niebla...
"Amiga, güei tornaba en o tuya casa.
Y a boira, como filorchos de fumo,
chugarriaba por os sembraus umedos,
se desfeba bailando
dimpués por os camins.
Amiga, güei ritorno
a os tuyos güellos y a o tuyo sol,
a o corazón d'o tuyo zielo puro".
DATOS TÉCNICOS
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