martes, 11 de abril de 2017

POR LAS PASARELAS DE MONTFALCÓ Y CONGOSTO DE MONTREBEI (BIS)

Día 8 de Abril de 2017
         La afluencia de personal, en la salida de hoy, va pareja con el número (líder) de visitantes a la entrada de esta humilde "Viejamochila" en la que relataba la experiencia de varios centenares de personas, cuya curiosidad nos llevaba a medir el grado de vértigo de cada cual. Hubo de todo, dejo aquí el enlace, en aquella primera experiencia.
        Hoy salimos de la inmortal city de Zaragoza dos autobuses de medio tamaño, pues el camino no recomienda hacerlo con los de grandes dimensiones. A los habituales de Esbarre se suman nuevos miembros, incrementados en el "apeadero de Huesca".
Embalse Joaquín Costa.
       Alborea por tierras de Monegros, el cereal luce un verde de esos que prometen abarrotar los silos de esta bendita tierra de Aragón. El cielo es intensamente azul en este día de san Flegón (nada que ver con el de la fregona).
      Pasado Barbastro, el embalse del insigne Joaquín Costa presenta su máxima capacidad, sus aguas reflejan como un espejo la piramidal forma de un blanco Cotiella escoltado por la mole de Peña Montañesa, y por encima de estos emergen, también blancas, las cumbres de las Sorores y sus hermanas pequeñas las Marías.
L´Estall.
         Los buses atraviesan el Congosto de Olvena con gran destreza, el que transporta mi alma lo conduce José "el Guti", hombre bonachón que, ya en Benabarre, indaga lugar apropiado para que tomemos el primero de los bocados del día y cumplamos con el resto de necesidades. No será hasta Viacamp, junto al centro de interpretación del Montsec, donde nos apeemos a tales fines.
           Una cuidada pista de tierra, nos acerca hasta L´Estall, lugar de inicio de la ruta.
           Santiago Pena fue el último habitante de este pueblo, quien tras cerca de treinta años de soledad lo abandonó en 2003. La construcción del embalse Canelles aisló e inundó las mejores tierras de cultivo de los pueblos del Montsec causando el declive y el abandono de sus casas.
Iglesia de Sta. María.
         Pese a que "la comitiva" ya ha arrancado, me interno lo que puedo en su única calle colonizada por la maleza. De sus casa ya no queda más que la historia de los que las habitaron; su iglesia, Santa María, está también en un estado ruinoso y cualquier día se vendrá totalmente abajo. Originariamente era de una sola nave con ábside semicircular pero con posterioridad se le añadieron capillas laterales y la espadaña.
           ¡A correr toca!, alcanzo la cola del grupo, Carmen ejerce de "escoba". El amigo Javier solicita un poco de mi experiencia en el manejo del GPS, quiere ver como va el trasto, de cara a la salida de "Estalentaos", en el próximo verano, por tierras islandesas.
Embalse de Canelles.
           Caminamos por una pista de cinco kilómetros, que serpentea salvando algunos barrancos. Una de las curvas ejerce de mirador hacia el embalse de Canelles, sus aguas de color turquesa se las reparten entre Huesca y Lleida.
      Alcanzamos otra de las localidades abandonadas de esta comarca: Montfalcó, cuyo topónimo se traduce en "monte de halcón". Pero aunque el pueblo sigue abandonado (más bien invadido por la vegetación), la única construcción restaurada, el Albergue de Turismo Medioambiental Casa Batlle se ha convertido en el centro más importante para quienes recorremos esta ruta.
En la ermita.
      Realizamos un alto en el camino para que los unos descansen y el resto se acerquen a visitar la ermita que se encuentra en lo alto de una cresta que parte del pantano de Canelles, misma cresta en la que en la orilla opuesta se levanta la ermita de la Pertusa de parecida hechura. Y no por pequeña merece no estar santificada, pues son dos los santos a que está dedicada: la Quiteria y el Bonifacio. Data del siglo XI y consta de planta rectangular irregular, bóveda de cañón y una bella ventana geminada (dos elementos iguales) de tradición lombarda.
     Las vistas que desde lo alto de este precioso enclave se divisan son bellísimas. Hacia el norte la Sierra del Montsec y el Congosto de Mont-Rebei que permite divisar el Pirineo catalán, y al sur el pantano de Canelles rodeado de las sierras exteriores aún altivas, y por último el llano del Valle del Ebro.
Restos del Corral de la Viña.
        Una vez reunido el ganado humano nos adentramos en la senda que desciende cubierta de enebros, sabinas, pinos, madroños, carrasca, etc., camino de lo que a partir de ahora va a ser la parte espectacular de la jornada. La fuente de Montfalcó, algo abandonada (¿será para que el que tenga sed suba a...?), y el Corral de la Viña adornan este sendero en el que los pájaros intentan que sus cantos prevalezcan sobre el de los humanos. ¡No lo consiguen!.
        Y ¡amigos!, llegamos a ese punto en el que los corazones se aceleran, los cuellos giran la testa hacia arriba y las miradas... Una pared totalmente vertical nos muestra la primera pasarela, que en 82 m de desarrollo salva 33 m de desnivel de subida. Los tramos de escaleras zigzaguean en la roca como una serpiente de madera y metal que permite salvar cómodamente el obstáculo natural.
Primera pasarela.
¡Aquí estoy!!!
         Salvarlas lleva lo suyo, no por la dureza de su ascensión sino porque el lugar, con su paisaje, invita a calentar las cámaras fotográficas y, además, hay que cruzarse con quienes las transitan en dirección opuesta; su estrechez obliga a realizar algunas maniobras más propias de vehículos: -¡echa p´atrás!, ¡acércate a un lado!, ¡cuida que te rozas!, ¡avisa de la maniobra!, ¡camina por la derecha! ¡y que me caiga al vacío!...
         Coronada la pared, bajamos por una senda que bordea y salva un pequeño barranco seco para, a continuación, llegar hasta una nueva pared rocosa, junto a la que caminamos hasta los pies de un impresionante farallón y del espectacular segundo tramo de las pasarelas de Montfalcó, con 97 m de desarrollo y 50 m de desnivel ascendente. De nuevo, más de los mismo: fotos, maniobras, vértigos, etc.
Segunda pasarela.
Hormiguitas esbarrianas.
         Una vez arriba me adelanto para, desde una roca, fotografiar a la "comitiva esbarriana", ahora convertida en pequeñas hormiguitas, comparadas con la pared que, en fila, están subiendo.            Poco a poco, el personal va llegando a este punto convertido en mirador de ese plató zigzagueante que son las Pasarelas de Montfalcó.
        Una vez superada esta segunda muralla de piedra, el camino desciende hasta el congosto del Siegué, donde un puente colgante salva los 35 m que separan las dos orillas, uniendo Aragón y Cataluña. ¡No, no me he equivocado al incluir el gerundio "uniendo"!. Este puente simboliza una vieja reivindicación de dos comarcas unidas por una misma lengua, historia y cultura que, un día, el embalse de Canelles dividió hace tantos años como los que mi ser vive en este bendito planeta. Esperemos que esos personajes que ejercen de embalses de división, aprendan de estos pueblos. Como dije hace cuatro años, "habrá que construirles puentes de sensatez". No sigo que ¡m´enciendo!.
Cruzando el puente.
A por la siguiente emoción.
     Ya en tierras catalanas, aprovechamos algunas pequeñas sombras para esperar a los rezagados. El tráfico humano, las fotos, el calor, el agotamiento, han dividido el grupo en varias fracciones que hay que unir como lo hizo el puente... (¡ya estamos otra vez!).
        A partir de aquí y después de andar por un caluroso pinar, la ruta encara un tramo de leve pero continuo ascenso hasta el enlace con el GR.1. Si lo tomáramos a la derecha nos llevaría al Mas de Carlets, a la ermita románica de Mare de Deu de La Pertusa y a las poblaciones de Corçà y Àge. Pero nos dirigimos a recorrer el Congost de Mont-Rebei, un atractivo camino horadado en paredes de roca que superan los 500 m de altura.
Congost de Mont-Rebei
¡Una sombra en el camino!
        El estrecho, aunque cómodo y seguro paso, discurre en paralelo al camino tradicional que anegaron las aguas del embalse.
    Se trata de un lugar labrado por el río Noguera Ribagorzana en la dura roca de la sierra del Montsec dividiéndola en dos: Montsec d´Estall y Montsec d´Ares.
          Muchos metros abajo, flotando (más les vale), unas canoas pasean sus colores por las aguas del embalse que, poco a poco, van cambiando el color turquesa por otro más blanquecino que las nieves de las montañas tiñen con el deshielo de las abundantes nieves de este invierno que se nos va.
Avanzando sobre el abismo.
Ermita vieja de Congost.
          Conforme progresamos, el valle se abre, dejamos atrás el desfiladero y cruzamos el puente colgante de Sant Jaume. Es un buen punto para admirar, en la orilla opuesta, la magníficas ermitas románica de Nuestra Señora del Congost y la torre vigía de Chiriveta. Desde aquí, ya sólo quedan un par de kilómetros por camino ancho, entre pastizales y terrenos de cultivo, para llegar hasta el aparcamiento de La Masieta, ¿final de nuestra ruta?. ¡Pues no!, este lugar lo ocupan un centro de información y un gran parking en el que no dejan entrar a los autobuses a recogernos por lo que habremos de subir hasta la carretera. ¡Así se lucha por la defensa del medio ambiente, primando el vehículo particular sobre el colectivo!. ¿Otra vez m´enciendo?.
Ermita Ntra. Sra. de Congost.
¡Pues no!, porque el centro de información que ejerce de bar, lo dejamos más seco de cerveza que la mollera de los "rompepuentes".           De las mochilas, como si de mágicas chisteras se tratara, aparecen grandes manjares de los que damos buena cuenta, al fin y al cabo...¡nos lo hemos ganado!.
        El regreso a casa lo realizamos de un tirón, sin pausa, con un gran ambiente en el que se debate sobre la figura del santo germano Bonifacio. Hay quien dice que es patrón de esto, otros de aquello, los más serios dicen que...
Hasta pronto


LOS CLICS DE LA JORNADA




DATOS TÉCNICOS

Recorrido

Perfil:
Distancia, 13,6 Km.
Desnivel ascenso,  573 m.
Desnivel descenso, 825 m.

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