miércoles, 3 de mayo de 2017

VIAJE SIN MOCHILA POR CANTABRIA


Orbaneja del Castillo.
      Por esta vez, con las excusas correspondientes, realizo una entrada en la "Viejamochila" más propia de blogs viajeros que de lo acostumbrado en estas páginas. No hay más razones que, aprovechando la fiesta de Aragón más un día, Maite (sigue acumulando vida laboral) y un servidor (no acumulo nada), hemos pasado unos días de vacaciones de esas que "andar, andar, lo que se dice andar...", "na de na".
          De viajes vacacionales, por norte de la Península Ibérica, nos faltaba descubrir una porción de Cantabria, de sus ciudades y pueblos con su historia palpable en sus calles y gentes.
               Camino del norte, con el río Ebro de referencia, arrancamos con nuestro nuevo "buga", más felices que Tarzán con bambas, en un feliz día 22 de este primaveral mes de Abril.
              Todavía en tierras burgalesas, nos detenemos en Orbaneja del Castillo, un pueblo al que no sé si el agua lo invade o es él quien se mete en ella.

Un remanso de paz
      La combinación de sus espectaculares parajes naturales y una localidad que ha conservado su sabor popular. Entre sus calles de piedra convivieron cristianos, musulmanes y judíos, de cuya aljama queda el nombre de una calle. Por aquí pasó un ramal del más antiguo Camino de Santiago y, según la tradición, los caballeros templarios levantaron el hospital y convento de San Albín para dar albergue y protección a los peregrinos. Sus casas de influencia montañesa, en las que destacan solanas de madera bien cuidadas, se abren a las calles escalonadas.

Por las calles de Orbaneja del Castillo.
        Orbaneja del Castillo se sitúa en el complejo kárstico de su mismo nombre, en la entrada del Cañón del Ebro y el final del páramo de La Lora.
       La cueva del Agua destaca por sus sifones de 120 y 80 m de largo, cuyas aguas se precipitan por terrazas escalonadas entre musgos y líquenes, donde se pueden contemplar garzas y el martín pescador. La cueva de Barbando cuenta con un sifón de 80 m de largo y 5 de profundidad. En la cueva del Níspero, con 3600 m de longitud, se suceden largos y sedimentos arenosos.
Fontibre.
      Dejamos esta sorprendente localidad para ir al lugar en el que nace el río que riega las tierras de su valle, el río que genera pasiones, el río al que le crecen novios transvasistas, río cantado y contado por poetas y cantores: ¡es el Ebro!.
       Dicen que nace en Fontibre, incluso le pusieron una figura de la virgen del lejano Pilar (de aquí a Zaragoza, son muchos los obstáculos que ha de salvar y contra esos "no hay virgen que le eche una mano").
Las aguas que se van a otro lugar llegarán.
Pato de Fontibre.
    Como decía, tradicionalmente se ha considerado que el Ebro nace en Fontibre (del latín, Fontes Iberis o fuentes del Ebro), manantial situado a 880 m de altitud en el municipio de Hermandad de Campoo de Suso, en Cantabria, en las cercanías de la localidad de Reinosa. Pero la mayor parte de las aguas que surgen del manantial provienen del Río Híjar, que nace en el circo del Pico Tres Mares, a unos 1880 m de altitud, lugar real del nacimiento del Ebro.
Pico Tres Mares.
Cima del Tres Mares.
           Ya he comentado que íbamos al lugar de su auténtico nacimiento (hidrológico), y lo hacemos, no sin despistarnos, en dirección a las pistas de esquí de Alto Campoo o Brañavieja, instalaciones de las que no voy a opinar para no adulterar estas líneas.
     Y nada, Maite y un servidor nos disponemos a realizar las más altas cotas de estos día:, ascender desde un parking de la estación hasta la cima del Tres Mares (2172 m.) (un paseo de 3, 5 Km con desnivel de 233 m.), no sin antes echar un bocado, ¡toda un proeza!.
Picos de Europa desde la cima.
       A estas alturas, supongo que ya habrás adivinado el porqué de su nombre: "Pico Tres Mares": Es la única montaña que vierte aguas a los tres mares que bañan la Península Ibérica, de ella nacen tres ríos, y cada uno discurre por una cuenca distinta, llegando sus aguas a tres mares diferentes: el Río Nansa (hacia el norte), que desemboca en el Mar Cantábrico; un afluente del Río Pisuerga (hacia el suroeste), que a su vez es afluente del Río Duero, que desemboca en el Océano Atlántico; y el Río Híjar (hacia el sureste), cuya surgencia kárstica en Fontibre alimenta al río Ebro, que desemboca en el Mar Mediterráneo.
        Desde la cumbre divisamos las sierras de Alto Campoo, Peñalabra y Fuentes Carrionas, así como una gran parte de los Picos de Europa.
Peñalabra (al fondo, Picos de Europa).
Santillana del Mar.
       Queda camino por recorrer, así que seguimos por carreteras, caminos y autopistas hasta nuestro "campamento" de estos días: la Posada Lunada regentada por Javier, un agradable hombre y consejero de nuestras visitas por la zona. No es fácil encontrar los destinos en estas tierras del norte, pues los modernos navegadores andan reñidos con lo rural. Pero ya se sabe, "preguntando se va..."
       Como hemos llegado a buena hora y la luz del día tardará en desaparecer, nos acercamos a Santillana del Mar que, como dice un viejo refrán, es la ciudad de las tres mentiras: ni es santa ni es llana ni tiene mar.
Convento Regina Coeli.
       Se nota que es fiesta en la cercana Castilla León, las calles están transitadas por gentes de esa comunidad y... 
- ¡leches, una pareja aragonesa!
- ¿son ellos?
- ¡sí, son ellos?
       Ya puede ser grande el mundo, que las gentes lo convertimos en un pañuelo. Nos hemos encontrado con unos de nuestros mejores e íntimos amigos: Tere e Ignacio con los que, tras los correspondientes abrazos y salida de asombro, recorremos las calles de la villa. Nos cuentan que estuvieron por aquí en el año ochenta y uno y por donde hoy caminamos los turistas, entonces lo hacían las vacas ante la mirada de las vecinas que, sentadas en el portal de sus casas, realizaban sus labores de ganchillo.
Ignacio, Tere y Maite.
Colegiata Sta. Juliana..
             Santillana del Mar es hoy es uno de los lugares más visitados de Cantabria, con un casco antiguo que ha sabido conservar toda su impronta medieval. Casas en piedra con escudos blasonados, palacios como el de los Velarde y monumentos únicos, como la colegiata de Santa Juliana, del siglo XII, una de las más importantes muestras del románico en la región.
Claustro

           El Museo Diocesano, en el convento de Regina Coeli, cuenta con una importante colección de arte popular, y el Museo El Solar, con instrumentos de tortura usados por el Tribunal de la Inquisición contra la herejía y...
Portada de la Colegiata.
...una herejía sería no probar sus deliciosas quesadas con un vaso de leche, para rememorar los tiempos, no demasiado lejanos, en los que las vacas, junto a sus pastores, como he comentado, transitaban a sus anchas por las calles empedradas. Nuestros amigos no son herejes y... Maite y yo somos más de darle a lo que transportaban las vacas: ¡la cebada!.
          Con la noche entrada nos despedimos y "cada mochuelo a su olivo".
Palacio del Capricho.
       Día 23. Fiesta en Aragón (y en Castilla León).
    Nos decidimos a visitar Comillas, pues nos consta que el arquitecto Gaudí comenzó su exitosa obra en esta ciudad: se trata del Palacio del Capricho.
     Antes de entrar en el interior, observamos la parte externa del edificio que se caracteriza por la utilización de la piedra en la parte baja, del ladrillo visto adornado con franjas de cerámica vidriada que representan girasoles y hojas en el resto, y la superposición de la superficie curva frente a la recta.
En el palco balcón.
     Una simpática y competente guía nos acompaña en una sorprendente visita. Nos cuenta que en 1883, Máximo Díaz de Quijano (cuya hermana era cuñada de Antonio López y López, primer marqués de Comillas, y, como él, indiano enriquecido en América) encargó a Gaudí la ejecución de un chalet de veraneo junto al palacio de Sobrellano, en la localidad cántabra de Comillas: El Capricho.
       Este edificio (1883-1885) es contemporáneo de la Casa Vicens (1883-1888), que Gaudí levantaba en Barcelona. Por eso, la construcción del Capricho fue dirigida a pie de obra por Cristóbal Cascante, amigo y compañero de promoción de Gaudí. Y aunque Cascante dispuso de una maqueta y de planos muy detallados de Gaudí, a quien consultaba todas sus dudas, viendo la minuciosidad de los detalles del Capricho y la perfección de los acabados se hace difícil creer que nunca estuviera en Comillas.
"El Capricho"
Minarete.
            El Capricho es una muestra de la plenitud de la tendencia oriental en la que Gaudí halló espléndidas soluciones, como la torre-minarete (o alminar persa) y que es el elemento definitorio de esta obra y el primer precedente de una solución arquitectónica que aparecerá en futuras construcciones como Bellesguard o los Pabellones del Park Güell. En el remate de la torre, toda ella revestida de la misma cerámica que las franjas, acentuando así su verticalidad, hay un delicioso templete sostenido por cuatro columnas de fundición, en el que la geometrización de la cúpula es un verdadero.
          También hay que destacar en esta primera obra de Gaudí la extraordinaria adaptación a las características del contratante. Efectivamente, Díaz de Quijano era aficionado a la música y coleccionista de plantas exóticas. El Capricho, cuyo nombre evoca la composición musical libre y fantasiosa, tenía planta en forma de U para abrigar del viento del norte un gran invernadero orientado al sur donde el propietario atesoraba las plantas que le traían de ultramar. Y Gaudí reflejó la pasión del propietario por la música en diversos elementos, tanto de la decoración interior, como en el exterior. Es el caso de las vidrieras de la libélula con una guitarra y la del gorrión sobre un órgano, o del palco-balcón, o de los contrapesos de la ventana de guillotina con tubos metálicos que al subir o bajar eran percutidos por un vástago y emitían agradables sonidos musicales.

Palacio de Sobrellano.
      Con semblantes agraciados por la obra visitada, nos acercamos a otro palacio: el de Sobrellano diseñado por Joan Martorell bajo el encargo del I Marqués de Comillas, el empresario indiano D. Antonio López López, joya arquitectónica, de estilo neogótico.
         Tenemos suerte, las visitas son guiadas y con capacidad limitada. Nos metemos junto a un grupo de gentes de castellanas.
         La guía, en primer lugar, nos cuenta algo de historia: D. Antonio López del Piélago y López de Lamadrid, I Marqués de Comillas, nació en una familia humilde de dicha localidad. Quedó huérfano a muy temprana edad (14 años). Hizo buena parte de su fortuna traficando con esclavos con destino a Cuba cuando la ilegalización de dicha actividad a partir de 1817 hizo subir los precios. Posteriormente consiguió la exclusiva del transporte de tropas entre España y Cuba.
Hall del Palacio.
Artesonado.
Nos cuenta la guía que después se instaló en Barcelona y fundó la sociedad marítima Antonio López y Compañía. Con la guerra cubana de los diez años, de 1868 a 1878, y los abundantes traslados de hombres y material, amasó una gran fortuna. En 1876 fundó el Banco Hispano Colonial, y dos años después Alfonso XII le nombró marqués de Comillas.
          El Palacio fue ideado como residencia de verano del Marqués y la Familia Real. Las obras comienzan en 1882 y el edificio es inaugurado años después de la muerte del I Marqués. 
          Visitamos la sala del billar, el comedor, la sala del trono, la biblioteca y el museo del II Marqués. Todas ellas situadas en la primera planta. Destacan los materiales nobles utilizados paras su construcción como las tarimas de los suelos, de roble y ébano o las puertas de nogal. Impresionantes son la majestuosa escalera de alabastro del vestíbulo, con doble tiro e iluminación cenital a través de una claraboya de vidrieras polícromas; y las chimeneas.
¡Vestíbulo!
Ayuntamiento.
       Sin duda, la sala más decorada es el salón central o del trono. Debe destacarse su artesonado y las paredes decoradas con pan de oro, así como las grandes vidrieras. Arriba, unas pinturas murales narran los acontecimientos más significativos del marquesado. 
        Finalmente, nos cuenta que los reyes, gentes de poca salud, no visitaban el palacio por su orientación norte. Se podían enfriar "los pobres monarcas".
     Solo nos queda recorrer las calles de Comillas llena de excelentes muestras de arquitectura modernista del siglo XIX, especialmente de la escuela catalana. Palacios, casas solariegas, bellos edificios, pequeñas plazas, parques y rincones empedrados completan el paisaje de este precioso lugar.
Centro de Comillas.
Escudo de Comillas.
           En el centro del casco urbano de la villa de Comillas encontramos la bella plaza central compuesta por alguna casona, la Iglesia Parroquial de San Cristóbal (Siglo XVII) y el Ayuntamiento. Por uno de los ángulos de la plaza se accede a la Plaza de los Tres Caños, donde además de una casa blasonada y una torres se encuentra la fuente del mismo nombre.
          Antes de abandonar Comillas, comemos unos bichos de esos que se crían en el mar... ¡ricos!.
          Antes de ir a Santander, donde hemos quedado con Tere e Ignacio, recorremos una carretera costera para disfrutar del paisaje, ese bello cuadro en el que el mar rompe sus olas contra los acantilados, las vacas pacen junto al Cantábrico, el cielo se abraza con las aguas allá lejos en el horizonte, y volviendo la vista hacia atrás, los nevados Picos de Europa cierran el marco. En fin, como se dice ahora: ¡una gozada!.
Desembarco.
      Los cuatro hemos reservado plaza en un barco para conocer parte de la ciudad, sus playas y su laguna desde el mar. Se ha levantado el viento (como si en Cantabria nunca lo hubiera) por lo que el barquero nos comunica que no puede ir más allá pero que, tranquilos, nos compensará con una paseo por la bahía. Aún con todo, disfrutamos de algunas vistas: el futuro centro Botín, la "chabola" del mismo individuo, el Palacio de la Magdalena, las islas de La Torre y Mouro y... "la habilidad del barquero para llevar su nave a un ritmo tal que compensara lo no navegado".
Península de Santa Magdalena.
Isla de Mouro.
       Un paseo por Santander, un intento infructuoso de visitar la Catedral y su cripta y nos despedimos, hace fresco y nos vamos cada uno a su nido.
En Castro Urdiales.
          Día 24, lunes. Nos vamos a conocer la parte más oriental de Cantabria, por lo que nos desplazamos hasta Castro Urdiales. Sigue haciendo un tiempo espléndido.
    Conocida también como Flavióbriga, por localizarse aquí un asentamiento romano, hoy posee el delicado encanto de un pueblecito marinero y pesquero de tradición ilustre y señorial.
       Castro Urdiales conserva un interesante casco viejo, con callejuelas de gran sabor que invitan al paseo antes del disfrute de uno de los principales atractivos de la villa: su gastronomía (para nosotros, es temprano). 
         La villa ofrece además una edificación popular muy característica, con balconadas de madera orientadas a los jardines del paseo de Amestoy.
Puerto.
Santa María.

          Nos acercamos hasta la Iglesia de Santa María (XIII al XV), la que dicen es la mejor obra gótica de Cantabria (para no cansar al lector, al final dejo enlaces gráficos). 
           Junto al templo se encuentra el castillo faro que guarda un miliar (pedrusco) de los primeros años de nuestra era y adosado a él, los restos de la iglesia románica de San Pedro (s.XII). Ya en el puerto observamos un bonito puente medieval.
Castillo faro y ruinas de S. Pedro (S XII)
Puente medieval.
        Tras dar un garbeo por sus viejas calles, nos desplazamos al cementerio de La Ballena de Castro Urdiales, uno de los ejemplos más notables de la arquitectura funeraria española. Reúne un conjunto de monumentos funerarios de excepcional calidad, en diferentes estilos como el neoclásico, eclecticismo, neomedievalismo, modernismo, gótico, art decó…
Uno de los monumentos funerarios.
Laredo.
       Ahora nos vamos a Laredo con la intención de visitar su Puebla Vieja, primitivo núcleo de población, con origen en la Edad Media, que aún conserva restos de sus antiguas murallas. Se trata de un entramado de callejuelas, denominadas rúas, entre las que se levantan notables casas de los siglos XVI al XVIII. En lo alto de este caserío se erige el templo gótico de la Asunción, construido entre los siglos XIII y XVIII.

Portada del templo de la Asunción.
Pero no lo podemos visitar pues acaban de cerrar, es hora de comer y el encargado de las llaves ha marchado a eso..., a lo mismo que haremos nosotros en la cercana Santoña, en el restaurante de La Lonja, pues sirven pescado recién ídem. ¡Qué ricos están!.
         La digestión la hacemos dando un paseo por la ciudad, en la que no encontramos grandes monumentos, pero sí ese sabor característico de una villa marinera que todavía no ha sido engullida por el turismo.
Puerto y lonja de Santoña.
Palacio de la Magdalena.
         La tarde la dedicamos a la visita del palacio de la Magdalena construido a iniciativa del Ayuntamiento de Santander, por medio de un sufragio popular al objeto de ser donado al rey Alfonso XIII, quien lo utilizó entre 1913 y 1930 como residencia estival. Visitamos sus reales escaleras, real salón de familia, reales escaleras, reales muebles..., todo un derroche de la época al servicio de la monarquía. Incluso los actuales reyes de las Hispanias (¡los cuatro!) disponen de sus estancias para "por si acaso".
Salón familiar.
SA.
En el parque.
         El palacio tuvo la suerte de que durante la II República se convirtiera en la Universidad Internacional de Verano de Santander, un proyecto educativo brillante, germen de la actual Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) que hoy en día, tiene en este edificio su sede más reconocida donde, cada año, desarrolla sus prestigiosos cursos de verano.
        Abandonamos palacio para dar un paseo por el parque que lo rodea, donde se encuentra una especie de zoológico marino en el que se observan focas, leones marinos, pingüinos y patos (¿reales?).
Catedral de Santander.
       De nuevo, en el centro de Santander, en un alarde de estrategia, conseguimos adentrarnos en la cripta de la catedral en la que, fugazmente, observamos los arcos y bóvedas muy bajas y las fuertes pilastras que soportan la iglesia superior. La mayoría de los capiteles y claves tienen decoración vegetal, en algunos hay iconografía simbólica. Tiene dos puertas; mientras preparamos la estratégica visita, una amable guarda nos señala una de ellas: la Puerta del Perdón fechada en los comienzos del S. XIII, los capiteles tienen una gran riqueza escultórica con elementos vegetales y símbolos del mal como dos "arpías"(cabeza de mujer y cuerpo de ave) y en el contrafuerte que soporta el muro hay un "heraldo" tocando la trompeta. El estilo de la cripta es de transición del románico al gótico.
Cripta.
Puerta del Perdón.
Palacio de Soñares.
      El día siguiente, 25, lunes, amanece lluvioso.
     Regresamos a casa por los valles pasiegos, nos consta que su paisaje, sus pueblos y las cabañas de los ganaderos nos agradarán pero, no es posible, el cielo está muy cerrado y las nubes y niebla nos impiden disfrutar del panorama. Habrá que volver en otra ocasión.
          Hacemos una parada en Villacarriedo a visitar el exterior del palacio Soñanes, otra en Selaya a adquirir unos sobaos pasiegos y una penúltima en Vega de Pas. La última, ya en tierras riojanas, bajo una tormenta, en Haro con el fin de comprobar, in situ, la calidad de su bien ganada fama del "tapeo". ¡Sobresaliente!
        Como decía al principio, no ha sido esta una excursión montañera (sí algo montañesa), hemos dejado en casa la mochila, botas, bastones y, simplemente, "hemos viajado".
      Hasta pronto

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