viernes, 1 de febrero de 2019

POR EL REINO DE LOS MALLOS DE RIGLOS

Día 26 de enero de 2019
         De la mano de Esbarre volvemos a este impresionante lugar a medio camino entre Huesca y Jaca: los majestuosos Mallos de Riglos, el macizo rocoso más emblemático de todas las montañas aragonesas.
           Estos auténticos gigantes de conglomerado, con la espalda protegida por las primeras estribaciones pirenaicas, miran hacia el Valle del Ebro y, desde lejos, cantan una oda a su vecino de la Sierra Ibérica, el Moncayo, canción quizás dedicada a aquel ser que rondaba sus bosques: el "Gigante Caco"; ¿será una canción de amor desesperado?, podría ser, pues también los Mallos tienen su Giganta, la de Riglos, que según una vieja leyenda cuenta que en una aldea o pardina de la zona, Foz de Escalete, habitaba una extraña anciana de un tamaño tan gigantesco que atemorizaba a todos los habitantes:
El Moncayo (zoom)
"Era hilandera, hilaba en el mallo Puro (también llamado "Huso", por su forma), y además, tenía fama de bruja. Cansada de ser rechazada por todos, hizo aparecer de la nada estas inmensas rocas, y con una fuerza sobrehumana las clavó junto al río Gállego para refugiarse tras ellas. Desde entonces se oculta allí, y casi nadie la ha vuelto a ver. Pero dicen que la giganta bruja se aparece una vez al año, en la Noche de San Juan. Surge desde las alturas, se sienta sobre uno de los mallos, el Pisón, y desde allí, peina sus cabellos blancos mojando su peine en las aguas del río. Hay quienes aseguran que apoya un pie en Peña Rueba y el otro en Riglos, y se inclina sobre el río, que queda en medio, para remojar el lino con el que hila".
¿Allí se esconde la Giganta de Riglos?
Riglos bajo sus mallos.
           El Reino de Los Mallos, fue parte de la dote que el rey Pedro I, entregó a su segunda esposa, la italiana Berta. Aunque pequeño, este reino tenía el mismo sistema que los mayores aragoneses y navarros. De hecho, tras la muerte de Pedro I, su hermano Alfonso I mantuvo el Reino de los Mallos hasta el año 1.111, y a su "cuñada italiana" como reina de este.

           ¡Basta de historias, a lo que vamos! pues, además de mallos, hoy son otros los protagonistas que se suman a la fiesta: Los mozos y mozas de Esbarre, el agua y las vías del "Canfranero".


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               En Ayerbe, un garito repleto de cazadores, nos acoge para que cumplamos con las reglamentarias costumbres matutinas.
Peña Rueba.
          Cuando el autobús vuelve a la carretera, no tardamos en divisar esas moles que esconden, en la umbría, la pequeña y coqueta población de Riglos. En el otro lado, es Peña Rueba la que acoge los otros mallos, los de Agüero. Atrás hemos dejado la Hoya de Huesca verdeada por la mies.
              Con las botas calzadas y el ánimo que caracteriza a estas gentes, con un tiempo impropio de invierno, comenzamos a caminar por las calles de Riglos. Bajo la sombra del mallo Pisón giramos por el sendero que, a la izquierda, desciende hacia las vías del Canfranero; este será durante los primeros kilómetros nuestro camino.
Típica formación esbarriana.
               Debajo de nosotros, el río Gállego (Galligo le llaman aquí), serpentea, no sé si por la orografía  o por esquivar las múltiples agresiones que, en su discurrir, le han hecho y le tratan de hacer algunos personajes poco sensibles con el medio de vida de estas tierras. Tierras que, como decía al principio, soportan el peso de los Pirineos a sus espaldas y miran al Valle del Ebro de frente, como queriendo provocar a quienes desde él, llenan sus bolsas con dudosa honestidad.
       Ajenos a ello, la tropa de Esbarre camina por una senda que de momento discurre paralela al surco  que el río ha labrado en las rocas de este impresionante rincón del mundo.
Aquel viejo Canfranero.
                 Una y otra vez, cruzamos las vías del "slow train Canfranero" y, que decir tiene, algunos entrados en años recordamos aquellos interminables viajes hacia el Pirineo con las "viejas mochilas", sentados en los asientos de madera; recordamos las canciones que entonábamos al ritmo del traqueteo de los viejos vagones; recordamos las charradas en el balcón de la trasera del vagón; recordamos ese olor a hollín; en fin, recordamos esa juventud que como la de aquel viejo Canfranero, va quedando lejos. Es la historia de una ilusión marchita, la de la línea férrea que unía España y Francia a través del Somport, una obra gigantesca del siglo XIX que languideció en el XX y que, ahora, ya en el XXI, todavía lucha por recuperar el brillo de los días de esplendor, ¿lo conseguirá?.
Vías que llevan a...
Carcavilla.
             Seguimos caminando, las vías se esconden en algunas ocasiones bajo túneles, en otras se cuelgan sobre nuestras cabezas cuando cruzan los diferentes viaductos. Realizamos una breve parada en lo que debió ser, no sé si un viejo apeadero o una casa de guardabarreras.
              El sendero baja, sube, baja, sube... ¡se oye un tren!, es el de las 8:45 que ha salido desde Canfranc y llegará (si llega) a Zaragoza a las... ¡quién sabe!.
          Tras un animado rato, pasamos junto a la Central Hidroeléctrica de Carcavilla que dejamos pasando bajo la enorme tubería de alta presión que mueve las turbinas. Ciertamente, nos sentimos algo pequeños.
Presa del Embalse de La Peña.
                Ahora la senda discurre junto a la Pardina de Cacabiello; ya se ve la presa del Embalse de La Peña, cada vez más cerca, cuya orilla sur alcanzamos junto a una boca de uno de los muchos túneles del Canfranero.
           Las vías nos guían durante una larga recta; a nuestra izquierda, unas gaviotas sobrevuelan las aguas del embalse; en la otra orilla vemos la pequeña población de Triste. Ya en lejanía, lo primero que de ella destaca es la esbelta torre románica de su renovada iglesia de Santa María; está catalogada como bien patrimonial de interés cultural. Se desconoce exactamente el S. de su construcción, si bien aparecen documentos del S. X que ya la citan. La torre es de tronco piramidal con finalidad puramente defensiva y a ella se adosó un pequeño santuario que consta de una única nave cubierta con bóveda de lunetos y un ábside recto, cubierto con bóveda de cañón.
Triste.
Entre agua y hierro.
            El pueblo de Triste, además de su curioso nombre y su iglesia, esconde muchos secretos en sus calles. Uno de ellos es la existencia de un Taller de Tejeduría Artesanal, en el que se pueden descubrir los diferentes tipos de telares que han existido desde la época del Neolítico hasta hoy en día. Entre todos destaca el Telar de Tiro, una pieza tradicional altoaragonesa presente en la zona desde la llegada de los musulmanes a la Península Ibérica.
              En nuestro avanzar, Triste va quedando atrás pronto dejaremos las vías, pero antes tenemos que realizar el correspondiente descanso pues ya nos hemos metido en el cuerpo la mitad del trayecto y hay que reponer fuerzas para la otra mitad que tendrá alguna que otra "cuestecica".
No despedimos del Canfranero.
Merecido descanso.
La Peña.
            Así es, por un camino (GR.95) en el que los charcos helados delatan su umbría permanente, comenzamos a ascender suavemente con mucha parsimonia para que no nos agotemos a las primeras de cambio.  Abajo queda el núcleo de La Peña, con su industria de transformación maderera, junto al mencionado embalse que debe su nombre a la piedra sobre la que se levanta la presa y a través de la cual, por distintas galerías excavadas en la misma roca, realiza el desembalse de nuevo al cauce del río Gállego. Fue construido entre 1904 y 1913 con la función de regular este río justo antes de entrar en el desfiladero que discurre junto a los Mallos de Riglos.
La Foz D´Escalete
            Pronto alcanzamos la gran foz que da vía y acceso a senderos que llevan hacia Riglos, Sarsamarcuello, Loarre, Carcavilla... Se trata de la Foz D´Escalete, desde donde se alcanza con la vista una gran panorámica de todo el entorno de La Peña y sus alrededores. Nos detenemos a admirar la profunda grieta que las aguas del barranco Forcallo se han atrevido a esculpir ("hay que darle trabajo a las cámaras fotográficas"). Los buitres que suelen andar por estos parajes, aprovechando las térmicas, hoy vuelan altos.
          Poco más adelante, a la altura de la Pardina D´Escalete, dejamos GR.92 para caminar por un agradable sendero.
El grupo en la Foz D´Escalete.
Ruinas de la pardina D¨Escalete.
          Creo que en alguna otra ocasión he hablado de las pardinas pero para aquel que no lo sepa, se trata de unas edificaciones que solían estar ocupadas por una o más familias que, en común, trabajaban las tierras y el ganado. En su origen, allá por el siglo XIII, eran utilizadas como refugio temporal de pastores y ganado, para, posteriormente, cumplir función de vivienda permanente. Esta D´Escálete, como la mayoría de las que podemos encontrar en la montaña, se encuentran en estado de abandono, aunque mantienen gran importancia como refugio y lugar de nidificación para la fauna silvestre.
Seguimos avanzando.
            La cuesta y el sol colaboran solidariamente a que nos vayamos quitando esas capas de ropa que, a modo de cebolla, han cumplido con su objetivo; ¡sí señores!, finales de enero y en camiseta de manga corta (¿qué está pasando en el planeta?).
          La senda va ganando altura, en algún momento se introduce en parte de los pequeños bosques que el incendio del verano de 2001 respetó en esta sierra. Algunas encinas, carrascas, pinos y boj, nos dan algo de frescor en esta mañana de "loco invierno". Los disparos de los cazadores y los perros que se nos acercan nos alertan de la cercanía de la batida del jabalí (la partida de Esbarre, a fecha de hoy, sigue con todos sus miembros vivitos y coleando).
Llamas vencidas.
            La huella del mencionado incendio se deja ver: las ramas de los árboles que quedan en pie parecen querer aferrarse a la vida que les rodea y como la naturaleza es sabia ya van creciendo las nuevas plantas que, acompañadas por labores de reforestación, van volviendo a dar vida a esta castigada sierra. 
              Llegamos a un collado en el que, frente a nosotros, asoma la Peña Rueba. Y volviendo nuestros bellos cuerpos 180 grados, la cordillera pirenaica nos muestra sus blancas cimas, desde el Bisaurín hasta el Añisclo, con los gigantes Taillón, Marboré, Cilindro, Monte Perdido, Soum de Ramond... Todo un lujo de paisaje que, por fin, hemos podido disfrutar.
Paisajes del Pirineo...
Hummmm.
            Cuando finalizan las "cuestecicas" alcanzamos un buen lugar que nos invita a que cada cual busque acomodo entre las aliagas para, en este estupendo día, proceder a la grata tarea de aligerar lastre gastronómico de las mochilas, ese mágico momento de sacar las viandas, regadas con ricos vinos, y acompañarlas de variadas tertulias. No debe ser malo el menú, pues uno de los perros de los cazadores, que andan baleando por aquí, se nos acerca al olor del jamón turolense. Tampoco debe de tener mala pinta el banquete, arriba unos buitres observan los diversos bocatas.

Yo también estaba.
            Con los estómagos agradecidos comenzamos a descender; la senda está algo descarnada. Pasamos por el cruce que indica el desvío para la ruta del Camino del Cielo que Javier propone tomar. Otro día será. Bajamos por la senda del Circo de Verano, entre los impresionantes mallos Fire y Pisón.
           Abajo, el Gállego sigue su camino; Murillo le saluda y cuida de que sus agresores no le ataquen, aunque un poco más adelante, en Ardisa, le sustraerán buena parte de sus aguas para regar Los Monegros.
            Llegados a la base del Pisón, miramos hacia arriba y, lo confieso, la presencia de los escaladores, pequeños ellos en tan grandes paredes, me provoca cierto vértigo.
Sujetos a la piedra roja (zoom).


          Ya estamos en el punto desde el que hemos partido, miramos hacia arriba, en del cielo los buitres dibujan bellos planeos como queriendo mostrarnos ese baile en que la música la pone aquella giganta, la de Riglos. No son alucinaciones, ni tan siquiera el resultado de las "jarras" que nos estamos metiendo en tan dignos cuerpos. Es uno de esos momentos en que la imaginación vuela hacia cosas hermosas, las otras las veremos cuando lleguemos a casa y conectemos la televisión; veremos, una y otra vez, la tragedia de esa familia a la que un pozo se ha tragado a su hijo.
              Haremos zapping con el mando de la tv y no encontraremos ninguna noticia de ese otro pozo que a diario se  traga a otros niños, me refiero al pozo del Mediterráneo.

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         Hasta pronto


Datos técnicos
(El track para GPS pulsando sobre la palabra wikiloc del mapa)


1 comentario:

  1. Hola José Luis.

    Riglos siempre ofrece buenos recorridos y con muy variadas vistas. Que pena da ver así el bosque, lo rápido que se quema y lo que cuesta que vuelva a la vida.

    Un saludo

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