miércoles, 22 de mayo de 2019

BIEL, BARRANCOS DE PANIAGUA Y CALISTRO

Día 18 de mayo de 2019
Vista de Biel.
                No hay que irse muy lejos para gozar de rincones como los que nos ofrecen los montes de Biel, que junto a los de Longás y Luesia duermen al amparo de la Sierra de Santo Domingo; montes situados en tierras de transición entre el Valle del Ebro y los Pirineos; montes que no es la primera, ni la segunda vez que nos engulle entre su espesa vegetación, empujándonos a descubrir algunos de sus espectaculares barrancos.
            Hoy, una veintena de lo más selecto de Esbarre (y alguna cara nueva) partimos en un autobús de tamaño medio, en dirección a las Altas Cinco Villas que, pasando por Zuera, nos acerca a Erla con el fin de proceder a la costumbre de hacer un alto en el camino (inmerecido esta vez) y echarle combustible al cuerpo (también inmerecido a estas horas).
Iglesia y Castillo.
              ¡Ah, amigos!, pero, a partir de Luna, las curvas de la carretera, habilidosamente atacadas por la conductora, se encargan agitar los depósitos esbarrianos.
                  Ya estamos en Biel, que da apellido a uno de los nacimientos del bicéfalo río Arba; la otra cabeza del Arba es la de Luesia.
       Llegando a Biel contemplamos una bonita localidad en la que destaca, por encima de todo, su castillo, que al igual que el de Uncastillo, fuera construido por el rey Sancho Ramírez. Su torre, perfectamente rehabilitada, parece que fue construida en el siglo XI, en tiempos de Sancho el Mayor y Ramiro I. Por ser un importante enclave fronterizo, fue de posesión real e incluso está documentada la estancia de Ramiro II en ella, durante la tenencia de Castán de Biel, en el siglo XII. Esta situación continuó hasta el siglo XV en el que Martín I la cedió a Ramón de Mur. 
                          Junto al castillo se encuentra la iglesia de San Martín, gótico- renacentista del XVI. Esta iglesia data del siglo XVI, aunque hay documentos que hablan de su existencia allá por el año 1068....Es de origen románico y al estar anexa al castillo la hace aún más espectacular.
Saliendo de Biel-
         Pero hay algo que, siempre que ando por las calles de Biel me viene al pensamiento. La historia se remonta setenta y dos años atrás. Me lo contaron ellos, mis padres; contaron que recién casados, en luna de miel, marcharon de "crucero" a ¿Varadero?... ¡no! a Biel, hoy punto de salida y regreso de nuestra calcetinada. Siguen felizmente unidos.
           Nos calzamos las botas y las mochilas que hoy, además de lo de costumbre, cargan algo de material impermeable pues este mes de mayo está siendo, afortunadamente, loco, loco. En la madrugada pasada, las nubes descargaron buena cantidad de agua, cosa que nos preocupa, mayormente cuando una señora nos indica que no accedamos a la pista de Longás por la GR.1, que cruza el Arba; nos dice que rodeemos el pueblo si no queremos mojarnos.
El Arba de Biel, abriéndose paso.
            Pues nada, allá que vamos. Poco a poco, contemplando la torre del castillo, vamos alejándonos de Biel,  por la pista que, ahora sí, ahora cruzamos por el puente que salva un Arba encajonado entre las rocas que se resisten a ser talladas por las bravas aguas del río, aguas que, ya remansadas, forman el Pozo Tronco.
                Pronto alcanzamos el cruce que, en otra ocasión, diciembre de 2015, tomamos en dirección a Puy Moné. Inevitablemente nos viene el recuerdo de aquella ocasión; éramos seis componentes entre los que se encontraban nuestros amigos Luis y Lola.  Pero nuestros pasos siguen otro rumbo: el barranco de Paniagua nos va a ofrecer grandes emociones.
Vadeo en el Paniagua.
              No hace mucho que los de Esbarre pateamos este barranco, veníamos de Longás pasando por el pico de Santo Domingo, pero en aquella ocasión lo hacíamos aguas abajo. Hoy toca remontar el cauce y disfrutar de  rincones verdaderamente hermosos.
               Las aguas del Paniagua, a pesar de las recientes tormentas, bajan limpias; eso sí, con un caudal que nos regala multitud de vadeos, de esos que ponen a prueba dos asuntos: el primero, la impermeabilidad de las botas y el segundo, la habilidad del personal al cruzar de una a otra orilla. Ambas pruebas pasan con buena nota. ¿Que cuántas veces cruzamos?, ¡uf, incontables!. Y es que los saltos, pozas, rápidos, remansos, y los reflejos de las aguas nos transportan a un paraíso alejado de las frías matemáticas.
Poza en el Paniagua.
Avanzando.
              Pero el barranco no solo nos regala el discurrir de sus aguas y la dificultad de su trazado, también nos muestra la vegetación de un bosque de pinos repoblados en el pasado siglo, pero que van dejando paso a una densa masa forestal autóctona formada por quejidos, carracas, boj, algún acebo, nogales, abedules; y no faltan las zarzas y aliagas que nos muestran su bellas flores. ¡Todo un espectáculo!
           Los pájaros, pese al "charreo"* del personal (unos charran más que otros), nos brindan sus conciertos primaverales; son dueños de su vida, son libres. Pese al "charreo", oigo como cantan, lo hacen como un coro; me retraso en silencio, el "murmullo humano se aleja", escucho sus alegres trinos que parecen tocar flautas dulces... ––lo siento, es mi imaginación––
Flores entre flores.
Corral de Melchor.
           Caen unas gotas, nos echamos las prendas impermeables y ¡zas!, "escampa", así que toca proceder a "despemeabilizar". De venir un día antes nos habríamos "chipiao"**
              Poco a poco vamos ganado altura, el barranco Paniagua se queda a la izquierda, nosotros tiramos por el bosque de pinos hasta alcanzar el Corral de Melchor que a sus 1080 metros, nos marca la cota más alta de la jornada. Un buen lugar para descansar y echar algo al cuerpo que ahora sí, ahora nos lo hemos ganado.
             Además, el lugar nos ofrece una bella panorámica de las Peñas de Santo Domingo con sus paredones de roca caliza que dan cobijo a multitud de rapaces. Siguiendo la línea de Malpaso, asoma la cima de Puy Moné y, a su lado un poco más alta, la de Puy Fonguera. Se aprecian también, las Ripas Altas esa obra maestra que la erosión ha esculpido en este frágil terreno.
Atrás, las Peñas de Santo Domingo; delante "lo más..."
Salvando el Calistro.
          Nos hacemos la correspondiente fotografía del grupo, pero aún queda tajo, así que "a cargar las mochilas y p´abajo".                            Llegamos al collado Fayanás, auténtico cruce de caminos (esbarre); nosotros tomamos la pista que tira en dirección S.E. para dejarla y tomar una senda en dirección S., senda que nos debería de introducir en el barranco Calistro, y digo debería porque lo confuso del terreno nos desvía unos metros de nuestro camino. Pero no hay mal que el GPS y la habilidad del "boss Juli" no pueda curar y, salvando algún que otro obstáculo, nos introducimos en lo más profundo del barranco.
Barranco de Calistro
Remanso de paz.
Pescando alevines.
En la Poza de Calistro.
         Si el de Paniagua era espectacular, este de Calistro no lo es menos, además el hecho de que sea poco transitado le da un carácter más salvaje.
          De nuevo vadeamos "montón de veces" el curso del agua, vadeos que hay que cruzar por los sitios más insólitos, buscando qué piedra pisar sin resbalar. Algunos pasos se encuentran ubicados sobre grandes losas de la roca que se resiste a ser engullida por la erosión del arroyo.
            Nos desviamos unos metros para alcanzar uno de los sitios más bellos de esta especie de paraíso: se trata de la Poza de Calistro, un rincón sobrecogedor. El arroyo que fue serpiente, aquí se desliza por una roca que algunos la nominan "tobogán" y los de más aquí, los de Aragón, llamamos "esbarizaculos"; se remansa para reflejar en sus aguas todo aquello que le rodea, incluyendo a estas gentes amantes de la naturaleza en su estado más puro. Las cámaras fotográficas echan humo, incluso yo me dejo capturar.
"El murmullo" del agua.
Refugio de los Estrechos.
           Alcanzamos ese lugar en que el Calistro da de beber al Arba de Biel en sus primeros metros de vida. Seguimos su curso, la fuente de Pompillo nos recuerda que es la hora de comer, pero el "boss" de turno, unos metros más adelante, nos ha preparado "mesa y mantel" en el acogedor rincón "Refugio de los Estrechos". Bueno, lo de mesa, es cierto, pues la hay de piedra, pero el mantel... Los que hemos pillado la mesa y posado las nalgas sobre los duros petrobancos, tenemos el premio de "bota de vino". ¡Qué bien entra la tortilla con un buen trago!.
            El postre lo pone el "boss", postre de senda y cuesta, cuesta que cuesta, cuesta de esas que te ayudan a digerir tortilla, vino y lo que fuere menester. Y la cuesta acaba en collado, detrás del collado ¡otro collado! y detrás...
Uno, dos, tres... y el ¡último!.
De nuevo, en Biel.
            Descendemos hasta alcanzar el Barranco de los Asnos en el que, ¡eureka!, realizamos el último de los tropecientos vadeos del día (en el interior de algunas botas, seguro que nada algún alevín).
                  Pasando por la Fuente de los Asnos, alcanzamos a ver las primeras casas de Biel. Entramos en el pueblo por lo más alto de su calle Mayor que recorremos en toda su longitud, lo que nos permite admirar algunas de sus viviendas de arquitectura tradicional como Casa Manolete, edificación de mampostería con refuerzos de sillería en las esquinas; la vista se nos va hacia su bonito pórtico formado por dos arcos que protegen una puerta adentellada, una solana volada de madera en la segunda planta y, en la planta superior, una estructura vista de madera rellenada con adobe.
Casa Manolete.
          Alcanzado el autobús, nos "escoscamos una miaja" para acercarnos al bar que, de costumbre, visitamos cuando pisamos estos pagos con la sana intención de dejar el barril más seco que "el boss". Dicen de la cerveza que su consumo moderado tras un gran esfuerzo resulta más que recomendable, puede ser. Puede que esta afirmación sea más o menos científica, pero de lo que sí estoy convencido de que el más grande invento en la historia de la humanidad es la cerveza. Estoy seguro de que la rueda también fue un gran invento, pero la rueda no va tan bien con la pizza.
                  El regreso a casa es placentero y entretenido, unos nos sumergimos en profundos sueños, otros desarrollamos animadas charradas, otros escuchan música y todos: pensando en la próxima que ––ya toca–– nos iremos a los Pirineos: pero antes, algunos tenemos otros planes, ¿cuales?. Habrá que estar atentos a esta "Vieja Mochila".
          Hasta pronto.

  *Charrar: hablar
** Chipiar: mojar


Datos técnicos
Recorrido
Perfil:
Distancia, 14,7 Km.
Desnivel de ascenso, 527 m.
Desnivel de descenso, 527 m

1 comentario:

  1. Hola.

    Pues muy majo el recorrido, por una zona preciosa y bastante desconocida para muchas personas; yo siempre que he ido, prácticamente no he visto a nadie.

    Tomo nota del recorrido "acuático", no conozco estos dos barrancos, eso si, yo prefiero ir con las zapatillas de trail, que aunque se mojan fácilmente, se secan igual de rápido, porque con tanto vadeo al final se acaba pescando.

    Un saludo

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