viernes, 3 de mayo de 2019

NACEDERO DEL UREDERRA Y BALCÓN DE PILATOS

Día 27 de abril de 2019
Lago en el balneario.
             Lo confieso, estoy convencido de que, de vez en cuando, un descanso no viene mal; es que haber nacido con "carácter retroactivo" (mucho) ha tenido su premio de estancia, junto con Maite, en un balneario de la aragonesa población de Alhama de Aragón. Descanso extensivo a quienes acostumbráis a hojear estas páginas, ¡os lo habéis ganado!. El dulce reposo no solo da vigor al cuerpo, sino también al espíritu.
            Aunque, entre agua y agua, nos dimos uno garbeos, no voy a relatar los placeres termales aunque sí que, para curiosos y gentes pacientes, he colgado un reportaje aquí.
Aquel cuadro otoñal.
            ¿El Nacedero del Urederra?. Ya habíamos visitado este hermoso rincón de la Sierra de Urbasa en el otoño del 2015; los colores del bosque y el azul esmeralda de las aguas del río, formando parte de una imaginativa acuarela, quedaron en un recuerdo que hoy intentamos rememorar, en versión primaveral, con las mozas y los mozos de Esbarre.
             El autobús, por esta vez, no camina en dirección norte, en busca de los Pirineos; tampoco lo hace hacia el sur, caminito de Teruel que, digan lo que digan, va desperezándose de su largo letargo. Camina el cacharro por la autopista que recorre el Valle del Ebro, aguas arriba del río, en cuyas orillas vio  la luz el que suscribe, hace ses... años.
La tropa.
               El viaje es entretenido: Maite observa la gran cantidad de conejos que en esta fresca mañana lamen las hojas de la mies; yo observo el vestido blanco que, en esta jornada de reflexión electoral, luce el Moncayo. Veo, también, las modernas plantaciones de aereogeneradores que, más adelante, van dando paso a las vides que nos aportarán los afamados caldos riojanos.                                
               Abandonamos la autovía cerca de Lodosa, sus huertas están que revientan (literalmente hablando), los hortelanos andan en plena faena de la recolección del rico espárrago navarro.
            En Irache, bajo las faldas del Montejurra, hacemos una breve parada para estirar las garras, tomar, los unos café y los otros bocata, y aliviar contenciones viajeras.
Baquedano.
                 Pronto estamos en Baquedano, hay que abandonar el bus y, ¡hale!, a caminar.
          Atravesando la población, los lugareños nos saludan, ya imaginan "ande vamos"; sus calles nos enseñan algunas casas de más de cuatrocientos años, sobre cuyos portales lucen escudos y blasones de los nobles que las construyeron, como los Andueza, Baquedano y Urra. Sobre los tejados asoma la torre de la iglesia parroquial de S. Juan Bautista (S. XVI). El agua de la fuente que colma un abrevadero, que en sus tiempos quitaría la sed a los mulos, llena el viejo lavadero que las mujeres del lugar usaban para la colada. 
El río Urederra.
            La senda discurre por las orillas del río Urederra. El camino no es largo y, pese a que al entorno le faltan los colores del otoño, los momentos son para vivirlos con toda la intensidad posible, así que lo tomamos con calma recogiendo en nuestras retinas (y cámaras) la belleza que este rincón nos muestra.
             Tras atravesar un valla, con paso de " a uno", nos sumergimos en un escenario cuasi mágico. En el bosque, las hayas se empachan de la luz solar para rendir culto al cielo dejándose brotar las primeras hojas de la primavera; no tardarán en cubrir por completo el sendero por el que caminamos. Recuerdo aquel otoño por este mismo camino cuando el contraste cromático pintaba un cuadro verdaderamente hermoso con los colores de los tilos, robles, serbales, arces, hayas, fresnos, olmos, sauces, avellanos, espinos, tejos, bojes y enebros.
Saltos, pozas...
            ¿Y el río?: al contrario de aquel otoño, hoy presenta un caudal de esos que te quitan el hipo, inundando retinas, regalando sonidos, elevando emociones y, como no, agotando las pilas de las cámaras fotográficas. Pozas, saltos y rápidos jalonan el curso de este río que rendirá sus aguas al Ega, afluente del Ebro, unos kilómetros más abajo.
            Al bosque, al río y a los de Esbarre le rinden honores los pájaros ejecutando las más afamadas obras del panorama ornitológico ––me parece escuchar "La Primavera" de Vivaldi. Así es mi imaginación–– Hasta el cielo se ha cubierto con nubes, cuyas formas se asemejan al telón de L´Scala.
Unas veces, remanso; otras bravo.
"Soy río".
Gozosos mozos y mozas.
Con mi amigo Luis.
          Al personal se nos ve ese rostro, mitad admiración, mitad satisfacción. Mientras, vamos remontando las aguas del río cuya surgencia debe de estar cerca, el sonido de su gran cascada la delata, y... ¡oh!, una barrera nos impide acceder al espectáculo del "Nacedero del Urederra". Parece ser que la abundancia de agua, por precaución, no aconseja ir más allá. Comprendo y apruebo la decisión de los responsables del parque de velar por la seguridad de los visitantes, pero no tanto el que, tras haber pasado por taquilla, no informen de la situación (compenso esta "pena-penita", con el enlace a las fotos otoñales aquí y al video otoñal aquí).
El nacedero desde arriba.
              Volvemos por el camino, que discurre  más al interior del bosque, hasta casi el principio del valle con el fin de tomar un sendero girando casi 180 grados a la izquierda. Son trescientos metros de desnivel que a más de uno le saca la lengua, y es que hasta aquí la cosa iba de dulce paseo.
            Salvada la pechugada, desde la que podemos divisar la cascada del nacedero, alcanzamos la planicie de la meseta que el río, a lo largo de muchos años, ha sajado sin ninguna compasión. El acantilado está vallado para impedir que el ganado "s´escoñe", pero existen unos pasos para el "ganado humano" que cada cual salva como puede.
Luis, Maite y Fernando sobre el acantilado. Dos metros más atrás y...
            Recorremos el sendero que, en forma de U invertida, transita sobre vertiginosas paredes en las que alguno de los miradores, principalmente el Balcón de Ubaba, popularmente llamado de Pilatos,  permiten a los más atrevidos asomarse a observar el nacedero desde lo más alto de este acantilado de una caída de 300 metros. El Balcón de Pilatos es un mirador desde el que se ve todo el valle de las Ameskoas. Y bajo las rocas calizas, entre la vegetación, esconde ese secreto de enorme belleza que hoy, desde abajo, no hemos podido disfrutar: el "Nacedero del Urederra".
Con los deberes cumplidos, paseando por los llanos de Ubaba, alcanzamos el autobús que espera a la tropa esbarrista.
Entre haya y valla.
          Ahora toca trasladarnos hasta Irache, hoy comemos con mesa y mantel; en el corto viaje hasta el restaurante hay quien intenta echar una cabezada pero las curvas ponen a cada cual en su sitio.
       Variado menú, buen vino, café, copa, autobús y... zzzzzzzzzzzz
          Ya en Zaragoza, despertamos, volvemos a la realidad. Mañana hay que pasar por las urnas a ejercer el derecho de elegir a quienes administrarán el país durante cuatro años, ¿quien, cómo, cuanto...?. Algunos, la mayoría, de los candidatos deberían visitar este rincón del Nacedero del Urederra, quizás se mostraran más sensibles con la naturaleza, con los hombres y mujeres que forman parte de ella, incluso con ellos mismos para, así, apaciguar sus bilis; quizás, entre la espesura del bosque, se encontrarían con el duende del lugar y les regalaría un poco de sentido común.
            Hasta pronto.


Datos técnicos
(El track para GPS se encuentra pulsando sobre la palabra wikiloc del mapa)


1 comentario:

  1. Nunca un nombre fue tan acertado, agua hermosa en un entorno de cuento, que sin duda merece el largo viaje desde Zaragoza.

    Un saludo

    ResponderEliminar