domingo, 29 de diciembre de 2019

POR LAS ENTRAÑAS DEL MONCAYO

Día 27 de diciembre de 2019

¡Hala pues, vamos!
                   Me telefonea Toño: 
––José Luis, el viernes salimos al monte, ¿te vienes?–– 
Por eso de desengrasar los excesos navideños contesto:
––vale, ¿"ande vamos"?
––a los barrancos de Morana y Horcajuelo
––leches, Toño, ya lo he hecho un par de veces; la una con el Tapia para su libro y la segunda, leches si bajaba agua, la hice contigo, Piedad y Maite, ¿t´acuerdas?
––sí, iremos con gente guapa, con mucha genética montañera
––vale si es así ¡m´apunto!
              Pues nada, que de temprano nos recoge el mencionado para enfilar camino del Moncayo, eso sí en las cercanías de Bulbuente nos detenemos para encontrarnos con el otro buga y echar un cafecito que a horas tempranas sienta de primera.
            Entre unos y otros, formamos un partida de ocho unidades: Alfredo, Ibón, Héctor, Enrique, Toño, Pilar, María José y José Luis (este soy yo).
¡Ahí estamos!
¡Al ataque!
              Allá que vamos, pronto estamos atravesando la, casi desierta, localidad de Alcalá del Moncayo que colgada sobre un cerro mira con orgullo a un frío río Huecha cuyo cauce, tras abandonar el pueblo por el peiró de San Antón, remontamos hasta alcanzar el parking que se encuentra junto a la central de La Morana, central que se nutre de las aguas procedentes de los barrancos de Picabrero, Horcajuelo y Morana.  Aquí, el Huecha no ha recibido el bautismo, son estas, las aguas del barranco de Morana, las que amamantan el río que, más abajo, se dejará abrazar en las orillas del Ebro. 
Acebo.
             Hace frío, así que pronto estamos "templando gaitas"
         Remontando el Camino de Alberca, observo que las aguas bajan crecidas por lo que se barruntan grandes emociones cuando lleguemos algo más adelante.
           Caminamos con buen humor, los primeros metros lo hacemos por una pista adaptada que alcanza un mirador con vistas hacia... ¡qué sé yo!. Lo que sí puedo asegurar es que somos los únicos humanos que andamos por este bello rincón de las faldas del Moncayo.
              Observo la vegetación que nos rodea: pinos, fresnos, arces, carrascas, encinas y, la especie que protagonizará lo más bello de la jornada de hoy, el acebo, que las recientes lluvias han lavado dándole un brillo espectacular, además la planta femenina de este bello ejemplar aporta sus frutos rojos para completar una hermosa postal navideña. 
Adorno femenino.
Cuidado con los gnomos.
              Pronto estamos disfrutando de la primera de las emociones: vadear el barranco, cosa que haremos una y otra vez a lo largo de la jornada. El segundo vadeo nos echa para atrás, las aguas bajan crecidas y con mala leche. No hay problema que un pequeño rodeo no pueda solucionar, hemos continuado unos metros aguas arriba y aguas abajo del Horcajuelo y de nuevo estamos en nuestro camino.
                Nuestros pies ya van pisando el sendero que discurre por el Barranco de la Morana, uno de los muchos que se alimentan de los poros del Moncayo, de sus cumbres ásperas, de sus huecos senos en los que, como describía Bécquer, viven unos espíritus diabólicos que durante la noche descienden por el bosque poblando estos rincones; entre estos espíritus, lo más peligrosos son los gnomos que deslumbran a las jóvenes insinuándose con dulces palabras y... ––¡cuidado Pilar, cuidado María José!––. Nada tranquilas son tan solo leyendas becquerianas.
Cauce encajonado.
               El barranco se va cerrando entre grandes rocas de formas caprichosas. Una caseta con pétrea mesa, en el que nos retratamos todo el grupo, nos anuncia que estamos alcanzando la presa que abastece a la central eléctrica de La Morana, cosa que hacemos no sin dificultad pues la humedad que reina en este lugar, complica avanzar con seguridad algunos tramos.
              Seguimos caminando junto al cauce encajonado que lleva las aguas hasta la presa: A partir de aquí, la vegetación se va cerrando tanto que, a falta de machete, Alfredo va despejando con unas tijeras de podar, pues en algunos momentos se hace complicado avanzar entre las zarzas cuyos pinchos se encaprichan con nuestra ropa y nuestra piel. El bello entorno salvaje de este barranco nada tiene que envidiar a otros de macizos montañosos más reconocidos.
A falta de machete, buenas son unas tijeras.
Barranco de La Morana.
            Las aguas, que nos acompañarán durante todo el ascenso, se encaprichan con nuestras emociones; aguas que nos muestran su descender bajo una densa vegetación; aguas que salvan pequeños obstáculos envolviéndolos con su discurrir a base de pequeños saltos y tranquilos (pocos) remansos; aguas cuyo rumor pone la estampa sonora en La Morana; aguas que enamoran a los que contemplamos este hermoso paisaje.
              Cierras los ojos, te tapas los oídos; abres los ojos, te destapas los oídos y¡zas!, si existiera el paraíso estaríamos en él.
Salvando obstáculos.
            ¡Ah, amigos, pero todo tiene su precio!, una y otra vez hemos de vadear el barranco sobre piedras mojadas en algunas ocasiones, y sumergidas en otras; a veces hemos de improvisar algunas ramas para poder asirnos y no caer; en otras hemos de buscar algún paso alternativo, que no fácil, para cruzar a la otra orilla; otras hay que hacer uso de las tijeras de podar, en otras... ¡Uf!, como buenamente podemos, uno a uno, vamos salvando estos obstáculos (calculo que una docena de vadeos) que acompañados de algunos otros, nos van ralentizando el avance. Hay quien no ha podido evitar, cual termómetro, comprobar la temperatura del agua. Se trata del precio que hemos de pagar para recorrer estos impresionantes y bellos senderos, no cabe duda de que los ocho, el agua y la vegetación estamos condenados a entendernos.
Bajan bravas las aguas de La Morana.
Uno a uno, vamos pasando.
Sigue el espectáculo.
              Seguimos remontando el barranco, a nuestra derecha el de Valdealonso, nacido en las faldas del Pico Lobera, nos da un respiro ya que el caudal que aportan sus aguas disminuyen la del que nos queda.
         El Barranco de La Morana va ensanchando sus fauces, a  nuestra izquierda un canchal nos invita a recorrerlo y quitarnos algo de ropa pues el sol ha hecho acto de presencia y presenta un día impropiamente espectacular.
            Descendemos al fondo del barranco para remontarlo y admirar otro espectáculo, esta vez protagonizado por algunos saltos que parecen asemejarse a las Gradas de Soaso (estamos en el Moncayo). Algunos rincones helados aportan una pincelada que nos recuerda que, aunque parezca mentira, estamos en invierno.
Gradas de..."La Morana"
Salto.
"Para el pacharán"
Yo también estaba.
           La vegetación va cambiando, ahora son erizón, retama, sabina rastrera, enebro y, cómo no, el acebo, las especies que engalanan nuestro recorrido que, dicho sea de paso, se ha olvidado de ponernos obstáculos mostrándose más amable con nuestras garras.
              Alcanzada la pradera de la Hoya del Horcajuelo nos desviamos más de noventa grados hacia la izquierda (S.É.) para afrontar los últimos trescientos metros de distancia que nos llevan al Collado del Alto de los Almudejos. A la izquierda tenemos la Muela de Horcajuelo y en el suelo, un atractivo prado que  invita a sentarnos y dar cuenta de la metralla alimenticia que aquí, con este sol, un bello paisaje y la bota de vino de Toño, ¡sabe a gloria!.
Muela del Morrón.
Corrales de Horcajuelo de Arriba.
               Frente a nosotros, hacia el S.E., asoma la Muela del Morrón, cumbre que proyectábamos alcanzar, pero la demora en la subida nos obliga a abortar. Más a lo lejos, asoma la Sierra de la Virgen, un poco más a la izquierda la de Vicor...
            Ahora toca descender por un suave sendero que, tras pasar junto a las ruinas de los Corrales de Horcajuelo de Arriba, nos acerca hasta los Corrales de Horcajuelo de Abajo, recientemente rehabilitado.
         Un pequeño vistazo y seguimos descendiendo, no hay que fiarse estamos en fechas de pocas horas de luz, por lo que seguimos la marcha que ahora discurre por un agradable prado que nos coloca en el sendero PR-Z.3 para adentrarnos en el barranco de Horcajuelo.
Corrales de Horcajuelo de Abajo.
¡Qué habrán comido!
Descendiendo.
           A diferencia del de La Morana, este barranco es más abierto, la vegetación es menos densa pero por eso no menos atractiva. Aquí cobran más protagonismo las formas caprichosas de las grandes rocas que se asoman al sendero  luchando por mantener la verticalidad. Destaca sobre todas, la llamada "Torre de Morana" que, cuentan, flanqueaba el camino que seguían los segadores cuando, desde esta zona, marchaban hacia los campos de Castilla.
          Un poco más abajo, otra roca que el tiempo ha esculpido la llaman "la Esfinge".
Torre de Morana.
La Esfinge.
Atardeciendo.
               Comenzamos a ver como el barranco empieza a filtrar agua y, de nuevo, toca vadear el cauce, cosa que hacemos con la extraordinaria experiencia adquirida a lo largo de la jornada.                 Cuando nos encontramos cerca del abrazo del barranco del Horcajuelo con el de La Morana, la vegetación vuelve a ser abundante. 
             Hemos cerrado el círculo de tan bello y salvaje recorrido, solo queda volver sobre los pasos de la mañana para alcanzar el aparcamiento.
             Una breve parada en Borja para remojar el gaznate y "cada mochuelo a su nido".
         Buena jornada la de hoy, alguna dificultad compensada con este bello y solitario entorno. No es de extrañar que no hayamos visto ni un alma, el barranco de Morana se las trae, máxime en esta ocasión en el que presenta un gran caudal.
            Ya he comentado que han sido varias las veces que he transitado por "aquestos lares", por estos bellos rincones cargados de leyendas, cruzadas sus aguas, probadas las caricias de sus zarzas, mamado de las emociones de sus leyendas, y siempre he tenido la gran fortuna de avanzar por estos senderos con gentes que, como las de hoy,  les une la pasión por la montaña. Gracias amigos.
               Hasta pronto
Datos técnicos (El track, pulsando sobre la palabra wikiloc del mapa)


3 comentarios:

  1. Una delicia leerte, tan ágil el verbo.
    Lástima no estar en forma para acompañaros, pero todo se andará.

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  2. ¡Buena andada, zagales! ¡Cuánta agua bajaba!
    Algún gnomo suelto habría, pero estaría en el agua o en el bosque de acebos.
    Un placer leeros.

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  3. Hola.

    Para mi el barranco de la Morana, es la joya del parque natural, una joya cada vez más frecuentada, donde ahora "casi" hay hasta un sendero que lo recorre, porque antes el machete era "imprescindible".

    Con lo que nevó en su día y los calores, la nieve se ha fundido y los barrancos bajan bien cargados.

    Un saludo

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