Antes de empezar me veo en la obligación de hacer unas recomendaciones para quienes, animados por esta humilde página, quieran realizar esta agradable ruta que, sin ser difícil, presenta algunos puntos a destacar:
- No hay pasos con mucha dificultad, aunque el sendero, en algunos tramos, transita por lo alto de algunas paredes y no convendría medir su altura; cuando discurre por la parte baja, tanto los posibles escaladores como las cabras que por allí pululan, pueden provocar alguna caída de piedra sobre el coco.
- En algunos tramos, el sendero desaparece comido por la vegetación o por las aguas del pantano en su estado de máximo nivel, como ocurre en esta ocasión. Cargar un buen track en el GPS es muy recomendable.
- Y como última recomendación, no ser pardillo como yo y evitar realizar la ruta en pantalón corto (mis piernas son testigo de ello).
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Torre de la iglesia de San Miguel |
A lo nuestro. En estos momentos en que uno huye de harinas contagiosas nos vamos hacia un rincón del Campo de Cariñena en el que los virus deberían hacer muchos kilómetros para alcanzar a este par de individuos de edad "vulnerable". Pues eso, de momento, la Covid-19, que nos espere sentada.
Como estamos cerca no madrugamos y en poco más de media hora estamos entrando, por la calle Mayor, del pueblo de Mezalocha, localidad en la que todo parece estar construido alrededor de la iglesia de San Miguel, templo de construcción tardía mudejar y barroca del siglo XVII. Aquí anduvieron romanos y árabes, hasta ser "reconquistado" en 1610.
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Iglesia de San Miguel |
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Viñas |
Dentro del término municipal se encuentra la aldea de Aylés, antigua heredad que perteneció al monasterio de Santa María de Juncería, donación, hecha en agosto de 1175, por Alfonso II de Aragón ("el casto", rey de Aragón y conde de Barcelona).
Nosotros nos vamos camino del el embalse de Mezalocha; lo hacemos abandonando el pueblo por la calle del Barranco, vía que divide al pueblo en dos.
Nos alejamos de la población por el camino de la Heredad, en el que un cartel indica la senda de la margen derecha del embalse, margen en la que, tras cruzar un puente sobre el río Huerva, "et nos sumus".
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Embalse de Mezalocha |
Las viñas están a punto de ser vendimiadas: garnachas, cabernet sauvignon, syrah, tempranillo, merlot, macabeo... reposarán en las bodegas para regalo de los amantes de los vinos de D.O.P. Cariñena.
Pronto alcanzamos la presa del embalse; aquí no es el vino, aquí son las aguas del Huerva las que reposan desde 1903 en que se construyó el actual dique, sustituyendo al anterior de 1746 que, veinte años después, reventó y causó grandes daños en todo el curso del río, principalmente en el municipio de Muel causando graves
daños en la ermita Nuestra Señora de la Fuente, cimentada sobre la presa
romana de Muel.
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Presa del embalse. Bajo la casa se aprecian los restos de la primitiva |
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Entre agua y paredes |
Una señal indica nuestro camino, el sendero PR-Z45, que bordea todo el embalse.
Pronto estamos caminando prudentemente bajo los impresionantes escarpados cantiles de la Peña del Moro, el terreno está algo descompuesto y, abajo, las aguas del embalse no quieren que las removamos. En las paredes se adivinan algunas vías de escalada. Una placa, recuerda a dos escaladores que dejaron aquí sus vidas en 1964.
Esta primavera ha sido bastante generosa, por lo que el aspecto que presenta el embalse, a pesar de encontrarnos en época estival, es envidiable.
Eso en el cielo, aquí abajo un cabrito sigue los pasos de mamá cabra; el macho cabrío, de rubio flequillo, debe andar sumido en alguna campaña electoral, allende los mares.
Un hito tamaño XXL, al que se encarama Maite, nos indica que estamos en el punto más alto de la jornada. El paisaje, desde aquí, nos muestra un Moncayo sin canas (ya vendrá la nieve), así como las sierras del sur de Zaragoza como las de Algairén, Vicort, La Virgen, etc.
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El Moncayo |
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Maite en el balcón. |
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Hay que dar la vuelta, esto no sigue. |
Descendemos unos metros, para asomarnos sobre una roca que se erige en el vacío, un improvisado balcón sobre el embalse de Mezalocha; en la otra orilla adivinamos el camino que recorreremos de regreso. También se divisan algunas construcciones de la aldea de Aylés y su imponente bodega.
Poco a poco vamos descendiendo hacia un barranco seco que cruzamos para alcanzar las orillas del río. La vegetación se torna en la propia de ribera poblada de chopos, álamos, sauces, etc.
Aquí sí que conseguimos descubrir un sendero que, lógicamente, seguimos. ¿Lógicamente?, intentamos seguir, incluso salvando algún cañaveral, hasta que, bajo una pared que miramos una y otra vez por si alguna piedra se desprende, se nos pone "cara de camionero metido en calle de aldea guiado por el navegador GPS".
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También tenemos manos |
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Puente de Aylés |
Toca desandar un tramo y trepar unas rocas que nos llevan, de nuevo, a lo alto. Ahora sí, ahora la senda nos guía hasta las proximidades de Aylés en donde un puente nos traslada a la margen izquierda.
Aunque hoy comeremos en casa, es un buen momento para hacer un alto y echarnos un tentempié a base de almendras del Matarraña y unos tomatitos "cojón de obispo", estos de Caspe.
Dura poco el descanso, las moscas se están cebando con las heridas de mis piernas, así que ¡hale, a caminar!.
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Cojón de obispo |
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Entre espartos y férulas |
Poco más adelante hemos de cruzar el barranco de Valderva, una alambrada metálica con su puerta cerrada lo impide, por lo que recorremos la valla hasta su final para, con algo de riesgo, salvarla y recorerla por la parte opuesta, con el barranco allá abajo. ¡Cagüenlá!, alguien había roto la alambrada para poder pasar sin problemas y nosotros, pardillos, sin enterarnos.
En esta orilla algo hemos ganado, el sendero es visible, se abre paso entre espartos, férulas secas, carrasca, etc, ascendiendo por una pequeña chimenea a la parte superior del paredón en el que se alojan gran cantidad de buitreras. Por debajo de nosotros, vemos despegar varios ejemplares de buitres.
A nuestra izquierda, grandes paredones nos muestran el ir y venir de los buitres cuyos graznidos delatan su presencia.
Aunque nada que ver con la anterior excursión por Guara, comienza a hacer algo de calor y los deseos y nuestras piernas nos colocan en la presa del embalse, es decir, en la orilla opuesta a la del principio. Desde aquí se aprecian los restos de la primitiva presa.
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¡Vaya escultura! |
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Llegando a Mezalocha |
Tan solo nos queda remontar unas escaleras para alcanzar las calles de Mezalocha, montar en el "buga" y marchar a la Caesaraugusta y tomar unas cañas en el bar Federico de nuestra calle, calle que desemboca en un río. Es el Huerva que pronto, quizá por vergüenza, se esconde bajo la urbe para aparecer cerca de su desembocadura en el Ebro. Aquí también le llamamos "Güerva", es el pariente pobre del Valle, no por eso menos hermoso. En su recorrido esculpe la roca creando espectaculares hoces, lame muros y tapias y no digo que los lava pues sus aguas apenas podrían hacerlo, lavar tampoco supiera, que lavar, según sé, limpieza indica y él, mi río, es albañal de puro sucio.
Datos técnicos
(El track, pulsando sobre la palabra wikiloc del mapa)
cómo nos evoca los años adolescentes y las primeras salidas y prácticas de uñicas y rappel en los roquedos.
ResponderEliminarSin ninguna duda, eran tiempos en los que, aquel régimen no podía evitarlo, éramos más jóvenes. Por cierto, conozaco tropecientos Fernandos, me gustaría identificarte y, seguro, me llevaré una gran sorpresa. Un abrazo
ResponderEliminarHola.
ResponderEliminarSi que vienen bien unos pantalones largos, ese tramo monte a través las piernas lo agradecen, pero a cambio puedes ver cómo los buitres emprenden el vuelo a escasos metros.
Una circular, que puede parecer sencilla, pero para los no habituados, tiene su complicidad.
Un saludo
Complejidad.
EliminarGracias Eduardo. Efectivamente, llevo las piernas como un cromo pero valió la pena realizar ese sorprendente, y en algunos tramos "complejo"recorrido. De ahí que en la crónica lo haya indicado.
EliminarUn saludo