martes, 1 de febrero de 2022

ALTO DE GUAJARA (Tenerife) (circular)

Día 20 de enero de 2022 
Un pedacito de Tenerife
        Huyendo del frío invernal nos vamos a las "Islas Afortunadas o Bienaventuradas",  apelativo originado en la mitología de la antigua Grecia que relaciona a las Islas Canarias con su paraíso.
        Como de costumbre, en un rincón de las maletas queda un espacio para las botas de trekking (por si las moscas) y, hale!, nos vamos al sur de Tenerife, isla de contrastes (y de recuerdos para nosotros dos), islas en las que las estaciones del año son cuatro: primavera, primavera, primavera y primavera. Aunque, realmente, el entorno en el que vamos a desarrollar la ruta de hoy, la vegetación delata que un poquito sí, que enero pinta al Teide de fuego y carbón.
El Teide intentando despertar
        Instalados en el norte, en la verde y turística ciudad de Puerto de la Cruz, tomamos una "guagua" (sí, es así como denominan en las islas a los autobuses) y en menos de dos horas estamos bajo la mirada de la montaña más alta de las Hispanias, una especia de Moncayo, pero a lo bestia, con su cierzo particular y, como aquel, con la "cabecica" cubierta de canas.
        Sí, el Teide con sus 3715 metros, impresiona cuando echas la mirada hacia él; en estos días es prácticamente inaccesible pues el refugio de Altavista está cerrado, dicen que por la pandemia (¿?), y el teleférico, el 90% de los días no funciona por el fuerte viento que azota esta zona de las Cañadas del Teide.
Buenos días, padre Teide
Alto de Guajara
        Nosotros hemos decidido subir, o al menos intentarlo, a esa otra montaña que mira con humildad al gigante de Canarias: el alto de Guajara, que con sus 2715 metros es el tercero en altura de la isla, el más alto de los que constituyen el anfiteatro natural de Las Cañadas del Teide.
        Son pocas las montañas que carecen de leyenda;  de esta, se cuenta que una antigua princesa guanche se despeñó por esta montaña tras conocer la muerte de su amado en la batalla de Aguere. La princesa se llamaba Guajara.
        Bajo la atenta mirada de los Roques de García (el del centro, el Roque Cinchado, se hizo famoso como imagen de una de las caras del billete de mil pesetas), arrancamos a caminar desde el Parador Nacional de las Cañadas (2152 m.). La temperatura y el viento nos obligan a protegernos; "no problem", los de Zaragoza estamos más que acostumbrados a ambos fenómenos meteorológicos.
Roques de García. En el centro, el Roque Cinchado
Tajinastre rojo
        Tomamos el sendero S-4 que se abre paso entre las plantas que consiguen desarrollarse en este indómito territorio, como la retama del Teide, la hierba pajonera, el codeso, la violeta del Teide, el alhelí, el rosalillo de cumbre y la planta más espectacular: el tajinaste rojo. Lástima que en estas fechas, todas ellas carezcan de la flor, cuentan que en primavera todo el parque es una verbena de color.
        Pronto nos adentramos en una pista, la que llaman de Las Siete Cañadas. Por ahora el camino es cómodo lo que nos permite ir echando la vista al paisaje: la cumbre del Teide se esconde bajo las nubes (ya escampará); las cañadas muestran los colores que el volcán, a lo largo de sus múltiples erupciones, pintó de gala; pasamos junto a los roques del Capricho y del Muchacho, grandes bloques de lava esculpidos por los vientos. Mires a donde mires, la gravedad es la única sensación que nos convence de hallarnos en el planeta Tierra.
Roques del Muchacho. Detrá, el Alto de Guajara
En la degollada de Guajara
        Dejamos el camino de las Siete Cañadas para atacar el S-5, este ya nos calienta algo más que las tabas.
        Maite me precede, se nota que ha desayunado lo suficiente pues lleva un buen ritmo, además tenemos que hacer la ruta en menos de cuatro horas si no queremos perder la guagua de regreso y dormir al raso.
        Alcanzada la degollada (collado) de Guajara (2380 m.), el paisaje se abre hacia el sur de la isla, la bruma nos impide ver todo lo que quisiéramos; hacia el norte, el Teide anda desnudándose aunque, como acostumbra el Moncayo, sigue con "la cabecica tapada".

Desvío hacia la cumbre
        Seguimos el camino, nuestras botas se tiñen de negro; nos da la impresión de caminar por otro planeta en el que el viento del sur empapa el paisaje de aromas imposibles,
        Poco a poco vamos ganando altura, una señal nos indica el desvío hacia la cumbre de Alto de Guajara (2715 m), un espléndido mirador sobre el anfiteatro de forma la Caldera del Teide con el gran pico, así como las llanuras de las cañadas, el volcán Pico Viejo y los Roques de García coronando el espectáculo.
        Este lugar albergó la primera estación astronómica de montaña del mundo. Hasta allí subió el astrónomo escocés Charles Piazzi Smyth con su telescopio en 1856 para demostrar, por primera vez, que los sitios de gran altitud permitían la mejor observación astronómica. Más tarde, en 1910, otro astrónomo, Jean Mascart, instaló otro observatorio para estudiar el comportamiento del cometa Halley en su acercamiento a la Tierra. Aún quedan en pie los restos de los muros que se levantaron, restos que también a nosotros nos sirven para disfrutar de este singular paraje.
Desde el viejo observatorio de Jean Mascart
En la cima del Alto de Guajara
Un zoom de la cima de Teide
Por el acantilado de la Bocaina
        Pero como no podemos perder la guagua de vuelta, pronto estamos descendiendo unos metros para tomar el S-31, un sendero que se la trae, principalmente cuando se deja caer vertiginosamente por el acantilado de la Bocaina, un tramo en el que, entre otras cosas, hay que extremar los sentidos porque transita junto a una pared que, en algunas ocasiones, cuando sopla el viento, caen piedras sobre la senda.
        Salvada esta tachuela, el paisaje se va abriendo hasta alcanzar la degollada de Ucanca (2420 m.). Antes de seguir, echamos un vistazo hacia el noroeste, llamándonos la atención los colores de las rocas pintadas de azul turquesa: se trata del paraje denominado "Los Azulejos", Son tonalidades del mundo volcánico asociadas a alteraciones hidrotermales, cercanas a fracturas que al estar en contacto con intrusiones de magma o rocas calientes provocarían una coloración azul verdosa en algunas partes del entorno.
Los Azulejos
Bajo el Teide, sus cañadas y aquí: un servidor
        De nuevo, un fuerte, pero cómodo descenso, nos deja en el Camino de las Siete Cañadas, cerrando así el círculo que nos devuelve al parador; aquí en la terraza con vistas al padre Teide y a los Roques de García, la "Dorada" nos recompensa del esfuerzo realizado.
        Para gentes de la península, como nosotros, este entorno nos sorprende. Nos sorprende por la majestuosidad del circuito, por la avidez de la caldera, por la música que captura ese infinito paisaje. Cada rincón muestra un universo exquisito, aquí los bosques son de esmeralda y fuego y el aire de las faldas del Teide nos regala un dulce sonido de flauta.
        En un par de días volveremos a disfrutar de este paisaje en el ocaso de la tarde y, ya de noche, miraremos arriba para contemplar un techo de estrellas que solo se puede disfrutar en estas montañas de Canarias.
        En esta ocasión no me despido con el habitual "hasta pronto". Entre las primeras y últimas líneas, un paréntesis: el de una madre que se va, una madre que veintidós años atrás nos dejó huérfanos de su energía y ahora de su vida.
        Ahora sí, hasta pronto

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Datos técnicos:
Recorrido
Perfil:
Distancia, 10, 6 Km.
Desnivel positivo, 683 m
Desnivel negativo, 683 m.


 


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