lunes, 24 de junio de 2024

CAMINANDO POR EL PARAÍSO (Cruces y río)

        Eran los primeros andares de este humilde blog, en algunas de las crónicas (o relatos) en las que describía los andares por las montañas (unas más altas que otras) o por los valles en los que corrían las aguas, o mojando la mirada en los bellos lagos glaciares. Pues bien, algunos de ellos los adoptaba para esa especie de paraíso particular que me iba construyendo.
            Y mira tú que, años después,  descubrimos que "el Paraíso existe", pero no aquel que nos contaban en la escuela, ni tan siquiera el que mi imaginación, rincón a rincón, iba componiendo; tenía que ser, aquí en el sur de Aragón, en el que un río, un valle, unas aldeas nos hayan enseñado que sí, que este paraíso existe.
Este Paraíso
            Nos encontramos todavía en el sur de Aragón, disfrutando de unos días en este lugar donde el río Torrijas recibe las aguas del encantador "Río de los Paraísos". Ignoro la toponimia de este nombre edénico, que otorga su esencia a un valle de ensueño. Quizás sea por la transparencia cristalina de sus aguas, o por la inigualable belleza del valle esculpido por su curso, o por las aves que se esconden en su denso y mágico bosque, o tal vez por las dos aldeas que descansan plácidamente en sus orillas. No lo sé con certeza, pero hasta las cruces aquí parecen rendir pleitesía a este humilde río.
        Es por esto que hemos decidido, en un par de jornadas, aventurarnos a descubrir qué es eso del Paraíso. Una tarea harto complicada para nosotros, que somos más de estar con los pies en la tierra que con la cabeza en los cielos. Pero, quién sabe, tal vez logremos algo. Al fin y al cabo, siempre podemos decir que lo intentamos, aunque sea por puro entretenimiento.
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Las Cruces del Paraíso

Día 19 de junio de 2024
        Después de nuestro rutinario baño ceremonial, con el desayuno todavía revolviéndose en el estómago, nos lanzamos a caminar desde el mismísimo balneario de "El Paraíso". Enseguida cruzamos un puente que lleva a unas caballerizas que, por su aspecto, no ven un caballo desde que los "burros andan sueltos".
Caballerizas 
        Pronto nos topamos con unos hitos de piedras que, dicen, han colocado los entusiastas de la Asociación de Montañas de Manzanera. Vaya mérito, ¿verdad? 
        No tardamos en alcanzar el cruce con un sendero que viene del pueblecito de Los Cerezos, como si este rincón del mundo fuera la meca del senderismo. Avanzamos sigilosamente (por no interrumpir el canto de los pájaros) por un camino trazado sobre tierra rojiza, eso sí, ganando altura.
Rojo sobre rojo
        Pasamos junto a las ruinas de unas viejas construcciones, junto a las que crecen plantas, como la "jurinea pinnata", también conocida como "escobilla", un nombre tan exótico como su aspecto. 
Algún día fue cobijo
        No tardamos en llegar a un cruce de caminos que, por suerte, nos indica la dirección a seguir para alcanzar las famosas cruces. A la izquierda, una cabaña en buen estado parece un refugio ideal por si las nubes traicioneras, que nos acechan, deciden descargar su furia sobre nosotros. Es fácil imaginar lo dura que es, y fue, la vida de los pastores por estos lugares.
Vistas hacia el Valle del Paraíso
        Finalmente, alcanzamos la piedra sobre la que se encuentran "Las Cruces del Paraíso", un mirador de lujo sobre el valle del mismo nombre, que en un par de días recorreremos, si es que sobreviven nuestras piernas. 
        Aunque somos más de Barrabás que de otra cosa, no perdemos la oportunidad de hacernos unas fotos en lo alto del "Gólgota turolense". Porque, al fin y al cabo, un poco de drama nunca viene mal para el álbum de fotos.
En las Cruces del Paraíso
        Empieza a llover y, cómo no, nosotros, tan listos como siempre, hemos salido con unas mochilas de paseo. Ni capa, ni paraguas, ni siquiera una triste bolsa de plástico (menos mal que las enormes sabinas que crecen en estos montes, nos protegen débilmente). Pero, como la lluvia afloja un poco, decidimos desandar el camino hasta el desvío para decidir si volvemos o seguimos con la ruta circular.
Sabina
        Maite, con su eterna sabiduría, suelta: "––Si estamos todos los días metidos en remojo, ¡qué más da que nos mojemos hoy también! Pues nada, seguimos "p'alante"." Así que, obedientes y optimistas, continuamos.
        No llevamos ni 200 metros más cuando, sorpresa, no llueve, ¡graniza! Las piedras de hielo, como por arte de magia, se empiezan a derretir poco a poco y, por fortuna, desaparecen.
¡Ya escampa!
        El sendero se adentra en un bosque hermoso, con vegetación densa, pintada de verde musgo. Solo faltaría que apareciera un duende o un hada con su barita mágica para indicarnos el camino, porque el río se ve allá abajo y, claro, tenemos que descender hasta el fondo del valle.
        Llegamos al barranco de Mela, y según mis geniales indicaciones, este sería el punto para bajar. Pero como no lo tenemos claro (y cuando digo claro, me refiero a que no vemos nada claro), seguimos el sendero marcado. Más adelante, ahora sí, el camino desciende con entusiasmo hasta alcanzar la llamada "carretera" de Abejuela (lo de carretera es, por supuesto, un chiste).
Las cruces, desde el descenso
        Estamos sobre la aldea de Paraíso Bajo. Podríamos bajar hasta allí, pero como ya recorreremos el valle en un par de días, decidimos regresar al balneario por la famosa "carretera".
        Ha sido una ruta circular de lo más agradable, que sin exigirnos grandes esfuerzos, nos ha llevado por un camino lleno de sorpresas, en el que no han faltado flores, vistas, bosques, historia y, por supuesto, ¡granizo!



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Ruta fluvial del Río de los Paraísos

Día 21 de junio de 2024
        Seguimos en este edén turolense, para hoy vamos a recorrer el río que bautiza su valle, no con agua bendita, sino con rincones cargados de sosiego.
        Nada más finalizar con nuestras actividades matinales, comenzamos a caminar cruzando el mismo puente que en la salida anterior, pero pronto estamos tomando un agradable sendero, en dirección sur, que discurre por la margen derecha del "Río de los Paraísos".
Primeros pasos
        Me resulta arduo describir con precisión los incontables rincones donde las aguas del río se funden con todo lo que las rodea. Es en estos parajes donde esas aguas, como un espejo hechizado, reflejan con delicadeza los colores que, en fechas como esta, se engalanan con su mejor atuendo. Los matices del entorno se tornan vibrantes, y el paisaje entero se transforma en un lienzo vivo, donde la naturaleza despliega su grandioso espectáculo de luz y color, capturando la esencia efímera de la belleza estacional.
Río de los Paraísos
        Tras pasar bajo la carretera de Albejuela, el sendero decide juguetear entre el río y esas imponentes murallas de roca y conglomerado (el Castillo). Y justo cuando comenzamos a sentirnos como exploradores intrépidos... ¡zas!, tremendo sobresalto: una gran piedra se desploma justo en el tramo que acabamos de cruzar. ¿Milagros del Paraíso o simple capricho de la gravedad? Quién sabe, pero vaya forma de ponernos a prueba.
¡Salvados!
            ¡Ah, las pasarelas! Esas traviesas de madera que nos llevan a una u  otra margen del río, como si tuvieran el mapa exclusivo. Y ahí vamos nosotros, solitarios caminantes, cruzando de una margen a otra.
Pasarela
        En este camino, ¿qué encontramos? ¡Una vieja tumbona desvencijada!, testigo silente de tantos sueños rotos y traseros cansados. Alguna vez, quién sabe cuándo, un pastor, con sus ovejas aburridas, decidió que era buen lugar para sestear. O tal vez un solitario caminante, perdido en sus pensamientos de poeta fracasado. O, mejor aún, un monje, que probablemente se cansó de sus meditaciones y prefirió el consuelo mundano de una siesta bajo el sol. ¡Qué ironía! Todos buscando su pedacito de Paraíso, y todos cayendo en la misma vieja tumbona, igual de desgastados que ella.
Esa vieja tumbona
        A nuestra izquierda, se alzan las encantadoras casas de "Paraíso Bajo", una pintoresca pedanía de Manzanera a la que nos acercamos. 
        Nos encontramos con una de sus vecinas con la que entablamos una "charradica", tras lo que llevados por sus consejos, nos damos un garbeo por las dos calles del pueblecito.
Un rincón en Paraíso Bajo
        Hace treinta años, esta aldea quedó desierta, pero poco a poco, gracias al esfuerzo inquebrantable de un matrimonio y esta mujer, como el ave fénix, el pueblecito está renaciendo de sus cenizas. Sus calles se están transformando en un museo dedicado al sosiego, donde cada rincón invita a la tranquilidad y al disfrute de su serenidad atemporal.
Una de las dos calles
Calles o museo
        Pero, amigos, hay que seguir, porque queda más río por remontar. Así que volvemos a las orillas de esta caudalosa narración, un tramo tan encantador como el que nos trajo hasta aquí, con sus vicisitudes y encantos, su bravía y sus remansos, escondidos en esta especie de jungla.
¿Jungla?
        El sendero, poco a poco, se va elevando hacia la carretera de Abejuela. Bueno, digo carretera, pero parece más una pista de carreras del pasado, donde el asfalto se pelea con la tierra por ver quién manda en esta particular partida de parches.
        Llegamos al cruce de "Fuente Tejeda", pero lo dejamos para más adelante, porque ya divisamos las construcciones de "Paraíso Alto" y hacia allí nos dirigimos con paso firme.
        A diferencia del  "de Abajo", ese sosegado museo, "Paraíso de Arriba" desprende una aura de espiritualidad y, además, un paisaje que quita el hipo.
Paraíso Alto
        Paraíso Alto, barrio de Manzanera que en los años 60 vio a sus vecinos hacer las maletas y desaparecer, dejando atrás casas y corrales que poco a poco se desmoronaron hasta casi convertirse en ruinas. Pero hace unos diez años comenzó su resurrección, empezando por la ermita de Ntra. Sra. de los Dolores, templo al que tenemos la suerte de entrar, gracias a un albañil bondadoso que nos abre la puerta (de la ermita, no del más allá). El resto de habitantes que hemos visto han sido un gato y un perro.
Ermita
        Hasta aquí hemos llegado, entre río y bosque, entre asfalto y tierra, entre ruinas y resurrecciones, porque aquí, en estos parajes, cada piedra cuenta una historia.
        Regresamos hasta el desvío de Fuente Tejeda, tomando una pista que nos lleva a ese entorno natural, envuelto de pinares y sabinas. Deberíamos haber gozado de su manantial, de su cascada, de su arroyo, pero la ausencia del preciado líquido nos ha privado de esa imagen.
Fuente en el estío
            No obstante, aprovechamos la presencia de algunas mesas y bancos, discretamente escondidos en el bosque, para entregarnos al placentero ejercicio de aligerar el lastre gastronómico de nuestras mochilas. Sería difícil encontrar, en cualquiera de las guías hosteleras, que tan de moda están, un restaurante como este, donde el silencio es interrumpido solo por el canto de algunos pájaros, como la melodiosa curruca capirotada y algún diminuto carbonero.
            Arriba, se escucha el susurro de las copas de los árboles que nos rodean, animadas por la suave brisa que, en este día, tenemos la fortuna de disfrutar.
Paisaje desde el camino de Tejeda
        Ahora solo nos resta regresar, cosa que hacemos por la VF-TE-20, rumbo a nuestro "refugio", para, mañana, disfrutar del último día en este sorprendente y relajante rincón de Aragón. 
Regresando
        Con nostalgia nos despediremos de los primeros rayos de sol, que pintaban de blanco las hojas verdes, testigos del juego travieso de las ardillas. Nos llevamos el recuerdo de las melodías matutinas de los pájaros, que se mezclaban con el vapor de las aguas termales, creando un concierto natural que ahora quedará solo en la memoria.
Nuestra amiga la ardilla
        El murmullo de los ríos, la serenidad de los valles, y la majestuosa presencia de los cerezos, todo queda atrás. Manzanera y sus aldeas, con su encanto de antaño, se convierten en un suspiro, un eco lejano de felicidad y paz.
        Nos vamos, pero el Paraíso se queda, inmutable, esperando quizás nuestro regreso o el de otros viajeros que, como nosotros, buscarán en este rincón de Aragón un lugar para soñar. Con un adiós en los labios y el corazón lleno de gratitud, dejamos atrás este edén, llevando con nosotros su esencia.
        Hasta pronto

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2 comentarios:

  1. Pues vaya, me contaron que el "Paraiso" era distinto, en mi juventud. Gracias amigos

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  2. Extraordinaria la crónica y fotografías. Gracias José Luis..!!!!

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