jueves, 20 de junio de 2024

PICO PEÑARROYA (Circular desde Alcalá de la Selva) Y ALGO MÁS

            Me considero afortunado de pertenecer a esa generación donde los viejos llevamos en los ojos un niño travieso. Sí, ya sé que los niños de hoy nos ven como venerables ancianos. Pero me queda la esperanza de que mis nietos, cuando alcance la cima sin bajada, me recuerden como yo recuerdo a mi abuelo Vicente. Al menos esa es la idea.
        Pues mira tú por dónde, el abuelo José Luis está como las pilas Duracell, ¡nunca se agota! Para prolongar su existencia hasta el infinito y más allá, Maite y yo hacemos nuestros esfuerzos. Hacemos ejercicio (bueno, ella más que yo, que trabajar "el ganchillo" cuenta como actividad física, ¿no?), intentamos comer de manera decente (aunque eso sí, no decimos que no a una birrita de vez en cuando, que alegra el espíritu y lubrica las articulaciones). Y cada tanto, nos vamos a hacer "retiros espirituales" en algún balneario. Ahí no solo "tomamos las aguas" con toda la seriedad del mundo (como si fuéramos a sanarnos de alguna enfermedad medieval), sino que también nos dedicamos a explorar los alrededorcitos. ¡Qué más da si esos garbeos son solo una excusa para recordar que nos sigue atrayendo el movimiento de garras!
––¡Mientras el cuerpo aguante...!
        Esta vez nos hemos metido de lleno en uno de los balnearios que el Imserso nos ofrece a los mayores, en la sierra de Javalambre, al sur de Teruel: el Balneario de Manzanera “El Paraíso”, un edificio lleno de historia que todavía conserva la belleza singular de la arquitectura de antaño.
"El Paraíso"
     
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Balneario - Manzanera - Balneario
   El primer paseo lo realizamos el pasado día 15, que nos llevó, en un recorrido fluvial, por las orillas del río Torrijas (o Manzanera), entre olmos cabeceros y el canto de pájaros. A su izquierda, el pueblo de Los Cerezos se recuperaba de su noche de fiesta. El recorrido nos llevaba a Manzanera, entrando por la Puerta de Arriba hasta la plaza del Castillo, antigua fortaleza estratégica. Recorrimos la calle Mayor hacia el Portal de Abajo, símbolo del municipio.
En el Portal de Abajo
        
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Chelva en familia
        El día siguiente, el 16, nos dirigimos a Chelva, en Valencia. En solo una hora de camino, ya estábamos deleitándonos con la belleza de este encantador pueblo. Allí nos reunimos con mi hermano Carlos y su esposa Angelina, quienes habían viajado desde Paterna con el mismo propósito que nosotros: disfrutar de un día lleno de hermosos paisajes y de grata y entrañable compañía.
En familia

Caminando hacia la Ruta del Agua, las calles de Chelva delataban que allí habían convivido tres culturas diferenciadas en tres barrios:
  • "Barrio andalusí de Benacacira": La antigua medina árabe de Chelva fue construida entre los siglos XI y XII y se caracteriza por sus soportales, sus casas encaladas y sus callejones sin salida.
  • "Barrio judío de Azoque": los callejones de la judería de Chelva conservan a la perfección el aire misterios de las aljamas medievales. Pasear por ellos es un auténtico viaje al pasado de la localidad.
  • "Barrio morisco – mudéjar de Arrabal": recibe su nombre por haber sido construido en los arrabales del recinto amurallado de Chelva durante el siglo XIV. Entre sus principales monumentos destacan la Ermita de los Desamparados y la Ermita de la Santa Cruz, la antigua Mezquita de Banaeça.
  • "Barrio Cristiano de la Ollería": también datado en el siglo XIV, recibe su nombre por los muchos hornos de cerámica que había en sus calles.
Por el Barrio Árabe
        Entre callejuelas, descendimos a las orillas del Río Tuetar para recorrer la "Ruta del Agua" , aguas arriba, este hermoso tramo en el que el río se encapricha y se funde en una bella estampa, en la que nos sentimos protagonistas cuando, con el lomo agachado, salvábamos 
el túnel de Olinches, excavado en la montaña y que nos transportaba a uno de los parajes más abruptos del río Chelva.
Túnel de Olinches
Río Tuetar
        Llegamos a la Playeta, ese paraíso natural con cascadas y remansos que, por arte de magia, se transforma en una piscina de barrio de los domingos. ¡Qué escena tan idílica sería si no fuera por las omnipresentes sombrillas playeras que los turistas, con su inigualable sentido de la estética, han plantado por doquier! Porque claro, ¿quién podría prescindir de una sombrilla en un sitio donde los árboles ya hacen el trabajo de sobra? Ah, la lógica turística, siempre un paso por delante de la naturaleza.
La Playeta
        Concluimos la jornada, como se tiene que concluir: con unas birras y con una buena comida, pues la distancia geográfica entre los hermanos, es un hecho, impide un contacto más frecuente.
        Aún daremos algún que otro paseo por los alrededores del "Paraíso", pero de momento nos adentraremos en la Sierra de Gudar




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PEÑARROYA
Día 18 de junio de 2024
            Aprovechando que estamos, una vez más, en tierras turolenses, y presos de nuestra curiosidad, nos encaramamos al pico más alto de la provincia para convencernos de que sí, de que "Teruel existe". 
                        Ascenderemos entre piedras y susurros del viento, hasta que la bruma matinal se disipe y el paisaje se despliegue ante nosotros. Montañas y valles se extenderán como guardianes eternos, y en el camino, mil flores abrirán sus pétalos a nuestro paso. Desde la cima, respiraremos el aire puro y sentiremos la esencia de un lugar que muchos dudan. 
Se abren a nuestro paso (hippocrepis scorpioides o ferradurina)
            Eso será después, ahora, ¡a lo que vamos!: 
            La mañana la iniciamos como todas, con nuestro lujoso ritual diario: inhalación de aire fresco, cual aristócrata, sauna para purificar nuestras almas ya de por sí inmaculadas, piscina con burbujas que parecen susurros de sirenas y gimnasia para mantener nuestras figuras esculpidas. Luego, pulverización de extremidades inferiores con agua fría, caliente, fría, caliente... Un proceso que enloquecería a cualquier termómetro. Después, un desayuno digno de reyes y ¡hale, a enfrentar el día con la energía de un ciento de cafés!
¡A lo que vamos!
            En menos de una hora, el buga nos ha acercado hasta las afueras de Alcalá de la Selva (1400 m.), en la misma GR-8, punto en el que, tras ponernos el "calzero montañero" y extender en nuestra epidermis una buena capa de crema solar, iniciamos el camino siguiendo las marcas rojas y blancas durante unos cinco minutos, hasta abandonar dicha GR, para no verla hasta nuestro regreso.
Tras los baños, ¡a gastar energía!
        A partir de aquí, la senda se convierte en un juego de adivinanzas digno de un detective frustrado, y a veces se esfuma como un buen chisme al día siguiente. Ascendemos hacia el norte, hasta una masía en ruinas.
        Continuamos por una vieja vereda de ganado por entre muros de piedra seca, en la partida "Solanas Bajas", un nombre tan evocador que casi huele a polvo y nostalgia. Giramos al noreste y el prado se convierte en un desfile de pinos, como si estuviéramos en el pase de moda arbórea de la temporada.                     Seguimos subiendo suavemente y dejamos a nuestra izquierda, en una cota inferior, la Masía del Hontanar, una joya arquitectónica olvidada por el tiempo.
Masía del Hontanar
        Más adelante, junto a una alambrada que podría haber salido de un catálogo de seguridad de hace cincuenta años, giramos a la derecha y luego a la izquierda, como si estuviéramos en una coreografía improvisada. 
        Ahora, el sendero serpentea por una cañada abrazada por muros de piedra seca, una verdadera obra maestra que prolifera generosamente en estas tierras.
Cañada entre muros de piedra seca
        Iniciamos un tramo más empinado, decorado con majestuosos pinos dispersos, dignos de una postal navideña. Tras unos cuantos zigzags que pondrían celosa a cualquier montaña rusa, llegamos a una pequeña elevación desde donde divisamos la Masía del Corralejo, una obra maestra del abandono y la ruina.
Ganando metros
        Bajo el cobijo solar de los pinos, realizamos una breve parada para hidratarnos y meternos al cuerpo una dosis de proteínas plataneras. 
        Alcanzada la Masía del Corralejo, emprendemos una senda casi invisible que sube con suavidad por las "Solanas Altas", siguiendo las curvas de nivel y regalándonos la vista del urbanizado Valle de la Virgen de la Vega (¡una verdadera lástima!), hasta llegar a la Masía de la Solana, otra más, igualmente en ruinas.
        Desde la Masía de la Solana, el sendero avanza por una impresionante pista forestal que penetra en un exuberante bosque de pino albar (Pinus sylvestris), notable por su excelente estado de conservación y la presencia de antiguos ejemplares de considerable tamaño. Este tramo es verdaderamente impactante debido a la belleza del bosque y la serena soledad del entorno.
Pinar
        Continuamos por la pista hasta que encontramos un cortafuegos que se extiende hacia el noreste, ascendiendo hasta la base del majestuoso Pico Peñarroya. Este camino, aunque más directo, es un considerable atajo en comparación con el trazado original de la pista. 
Avanzando por el cortafuegos
        Emprendemos la subida por el cortafuegos, amplio y sin dificultades, rodeados de la vegetación característica de las praderas de montaña, para en un "empentón" alcanzar la cima del Peñarroya (2028 m.), 
máxima elevación del Maestrazgo turolense; un extenso cerro de monte pinar, con un vértice geodésico de gran altura en su extremo sur. Junto al vértice, se halla un mirador que brinda vistas espectaculares de la imponente Sierra de Gúdar.
En la cima
        Desde la cima, respiramos el aire puro y sentimos la esencia de un lugar que muchos dudan. Teruel no es solo un punto en el mapa; es un latido, un eco de historia y resistencia.
En el Peñarroya
            Además de ser la cima, este solitario paraje, provisto de mesas y bancos de piedra caliza, es sin duda el lugar ideal para hincarnos unos espléndidos bocatas de tortilla y sentirnos los reyes del mundo.
            Pero hay que descender, así que recogemos los bártulos y, ¡hale, p´abajo! En principio descendemos por la misma zona de subida, hasta alcanzar una pista que nos lleva al Collado de la Imagencruce de 3 caminos con señales indicadoras: a la izquierda la fuente de la Chaparrilla, a la derecha Gudar y por el centro Peñarroya.
Descendiendo
        Nosotros tomamos la pista que va en dirección a la fuente, camino que nos alcanza a la GR-8,  que pasa junto a la  Masía de Monegro Bajo, en el que unas vacas y un toro nos observan con extrañeza. Al llegar a la zona de Monegrillo, abandonamos la pista principal para tomar una senda a nuestra derecha. Nos reincorporamos al GR 8, y así, vamos atajando por senderos cubiertos de hierba, serpenteando entre campos y muros de piedra seca. Finalmente, enlazamos con el camino de la mañana y llegamos al final de nuestra ruta.
Este no es vaca
        Antes de regresar, nos damos un garbeo por Alcalá de la Selva.  En el entramado de sus solitarias calles, se adivina la esencia de su pasado árabe, y sobre sus casas se alza, imponente, el castillo que da nombre a la población (el nombre del castillo procede de esa etapa, ya que «al-kalaat» significa «el castillo»).
            Ahora sí, ahora regresamos a la placidez del balneario, ahora no tomaremos las aguas, tomaremos una buena dosis de serenidad y, cómo no,  un par de birras que, ¡caray!, nos las hemos ganado con creces.
Dica lugo


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2 comentarios:

  1. Qué guapiños , que diría la rubia gallega, y juveniles se os ve en en el dibujo Disney.....

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  2. Como siempre: un regalazo. Muchas gracias. No es para leerlo de carrerilla. Hay que disfrutarlo una tarde tranquila, sin prisas, saboreando la prosa de José Luis y el acercamiento que nos prodiga con la naturaleza.

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