domingo, 2 de junio de 2024

BARRANCOS DE PANIAGUA Y CALISTRO (III)

 Día 1 de junio de 2024
        "No hay dos sin tres" y, amigos, es que estas tierras de las Cinco Villas tiene un "no sé qué" que, de vez en cuando, dejamos que nuestras ansias nos trasladen hasta allí.
Biel
        Los mismos barrancos, la misma villa (Biel), la misma estación (primavera), incluso el mismo, o parecido, cielo. Pero los compañeros de ruta, en cada una de las ocasiones que hemos realizado esta ruta, han sido otros. La primera vez, allá en el 2019, íbamos en compañía de una veintena de amigos de Esbarre, grupo al que tras de 20 años, tanto Maite como yo, tenemos el orgullo de seguir compartiendo salidas por la geografía de nuestras tierras.
2019
        Un año más tarde, realizamos la misma ruta con Alfredo y Mª Ángeles, amigos de esos que cuando miras al pasado, muy atrás, no encuentras el momento en el que nació esa amistad que aún perdura.
2020
        Hay otro tipo de amistad, la que se engendra tras muchos años de complicidad en el mundo del trabajo, en compartir, jornada tras jornada, los buenos, los regulares y los otros momentos, en nuestro camino por la senda de la labor.
        En esta ocasión, han sido estos últimos amigos y amigas (algunos con sus respectivos) quienes hemos tenido la suerte de disfrutar de una hermosa mañana. ¿Por qué repetir este camino?: Había que sorprender a estas gentes recorriendo unos senderos a los que, vayas con quien vayas, no defraudan: son un seguro.
Hoy
        Así que ¡vamos al lío!
        Señalamos como punto de encuentro, un popular establecimiento de Erla: Mientras los unos y las otras van llegando, tomamos unos cafés (alguien "algo más") y, ¡hale!, a agitar la ingestión en la sinuosa carretera que, curva tras curva, bache tras bache, nos acerca hasta el aparcamiento del corral de Marinero (Biel lo dejamos para la vuelta).
        Antes de comenzar, nos aplicamos una buena capa de "ungüento" antisolar, pues el día promete ser soleado.
        Comenzamos el camino hasta cruzar una pasarela de madera y, aquí, tomar el sendero que indica hacia el Barranco de Paniagua.
Primeros pasos
        Las aguas, bajan limpias y tranquilas; eso sí, con un caudal generoso que nos ofrece innumerables vadeos. Nos encontramos ante el desafío doble de probar la impermeabilidad de nuestras botas y la destreza de cada uno al cruzar de una orilla a otra. Ambas pruebas se superan con honores. ¿Cuántas veces cruzamos? ¡Uf, incontables! Los saltos, pozas, rápidos, remansos y los reflejos del agua nos transportan a un paraíso lejano, un edén alejado del frío rigor de las matemáticas.
Vadeando
        El barranco no solo nos obsequia con el armonioso fluir de sus aguas y el reto desafiante de su sinuoso trayecto, sino que también nos deleita con la exuberante vegetación de un bosque de pinos repoblados en el siglo pasado. Estos pinos, poco a poco, ceden su espacio a una densa y vibrante masa forestal autóctona, formada por quejigos, carrascas robustas, boj perenne, y la presencia ocasional de acebos. Entre sus claroscuros, se erigen nogales imponentes, abedules gráciles, y no faltan las zarzas y aliagas, jaras, orquídeas, así como otras flores como el thalictrum tuberosum (desconozco el nombre común), añadiendo un toque de color y encanto al paisaje. ¡Un verdadero espectáculo para los sentidos!
Un remanso del Paniagua
Thalictrum tuberosum
        Los pájaros, nos brindan sus conciertos primaverales; son dueños de su vida, son libres. Me retraso en silencio, el "murmullo humano se aleja", escucho sus alegres trinos que parecen flautas dulces... —lo siento, es mi imaginación—
        Poco a poco vamos ganando altura, el barranco Paniagua se aleja a la izquierda, nosotros seguimos por el bosque de pinos hasta alcanzar el Corral de Melchor. A sus 1080 metros, nos marca la cota más alta de la jornada. Un buen lugar para descansar y echar algo al cuerpo. Ahora sí, ahora nos lo hemos ganado.
Corral de Melchor
        También somos premiados con las vistas que el sitio nos ofrece, vistas que se pierden entre los paredones de caliza de las Peñas de Santo Domingo. Más a la izquierda, al oeste, siguiendo la línea de Malpaso, asoma la cima de Puy Moné y, a su lado, un poco más alta, la de Puy Fonguera. Se aprecian también, las Ripas Altas esa obra maestra que la erosión ha esculpido en este frágil terreno.
Pico y Peñas de Santo Domingo
        Además de paisaje, este corral ofrece confort para el descanso, pero tenemos hora de "banquete" concertada, así que recogemos las mochilas y descendemos hasta la Collada de Fayanás, auténtico cruce de los caminos que vienen de Longas, Fuencalderas, Luesia y Biel.
        Continuamos bajando por un sendero tan sencillo que hasta da para chismorrear de todo un poco, hasta que... ¡Una manada de burros y algún caballo se nos cruza en el camino! Estos bichos, que no tienen un pelo de tontos, vienen a ver si les cae algo de comer. Pero, después de la paradita reciente, solo nos quedan migajas, y ellos tampoco le hacen ascos. Un encuentro de lo más pintoresco. La presencia de estos "burricos" (con el debido respeto a estos dignos animales) me recuerda que en unos días tenemos elecciones europeas.
¡Vota...!
        Nos despedimos de los équidos, pues hay que seguir la ruta, siguiendo la pista que, tras algo más de un kilómetro, dejamos para tomar una senda hacia la balsa de Narciso, que nos introduce en el Barranco de Calistro.
Balsa de Narciso
        Si el de Paniagua era espectacular, este de Calistro no se queda atrás, aunque tiene un aire más salvaje, probablemente porque por aquí pasa poco personal. Ni un alma hemos visto, ni un alma.
Fuertes mozas
        De nuevo, nos toca jugar al juego de "evita mojarte los pies" cruzando el agua "montón de veces", por sitios insospechados, además, buscando cuál piedra pisar sin acabar dando un chapuzón no planeado. Algunos de estos pasos están sobre piedras que se resisten a ser tragadas por la erosión de un arroyo que, cuál turista desorientado, deambula entre prados y juncos, buscando el Arba de Biel como si fuera la última coca-cola del desierto. Sus aguas bajan a veces furiosas, otras, tiernas y bondadosas.
Jugando a  "no mojarse los pies"
        El arroyo, que antes era una culebra astuta, ahora se desliza por una roca tan pulida que parece un tobogán, conocido entre los aragoneses como "esbarizaculos". Este resbaladero natural nos lleva a un rincón encantador: "la Poza de Calistro". Ah, Calistro, con tus encantos y tus bromas acuáticas.
        En este remanso, el agua refleja todo lo que la rodea, incluso los pensamientos de quienes intentamos mirar más allá del fondo, tal vez con la esperanza de encontrar la cordura que algunos han perdido. Inmortalizamos el momento con algunas fotos de los aquí presentes
En la poza de Calistro
        Abandonamos este soplo de frescor y seguimos la senda que desemboca en la pista, camino de Biel. Aquí, el arroyo de Calistro se une al Arba en sus primeros momentos de vida, guiándonos en lo que queda del camino.
        La exuberante vegetación cubre la fuente de Pompillo, que pasamos sin detenernos. Tampoco nos paramos en el refugio de los Estrechos (o de Palero). Más adelante echamos un vistazo a una construcción que asoma entre el bosque; se trata de un antiguo abejar de arnales (colmenas) construidas tradicionalmente de mimbre.
Refugio de Palero
Abejar de arnales
        En lo que queda de ruta, aceleramos el paso porque, como decía arriba, "vamos con hora". Así que pronto estamos cerrando el círculo de una ruta que parece que a mis viejos y viejas compis les ha encantado.
        Tan solo nos queda, coger los bugas y trasladarnos a la villa medieval de Biel, para adentrarnos en el mundo de la gastronomía popular y dar buena cuenta de los más variados platos que cubren la mesa del popular "Bar El Caserío".
Portal en Biel
            Con los deberes cumplidos, antes de meternos en carretera, damos un garbeo por las estrechas calles de Biel y sumergirnos en su historia, materializada en el castillo que fuera construido por el rey Sancho Ramírez. Su torre, perfectamente rehabilitada, parece que fue levantada en el siglo XI, en tiempos de Sancho el Mayor y Ramiro I. Por ser un importante enclave fronterizo, fue de posesión real e incluso está documentada la estancia de Ramiro II en ella, durante la tenencia de Castán de Biel, en el siglo XII. Esta situación continuó hasta el siglo XV, en el que Martín I la cedió a Ramón de Mur.                     
Iglesia y Castillo
        Junto al castillo se encuentra la iglesia de San Martín, gótico- renacentista del XVI, aunque hay documentos que hablan de su existencia allá por el año 1068. Es de origen románico y al estar anexa al castillo la hace humildemente espectacular.
        Alrededor de castillo e iglesia, el casco urbano de Biel despliega un atractivo conjunto de casas populares y nobiliarias, junto a la judería.
Casa Manolete
Por la calle Mayor
        Pero, amigos míos, esta historia encuentra su desenlace aquí. Una vez más, las aguas de Calistro y Paniagua, como si fueran personajes salidos de una epopeya similar a la de La Celestina, se han entrelazado en un viaje de amor, emprendiendo el rumbo hacia otros ríos que las conduzcan a una vida eterna. Un viaje sublime, tan hermoso como la travesía que, una vez más, hemos tenido el privilegio de compartir con estas personas que, de compañeros, han pasado a ser amigos y amigas entrañables.
        Hasta otra


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Datos técnicos 
(El track, en el enlace de la entrada (II) que dejo abajo)
Recorrido
Perfil
Distancia, 11,8 km.
Desnivel + 353 m.
Desnivel – 353 m.

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