Día 8 de julio de 2024
Si hay un valle en el Pirineo que produzca en nosotros una carga emotiva, diferente a la de otros rincones de esta gran y hermosa cordillera, ese es el Valle de Pineta. Aunque en alguna ocasión, con motivo de alguna ruta hemos pasado por el valle, ha pasado un cuarto de siglo hasta que nos hemos empapado de viejos y emotivos recuerdos. Además, sabidos de qué se encuentran acampados en el valle, pasamos a visitar a Pascual y María Jesús, supervivientes de aquel grupo de amigos que, año tras año, pasábamos unos días inolvidables.
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Valle de Pineta |
Claro, no podíamos dejar de echar el cuerpo a algunos de los rincones más clásicos del Valle, esos en que el agua protagoniza buena parte de esta jornada.
Al lío: Nos acercamos al parking que han habilitado en el fondo del Valle; desde aquí se divisa el hermoso paisaje en el que nos vamos a introducir. Nos echamos las mochilas a la espalda, cruzamos el puente provisional sobre el Cinca (aguas abajo están construyendo uno nuevo) y comenzamos a caminar por el sendero que se dirige hacia Marboré.
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Pasarela sobre el Cinca (al fondo su cascada) |
Después de cruzar a la margen izquierda del río (el primer kilómetro lo recorremos por su orilla), comenzamos a ascender por un impresionante bosque de hayas y boj, bosque pintado de verde musgo. El sendero se caracteriza por un silencio que solo es interrumpido por el canto de los pájaros y el crujido de las hojas bajo nuestras botas. |
Por el camino de Marboré |
Cruzamos aquella pista tan concurrida por ganaderos, personal forestal, senderistas y montañeros. Todo un desfile de personajes dignos de un "festival en la montaña". Pero, ¡ay!, el puente que cruza el río, ese pobre puente... Primero lo destruyó una riada. Y cuando por fin decidieron repararlo, ¡sorpresa! Una excavadora entra en escena y lo rompe de nuevo, como si quisiera tener la última palabra. Ahora, después de tanto drama, parece que está casi reparado. Eso sí, solo para vehículos autorizados. ¡Qué consideración! |
Segunda rotura |
Maite y yo continuamos avanzando, ganando metros a cada paso. Poco a poco, el denso bosque cede su lugar a un paisaje más despejado, donde los helechos se convierten en los protagonistas. Las flores, en un vibrante homenaje al sol, despliegan sus colores para el deleite de quienes pasamos. Lilium pyrenaicum, lirios de San Bernardo y lirios azules, ranúnculos de montaña y campánulas de diversas especies forman un jardín abierto al mundo, brindándonos un espectáculo natural inigualable. |
Lilium pyrenaicum |
Llegamos al cruce desde el cual, de frente, se asciende al ibón de Marboré, que, a 2590 metros de altura, es el más alto de la península. En numerosas ocasiones superamos los 1400 metros de desnivel, hasta alcanzar las gélidas aguas del lago, que ofrecen vistas espectaculares del glaciar del Monte Perdido. No obstante, en esta ocasión los años y un toque de cordura nos persuaden de evitar tales alturas. Pues tomamos el sendero de la izquierda, que nos conduce al pie de la imponente Cascada del Cinca (Es Churros de Marmorés).
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Treserols entre nubes |
No hay una sola cascada, sino varias, aunque la más grande eclipsa a todas las demás. Sin embargo, cada una de estas cascadas menores, si estuvieran en otro lugar, sería la protagonista de cualquier paisaje. |
Cascada del Cinca |
Es momento de sentarse en una de las piedras del lugar, ver, sentir, escuchar el sonido de las aguas rompiéndose sobre las rocas, quedar hipnotizados por las vistas sobre el Valle de Pineta, La Estiva, La Larri...
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En la cascada |
Pues, hablando de La Larri, "p'allá vamos". Bajamos unos metros por el mismo camino que subimos, para tomar, a la izquierda, el sendero de la Faja de Montaspro, tan bien señalizado que hasta un borrico lo encontraría. El recorrido, diseñado para mantenernos entretenidos, sube y baja entre un hayedo tan espectacular que te preguntarás si estás despierto. En ciertos tramos, unas cadenas aseguran el paso, porque claro, medir la altura del patio aquí no es el mejor de los pasatiempos. |
Por la Faja de Montaspro |
Finalmente descendemos hasta cruzar un puente sobre el río La Larri, un lugar en el que descargar las emociones.
Las lágrimas, compañeras fieles de nuestras penas y alegrías, encuentran su refugio en las aguas serenas del río. Caen con la delicadeza de un suspiro, mientras el fluir del río las acoge con dulzura, llevándolas consigo río abajo. Cada lágrima que se desliza por nuestras mejillas, lleva consigo un peso que se disuelve en la corriente, buscando ese algo perdido que aún se aferra a nosotros. |
Tras cruzar la pasarela del Río La Larri |
Esta pasarela es también antesala de un gran llano en el que el ganado disfruta del mejor de los pastizales de la zona. Por aquí se ve más personal.
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Llanos de La Larri |
Recorremos los 1,5 kilómetros que nos conducen hasta la Cascada de La Larri. Puede que no sea tan explosiva como la del Cinca, pero ¡qué espectáculo! Además, en un rincón donde el agua se pulveriza y refresca el ambiente (¡qué maravilla de rocío!), decidimos montar nuestra sofisticadísima taberna personal para degustar unos tristísimos minibocadillos, acompañados de unas, también tristes, piezas de fruta. ¡Buen banquete!
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Un rincón en la Cascada de La Larri |
Finalizada la tarea, de nuevo recorremos, en dirección opuesta, los Llanos de La Larri hasta enlazar con la GR.11 e iniciar el descenso. Hemos elegido hacerlo por la senda de las Cascadas de La Larri o de La Grota, esta última caracterizada por el color rojizo de la roca. Es un bonito camino equipado con escalones y miradores desde donde admirar la fuerza del agua que en sus 200 metros de caída nos regala un auténtico espectáculo hídrico. |
Cascada de La Grota |
Una vez salvado este bello tramo, cerramos esta especie de círculo regresando por la orilla de un río que pronto se une, en una especie de matrimonio, con el Cinca, un río cargado de belleza, bravura y, como no, de historia. Sí, historia en la que nosotros y nuestros recuerdos, también somos protagonistas. Hasta pronto
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