martes, 29 de mayo de 2012

EL PADRE MONCAYO


Allá, en las tierras altas,
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, entre plomizos cerros
y manchas de raídos encinares,
mi corazón está vagando, en sueños...
¿No ves, Leonor, los álamos del río
con sus ramajes yertos?
Mira el Moncayo azul y blanco; dame
tu mano y paseemos.
Por estos campos de la tierra mía,
bordados de olivares polvorientos,
voy caminando solo,
triste, cansado, pensativo y viejo.

En la vertiente Soriana, D. Antonio Machado en más de una ocasión dedicó bellos poemas a este legendario monte e incluso el director de cine David Lean en su película Doctor Zhivago se atrevió a comparar esta singular sierra con los montes Urales.
En esta otra cara en que la disfrutamos de esas impresionantes puestas de sol tras la silueta del Moncayo los que habitamos por tierras zaragozanas, también se le han dedicado bellas palabras como las que dejó José Antonio Labordeta en su canción Aragón:
Dicen que hay tierras al Este
donde se trabaja y pagan.
Hacia el Oeste el Moncayo
como un Dios que ya no ampara.
Y es que pese a su rudo acceso, no hay año en que no subamos a su cumbre a disfrutar del paisaje de esas dos tierras hermanadas por este espectacular emplazamiento.


Ya desde la Fuente de los Frailes comienzas a transitar por ese bosque de hayas, boj, lustrosos acebos, pino rojo y el comienzo de verdear de la planta del chordón (nombre de la frambuesa en el Moncayo); que mas adelante y tras cruzar el santuario se va convirtiendo en retama y el típico prado de montaña,
el canto de multitud de pájaros y la visión de varios tipos de reptiles, ejercen en nosotros un extraño poder magnético y un fuerte desgaste en las suelas de las botas.



Pues eso, que en compañía de Maite y la incansable Piedad, nos fuimos el pasado sábado día 19 al Moncayo con un día espléndido de lo que no fuimos los únicos en darnos cuenta ya que había bastante gente de la que la primera parte estaba exenta ya que la mayoría del personal sube con coche hasta el aparcamiento del santuario.


En la ascensión se nos unió una pareja calandina que subía por vez primera( seguro que repiten) y lo que en principio era cierto calor, al coronar el collado se convirtió en ese típico viento castellano y que cuando es de norte, esta sierra se encarga de convertirlo en cierzo. Es una frase típica de cuando el viento es de NO: “sopla el Moncayo”.

Ya en la cima tras subir 1000 m. de desnivel, las típicas fotos de la virgen (que no está) y tras la de la cima, toca cumplir con el rito o necesidad de refugiarse en uno de las múltiples ventisqueros y echar al cuerpo un algo.


Una vez recuperadas las fuerzas, realizamos parte del descenso ya que al pasar por el santuario dimos rienda suelta a nuestro paladar y nos echamos al cuerpo un par de huevos fritos con longaniza ellas y con jamón yo, en el restaurante del lugar, en el que no cabía un alma más y que daba la sensación de que se celebraba un concurso de ¡¿quien habla mas alto?!. La próxima vez nos lo pensaremos.
La digestión la hicimos en el último tramo hasta la Fuente del Fraile con mucha tranquilidad y disfrutando de su belleza y de la tranquilidad que conlleva el recorrerla los tres solos.


Hasta otra

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